Troy James se levanta por las mañanas y se despereza. Un bostezo, un brazo estirado para desentumecerlo. Pero este canadiense (Toronto, 1989) no lo hace como otro cualquiera: su flexibilidad, inaudita, le permite poner el pie detrás de la cabeza sin despeinarse. Es el contorsionista de moda y lo sabe. Ahora, dos semanas después de visitar España por primera vez, atiende a EL ESPAÑOL desde Los Ángeles, donde está grabando una serie de televisión. El show (y su flexibilidad) nunca para.
El personaje TwistyTroy (sinuoso Troy, en español) nació y creció en las redes sociales. Ahora acumula varios miles de seguidores tras saltar del trampolín de la viralidad. No es de extrañar: por manido que suene, James parece estar hecho de goma. Tiene el dominio absoluto sobre su cuerpo, él es dueño y señor de los más de seiscientos músculos que integran el cuerpo humano. Todos, a su merced. Porque, en un abrir y cerrar de ojos, James es capaz de desplomarse sobre el suelo, como si hubiera sido apisonado por una fuerza invisible. Después comienza a andar a cuatro patas, pero variando la orientación de su cintura en más de 180 grados en apenas unos instantes. El movimiento es más propio de un arácnido con sus patas articuladas que de un treintañero de cuerpo atlético. Saca los hombros, dobla los brazos hasta el extremo. Se retuerce.
Él normaliza lo que está viviendo -“para mí no es nada raro, nací así de flexible y no necesito esforzarme”, ríe- pero lo cierto es que hace tan sólo seis meses continuaba trabajando en una oficina en su Toronto natal dentro del equipo de Recursos Humanos. Todo comenzó por un favor a un colega. “Mi amigo trabaja como maquillador de efectos especiales y me pidió que grabara con él un pequeño vídeo de lo que yo podía hacer. Lo subió a redes y todo el mundo comenzó a preguntarle por mí”. No era para menos.
Pero la curiosidad no se quedó ahí, sino que se materializó en un trabajo real. “Y me llamaron. He viajado por trabajo a Nueva York, a Japón, a Bulgaria. Por todas partes. Ahora la gente puede ver quién soy realmente”.
El circo como objetivo
Su futuro deseado pasa por el circo, la cumbre del contorsionismo. Pero, de momento, y con tan sólo unos meses de carrera profesional a su espalda, se conforma con seguir viajando alrededor del mundo, conociendo gente, países y “comidas de todas partes”, bromea. “Pero es que todo esto está sucediendo sólo por el poder de las redes sociales. Es la única razón. Millones de personas me vieron porque un amigo mío subió un vídeo de tan sólo 30 segundos”. De ahí, le fueron contratando para fiestas y pequeñas actuaciones. Hasta que llegó el primer bolo en serio -“en el Teatro Apollo de Nueva York”- y, de ahí, a la profesionalización. Como diría el rapero Tote King, la fama es para el que nunca lo dejó y ahora (ya, por fin) vive de esto.
“Nací siendo muy flexible. Cuando era un niño pequeño siempre pude hacerlo. Sólo me di cuenta de que era inusual, que no todo el mundo podía hacerlo, cuando comencé a tener amigos de mi edad, con 5 o 6 años”, cuenta James al otro lado del teléfono, rápidamente. Su agenda es una locura y atiende la llamada de la reportera en un parón de la serie de que está grabando en este momento. Después, al finalizar, tiene pendiente una película al otro lado del globo: esta vez será en Europa del Este.
Suele interpretar personajes de terror. De hecho, uno de sus papeles más reconocidos fue dentro de la serie The Strain, dirigida por el oscarizado Guillermo del Toro y el premiado escritor Chuck Hogan. También participa en obras de ciencia ficción, interpretando a aliens y criaturas fantásticas. Con su flexibilidad, no es de extrañar. Se retuerce, gira, se comprime, salta. Es fácil pensar que lo de Troy James no es de este mundo y se lo llevan diciendo desde bien pequeño: “me decían siempre en el colegio que no era real, que no era humano, que, más bien, era un alien. Los niños eran malos y yo me avergonzaba, pero ahora bien que enseñan mi talento por ahí”.
De gracia entre amigos a trabajar en la pantalla
Y eso que la aventura se inició por casualidad. “De hecho, yo antes sólo mostraba mi flexibilidad en fiestas. Bebía vino y me animaba. ‘Oye, mirad lo que puedo hacer’. Pero lo hacía por la gracia, como un entretenimiento más en una fiesta. Jamás me imaginé que podría estar en televisión o viajar alrededor del mundo”.
Los ojos de asombro, la respiración contenida. El miedo, la sorpresa. Son viejos conocidos de Troy James cada vez que se deja hacer. A pesar de ser el único de su familia con esta capacidad. Incluso de sus conocidos. “Pero para mí es súper natural, no siento que haga o sea nada especial. Es muy normal para mí”, se sincera. No se hace daño -o eso afirma-, ni necesita entrenar.
Aunque ese runrún inherente a un talento fuera de lo común le ha perseguido siempre. De adolescente trabajaba en un parque de atracciones -“para ahorrar para pagar la universidad”, matiza- y, cuando las colas se hacían largas en las atracciones, asustaba a la gente haciendo algunos de sus movimientos. Un día, su jefe le hizo una propuesta formal. “Me dijo que si, por Halloween, me apetecía disfrazarme e ir asustando a los clientes por el parque. Evidentemente dije que sí”, recuerda entre risas.
Troy James no se conforma. Ahora que ha encontrado su verdadera pasión, piensa apostar por ella, por sí mismo, hasta el final. Cueste lo que cueste. “Siempre he podido hacer esto y no he necesitado ni estirar ni entrenar. Pero a partir de ahora sí voy a hacerlo”. Lo necesita para integrarse en la élite del contorsionismo. “Otros practican 8 horas al día. Si quiero ser mejor que ellos, lo tendré que hacer para aprender trucos nuevos”. La mira está clara: trabajar en captura de movimiento para videojuegos. Transformarse, revestirse hasta el extremo para convertirse en cualquier cosa. Ser, para entendernos, el esqueleto que dará forma a criaturas como Gollum de El Señor de los Anillos, pero para otra pantalla. Troy James viviendo sus sueños. Próximamente, en sus móviles.