A través de las grandes cristaleras de su amplio y esquinado despacho ubicado en la planta diecisiete de una gran torre de la Avenida Diagonal de Barcelona, se intuye que Javier Godó Muntañola (75 años), III conde de Godó y Grande de España, está enfadado y disgustado. El artículo publicado por El Mundo el 7 de octubre no le ha hecho ninguna gracia.
El conde, que siempre ha sido monárquico, no daba crédito a lo que se había escrito. Algunos nobles habían pedido a la Diputación de la Grandeza que le retiren el título nobiliario por “traición a España y notoria villanía” al esgrimir que desde su diario se ha defendido la causa independentista de Carles Puigdemont (54). Un importante ex colaborador de La Vanguardia argumenta a EL ESPAÑOL que “el conde se ha visto empujado a cierto aire independentista para no perder las subvenciones del gobierno catalán” (por ejemplo, 1 euro por diario impreso en catalán).
Es la primera vez en la historia de La Vanguardia que el rotativo tiene que hacer frente a una crisis político-social sin precedentes ya que el actual gobierno catalán y sus más firmes defensores están en contra de la monarquía y de la nobleza. Por tal motivo, hace escasos días, la Orden Constantiniana de San Jorge decidió unir sus fuerzas y citar en la catedral de Barcelona a los peces gordos de la nobleza catalana para hacer frente común y nombrar a sus nuevos caballeros. Una reunión en la que estuvo presente Pedro de Borbón-Dos Sicilias y Orleans (49), duque de Calabria y primo de Felipe VI.
Ya a finales de 2015, en un discurso sorprendente ofrecido en el Círculo el Liceo de Barcelona, el conde de Godó se manifestó públicamente ante la situación que ya se cocía y escocía a la sociedad catalana: “en estos tiempos de turbulencias emocionales, cuando se nos piden respuestas en blanco y negro, yo quiero expresarles la doble lealtad que ha guiado mi conducta y que la seguirá guiando”. Ésta es “un compromiso con una Cataluña abierta y con el conjunto de una España plural. Con la monarquía y también con la democracia liberal”.
Hay que refrescar la memoria histórica para dejar patente que el diario, fundado por su tatarabuelo Carlos y su hermano Bartolomé, en 1881, siempre ha sido el medio de referencia del poder. Y, con la que está cayendo en Cataluña desde el inicio del proceso soberanista en 2012, el conde se ha visto en la cuerda floja y ha tenido que hacer verdaderas filigranas para contentar a los lectores catalanes de La Vanguardia, seguir recibiendo las subvenciones de la Generalitat y no defraudar a su íntimo amigo, el rey emérito Juan Carlos I (79), para quien llegó a montar en el pasado varias fiestas en su hogar barcelonés, el monarca que le concedió el título de Grande de España.
Sin embargo, esta sólida amistad ha quedado algo resquebrajada cuando el monarca le llamó a capítulo para ponerle en vereda varias veces desde el 2012. El emérito, según un importante historiador consultado por EL ESPAÑOL, no se anda con chiquitas y le cantó las cuarenta. Transcurrido todo este tiempo, el emérito sigue estando descontento con la actuación del conde que, dicho sea de paso, tan solo mantiene una relación institucional con Felipe VI (49).
Como cualquier noble de alta alcurnia, Javier quería dejar constancia de su paso por este mundo de una manera especial y única. Tras una intensa búsqueda, encontró en Alejandro Häsler (58), un pintor cubano-suizo, al artista ideal para realizar el único retrato oficial que existe del conde. A sus 75 años, Javier Godó es un hombre menudo, detallista, familiar, amante de la vela y el tenis, lector obstinado en varios idiomas, apasionado de los relojes, amante de la comida sencilla y poco elaborada, adicto al vino y la Coca-Cola y con la manía sempiterna de jugar entre sus manos con unas figuritas táctiles de plata o madera realizadas especialmente para él por Emili Armengol, tal y como afirma Vis Molina, autora del libro Los Godó. Los últimos 125 años de Barcelona.
También es extremadamente generoso, como nos cuenta alguien cercano al conde durante décadas, ya que cuando le concedieron la medalla de oro del Spanish Institute en Nueva York en 1991, durante la cena decidió invitar a las Olimpiadas a Michael Douglas (73) y a su mujer, Diandra (61), que no dudaron en decírselo a otros colegas como Jack Nicholson (80) y Danny de Vito (72) que también llegó acompañado de su esposa, Rhea Perlman (69). Por ello, el conde les cedió sus cuatro áticos en el mismo edificio que en el que habían vivido el empresario Javier de la Rosa (70) o el editor de Planeta José Manuel Lara, ya fallecido.
El conde ya está pensando en cederle el trono a su hijo primogénito, Carlos Godó Valls (50), que lleva preparándose toda la vida para ser el editor. Todo lo contrario a lo que le ocurrió a Javier, que se encontró al frente del periódico debido a una serie de desgracias familiares, como el fallecimiento de sus dos hermanos mayores. Así que, de repente, se convirtió en el hereu y no pudo ejercer su profesión tras acabar la carrera de económicas en la Universidad de Barcelona, donde tuvo por compañero a Pasqual Maragall (76).
El conde lo tiene ya todo atado y bien atado. Su sucesión ya es un hecho. Todo se ha hablado en su despacho, desde el que se divisa toda la Ciudad Condal, decorado en tonos muy claros y con la moqueta casi blanca -que, por cierto, la cambian todos los veranos- y en el que también hay una biblioteca y una sala de juntas que a veces sirve de comedor. Desde allí hay unas vistas inmejorables de la ciudad.
Antes de llegar a Javier Godó se ha de sortear al vigilante de turno y a Gemma Guillén, su secretaria de toda la vida que, a su vez, tiene a otras dos secretarias. Es su mano derecha y su más fiel guardiana. También está por allí su chófer guardaespaldas que siempre anda listo para cualquier servicio. ¿La anécdota? Éste se llama Màrius, como el actual director de La Vanguardia desde hace cinco años, Màrius Carol (63) y cada vez que Godó lo llama y está Carol, se giran los dos. Al director esta situación le molesta, pero Godó se ríe.
EL ‘HEREU’ ASUME EL CONTROL
Desde hace varios años, el conde de Godó lleva preparando su relevo, pero se toma su tiempo. Tal y como le confesó a Vis Molina, “a mi padre y a mí siempre nos ha gustado dejar macerar las cosas, y ver como éstas se guían por su propio ritmo natural”.
Según fuentes cercanas al empresario-editor catalán consultadas por EL ESPAÑOL, el traspaso de poderes de Javier a su hijo Carlos –consejero delegado del Grupo Godó desde 2005- se producirá entorno a fin de año. Los que conocen al único hijo varón del conde afirman que tiene un talante monárquico, es mucho más pragmático que su progenitor y no quiere desvincularse de las ayudas económicas que recibe de la Generalitat porque está apostando fuerte por una reconversión en el grupo Godó (La Vanguardia, Mundo Deportivo, 8TV, RAC1) para que el ámbito digital tenga todo el peso.
Para que el conflicto entre las subvenciones de un gobierno pro-independentista y su faceta monárquica –no en vano se convertirá en el IV conde de Godó- se dulcifique, junto al nuevo editor también llegan nuevos aires en La Vanguardia. Aunque aún no se ha confirmado oficalmente, EL ESPAÑOL ha tenido a una información relevante porque Màrius Carol, a quien se le conoce como ‘el amigo de Urdangarin’ (previamente fue cronista de la familia real para el periódico), será sustituido probablemente por Jordi Juan (54) actual director de contenidos de La Vanguardia digital.
El entorno cercano a este profesional asegura que Jordi será clave ante la situación tan incierta que se está viviendo políticamente en Cataluña. Es una persona ponderada, independiente, abierta al diálogo, se lleva bien con los partidos políticos e incluso cuando escribía en la sección de economía del diario siempre ha procurado mantener sus propias convicciones.
A sus 50 años, en lo sentimental parece que Carlos también ha salido al padre, ya que va por su tercera pareja. Y se rumorea que es algo caprichoso. Su primera boda la quiso celebrar el día en el que se entregaba el trofeo conde de Godó de tenis –le llamaron la atención por tal motivo- y buscó una iglesia que permitiera la entrada a perros porque su futura mujer quería entrar con el suyo. Otro dato curioso, según nos confirma alguien que le conoce desde que era adolescente, estando casado con Emma, su segunda esposa y madre de sus dos hijas, se encaprichó de la novia de su cuñado, una situación que provocó, obviamente, el divorcio.
UN CORAZÓN PARA SEIS MUJERES
A pesar de su discreción y su aversión a ser el centro mediático, el actual conde de Godó, Javier Godó Muntañola bien podría haberse convertido en un personaje de la prensa rosa a raíz de sus vaivenes amorosos. Nada menos que seis parejas ha tenido este noble editor a lo largo de su vida.
Se casó por primera vez en 1966 con María Antonia Valls Klein, la única con la que ha tenido hijos: Carlos (1967) –futuro IV conde de Godó- y Ana (1969). Un dato curioso para los anales de la prensa del corazón asegura que su suegra, Elena Klein, era tan guapa y elegante, que el playboy Luis Miguel Dominguín se encaprichó de ella.
Tras el divorcio a principios de los setenta, Javier se encargó de criar a los pequeños que, con el tiempo, le han dado cinco nietos, cuatro mujeres y un hombre. Éste ultimo, llamado Javier, es hijo del segundo fallido matrimonio de Ana con Álex Rodríguez, periodista de La Vanguardia y, según se rumorea, están pensando en cambiarse el orden de los apellidos porque dicen que queda mejor ser un Javier Godó… que un Rodríguez.
Posteriormente se casó con la interiorista Carmen Godia, hermana de Liliana, multimillonaria coleccionista de arte considerada como una de las grandes fortunas de Cataluña, pero su amor duró pocos años. Poco después de divorciarse conoció a Conchita Viñamata, hija de la condesa de Alba de Liste, que a punto estuvo de cambiar el rumbo de la historia (británica) si hubiera aceptado la propuesta de matrimonio de Dodi al Fayed, por aquel entonces incipiente productor de cine en Hollywood (su gran éxito fue Carros de fuego) y que acabó convirtiéndose en el último gran amor de Lady Di. Tras convivir durante un tiempo, Javier y Conchita se casaron en 1981 y se divorciaron en 1987. Al matrimonio, ella aportó una hija, Mireya, que desgraciadamente falleció un par de años después de la separación a raíz de un accidente de moto en la Costa Brava.
Desgraciado en el amor, pero con éxito en el trabajo, Javier volvió a encontrar breve consuelo en la ecologista Cristina Fábregas; posteriormente cayó en brazos de Merche Albert, una elegante dama de la burguesía catalana con quien no llegó a casarse ni tan siquiera a convivir, y cuyo nombre saltó en la prensa rosa muchos años más tarde cuando su primogénito, Alberto Ventosa (productor de El Hormiguero), inició un fugaz romance con Eugenia Martínez de Irujo (48) tras su ruptura con Gonzalo Miró (36).
Finalmente, en 1999 se casó con la mujer que más tiempo ha permanecido a su lado, la atractiva colombiana Marisa Falcó (ningún parentesco con los Falcó españoles, Carlos, marqués de Griñón, y Fernando, marqués de Cubas). Se conocieron en Nueva York gracias a la hija del conde, que por aquel entonces vivía en la ciudad de los rascacielos junto a su primer marido, el fotógrafo Xavier Guardans Cambó, nieto de Francesc Cambó, histórico político catalanista.
Marisa es una mujer discreta que lleva con orgulloso y sin pretensiones un título nobiliario que le ha permitido codearse en eventos privados con otros apellidos ilustres de la burguesía e intelectualidad catalana como Sol Daurella (una de las mujeres más ricas del mundo), el doctor José Antonio Merino, el notario Bartolo Masoliver, el decorador Manolo Muntañola o el fotógrafo Oriol Maspons (84).
El matrimonio vive estable y feliz en un elegante palacete de estilo noucentista en el exclusivo distrito de Sarrià-Sant Gervasi a escasos metros de otro palacete que perteneció a la familia Godó y que actualmente es la seda del consulado americano. ¿Un cotilleo?: Fiel a su clase y estilo, Merche mandó que se enviaran desde Nueva York dos contenedores gigantes repletos de muebles y objetos decorativos para su mansión catalana.
La cuenta atrás ya ha empezado. El conde de Godó va a abdicar en los próximos meses en su hijo dejando atrás un profundo legado histórico que La Vanguardia ha testimoniado en sus primeras páginas desde su creación en 1881. Y, sobre todo, de qué manera el rotativo catalán lidió con lealtad al poder establecido cada uno de los acontecimientos. Entre ellos, destacan la Semana Trágica; el reinado de Alfonso XIII; la proclamación de la República; el Franquismo; el mítico Ciutadans de Catalunya. Ja sóc aquí que pronunció el expresidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, tras volver de su exilio y poner en marcha la maquinaria de las primeras elecciones autonómicas catalanas y, por supuesto, la abdicación de su amigo Juan Carlos I en 2014. Dos sucesiones cargadas con un gran simbolismo político y con una clara declaración de intenciones.