Junto al mostrador de la tienda de Oxfam en el barrio Salamanca hay una pizarra repleta de chapas, que ilustran el rostro de los voluntarios que la regentan. Esta mañana les toca a Inés, Manuela y Marián, todas ellas con más de dos años en su mochila de voluntariado. Han abierto a las diez. Desde entonces, han atendido un aluvión de llamadas de gente que quiere darse de baja. Son los estragos de las veladas con prostitutas que algunos miembros de la organización pagaron con fondos benéficos en Haití.
"Todavía no lo hemos digerido... Pero aquí estamos. Si dejamos de venir, perjudicamos a quienes reciben las ayudas, no a quienes las otorgan. Eso no puede ser", intercambian en un diálogo rápido, poco después de decir aquello de "nos enteramos por la prensa".
Han corrido pocos días desde que estas voluntarias escucharan en radios y televisiones los ecos del Times, cómo la sede de Oxfam Gran Bretaña en Haití, tras el terremoto, se convirtió en "una casa de putas", un "banquete de Calígula", una "barbacoa de carne". Para más inri, las pesquisas apuntan que algunas de las prostitutas contratadas pudieron ser menores de edad.
"La mancha está ahí"
"El disgusto es terrible. Imagínate, al final es la misma marca... Da una rabia tremenda que la labor que hacen tantísimos quede manchada por los errores de unos pocos", relata Manuela.
También reclaman que el ciudadano "sepa diferenciar". Intermón es sólo una ONG entre las tantísimas que integran la marca Oxfam. Fundada en España hace sesenta años, se integró en la mencionada confederación alrededor del 2000. Sobre el papel, los 200.000 socios, 1.400 trabajadores y 1.700 voluntarios de la filial española nada tienen que ver con el fango de Haití.
"Pero la mancha está ahí", lamentan. Por eso no sorprende ese "aluvión" de llamadas en busca de la baja. En conversación con este diario, un portavoz institucional de Oxfam Intermón reconoce la proliferación de las donaciones canceladas, pero todavía no ha dado tiempo de cifrarlas.
"Sólo ponemos la mano en el fuego por nosotras"
En una conclusión compartida por todas, Inés asevera: "Sólo ponemos la mano en el fuego por nosotras mismas". Porque, tras el escándalo de Haití, ha asomado la cabeza un suceso parecido en Chad, donde miembros de Oxfam contrataron prostitutas con los fondos de la organización. También acaba de conocerse que, en el seno de Médicos Sin Fronteras, se registraron 24 casos de abuso o acoso durante 2017.
"Yo ya no descarto nada. Ni siquiera que esto haya pasado en España. Ya te digo, yo pongo la mano en el fuego por mí", reitera Inés. Es media mañana y el sol se filtra por la cristalera. Una señora compra un pijama, café y algo de chocolate. Agradece su esfuerzo. "Con lo bien que íbamos... Ahora, como cangrejos, pero lo superaremos. No vamos a dejar que todo se vaya al garete por culpa de cuatro desalmados", resume Manuela. Esta señora, la de más edad de las tres, añade: "De esto se habla mucho y me parece estupendo porque no debe quedar impune. Pero qué poco habláis de las ONG cuando hacemos las cosas bien".
Vaya por delante que Inés, Manuela y Marián dedican dos de sus mañanas cada semana a esta tienda de "Comercio justo" sin cobrar un duro por ello. Su sonrisa y convicción a la hora de responder, también la sinceridad en el reconocimiento de la duda, no es la tónica habitual.
El miedo de algunos voluntarios
También existe el miedo, el rechazo a dar testimonio "hasta que todo se calme". El departamento de comunicación cuenta a EL ESPAÑOL que la cerrazón es "voluntaria", que no se ha dado ninguna orden de silencio.
Cuando Susana, en una tienda de "Segunda Oportunidad", acaba su entrevista y está a punto de dejarse fotografiar, cambia de opinión porque su encargada le aconseja "no hablar con periodistas". Antes ha expresado que sigue como voluntaria, a pesar de que su marido le insistiera para que hiciera lo contrario. "Yo llevo tres meses, suficientes para darme cuenta de la gran labor que se hace. Es muy fuerte, aquí también ha llamado gente para darse de baja... No sé, es difícil, yo estoy convencida de lo que hago".
En el Paseo de las Delicias, otra de las cinco tiendas de Oxfam en Madrid, la reacción es similar: "No, preferimos no decir nada". Ana, una voluntaria universitaria de Intermón, que incluso ha dado la cara leyendo distintos manifiestos, dice: "Los desgraciados son sólo ellos, aunque eso no quita para que haya sido un palo muy grande".
Pocos días después de trascender el escándalo sexual de Oxfam en Haití, la organización en España envió una carta a todos sus colaboradores: "Queremos transmitirte nuestro profundo malestar por el comportamiento inaceptable de algunos miembros de Oxfam en 2011 durante la emergencia en Haití (...) Estos hechos fueron investigados y solucionados en su día".
En aquella misiva, se dejó claro que la filial española no tuvo que ver. Pero el fango se extiende y las llamadas no cesan.
"¿Sabes cuál es el problema? -dice una voluntaria- La gente que se da de baja, busca en internet una ONG similar y da su dinero a otra cosa. No van a volver".