La vida de Fernando Sánchez Dragó es un parlament de libros, sexo y viajes en continua sesión de "embestidura". Por culpa de un amigo -aunque a él la idea le fascina- toma asiento en el salón de un restaurante. Esta noche, todos los presentes han venido a lo mismo. Quieren ver su estreno como director y actor de cine porno. Curioso ejercicio el de dedicar la noche de un viernes a navegar por la frontera que une -o separa- el morbo y la cultura.
Después de haber follado en la catedral de Sigüenza y en un bar de Torremolinos a la hora del aperitivo, el pudor de este escritor -si alguna vez lo tuvo- se diluye. Quijotesco y temperamental, se expone a que los comensales le azoten en el coloquio que vendrá tras la proyección del vídeo.
Entre platos de jamón y alguna copichuela, Dragó calienta motores. Ha venido del brazo de su última novia, Laura Celeiro, una de las dos guionistas del cortometraje. Se siente cómodo, patina sin miedo. Hasta que...
Se abre la puerta. La edad media de los invitados cae de golpe y porrazo. Un cataclismo demográfico que Dragó tarda poco en avistar. Las cuatro veinteañeras que le saludan nada tienen que ver con el escultor de americana tostada y barba canosa que se ofrecía al comenzar el aperitivo: "Yo también hago desnudos".
"Hemos puesto Dragó en Google y..."
Son Mar, María, María y Carla. Entre las cuatro apenas suman la edad del protagonista: 81. Revolotean y ríen hasta que da comienzo la cena. Se sientan. Charlan a borbotones, opinan con contundencia. Van a examinar al escritor y les importa un pimiento lo que él piense.
-¿Qué hacéis aquí?
-Lo ha contado una amiga por el grupo de Whatsapp. Hemos puesto Dragó en Google y...
Se han topado con una biografía hilarante. "De él sabemos que es un escritor, aunque no hemos leído nada suyo. Habla mucho de sexo, estuvo en la cárcel en tiempos de Franco, le encantan las jovencitas... Parece que no se calla". Es cierto. Giran la cabeza hacia atrás, donde está la mesa de Dragó. Y no se calla. Reparte balones a un lado y al otro, como cuando Guti decidió dejar de ser un jugador irregular.
Conviene hacer un paréntesis para describir el escenario. El restaurante se llama De la Riva. Pepe Morán, el responsable, se ha disfrazado de maestro de ceremonias. Grita a través de un cuerno y, con voz de barítono, organiza a los camareros. Como es amigo de Dragó, le interrumpe de cuando en cuando. Incluso le pone el "Que viva España" para tocarle las narices. "Eres un progre, a mí no me engañas", le espeta.
Derechones en bici y rojos taurinos
Aquí, los derechones vienen en bicicleta y los 'rojos' son taurinos. En las paredes, una exposición del fotógrafo Roberto Sánchez. Se lee un titular que dejó Juan Belmonte: "Para torear hay que olvidarse del cuerpo". Aunque esta noche, las cuatro veinteañeras y el resto de los presentes no pierden de vista los brazos y las piernas de un señor de 81 años.
Las dos Marías, Mar y Carla sienten haber cruzado una puerta hacia el pasado. Esto parece una velada del Café de Pombo o el rodaje de una película de Berlanga. "Oye, ¿pero sale desnudo?", dice una de ellas mientras vuelve a mirar a Dragó. "Joder, joder...", le responden sus compañeras.
Cuando llega el segundo plato, alguna sigue sin creer que Dragó haya rodado un corto porno. "¡Pero si tiene 81 años! ¡Es más mayor que nuestro abuelo! Esto van a ser las cincuenta sombras de Grey a lo anciano", debaten.
"Oye, de joven estaba potentorro"
Siguen examinando al padre de "Gárgoris y Habidis". Sacan el teléfono móvil, un arma que a Dragó se le antoja desconocida, indescifrable. No sabe que estas cuatro meninas han encontrado fotografías suyas de cuando era joven: "Oye, estaba potentorro, ¿eh?". Otra contesta: "Sí, venga, vete a que te firme un condón". Una última se anima: "Es que son 81 años... Si llega a tener 50, me lo ligo". Ninguna de estas declaraciones supone un hurto. Las cuatro veinteañeras aceptan el desafío: "Apunta, apunta, queremos que se entere de lo que pensamos".
En los postres, acumulan preguntas que luego intentarán plantearle: "¿Estará depilado? ¿Se lo habrá montado con algún tío? ¿Por qué hace esto?". Ay, Dragó, no sabes la que te espera. Pero ellas tampoco. Tras la última cucharada de una enjundiosa tarta de queso, llega el momento: Pepe Morán le da al "play". Agradece al público que aplauda antes: "No sé si podremos hacerlo después". "No quiero verlo, ¡no sé si quiero! ¿Se le ve...?".
La doma
Oscuridad. En la pantalla, "La doma", un cortometraje dirigido por Fernando Sánchez Dragó, enmarcado en el festival de premios Bonobo. Una raza de chimpancés que, en resumidas cuentas, arregla sus problemas zumbando. "Como Dragó", apunta Antonio Marcos, el presidente de la Asociación Española de Cine para Adultos.
Mar, las dos Marías y Carla guardan silencio. Miran a la pantalla, colocada a la altura del techo en un extremo de este salón enmaderado. El filme comienza en el pueblo nevado de Castilfrío (Soria), donde Dragó suele refugiarse a escribir. El argumento es, básicamente, el siguiente: el escritor -ahora director y actor de cine porno- aparece disfrazado de dios Baco. Acompaña a un militar y a un cura, que entre yugos, flechas y biblias, azotan a dos mujeres postradas culo en pompa. Pim, pam, pim, pam, hasta que acaban con el trasero morado. De fondo, suenan los pensamientos de las dos actrices, que desgranan el porqué del sadomasoquismo.
Las cuatro veinteañeras no son capaces de articular palabra. Una se lleva la mano a la cabeza, otra esboza una mueca despectiva, otra abre la boca... Cuando se encienden las luces, aplauden tímidamente, pero una lo hace con desenfreno. "¡Olé! ¡Olé! Este tío es la pera".
"Una segunda parte con novicias"
Empieza el coloquio. Dragó reitera que esto es flor de un día, que lo suyo es escribir, que "La doma" sólo es travesura. Pero se le escapa: "La semana pasada me bajé del Metro en la estación de Noviciado y se me ocurrió grabar una segunda parte con novicias". Describe el matrimonio como mera convención social y, quizá apuntando a las cuatro jóvenes, suelta: "Nos está llevando por delante una ola de neopuritanismo feroz".
En el turno de preguntas, Dragó escucha, aunque muchas veces interrumpe para matizar, corregir, apuntar... Por eso tiene un impacto brutal la intervención de una de sus jóvenes oyentes: "Independientemente de que me haya gustado o no, tienes todo mi apoyo. En vez de estar en el asilo contando cuentos a tus nietos, has grabado un corto porno. Sí, señor". Él sonríe, está helado, la fuerza de su recién nacida grupi le roba la verborrea por un instante. Después agradece y asiente. Ha llegado el momento de las objeciones. Las cuatro lo tienen claro.
La crítica
-Ellas: "¡Es una falta de respeto a la iglesia! -se refieren a la cita del evangelio que precede una de la escenas: Golpead y se os abrirá".
-Dragó: "Yo no tengo Dios, ni patria ni religión. Quería poner en solfa los cimientos de la sociedad. La mayoría de la gente dice que la iglesia es lo malo y Jesús lo bueno. ¡Al revés! Jesús es lo malo porque no existió y, además, trajo el mensaje del igualitarismo.
-Lo mejor del corto son los guiones y luego todo el protagonismo te lo llevas tú en lugar de ellas.
-No, no. Pone "Un corto dirigido por Fernando Sánchez Dragó", pero siempre he dicho que los guiones son suyos. No les quito mérito, todo lo contrario -pero la respuesta no convence a las chicas.
-¿Un corto porno con 81 años?
-¡No iba a estar echando miguitas a las palomas en El Retiro! No me siento un abuelo. Nací joven y moriré joven cuando mi cuerpo y mi alma digan basta.
-De todos modos, Dragó, llamar a esto porno... Si sólo estás ahí sentado sin hacer nada.
-Yo tampoco le he puesto ese nombre. Es un cortometraje erótico.
-Sí, sí. Ya, ya...
Ellas, contentas de haber viajado en el tiempo, de haber disfrutado de un plan distinto, de haberle, quizá, bajado los humos al escritor. Dragó, encantado de haber discutido con "alguien de su edad". Tampoco le provoquen mucho con eso de que "sólo está ahí sentado". A ver si se va a desnudar en la próxima...