Carlos asesinó a su novia en Nochebuena. Un mes antes ya había avisado a un amigo de que la iba a matar, pero esperó a Nochebuena para degollarla. Le cortó el cuello con un cutter y luego la apuñaló hasta la muerte en su habitación.
Con toda la sangre fría del mundo, metió el cadáver en un saco verde, paseó por todo el barrio de La Mina (Sant Adrià, Barcelona) con el cuerpo inerte de su novia a cuestas y la enterró de mala manera al lado de la vía, en el descampado donde se pinchan los yonkis.
Entre jeringuillas usadas encontraron el día de Navidad el cuerpo de Kenya Álvarez, de 30 años y residente en Badalona. Llevaba algo menos de un año de relación con Carlos Sánchez Torralba, su verdugo. "Una relación de esas tóxicas”, cuenta María José, una vecina.
“Se pegaban mutuamente. Era una de esas relaciones de 'ni contigo ni sin ti'. Ella le había puesto un par de denuncias por malos tratos, pero las había retirado y volvía”. De hecho, el asesinato se produjo en la casa de él, en el número 3 de la calle de José Monge Cruz 'Camarón' del barrio de La Mina.
El barrio de La Mina es, sin lugar a dudas, el más deprimido de la provincia de Barcelona. Es el barrio de El Vaquilla. Un lugar que parece anclado en los 80, en la Barcelona preolímpica. Allí se trafica con drogas y la heroína sigue teniendo la vigencia de hace 30 años. No se entiende que las calles estén tan sucias. “Es que por aquí no pasa nadie a limpiar. Estamos dejados de la mano de dios”, se queja una vecina desde su minúsculo balcón. Una especie de bloques de infraviviendas con fachada de uralita.
El barrio de La Mina es el barrio gitano de Sant Adrià del Besós por antonomasia. “No se olvide usted de poner que el asesino no era gitano. Que era payo”, me advierten los gitanos de la calle Llevant. “Póngalo usted bien grande, porque bastante estigma tenemos. Que sólo sale La Mina por los sucesos y siempre nos lo cargan a nosotros. Y los que matan a las mujeres son los payos. Las mujeres gitanas están más protegidas por sus familias en lo de la violencia machista. Tienen a sus primos, a sus hermanos...”, aseguran.
En efecto, Kenya no tenía a nadie en La Mina. Allí casi nadie la conocía. Ella nació y creció en Badalona, donde vivía con su abuela, su madre y su hija que en breve va a cumplir 9 años.
Kenya conoció a Carlos Sánchez Torralba hace algo menos de un año, cuando él salió de la cárcel. Él procedía de una familia desestructurada. También había tenido una vida complicada. A su adicción a las drogas se le sumaba una esquizofrenia diagnosticada. Él vivía con sus padres, ambos enfermos y con escasa movilidad. Su padre tiene obesidad mórbida y no sale de casa. Su madre está aquejada de varias enfermedades y apenas se puede mover. Él vivía en una habitación del inmueble desde que salió de presidio.
“Se mataban. Era normal escucharlos pelear en el bloque. Pero peleas de pegarse, no sólo de gritos”, cuenta una vecina de su escalera. Ella se hartó un buen día y lo denunció. Pero se seguían viendo. “Él le dijo hace un mes y pico a un amigo suyo que la iba a 'pelar' [matar], pero como es un cocainómano siempre dice muchas cosas de esas, nadie le hizo mucho caso”, explican en el barrio.
Aunque él le había pegado varias veces, ella volvía y se venía desde Badalona hasta La Mina para a ver a su maltratador. Así lo hizo en Nochebuena. La mañana del 24 de diciembre, los vecinos escucharon gritos y peleas desde las 11:30 de la mañana. Cerca de las 16:00, él salió de su casa con sel cadáver de Kenya a cuestas, metido en una bolsa verde.
Carlos explicó a los Mossos, tras ser detenido, que se pelearon en su habitación. Que la puso de rodillas y agarró un cutter. Le quiso rajar la cara, pero erró y le cortó el cuello. Al ver que Kenya sangraba abundantemente, empezó a apuñalarla por todo el cuerpo. Cesaron los gritos. La mató, pero ni el padre ni la madre de Carlos pueden apenas moverse de sus asientos, por lo que no pudieron acercarse a la habitación a ver lo que había pasado.
Tras asesinarla, Carlos metió el cuerpo de Kenya en un saco verde y salió a la calle. Muchos vecinos lo vieron cargando un bulto. Creían que llevaba madera. Atravesó el barrio y cruzó la vía del tren. Allí, en el andén, es donde van los heroinómanos a pincharse. Allí, entre jeringuillas y piedras de la vía, soltó el cadáver de su novia. Al lado de un sucio colchón abandonado que los toxicómanos utilizan para tumbarse después de inyectarse.
“Volvió al barrio con toda la sangre fría y le pidió una pala a mi vecino”, cuenta un residente de su bloque. Ese primer vecino le negó la pala. No se sabe quién se la prestó, pero al final la consiguió. Volvió al lugar donde yacía el cadáver, cavó un agujero mal hecho y enterró a Kenya. Ni siquiera se moleContenidosstó en ocultarla bien: dejó el brazo de la víctima fuera. No eran ni las cinco de la tarde.
Con un saco y una pala
Dicen que Carlos le explicó a varios amigos lo que había hecho y que ellos no le acabaron de creer, porque siempre decía cosas poco creíbles. Pero entre lo que iba contando, que lo habían visto acarreando un saco y que había pedido una pala, la versión de que había matado a su novia empezó a circular por el barrio como la pólvora.
Carlos pasó la Nochebuena en su casa. La versión del asesinato siguió corriendo por los whatsapps de La Mina hasta que una vecina de la calle Ponent decidió ir a comprobar si era cierto que había un cadáver en el andén de la vía. Ella misma fue a comprobarlo y ella misma vio el brazo de Kenya saliendo de la tierra, entre jeringuillas usadas. Eran las cinco y media de la tarde del día de Navidad.
La mujer se dirigió a la comisaría de Mossos d'Esquadra del barrio a denunciar los hechos. Tras localizar el cadáver, los agentes sospecharon de Carlos. No serían ni las once de la noche cuando la policía autonómica detenía a Carlos Sánchez Torralba en su domicilio de la calle de José Monge Cruz 'Camarón'. Una multitud de vecinos le esperaba en la puerta para increparle.
Kenya es la mujer asesinada número 52, precisamente en la semana 52 del año. Una mujer asesinada por semana en un año terrible para la violencia machista en nuestro país, donde también han muerto violentamente Jessica Bravo Cutillas, 27 años; María del Pilar Rodríguez Ortellado, de 38 años; María Sánchez Coca, de 66 años; Ana Belén Jiménez Hurtado, de 44 años; Noelia Noemí Godoy Benítez, de 32 años; Rosa María Sánchez Pagán, de 20 años; Matilde de Castro, de 44 años; una mujer de 25 años cuyo nombre se desconoce; Blanca Esther Marqués, de 48; Toñi García Abad, de 33 años; María de los Ángeles, de 77 años; Virginia Ferradás, de 55 años; Cristina Martín Tesorero, de 38 años; Ana Belén y Ana, madre e hija de 46 y 18 años; Carmen González Ropero, de 79 años; J.D.L.M., de 40 años (solo se conocen las iniciales); Laura Nieto Navajas, de 26 años; María José Mateo García, de 51 años; Leidy Yuliana Díaz Alvarado, de 34 años; Margaret Stenning, de 79; una mujer de 91 años cuyo nombre se desconoce; Mariló Correa Pérez, de 47 años; Gloria Amparo Vásquez, de 48 años; Erika Lorena Bonilla Almendárez, de 32 años; Yurena López Henríquez, de 23 años; María Victoria Zanardi Maffiotte, de 44; Ana María Rosado, de 42 años; Andra Violeta Nitu, de 24 años; Raquel López, de 45; María del Rosario Luna, de 39 años; Eliana González Ortiz, de 27 años; Ana Hilda Linares Báez, de 55 años; Susana Galindo Moreno, de 55 años; Beatriz Ros García, de 30 años; Valentina Chirac, de 37; Encarnación Barrero Marín, de 39; Encarnación García Machado, de 57 años; Fadwa Talssi, de 29; Donna Cowley, de 47 años; Maria del Carmen Carricondo Reche, de 66; María Raquel Castaño Urbán, de 63 años; Ana Belén García Pérez, de 38; Marisela Arauz, de 48 años; Irina G., de 38; Catalina Méndez García, de 48 años; Felicidad Bruhn, de 25 años; Katharina, de 35; así como Lilibet Hernández Rodríguez, de 27 años.
En total, la serie 'La vida de las víctimas' contabiliza 52 mujeres asesinadas. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 873 asesinadas por sus parejas o exparejas.