Un hombre alto, moreno de piel, con las arrugas de la edad marcándose en la cara. Una barba blanca y una melena del mismo color recogida en una coleta. Una foto familiar, rodeado de los suyos, quizás tras una comida. Data del año 2014. Por ello, fue sin duda tomada lejos de España. Se llama Héctor Pablo Caicedo Chaves y hace diez años que le persigue la justicia. En 2008 cogió un avión, salió de España y desapareció para siempre. Hace diez años que abusó de 11 mujeres en el Hospital Ciudad de Coria (Cáceres). El hombre vivía en la pequeña localidad situada al noroeste de la comunidad extremeña. Nunca han podido juzgarle.
La historia interesa porque acaba de firmarse la sentencia que condena a la Junta de Extremadura a indemnizar con 10.000 euros a una de las víctimas. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, que ha tenido acceso a la sentencia del juez, el Juzgado de lo Contencioso número 1 de Cáceres les condena por no haber echado de su puesto de trabajo al agresor sexual. Tenían el aviso de varias de las víctimas. Sabían lo que estaba ocurriendo. Tan solo le abrieron un expediente al anestesista.
María (nombre ficticio) denunció ante la justicia a la Consejería de Sanidad y Políticas Sociales lo que había ocurrido. Representada por los abogados Jesús de Jorge y José Luis Pascual, interpuso la demanda por permitir que el sanitario la anestesiara y abusase de ella cuando ya constaban avisos de víctimas anteriores.
Mientras tanto, la búsqueda de Héctor Pablo continúa siendo infructuosa. Hace diez años que la policía trata de averiguar donde está. Hay una pista: sospechan que puede encontrarse en su Colombia natal. De ese modo, el “anestesista del pelo blanco”, como le conocían los miembros del Hospital y los pacientes, volvió al lugar en el que creció justo después de que estallase el caso. El relato que sigue estas líneas está basado en entrevistas con los abogados del caso y en la sentencia del juez, a la que ha accedido este periódico.
Los abusos
15 de febrero de 2008. María despierta de la anestesia. Se encuentra en el Hospital Ciudad de Coria, donde acaban de someterla a una intervención quirúrgica. Tras horas bajo los efectos del analgésico, ya operada, abre los ojos. Está en la sala de reanimación del Hospital, también conocida como sala del despertar. En el de Coria, esta estancia se encuentra al lado de los quirófanos.
En los hospitales modernos, este tipo de salas están dotadas con medios para la reanimación inmediata como bombonas de oxígeno, gases y pantallas de monitorización. Junto al paciente, suele haber dos personas en la sala: una anestesista y un miembro del personal de enfermería. En ese momento, María estaba sola en la habitación con el anestesista cuando este comenzó a abusar de ella.
Tras la operación, María tiene que quedarse en la sala del despertar hasta que Héctor, el anestesista, compruebe que su cuerpo recobra la consciencia y expulsa todo el analgésico. María está despertándose de ese letargo de horas, una especie de sopor entre el sueño y la consciencia total. Ni totalmente despierta ni totalmente dormida. Pudo ver lo que estaba sucediendo en aquella sala.
Héctor se acerca a ella y aprovecha el estado de semiinconsciencia de la mujer. Le toca los pechos y le pellizca los pezones, “apretando la mano de esta contra el pene del mismo”. El episodio se prolonga un buen rato. María ya está plenamente consciente cuando esto sucede.
Tras los abusos, todo comenzó a volverse complicado para ella. En un principio, no quiso denunciar porque pensó que nadie la iba a creer. Aún así, ese mismo día, en un aparte, se sentó a hablar con una de las enfermeras del centro hospitalario. Confió en ella y se lo contó todo lo que Héctor había hecho. Esta, sin embargo, le dijo que no se preocupara, que aquello podían ser “alucinaciones”, producto de los efectos de la anestesia.
Días después, a María la llamaron desde el Hospital. Se habían enterado de su denuncia. Le dijeron la pusiese por escrito. Si no lo hacía, le dijeron, el hospital tomaría cartas en el asunto. Este es uno de los pasajes del historial de abusos de un hombre que lleva casi 10 años fugado de España.
Las denuncias
María no fue la primera ni tampoco la última. Héctor Pablo comenzó a actuar en diciembre del año 2007 y abusó de hasta 11 mujeres entre esa fecha y abril de 2008. Cuando la justicia ya perseguía a este hombre, a María le contaron que había muchas otras víctimas de abusos perpetrados por parte del “anestesista del pelo blanco”.
Se enteró en ese momento que 10 mujeres más le habían denunciado en las diferentes sedes de la Guardia Civil de la comarca. Se dio cuenta de que su caso tenía mucho de similar con el resto de las víctimas. Advirtió que todos los casos coincidía con el suyo. Héctor había seguido siempre el mismo procedimiento: una mujer en la sala del despertar, a la que hay que quitarle la anestesia. Luego, los tocamientos en los pechos, los pellizcos, “llegando incluso a pellizcarlos y a rozar las extremidades de éstas contra su pene”.
Mientras tanto, en el Hospital sabían lo que estaba pasando. Habían recibido las denuncias de las pacientes en los meses anteriores. Hubo una sola medida contra Héctor Pablo cuando se supo de sus prácticas. En diciembre de 2007 le abrieron un expediente, pero lo mantuvieron en su puesto. Y así pudo seguir cometiendo los abusos hasta su huida en abril de 2008. El siete de marzo de ese año, otro informe sobre el abusador demostraba que en el centro hospitalario conocían los hechos.
El 17 de marzo de ese año, el Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura recibió en su despacho al Director Gerente del Servicio Extremeño de Salud. Este le contó todo lo que estaba ocurriendo. Otro hecho más que demuestra que el asunto estaba en boca de todos. María decidió denunciar varios meses después. Su escrito llegó a los juzgados el dos de mayo del año 2008. Fue ahí, investigando junto a sus abogados, cuando se dio cuenta de que no era la única víctima.
El relato continúa el día 3 de abril, cuando la Fiscalía avisó al Juzgado número 1 de Coria para que se pusiera a indagar en el caso. Al día siguiente, el juzgado ordenó a la Policía Judicial de Coria que tomase todas las medidas necesarias para esclarecer lo que había ocurrido en los meses anteriores en la sala del despertar del hospital.
Mientras tanto, Héctor Pablo se percató de que iban tras él. Ante las denuncias que llegaron a ellos, la Guardia Civil comenzó a preguntar por él en su entorno con la finalidad de interrogarle. Donde vivía, quién era, cuánto tiempo llevaba allí. Nunca pudieron sentarlo en una silla para hablar con él. Y mucho menos juzgarle. Cuando se quisieron dar cuenta ya estaba en paradero desconocido.
Diez años de huida
Ahora, al saltar la noticia, se conoce que se trata de un hombre huido de la justicia, buscado por las autoridades. “Al no estar en Europa, resulta más complicado dar con él y traerlo de vuelta”, relata a EL ESPAÑOL el abogado de una de las víctimas.
Justo en ese momento que comenzaban a ir tras él, el anestesista cogió su coche y huyó de Coria para siempre. Llevaba ya un tiempo allí, lejos de su familia. Cogió el coche y se cruzó toda la península hasta Valencia. Allí, según ha podido saber este periódico, tenía reservado un avión al que se subió y que, varias horas después, le dejó en Colombia, su país de nacimiento. Nunca se ha vuelto a saber nada de él.
Mientras tanto, María y las otras 10 víctimas han continuado su lucha. A Héctor Pablo no se le ha podido todavía sentar ante un juez. Sin embargo, María obtiene ahora una pequeña victoria al lograr la indemnización. La historia tiene una cara b: después de los abusos, estuvo durante meses en tratamiento psicológico. Nunca ha vuelto a confiar en el servicio de salud extremeño. Su agresor sigue en paradero desconocido.