Noticias relacionadas
- Fernando Sánchez Dragó: “Alcaldesa, por favor, quítenle la calle al asesino de mi padre”
- Gin-tonic y yoga ibérico: el nanaísmo, la revolución filosófica que quiere liberar España
- Sánchez Dragó saca al mercado su propio 'viagra' bajo el nombre de Homo Erectus
- Dragó a los 80 a Anna Grau: "¿Cree que exagero cuando hablo de mi libido... o que me quedo corto?"
- Sánchez Dragó: "Hay que cerrar las puertas de Europa para que no nos invada el fascismo"
- Vida y muerte de Nebraska: la cafetería de la 'canallesca' y los desamores de los setenta
-Oiga, Dragó, se estrena usted como director y actor de cine porno.
-Sí.
-Lo que faltaba.
-¡Pero es sólo un divertimento! No tiene nada de acorazado Potemkin. Se ha hecho con cuatro perras.
-Y varios móviles.
-Sí, las cámaras son esas.
Alrededor de Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) suceden cosas. Por eso, como dictaba su admirado Baroja, simplemente tiene que dejarse escribir. Va de la vida a los libros, y no al revés. Justo antes de confesar este estreno erótico-cinematográfico charla con su cuarta mujer en el restaurante del barrio Salamanca que acoge la entrevista. “Disculpa, me he encontrado con...”, dice mientras se sienta y pide una copa de tinto. La última vez que recibió a EL ESPAÑOL, en su casa, una directora de cine asiática le perseguía armada de una cámara. “Lleva haciéndolo un montón de años. Cuando me muera, sacará la película, que narrará el amor entre un español y una japonesa”.
A mediados de abril, el escritor lanzará La doma, una narración sadomasoquista, las cincuenta particulares sombras de Dragó, remedando el famoso libro, el debut pornográfico del señor que dice follar más con 81 años que con veintitantos. Curas y militares incluidos. El producto formará parte -en calidad de invitado senior y sin competir- del festival de premios Bonobo, que reivindica el erotismo como forma de expresión artística y cultural.
-¿Y usted qué hace ante las cámaras?
-Soy el dios Baco, voy enmascarado, recibo en mi casa de Castilfrío.
Se refiere a su santuario en este pueblo soriano de apenas treinta habitantes, un viejo caserón que lo mismo sirve para rodar una película porno que para celebrar encuentros eleusinos. “El asunto empieza en la carretera, junto a un cartel que dice 'Travesía muy peligrosa'. Aquel día nevaba, hacía mucho frío y pasaba por la carretera un rebaño de mil borregos”, prologa Dragó, que ha elegido este restaurante porque quiere comer tartar de buey.
Los azotes del militar
-¿Quiénes son las dos mujeres que aparecen?
-Salen con el rostro cubierto, igual que yo, pero no se revela su identidad.
La ficción erótica de Dragó es él en sí mismo, casi una vuelta a la adolescencia. Lemas franquistas, yugos y flechas, el alfa y la omega, un cura, una pistola… Todo ese paraje que bosquejó sus idas y venidas a los calabozos de la Puerta del Sol. “A ver, esto, en realidad, es como si organizo una olimpiada de futbolín y me llaman de un diario deportivo para contarlo. No hay más”.
-Venga, venga, no se vaya por las ramas, al lío. Una vez los protagonistas llegan a Castilfrío, ¿qué ocurre?
-Abro la puerta de mi casa a un militar. Atravesamos algunas estancias…
Aquí conviene hacer un inciso. “Atravesar estancias” en la guarida soriana de Dragó es un viaje alrededor del cuarto casi tan fantasioso como el de Xavier de Maistre a finales del siglo XVIII, que dejó por escrito las sugerencias del encierro, capaz de mostrar todo un universo; en este caso, el de las litografías sexuales, los fetiches a la India, el kamasutra, las figuras esotéricas…
-Siga.
-Bueno, eso, entramos a una habitación. El militar se sienta y deja una pistola a su lado. Aparece el lema “Una, grande y libre”. Aparece una mujer semidesnuda, medias y tacones. Él la empieza a azotar en el culo.
-¿Por qué ha elegido el sadomasoquismo?
-¡Porque está muy de moda! La relación entre hombre y mujer siempre es de “doma”, pero de doma recíproca, a veces azota el hombre, a veces la mujer… De ahí el título. No hay nadie a quien no le gusten unos buenos azotes en el momento del clímax. Madrid y Barcelona están llenas de locales donde se practica, a veces incluso con charlas filosóficas a modo de introducción. No he descubierto nada. Esto es el Marqués de Sade, la Venus de las pieles, Henry Miller, Anais Nin, Berlanga…
Su nueva pareja, co-guionista
Laura Celeiro, actual pareja de Sánchez Dragó, es guionista del corto. Pone voz y pensamiento a esa mujer azotada por el militar, que decide dejarse someter y postrarse ante el orgasmo. “Ha sido un honor y, por supuesto, un placer. Se sale de la norma”, dice sobre el producto.
La actriz de rostro velado, con el yugo y las flechas en las nalgas, discurre al empezar los azotes: “No sé en qué momento sucedió, cuando mis deseos pasaron a ser una simple extensión de los tuyos (…) En sólo unos segundos, hacías estallar mi culo, con un dolor intenso y un placer infinito (…) Sólo deseo resistir, y espero una nueva embestida. Quiero ser fuerte, pues soy tu esclava”.
Cuando termina lo que Dragó -entre bocado y bocado- denomina “azotaina”, el militar deja su hueco a un cura, que se dispone a protagonizar, con otra mujer, una escena similar. Todo ante la mirada de ese dios Baco enmascarado que encarna el autor de Gárgoris y Habidis.
Ahora, el lema que acuña el sado es del Evangelio, en concreto del de san Mateo: “Golpead y os abrirán”.
"Nunca he estado con nadie de más de 50 años"
Dragó desbocado, delirando, patinando en el país de lo políticamente incorrecto, rociando de sal las heridas del Ejército y la Iglesia. “¡Las chicas acabaron con el trasero como un tomate, pero divertidas y felices!”, zanja el escritor tras exponer este ligero hilo argumental. Por cierto, la película termina a su manera, con una inscripción en piedra que dice: “Y las llamas, furiosas, me injuriaron. Y mis hijos, generosos y nobles, me vengaron”.
Ninguna de las dos misteriosas protagonistas elegidas por el director de este corto tiene canas.
-¿Cuál es la mujer más mayor con la que ha estado?
-46 años, aunque estuve con ella hasta los 49. Hasta ese momento no había hecho nunca el amor con alguien que tuviera más de 35. Bueno, sí, con mi mujer, que ya tenía cuarenta cuando se quedó encinta de mi hijo Akela. ¡Ojo! Tampoco lo he hecho con nadie menor de 18, en contra de esas historias que circulan por ahí.
-¿Es machismo que las dos mujeres se sometan al hombre, y no al revés?
-Ninguna de las mujeres con las que he tenido trato a lo largo de mi vida te dirá que soy machista. Siempre he tratado a las mujeres como a mí mismo. Con respeto y con decoro. El sadomasoquismo, practicado con moderación, es sólo un juego sexual libremente aceptado por ambas partes. No figura entre mis favoritos. Prefiero, por ejemplo, el cambio de roles, y eso es enormemente antimachista. Tampoco soy hembrista, claro. Pero quien quiera ver machismo en La doma no estará viendo más allá de sus narices. Pensé, de hecho, en hacerlo también al revés: dos hombres azotados por una bombera y por una diaconisa, pero eso complicaba terriblemente el casting y el rodaje.
“Es muy fatigoso ser Dragó durante más de 80 años”, se queja en algún momento de esta conversación. Él lo disfruta, pero suele negar con la cabeza: “De momento, no he encontrado a alguien que lo haga mejor”.
El fin de semana pasado, un grupo de mujeres de 70 años que bailaba pasodobles en la discoteca madrileña de la tercera edad decía a un reportero de este periódico que es imposible que Dragó funcione en la cama teniendo la edad que tiene. Él asegura que no fanfarronea y se remite al testimonio de sus tres últimas parejas.
"No miento nunca"
Ha llegado a hablar hasta de un polvo de cinco horas. Aduce: “No miento nunca. Sí que exagero y adorno, porque soy escritor. ¿Qué sentido tendría presumir de proezas sexuales a mi edad? Sería estúpido. Claro que le he buscado explicaciones a esto… Mi favorita es que hago el amor con la cabeza. Es una cuestión de imaginación, para mí el sexo nunca ha sido un acto animal, fisiológico o muscular. Libido significa energía. Si dispones de ella y sabes manejarla, te conviertes, como el dios Shiva, en el dueño del universo. La cabeza es el motor y yo la tengo llena de fantasías y cosas barrocas. También se hace el amor con el hígado, con los riñones, con el bazo, con la piel... Entre el cuerpo y el alma no hay compartimentos estancos. Ingle sana in mens sana et in corpore sano. Monto el sexo como el gran teatro del mundo, como si fuera una ceremonia, y eso a las mujeres les excita. A lomos de él viajo y hago viajar por el cosmos. Es una mística. La juventud no es cuestión de edad, sino de actitud mental, de jovialidad. Yo siempre estoy contento. Si no eres feliz, no puedes hacer feliz a nadie. Las chicas jóvenes están hasta el gorro de los chicos de tu edad. Les aburrís. La corrección política y el puritanismo no funcionan en la cama. Tampoco fuera de ella”.
-Claro… Entonces quieren ligar con usted.
-¡A mí también me sorprende! Cierto es que fui muy guapo, pero ahora tengo 81 años. Dicen que lo que sienten conmigo no lo sienten con otros. ¿Por qué una de cada tres periodistas que viene a mi casa quiere ligar conmigo? No lo entiendo, aunque me halaga. Supongo que emano magnetismo sexual… Soy un escritor aventurero. Eso a las chicas les gusta, a las jóvenes más. También disfrutan con mi valentía, me explican que los jóvenes son muy parados. Yo soy como un torito bravo, me ponen la muleta y embisto.
"¡El cine porno es malísimo!"
A Fernando Sánchez Dragó, su santa madre le decía: “Contigo llegó el escándalo”. Y su abuela… bueno, eso ya se lo dice él, en un ejercicio permanente de “juventud y egolatría”, otra vez por parafrasear a su querido don Pío.
-Mejor volvamos al corto. ¿En qué película erótica se ha inspirado?
-He visto mucho porno, pero siempre con alguien en la cama y con la pantalla delante para animar el cotarro. ¡Es que el cine porno es malísimo! Si ya me lo decía Berlanga… El dichoso émbolo. La penetración es sólo un factor del sexo y, a menudo, no el más importante.
Con los cafés –Dragó lo toma solo, pero en el sexo recurre casi siempre a una galleta de marihuana además de su habitual testosterona y su “elixir de juventud” –toca desmitificar la leyenda, exigirle al escritor que se ciña a lo ocurrido.
-Por favor, sea claro con esto. En los tablones de comentarios de varios garitos del centro de Madrid se pueden leer quejas de este estilo: “Estaba tomando algo con mi pareja y, de repente, vi que Dragó mantenía relaciones sexuales en la mesa de enfrente”. Explíquese.
-Yo no manejo las redes sociales, me llegan ecos. Sé a que se refiere. Hubo tres episodios parecidos. El primero, en la plaza de San Ildefonso, en Malasaña, en el bar que hace esquina. Era la primera vez que salía con esa mujer. Empezamos a besarnos desaforadamente y a meternos mano. Nos echaron tras la protesta de unos chicos jóvenes. Parece mentira, ¿eh? La chica que me acompañaba se encaró con ellos al grito de “reprimidos”. Salimos apoteósicamente. Fuera, me di cuenta de que había perdido el reloj. Y mira que es difícil hacerlo en una refriega amorosa. Total, que volvimos a entrar y lo encontramos entre los cojines del diván. El segundo episodio, en la coctelería José Alfredo. El último, en un café de Chueca, el día de San Valentín.
-Claro, entonces eso lo justifica…
-Fue más de lo mismo. Nos pusimos el mundo por montera. Empezamos a querernos, a mirarnos a los ojos, a besarnos, a acariciarnos… Hubo protestas y nos llamaron la atención. Al cabo de media hora, nos levantamos y nos fuimos.
"He follado dentro de la catedral de Sigüenza"
Es probable que si Dragó se sentara al escritorio para imaginar lugares estrafalarios en los que… no lograra superar su propia realidad: “Lo he hecho en la calle de Santo Domingo a las ocho de la tarde, sobre el altar de Poseidón en la ciudad romana de Volubilis, en un café de Rabat, en la catedral de Sigüenza, en un bar de Torremolinos, en el ferry de Algeciras a Tánger, en un vagón de la Renfe…”.
-¿En un bar de Torremolinos?
-Sí, a la una de la tarde, hora del aperitivo. Todo lleno. Con una actriz cuyo nombre no revelaré. Ella sentada en un taburete y yo acodado en la barra. Me envolvió con su gabardina… Y ahí estuvimos, con unas cañas y unas gambas.
Probablemente haya quien diga al leer estas líneas: “Pero este señor, ¿qué busca? ¿Un aplauso?”. Quizá no, porque ya lo encontró. Fue en el cine Beverley de París. “Allí pasa de todo, es uno de los pocos sitios libertinos que sobrevive en Francia. Lo hicimos tan bien que, cuando nos levantamos, nos brindaron una gran ovación”.
-Entiendo…
-Oye, últimamente, cuando me miro ahí abajo…
-¡Camarero! La cuenta, ¡por favor!