Todos los periodistas desplazados el jueves a Azuqueca de Henares (Guadalajara) tras el brutal asesinato de Arancha Lorenzo repitieron la versión inicial de los servicios de emergencia: su marido, Jesús Marín, padre de su tercer hijo, se había intentado suicidar tras acuchillarla enfrente de sus dos hijos mayores (de 12 y 10 años, respectivamente).
La verdad es otra: aunque ingresó en el Hospital Universitario de Guadalajara con un pronóstico "grave pero estable" y fue inmediatamente operado, sus heridas eran realmente superficiales. Entre el personal del centro médico, según ha podido confirmar EL ESPAÑOL de varias fuentes, circula una frase tragicómica: "Se ha intentado suicidar con un cuchillo de mantequilla".
Jesús Marín fue trasladado el mismo jueves a planta y está "completamente fuera de peligro", como afirma un portavoz del hospital: "Su vida nunca estuvo en riesgo". Tiene la mano derecha y el pie izquierdo esposados a la cama. "No se ha hecho absolutamente nada", afirma confidencialmente un empleado a este periódico. "Ella llevaba el cuello completamente rebanado, pero él debió de asustarse cuando bajó la vecina. Se rozó el cuello, casi nada, y al final resultó que su herida en el tórax tenía un centímetro y medio de profundidad".
Como el presunto asesino sangraba cuando llegaron los servicios de emergencia, fue llevado directamente al quirófano tras llegar al hospital, "para que el equipo de cirugía vascular cerrase las heridas". "Pero no es nada grave", repiten diversos empleados, alguno de los cuales se pregunta incluso: "¿Qué hace aquí, por qué no se llevan a este desalmado al calabozo?" Algunos especulan que podría tener que ver con cuestiones de orden pisquiátrico.
Marín, guardia de seguridad privada con afición al gimnasio que era calificado de "cachas" por sus vecinos, está custodiado por agentes de policía y ha soliviantado la rutina del centro hospitalario, donde quieren ocultar la planta donde permanece por miedo a agresiones.
Arancha y Jesús Marín habían formalizado su relación en 2016, después de varios años de noviazgo, poco después de nacer su único hijo en común, Sergio, de año y medio. Ella tenía otros dos de un matrimonio anterior (Eduardo, de 12; Aitana de 10), que ayer quedaron bajo la custodia de su padre. Jesús tenía también una hija mayor, de catorce años. El barrio donde vivían, en medio de la pena colectiva, no paraba de resaltar que aparentaban ser una familia "normal" y que él era un hombre serio y educado. Sólo la vecina de arriba decía haberles oído discutir varias mañanas, la última de ellas este jueves, a las siete, minutos antes del asesinato.