“El momento de repartir el pan es terrible. Tenemos derecho sólo a una rebanada grande por persona. El jefe de cada barraca tiene una báscula y las pesa. Por dos o tres migajas, por unos gramos de más, estallan unas peleas horrorosas. Porque la gente tiene hambre”.
Auschwitz, Treblinka, Mauthausen… Son algunos de los campos de concentración nazis más conocidos de la historia. Allí murieron millones de judíos. Y aunque no se sepa, los españoles también tuvimos nuestro propio Auschwitz. Se llamó Camp Joffre-Rivesaltes y estaba en el sur de Francia, a poco más de dos horas de coche de Barcelona. Allí murieron de hambre y frío miles de españoles que llegaron huyendo de la guerra. Los trataron peor que a animales.
Rivesaltes empezó siendo un campo de refugiados y terminó siendo un campo de concentración. Ha estado en funcionamiento hasta nuestro siglo, albergando a diferentes minorías y siempre bajo la sombra de la sospecha de la violación de los derechos humanos. Lo cerró hace diez años el ya exprimer ministro francés (de origen español) Manuel Valls, que lo calificó de “la gran vergüenza nacional francesa”.
Morir de frío en la playa
Las palabras que abren el reportaje son de Pepita De Bedoya, una de las españolas que llegó a Rivesaltes con su madre. Como ella, medio millón de españoles cruzaron entre 1939 y 1942 la frontera gala, huyendo primero de la Guerra Civil y luego de la represión franquista.
Unos 100.000 de ellos fueron a parar a un área costera del sur de Francia llamada Argelès-sur-mer. El pueblo no estaba preparado para albergar al aluvión de personas, así que se concentraron en la playa. Allí pasaban los días, a la intemperie. Se lavaban con agua de mar y se guarecían cavando hoyos en la arena y metiéndose dentro. Más de 300 españoles murieron de frío. Francia no supo reaccionar hasta el último momento, cuando la playa estaba absolutamente desbordada.
A 40 kilómetros de allí se había planificado, cuatro años antes, la construcción de unos campamentos de 600 hectáreas que en un principio debían servir para acoger a las tropas francesas de ultramar. Principalmente a los soldados senegaleses y marroquíes. La llegada masiva de españoles provocó un cambio de planes: en diciembre de 1939 se aceleraron los trabajos de construcción del campo para que los españoles fuesen ubicados allí de forma provisional, hasta que pudiesen ser trasladados en zonas del oeste de Francia. Se construyeron unos 600 barracones de ínfima calidad, porque la idea era que aquello fuese una solución de carácter muy transitorio.
¿Qué sucedió? Que si en 1939 el país en guerra era España, el año siguiente Francia tenía la suya propia. La Segunda Guerra Mundial. Francia sufrió una severa derrota bélica en verano de 1940 contra la Alemania de Hitler. Cayó el gobierno de la Tercera República francesa y nació la fascistoide Francia Vichy. Cogió el mando el Mariscal Petain, que se alió con los nazis e impuso un régimen autoritario. Culpó de todos los males de Francia “al complot de las fuerzas antifrancesas, compuestas por judíos, comunistas, extranjeros y masones”. Los llamó “indeseables”. Así, los españoles de Ribesaltes se convirtieron en víctimas propiciatorias. Fueron considerados culpables de una derrota militar de la que no tenían nada que ver. De repente pasaron de refugiados a culpables sin comerlo ni beberlo.
Petain convirtió a los españoles en mano de obra, ya no barata sino gratuita. Creó los denominados CTE (Compañias de Trabajadores Extranjeros), que básicamente eran pelotones de esclavos obligados a luchar en el frente o a realizar trabajos forzados hasta la muerte. A ellos se les unieron numerosos grupos de judíos y de gitanos, que pasaron a formar parte del denominado grupo de indeseables. El campo de refugiados ya había pasado oficialmente a ser un campo de concentración en el que llegaron a hacinarse más de 20.000 personas en sólo 600 barracones.
Ratas, piojos y epidemias
Las condiciones de vida en Rivesaltes eran terribles. El campamento estaba en mitad de la nada. El clima era muy duro. La desértica zona era conocida como “El Sáhara del mediodía” (Sahara-Midi, en referencia al nombre de la región Midi-Pyrenees). El terrible viento de la tramontana hacía casi imposible sobrevivir en unos campamentos que se construyeron deprisa y con materiales de mala calidad. Los internos morían de frío. Eso en invierno. En verano pasaban un calor espantoso. Las aguas estancadas de los pantanos próximos provocaban numerosas enfermedades, que derivaban en epidemias. Abundaban las ratas y los piojos. Y la desastrosa planificación hidrológica dentro del campo mató a centenares de personas. En 1941, por ejemplo, hubo una epidemia de tifus porque los váteres se colocaron justo al lado de las fuentes de las dos fuentes agua potable, lo que provocó que todo el agua del campo se infectase.
Pero, sobre todo, se pasaba hambre. Mucha hambre. La gente moría de hambre y malnutrición. La caquexia (desnutrición extrema) era la primer causa de mortalidad en Camp Joffre. La única comida que llegaba eran rebanadas de pan. Por unas migajas de pan se generaban peleas multitudinarias entre españoles. Los que sobrevivían sufrían terribles enfermedades. Camp Joffre se había convertido en un campo de concentración en el que no había cámaras de gas, pero a la gente se la dejaba morir lentamente. Una cárcel en la que estaban presos por ser extranjeros. Más de la mitad eran españoles. Ese fue su delito.
Los vigilantes eran los soldados marroquíes y senegaleses; los que originariamente tenían que haber sido los que tenían que haber ocupado ese campo. Por norma general, los soldados africanos no estaban bien considerados por sus propios compañeros blancos franceses de ejército. Pero en Rivesaltes eran los jefes, lo que les otorgó poder sobre los españoles. Para senegaleses y marroquíes era un divertimento pegarle palizas a los españoles o mofarse de ellos. Por ejemplo, les tiraban colillas al suelo y se quedaban a ver cómo los refugiados se peleaban entre ellos para ver quién la conseguía y podía darle dos caladas a esa chusta de tabaco quemada y consumida.
Se podía salir de Rivesaltes, pero no había muchas esperanzas para el que lo intentase. Estaba lejos de todo. Además, Francia estaba sumida en la gran guerra, por lo que las provisiones escaseaban para todo el mundo. No había lugar para la solidaridad. Por otra parte, el gobierno de Vichy había hecho la cruz a los extranjeros. Campar por ahí en libertad era exponerse al asesinato. De algún modo, Rivesaltes era una especie de cárcel en la que las condiciones de vida eran pésimas, pero al menos te aseguraba que nadie iba a pegarte un tiro.
El 65% de los españoles, muertos
Se calcula que el 65% de los españoles que llegaron a Rivesaltes no salieron con vida del campamento. A medida que avanzó la guerra fueron llegando cada vez más judíos y gitanos. corriendo todos la misma suerte. Hasta que en 1945, el final de la guerra revirtió los papeles. La victoria de los aliados hizo que los refugiados saliesen de Rivesaltes y el campo pasase a ser presidio de soldados alemanes nazis y fascistas italianos.
En los 60, Francia entró en guerra con Argelia y Rivesaltes se llenó de harkis: milicianos argelinos que se aliaron con Francia, y que tras la derrota gala tuvieron que huir de su país con sus familias. Rivesaltes ya no era un campo de concentración, pero lo parecía. Los franceses les dispensaron un trato parecido al que le habían dado a los españoles. Muchos argelinos fallecieron allí por las malas condiciones de vida.
A lo largo del siglo XX, Camp Joffre ha mantenido su actividad de mayor o menor forma, con algunos cierres esporádicos, pero siempre envuelto en polémica. Su última etapa tuvo lugar entre 1986 y 2007, cuando se convirtió en un centro de retención administrativa. Es decir, el lugar donde ubicaban a las personas que se encontraban en Francia en situación irregular. Fue un centro de inmigrantes clandestinos. Una especie de CIE en el que varias organizaciones denunciaron la vulneración de los derechos humanos. Incluso se registró el fallecimiento de algún interno en extrañas circunstancias.
En 2007, hace ahora 10 años, Manuel Valls cerró el campo de forma definitiva, calificándolo de "vergüenza nacional francesa". Abrió un memorial que alberga un museo. Dentro se pueden observar fotos y objetos de las diferentes épocas. Hay lugar para los judíos, para los harkis, para los últimos inmigrantes africanos... pero la mayor parte del espacio está destinada a los españoles. A los que sufrieron en sus propias carnes el episodio más vergonzante de la historia moderna de Francia.