5.59 horas de la mañana del domingo pasado, Estepona (Málaga). “Gracias por todo. De verdad”, le escribe L., un chico de Madrid, a J. C., uno de los dos policías locales que unos minutos antes, al ver salir de una discoteca y subirse al coche a L. junto a su novia y una amiga, les han preguntado si van bebidos y les han aconsejado volverse en taxi a casa.
Los tres jóvenes están en Estepona porque hace unos días que han terminado la Selectividad. Son de Madrid. La casa de la chica que va sin pareja está en una urbanización de la localidad malagueña. Pertenece a su padre. Ella tiene 18 años, es de origen colombiana y vive en Moralzarzal. La joven ha invitado a su amiga y al novio de ésta a pasar unos días de asueto en su residencia de la Costa del Sol.
Los policías locales que les han aconsejado marcharse en taxi a casa responden a las iniciales de V. (37 años) y J.C. (38). Al menos, J.C. se intercambia el número de teléfono con dos de ellos: L., el varón del grupo, y la chica colombiana que tiene una residencia en Estepona.
6.06 horas de la mañana del domingo. El policía local J.C., al que apodan ‘Ken’, contesta al chico que siete minutos antes le ha dado las gracias. El agente le manda un audio de voz por Whatsapp de tres segundos de duración. Se entiende que le pide la ubicación de la vivienda en la que están. El chico le responde enviándole el lugar exacto en el que se encuentran y le dice: “Ahí la tenéis”.
J.C., policía local de Ronda con más de una década de destino en Estepona, vuelve a responder al joven: “En 10 min estamos allí. Bloque y piso?”. El chaval le contesta: “Os esperamos abajo”. J.C dice: “Perfecto”. Durante los siguientes cuatro minutos dejan de intercambiarse mensajes.
06.12 horas del domingo. “Estamos ya aquí”, vuelve a escribir L., el joven madrileño, al agente de Policía J.C., quien no le contesta. Nueve minutos más tarde, a las 06.21, L. vuelve a escribirle al policía. “María (nombre distinto al real de la dueña de la casa) os espera”.
Justo después de recibir este mensaje, J.C. le escribe a la joven colombiana de 18 años. Son las 6.22 horas. “Estás?”, le pregunta el policía a la chica. Ella no llega a recibir el mensaje. O no tiene cobertura o tiene el teléfono apagado. Pero lo evidente es que, a la salida de la discoteca, le ha dado su número de teléfono al agente de mayor edad.
Un minuto después, a las 06.23, J.C. le envía un nuevo mensaje de audio al chico. Esta vez, de cuatro segundos. No sabemos qué le dice. L. le responde a las 06.30. “Cómo vais”, pregunta al policía, que contesta “llegando” y le adjunta su ubicación actual.
En ese momento, J.C. se encuentra circulando, ya no en coche oficial, por la autovía del Mediterráneo, que une todas las localidad costeras de la Costa del Sol. Va junto a su compañero V. “Vale”, dice L. Ahí se termina la conversación entre el joven y el policía, que no vuelve a retomarse hasta casi dos horas después.
Denuncia de violación
Pocos minutos después de terminar la conversación, los tres amigos y los dos policías locales que acaban de terminar un servicio especial de 24 horas, se reúnen en la casa del padre de la joven de 18 años. Los agentes todavía llevan su uniforme oficial.
Horas más tarde de ese mismo domingo, la joven colombiana denuncia haber sido violada por ambos policías. Ante efectivos de la Policía Nacional, la chica cuenta que, tras salir de la discoteca en la que habían pasado la noche anterior ella y sus dos amigos, los agentes locales le preguntaron al conductor si había consumido bebidas alcohólicas.
Su amigo, L., respondió que sí, a lo que los agentes les indicaron que dejasen el coche aparcado. Según el relato de la denunciante, también les aconsejaron volverse en taxi a casa y se ofrecieron a llevarles el vehículo cuando finalizasen su jornada laboral.
La supuesta víctima narra que, momentos después de que ella y sus dos amigos llegasen a su destino, se personaron los dos agentes en el coche particular de uno de ellos. Tras mantener una breve conversación amistosa, los policías habrían propuesto a los jóvenes subir al domicilio. Éstos, al ser policías, accedieron a ello. Una vez allí, se habría producido la violación por ambos.
Tras los hechos, la joven denunció. Acto seguido se activó el protocolo para este tipo de casos. Se trasladó a la víctima a un centro hospitalario, se recabaron los testimonios de todos los posibles testigos y se dio cuenta a la autoridad judicial.
Ambos agentes fueron detenidos al día siguiente, sobre las 15 horas del pasado lunes. Una vez en comisaría, J.C., el policía que se intercambió mensajes con la denunciante y su amigo, entregó su teléfono para que los investigadores pudieran ver sus conversaciones.
Según ha sabido EL ESPAÑOL, que ha accedido en exclusiva a las conversaciones, entre la información incluida en el dispositivo móvil se encuentra también una foto tomada en la casa de la denunciante. En ella, el agente y la joven aparecen abrazados en actitud cariñosa, aunque se desconoce la hora en la que se realiza.
"Dije que no. Lo dije claro"
Este miércoles, Telecinco publicó el testimonio dado por la chica en una entrevista al canal. La joven narraba así lo sucedido: “Después de pasar unas semanas de muchos nervios estudiando para selectividad, invité a una amiga y a su novio al piso de mis padres en Estepona. El sábado por la noche estuvimos en una discoteca. Sobre las cinco y media de la mañana regresamos a casa en coche. Conducía el novio de mi amiga. Una pareja de policías nos pidió que parásemos. Le preguntaron al conductor si había bebido y dijo que sí. Entonces los agentes llamaron a un taxi y le pidieron a él su número de teléfono para enviarnos una localización para que supiéramos dónde estaba el coche.
Al llegar a casa un agente escribió un mensaje diciendo que yo les había gustado. Pocos minutos después llegaron los agentes a mi urbanización. Les esperamos abajo en el portal. Yo no quería que subieran, pero ellos insistieron. Le quitaron las llaves del piso a mi amigo… Los agentes consumieron cocaína sobre la mesa de mi salón. Se desnudaron poco a poco hasta quedarse en calzoncillos. Y comenzaron a tocarme…. los dos.
Mi amiga, al ver la situación, se fue con ansiedad. Una vez en la calle llamó al teléfono de emergencias. Yo no sabía qué hacer. No sabía a quién llamar. ¿Para qué llamar a la policía si la tenía en casa? Le pedí a mi amigo que no me dejara sola, pero él no pudo ayudarme. Eran dos y eran policías.
Me arrancaron el vestido y la ropa interior. Uno de ellos le retorció el brazo a mi amigo y le dijo dijo: ‘Vámonos a por más droga’. Me quedé sola con el otro agente y en la cocina, sobre la encimera, abusó de mí. Cuando llegó la ambulancia, recogió los restos de cocaína, se vistió y se fue. La policía nacional llegó 40 minutos más tarde.
Dije que no. Lo dije claro. Lo dije muchas veces. Al principio me resistí… pero llegó un momento en que sólo pude cerrar los ojos. Pensé que sería lo mejor. Lo cuento para ayudar a otras chicas. ¿Por qué me ha pasado esto a mí? Siento que esta no es mi vida”.
“L., dime qué pasa”
La misma mañana en la que se produce el encuentro en la casa de la denunciante, el policía J.C. vuelve a escribirle a L. Ya no están juntos. Los dos agentes se han marchado de la vivienda.
A las 08.23 horas, J.C. pregunta al joven: “Se encuentra mejor?”. Se entiende que hace referencia a la novia del chico. Diez minutos después insiste: "Lo que os podamos ayudar no dudes en llamarnos”. 20 minutos más tarde. “L., se encuentra mejor?”. A las 9.14 le escribe de nuevo. “Tío, dime qué pasa”. Pero L., el amigo de la denunciante, nunca más vuelve a responder.
Este jueves termina el plazo máximo de 72 horas que los investigadores policiales disponen antes de poner en manos del juez a los detenidos, a los que se les acusa de los supuestos delitos de amenazas, prevaricación y contra la salud pública. El Ayuntamiento de Estepona les ha suspendido cautelarmente de empleo y sueldo.