A bordo de un Volkswagen Golf, por la carretera A-435 que une las localidades cordobesas de Torrecampo y Pozoblanco, van cinco personas. Los hechos suceden el 1 de mayo de 2016, dos meses antes de la presunta violación en la madrugada del 7 de julio, el día de San Fermín, en Pamplona. Antonio Manuel Guerrero, 28 años, guardia civil, va al volante. A su lado José Ángel Prenda Martínez, 28 años, graba todo lo que ocurre en el vehículo con el teléfono del agente de la Benemérita. Detrás van sentados el militar Alfonso Jesús Cabezuelo y Jesús Escudero. En medio de los dos, una joven de 21 años, aturdida y adormilada. Todos están abusando de ella. El guardia civil, en un momento dado, aparta la vista de la carretera y fija su mira en la cámara. “Esto es Pozoblanco y esto es La Manada”.
Antonio Manuel Guerrero es, en apariencia, un chico “amable y formal”, que deslumbró durante el año de prácticas a sus compañeros en el cuartel. Sin embargo, en su tiempo libre, el hombre que debía velar por los demás dedica parte de su tiempo a inmortalizar, tristemente, los momentos más escabrosos y denigrantes que vive con sus amigos sevillanos.
El día de los abusos de Pozoblanco, Antonio Manuel era el que conducía, pero cedió su teléfono a Prenda para que dejase constancia de todo lo que ocurría y luego enviarlo a los chats que ambos compartían con otros compañeros. Mientras, él conducía y en varios momentos del trayecto se gira hacia la joven de la que están abusando los otros en los asientos traseros para tocarle los pechos. Eso mientras maneja el vehículo.
Hace dos semanas, el guardia civil apareció en el juicio como el resto del grupo: camisa impecable, jersey, náuticos y la barba convenientemente recortada. Había pasado un año y medio en la cárcel después de que el juez instructor y el tribunal que juzga el caso decidiese mantenerles entre rejas. Allí fue padre. Sucedió durante uno de los vis a vis de su pareja en prisión. Una joven que defiende a que su pareja es inocente.
Dos meses después, en San Fermín, es él quien graba todo lo que ocurre en el portal de Pamplona en el que, presuntamente, él y sus cuatro acompañantes violaron a una joven de 18 años. En su teléfono estaban cinco de los seis vídeos que se grabaron aquella madrugada. Fue también él quien robó el teléfono a la víctima justo antes de salir del portal. En realidad, lo que a él le entusiasmaba era registrar para la posteridad los abusos y las agresiones de los cinco sevillanos.
Pozoblanco, el precedente
El vídeo de Córdoba está grabado desde el interior de un vehículo Volkswagen Golf de color azul. El grupo de sevillanos regresa de una noche de fiesta en la localidad cercana de Torrecampo. Circulan por el kilómetro 22 de la carretera A-435 de Espiel a Torrecampo. “Fue una noche más”. Antonio Manuel Guerrero y José Ángel Prenda, que van en los asientos delanteros.El guardia civil conduce y Prenda graba. Lo hace con el teléfono de su amigo.
No tardaron en compartir los vídeos en “Peligro” y en “La Manada”, los dos chats en los que solían comentar lo que hacían esas noches. La chica está completamente inconsciente. El guardia civil le toca los pechos desde el asiento del conductor. En el chat de sus amigos ven esta escena en uno de los vídeos y, minutos después, alguien dice: "Qué habilidad conduciendo con una mano y con la otra cogiendo una teta atrás”.
"Es otro caso Marta del Castillo niño jajajaja Joselito (Prenda) el depredador sexual de las casitas". Este fue el último mensaje que escribió uno de los integrantes del chat 'Peligro'. En él figuraban 21 personas, entre ellas los detenidos por la presunta violación de San Fermín. Así se estaban mofando de la joven de la que presuntamente abusaron cuatro de ellos aprovechando que estaba inconsciente. Ángel Boza, después detenido en Pamplona, también está en ese chat. "Madre mía que le echasteis a la chavala burundanga. K bueno (sic)”.
La joven víctima de aquellos abusos se despertó, según el relato que hace el juez de la causa, “completamente desnuda en el asiento de atrás» y con el mono y las medias rotas”. Se vistió y se colocó en el asiento del copiloto. En ese momento, el militar Alfonso Jesús Cabezuelo, le requirió «para que le hiciera una felación”. Ante la oposición de ella, según relata el juez, el investigado la golpeó “dos veces en la cara y otra en el brazo”. Acto seguido, la empujó fuera del coche y la insultó.
El guardia civil ya conocía Pozoblanco de antes. Antonio Manuel Guerrero accedió al Instituto Armado el año pasado tras aprobar en 2014 el examen de ingreso y pasar por la academia de Baeza (Jaén). Estuvo destinado, precisamente, en Pozoblanco. Allí trabajaba a turnos aleatorios y siempre bajo la supervisión de un superior. Allí estuvo un año entero.
Cuando no estaba de servicio, Antonio Manuel solía acudir al Gimnasio Zeus, donde hizo varias amistades. No descuidó a los amigos de la infancia, su manada. “Venid a la feria de Torrecampo, el pueblo de aquí al lao. Aquí hay fiesta seguro”, había escrito días antes de la fiesta y los abusos en el coche. El guardia civil les convenció y un día después estaban allí todos preparados para, como ellos decían “una noche más”. El móvil de Antonio Manuel se encargaría de nuevo de inmortalizarla.
Pamplona, los vídeos del portal
En el portal Antonio Manuel se convirtió, una vez más, en el cámara de la presunta violación. Grabó cinco vídeos con su iPhone. Tienen una duración de 6, 22, 10, 14 y 30 segundos. El agente capturó, en total, 96 segundos de los 19 minutos que pasaron entre las 3.08 y las 3.27, cuando salen del portal y dejan tirada a la chica. Antes de marcharse, el propio Antonio Manuel roba el móvil de la víctima.
“A nivel de interacción corporal/física con los investigados, se observa que la denunciante adopta un rol pasivo y neutro con respecto a los actos y juegos de naturaleza sexual de los investigados. Solamente en una escena se ha detectado cierta iniciativa, no pudiendo precisar si obedece más bien a una reacción instintiva u automática que a un acto consciente y deliberado”, añadía el informe de la Policía Foral sobre los vídeos del guardia civil.
“Graba, graba”, le decían sus compañeros al guardia civil. El asintió. Cumplía, obediente, con su obligación para con La Manada.