“¿Sabes cuando les dices a los críos 'Niño, no salgas a la calle que el hombre del saco te va a llevar?' Pues así estábamos los adultos, diciendo 'Maño, no salgas a la calle que te van a pegar dos tiros'. Así, durante nueve días”.
Con estas palabras explican los vecinos de Albalate del Arzobispo el miedo que han pasado desde el pasado día 5 de diciembre, cuando empezó la pesadilla. Un misterioso individuo, que había ocupado una masía de campo, disparó a dos vecinos y los hirió de gravedad. Se escapó, lo que provocó una psicosis colectiva de nueve días y nueve noches. Similar a la de Puerto Hurraco, en Badajoz, cuando dos hermanos asesinaron a casi una decena de personas el 26 de agosto de 1990. La última noche del terror, la de este 14 de diciembre, cuando el criminal volvió a actuar, se llevó por delante la vida de tres personas y provocó un estado de sitio en varios pueblos de la provincia de Teruel.
Todo empezó a principios de diciembre. Albalate del Arzobispo es un pequeño pueblo rural de 2.000 habitantes en la provincia de Teruel. Su entorno está lleno de “mases y casetos”, como llaman allí a las casas y almacenes de campo donde se guardan los utensilios del campo. “Robos siempre ha habido, pero en los últimos tiempos nos dimos cuenta de que forzaban más casetos de la cuenta", dicen en el bar de la plaza del Ayuntamiento. Sin embargo, los robos eran extraños: los ladrones no se llevaban avíos de trabajo ni herramientas de valor. Sólo comida, mantas y ropa de abrigo.
“¡ÑE, ÑE, ÑE!”
El 4 de diciembre, un vecino llamado Manuel Andreu vio que no podía entrar a su masía porque le habían manipulado la cerradura. Fue al día siguiente con un cerrajero llamado Manuel Marcuello, el primero en llegar a la puerta. “Ya veíamos las cortinas moverse antes de llegar”, apunta Andreu. Al abrir la puerta el cerrajero, escuchó a alguien hablándole desde el interior. Le gritaba algo así como “¡ñe, ñe, ñe!” ('ne' es la palabra para decir 'no' en serbio). En la oscuridad, el cerrajero acertó a ver que el hombre iba armado y se abalanzó sobre él para protegerse. El okupa le pegó un tiro. Curiosamente, ese movimiento brusco de defensa instintiva que hizo Marcuello salvó su vida, porque el disparo iba dirigido a su tronco y al final le pegó en el codo.
El pistolero dejó al cerrajero malherido en el suelo y emprendió la huida, no sin antes cruzarse con Manuel Andreu, dispararle en el hígado y largarse campo a través. Andreu, como pudo, se montó en su coche y fue sangrando hasta a su pueblo. Era el que peor pronóstico tenía de los dos heridos, pero finalmente ha sido el que antes ha recibido el alta. Marcuello sigue ingresado y su codo ha quedado destrozado.
NADIE QUIERE HACER LA RUTA DEL COLESTEROL
A partir de ahí, días de terror. No salgan a la calle. Un loco anda suelto por el pueblo, forzando masías, robando y disparando al que se encuentra a su paso. “Lo de abrir casetos siempre ha sido más o menos normal, y más de un tiempo a esta parte, con la de desahucios que ha habido en toda España. Piensas en algún mendigo o algo así. Pero un mendigo no va armado ni se lía a tiros”, razona un cliente de Casa Agustín, un restaurante del pueblo. Su camarero, Antonio Miguel, explica la psicosis colectiva que provocó el suceso en el pueblo durante los días posteriores: “Todo el mundo tenía miedo. Nadie quería salir a la calle, ni siquiera a hacer 'La ruta del colesterol'. Es un itinerario que hay aquí, por el campo, por donde sale la gente a caminar cuando se han pasado con los asados y tienen colesterol. Es el deporte más popular de por aquí, donde nos encontramos todos los vecinos. Pues ya nadie salía a pasear. Había muchísimo miedo”.
Antonio cuenta que la preocupación era compartida por dos guardia civiles que pasaban por el bar a menudo a tomar café. Se llamaban Víctor Romero y Jesús Caballero y, a la postre, fueron las siguientes víctimas del misterioso criminal. “Venían bastante y siempre hablábamos del tema. Decían que qué pena estar así, que a ver si lo podíamos pillar antes de navidades, porque eso era un peligro para los vecinos. Y mira, los pobres chicos...”.
LE CORTÓ EL CUELLO A UN PERRO
Durante esos diez días, la voz se corrió por toda la comarca y la cuenca minera. Los vecinos pusieron en común todos los robos registrados y se dieron cuenta de que existía un extrañísimo patrón: el ladrón despreciaba los objetos de valor; sólo estaba interesado en comida y ropa de abrigo. “Un día entró en un mas donde había nueces, se las comió allí mismo y fue tan limpio y ordenado que hasta recogió las cáscaras. Lo sabemos porque se le cayó alguna por el suelo”, explican en Casa Agustín. Otras veces no era tan pulcro. Un vecino explica que “entró a un caseto y se llevó una cesta de huevos. Un perro lo vio, le empezó a ladrar, el tío se fue para el animal y le cortó el cuello”. Lo curioso es que estos robos, registrados después del día 5 de diciembre, están a escasos 500 metros de donde disparó a Andreu y Marcuello. Aunque sabía que lo buscaban, el pistolero decidió no marcharse de la zona.
La fisonomía de la zona no beneficia la búsqueda. Se trata de una comarca de municipios dispersos, con grandes extensiones de campos y numerosas casetas rurales muy separadas entre sí. La Guardia Civil intensificó la operación de captura del misterioso ladrón. Lo encontraron 9 días después. Un fatídico 14 de diciembre que ya ha pasado a la historia de la crónica negra de España.
ASESINÓ AL NIETO DEL PASTOR
El Saso es un área rural entre los municipios de Albalate y Andorra. Allí hay una finca que pertenece a los Iranzo, sin duda la familia más ilustre de la zona. El abuelo era José Iranzo, más conocido como El Pastor de Andorra. Tal vez el cantante de jotas más famoso de la historia. Un hombre que ha actuado por medio mundo, que le cantó a Kennedy y que rechazó contratos millonarios en Estados Unidos para volver a casa a cuidar de sus ovejas.
El Pastor de Andorra ya murió, pero su nieto José Luis había heredado la pasión por la agricultura y el ganado. Era uno de los personajes más conocidos de la comarca. Ingeniero, sindicalista, pastor, escalador, activista… Todo el mundo lo conocía y lo respetaba. 39 años, estaba casado, tenía un niño de 4 años y cuidaba de su abuela Pascuala, de 102.
Iranzo contactó con la Guardia Civil para comunicarles que había percibido ruidos extraños en su masía, en la que normalmente sólo se escucha el silbido del cierzo. Acudieron a su llamada Víctor y Jesús, los dos agentes de la Guardia Civil que querían atrapar al loco antes de Navidad. El asesino los mató a los tres, robó las armas de los agentes, el coche de Iranzo y se dio a la fuga.
A partir de ahí, informaciones y bulos empezaron a incrementarse de forma exponencial por toda la comarca. Las redes sociales han desarrollado un papel fundamental en este curioso fenómeno comunicativo y sirvieron de lanzadera, tanto de noticias reales como de rumores infundados. Sobre todo Whatsapp. Corrían los audios de vecinos gritando, pidiendo a todo el mundo que no saliese de casa, que un asesino andaba suelto. En Albalate, en Andorra, en Ariño… habían visto al asesino por todos lados. No había ninguna confirmación oficial, más allá de tres cadáveres por armas de fuego. La gente corría a refugiarse en sus casas o en los bares que pillaban de paso.
GLADYS, EL BAR EN EL QUE NO PASÓ NADA
En esta locura, un establecimiento acaparó todo el protagonismo. Es el bar Gladys, el último de la avenida San Jorge, que es la calle principal de Andorra en la que están los principales restaurantes y locales de copas. Nadie sabe por qué por toda España se difundió el bulo de que el asesino se había atrincherado allí dentro. María Angeles, la camarera, desmiente que el problema fuese que hubiesen bajado las persianas. “Nosotros estábamos dentro, trabajando. Tendríamos a quince o veinte clientes que venían a cenar. Nos llegó por Whatsapp que el asesino se había atrincherado aquí dentro. Nos miramos todos, pero claro, no había asesino ni nadie atrincherado. Decidimos cerrar las persianas. Y a lo mejor eso hizo que creciese más la bola. Seguimos trabajando y por eso no atendimos al teléfono. Cuando nos quisimos dar cuenta teníamos cientos llamadas perdidas y mensajes de Whatsapp. Cientos, miles, yo qué sé. No te exagero. Resulta que algún medio de comunicación había dado esa información y todo el mundo estaba hablando de nosotros”.
Durante esa especie de encierro falso, todo el mundo corría a meterse en sus casas. ¿Todo el mundo? No. Hubo a quien pudo la curiosidad. En el bar Grafitti cuentan cómo “en pleno follón, con todo el mundo escondiéndose, una anciana se acercó a la puerta del Gladys, a preguntar a ver dónde estaban los rehenes. Muy dispuesta ella. Suerte que era mentira, que si no se podía haber llevado un tiro”.
ESTADO DE SITIO, ESTADO DE PARANOIA
Si en pánico estaban en Andorra, en pánico estaban en Albalate. En la cafetería de la plaza del Ayuntamiento cerraron las persianas. “Veíamos a un montón de patrullas de la Guardia Civil. Un montón de coches circulando despacio por el pueblo vacío, con las luces apagadas. Un montón de agentes enmascarados y con ametralladoras. Mira el miedo y la paranoia que tendríamos todos, que un cliente me dijo 'Imagínate que el asesino es uno de esos y nos empieza a disparar'. '¿Cómo va a ser ese, maño, si esa es la policía?', le dije yo. Pero es que nadie sabía nada”.
Nadie sabía nada y las noticias y rumores tampoco contribuían a tranquilizar. “Que se había escapado, que se había atrincherado, que había matado a más gente, que había sido abatido. Hasta tres veces lo abatieron. Coño, ¿es que ese tío no muere nunca?” cuentan en el bar.
A Norbert Feher, alias Igor Vaclavic, alias Igor el Ruso, alias Igor el Fantasma, alias el Rambo de Budrio, alias el Cerebro de la Banda Pajdek, lo detuvieron con vida de madrugada, mientras dormía. Ya está detenido, para alivio de la comarca y de las autoridades italianas, que llevaban tiempo buscándolo para que pagase los asesinatos que cometió en el país transalpino.
¿Ya ha pasado todo? En absoluto. La gente de la comarca está desmoralizada. Se han suspendido todos los actos festivos navideños. En Albalate, en Andorra, en Ariño, en Urrea, en Alcañiz, en Calanda… el que más o el que menos conocía a alguna de las víctimas. Saben que ya pueden volver a salir a pasear sin miedo al hombre del saco, aunque el recuerdo es muy fuerte. “Aunque ya lo han pillado, yo sueño que ese tío viene a mi casa y me mata”, confiesa una vecina de Andorra.