*Por petición expresa de las mujeres que aparecen en este reportaje, hemos cambiado sus nombres para proteger su identidad. Accedemos por dos motivos: porque la mayoría quiere volver el año que viene a trabajar en los campos de fresa de Huelva -aunque en otras fincas- y porque en su país de origen tienen miedo a quedar estigmatizadas.
Cuando Daiza se bajó del ferry que la traía de Tarifa (Cádiz), una hermana y el marido la estaban esperando en el puerto de Tánger (Marruecos). Tras descender de la embarcación, Daiza se abrazó a su hermana. Arrastraba una maleta llena de ropa. En la mano llevaba una bolsa con regalos para sus dos hijos. De repente, Daiza rompió a llorar pese a que durante la travesía por las aguas del Estrecho se había prometido no venirse abajo al reencontrarse con su familia.
- ¿Qué te pasa?- preguntó la hermana de Daiza.
- Nada, ya os contaré.
Daiza es de un pueblo del interior de Marruecos. Está a cinco horas por carretera de Tánger. Ella, de 34 años, es una de las alrededor de 17.000 jornaleras marroquíes contratadas en origen este año para trabajar en los campos de fresas de la provincia de Huelva. Daiza ha sido de las primeras en volverse. Todavía quedan muchas por hacerlo, aunque según los empresarios onubenses del sector la temporada ha llegado a su fin y la vuelta a casa de todas ellas se va producir de forma escalonada en los próximos días.
Daiza cuenta por teléfono que “se están quitando de encima a las incómodas”. El Sindicato Andaluz de los Trabajadores (SAT) asegura que están devolviendo a su país de forma apresurada a las que quieren denunciar abusos sexuales o incumplimiento en las condiciones laborales. El sector fresero explica que las salidas de temporeras de las fincas ya estaban planificadas. Pero ¿quién dice la verdad en unas tierras donde, al cabo de solo unas horas, uno se percata del oscurantismo que existe aquí y que ciertos temas son tabús?
Daiza, viuda, cuenta su historia a EL ESPAÑOL un día después de volver a Tánger. Llegó a su casa de madrugada. Realizó el trayecto en el coche de su cuñado. Al llegar a su hogar, se abrazó a su hija de cuatro años y a su hijo de diez. Les dio un beso y, según explica, de nuevo rompió a llorar.
“En Huelva lo he pasado muy mal. Casi cada día, nuestro manijero nos metía mano. Si no a mí, a alguna de mis compañeras”, dice Daiza. “Yo no me atreví a denunciar. Quiero volver el año que viene. Espero encontrar una empresa que me trate mejor”.
Comienzan las devoluciones
Seis y veinte de la mañana de este pasado martes. Una decena de jornaleras marroquíes arrastran sus maletas por un camino de tierra. A su espalda han dejado los barracones (similares a los de las obras) en los que han vivido las últimas semanas. Aún es noche cerrada. Hace frío. Pagaban dos euros al día por los servicios de hospedaje y de luz.
Tras ellas, poco a poco, como sombras inconcretas en la oscuridad, van apareciendo otras mujeres. También llevan macutos y bolsos. Algunas visten vaqueros y camisas anchas. Otras, vestidos más ajustados. Las hay veinteañeras. También de 40. El grupo, que se reúne junto a la verja que delimita el perímetro de la finca, empieza a incrementarse con el paso de los minutos. Son temporeras de una empresa de Almonte propiedad de tres hermanos. Por la tarde, todas ellas estarán en Tánger. Como Daiza.
El domingo pasado, cuatro mujeres denunciaron ante la Guardia Civil a uno de los copropietarios de esta empresa. Tres de ellas explicaron haber recibido “insinuaciones” por parte del empresario para mantener sexo con ellas, mientras que la cuarta relató haber sufrido abusos sexuales. La Benemérita confirma que el hombre, septuagenario, se encuentra en libertad aunque en calidad de “investigado” (imputado).
La mañana de este martes, como es testigo un equipo de EL ESPAÑOL, la empresa de Almonte ha fletado un autobús con destino a Tarifa. El autocar trasladará, seis horas después, en torno a las 12 del mediodía, a 52 mujeres. Dos días después (jueves) serán 104. Desde Tarifa subirán a bordo de un ferry que las conducirá a Tánger en menos de 60 minutos. Desde allí, cada una de ellas viajará de vuelta a casa por carretera o en tren.
“O tragas o te dejan sin trabajo”
El SAT denunció el viernes de la semana pasada que 400 jornaleras de dicha empresa no podían salir de sus instalaciones para denunciar la situación de supuestos abusos sexuales y laborales que se vivían dentro. La compañía negó las acusaciones. 48 horas después comenzó a devolver a temporeras a su país de origen. La empresa argumentó que la extinción de los contratos obedecía a criterios de carga de trabajo -“ya acaba la temporada”- y “no al temor” a nuevas denuncias.
Un total de 131 trabajadoras de la empresa señalada por dirigentes el SAT y por miembros de Podemos como Diego Cañamero denunciaron este miércoles ante la Guardia Civil de El Rocío que las denuncias presentadas contra la sociedad se hicieron a cambio de conseguir documentación para poder quedarse en España.
En el atestado se recoge que "es absolutamente falso que (los empresarios) hayan maltratado, acosado o abusado sexualmente de ninguna trabajadora". Y añade: "Todo ello nos está suponiendo un problema con nuestros familiares, que pueden negarnos para los años próximos poder volver a trabajar en esta empresa o en cualquier otra".
El viernes 25 de mayo, la Policía Nacional detuvo a un hombre de nacionalidad marroquí y pasaporte español de 47 años. Se le acusó de los presuntos delitos de abuso sexual y coacción sobre cuatro jornaleras marroquíes que trabajaban en otra finca de la provincia de Huelva. La detención se produjo tras la publicación del reportaje en EL ESPAÑOL ‘De jornaleras a esclavas sexuales en los campos de fresas de Huelva: la verdad oculta’. Entre otros muchos testimonios, se recogía el de dichas mujeres.
Antonio Abad, coordinador de proyectos de ASNUCI, una ONG de Lepe que se autofinancia con una cuota mensual de los propios jornaleros, dice: “En estos pueblos (de Huelva) se ha creado un sistema perverso para las mujeres: o tragas con los jefes, o te dejan sin trabajo. Esto se sabe aquí, se escucha, pero nadie denuncia por miedo. Se trata de mujeres vulnerables que proceden de un país machista, donde de por sí ya sufren abusos de todo tipo. Esta es una verdad oculta entre estos campos. Por supuesto que hay empresas que las tratan como deben, pero no se puede echar la vista a un lado ante estos dramas”. Por el momento, la Fiscalía ya ha abierto una investigación para tratar de saber qué está ocurriendo en las fincas freseras.
José Antonio Brazo Regalado, responsable del SAT en Huelva, afirma que “en estos campos existe una mafia que se aprovecha de las mujeres marroquíes que vienen a la temporada de recolección”. El sindicalista asegura que “por supuesto hay empresarios decentes”, pero a su juicio “no se puede negar la evidencia”.
CODENAF, una asociación de inmigrantes creada en 1996 y que trabaja para la integración y desarrollo de los jornaleros, ha pedido a través de un comunicado la "intervención urgente" de la Fiscalía y de la Inspección de Trabajo en las fincas, así como que se revise el protocolo del 'Acuerdo de mano de obra entre los reinos de Marruecos y España' suscrito en 2001.
“Nos chantajean con no cobrar si no nos vamos”
Tras el revuelo originado por las denuncias, hasta una decena de mujeres con las que contacta el periodista aseguran que las empresas las están devolviendo a Marruecos antes de que les finalice el contrato. “Nos chantajean con no cobrar si nos nos vamos”, aseguran.
Yanira es una de ellas. Salió este jueves en un autobús desde una finca onubense. Llegó al puerto de Tarifa sobre las tres y media de la tarde. 30 minutos después, el ferry con destino a Tánger partía con ella a bordo.
Yanira tiene 28 años y un hijo de tres. Está divorciada. Vive a media hora de Tánger, en un pequeño pueblo costero donde, durante el resto del año, trabaja limpiando casas a un euro la hora. “A la semana me saco unos 35 o 40 euros”, dice.
La joven asegura que ella no ha sido víctima de abusos sexuales, pero que sí ha sido testigo de cómo una compañera de habitación a la que su encargado castigó con tres días sin empleo acabó cediendo a mantener sexo con él por el mero hecho de seguir trabajando. “¿Eso no es una violación?”, se pregunta la mujer. “Él nos pidió que nos saliéramos al resto y que los dejáramos solos. Cuando volvimos a entrar, mi compañera estaba llorando y me contó lo ocurrido. Al día siguiente, volvió al tajo”.
Yanira cuenta que con ella la empresa ha incumplido las condiciones de su contrato. “Yo tenía visado hasta finales de julio. Mi contrato era de tres meses. Llegué a mediados de abril. Estoy segura de que mi encargado se enteró de que yo le insistí a mi compañera en que lo denunciara. Ella no lo hizo. Está más necesitada que yo. Tiene cuatro hijos y en Marruecos apenas trabaja”.
La amiga de Yanira iba en el mismo autobús que este pasado jueves la dejó en Tarifa para coger el ferry. Ambas jornaleras viajaron juntas en el autocar. “Me contó que no pensaba volver nunca más a Huelva. Yo le dije que trataríamos de buscar una finca mejor para la temporada que viene. Ella se calló y se puso a llorar”.
Las trasladan amontonadas y de pie
Volvamos a este pasado martes. Finca de Almonte en la que uno de los propietarios está siendo investigado por la Guardia Civil tras la denuncia de cuatro jornaleras. 6.48 horas de la mañana. Un autocar destartalado sale de la sede de la empresa Doñana 1998. No va camino de Tarifa. Traslada a temporeras hasta una plantación donde todavía quedan fresas por recoger. Está a algo más de un kilómetro de allí. Hay que ir por carretera sin arcén y por carriles sin asfaltar.
A esta hora sigue sin amanecer. Cuando el autobús se introduce por una carretera de tierra con baches y profundos socavones, este reportero y el fotógrafo de EL ESPAÑOL son testigos de cómo el vehículo excede de largo su capacidad de carga de personas.
La imagen que aparece justo debajo de estas líneas lo demuestra. Las mujeres se amontonan de tres en tres, una encima de otra, en los asientos. Mientras, el pasillo del autobús va repleto de temporeras que están de pie. Si la capacidad del bus es de medio centenar de personas, probablemente albergue entre 80 y 90.
Aunque UGT y CCOO aseguran que los empresarios respetan las condiciones laborales de las mujeres, no resulta complicado encontrar algunos casos en que no es así. “Es otra muestra más de que no todo funciona tan bien como se dice. Si ese autocar sufre un accidente, esas mujeres pueden herirse de gravedad”, denuncia José Antonio Brazo, del SAT.
“No sé qué va a suponer toda esta oleada de denuncias, tanto reales ante la autoridad como ante los medios, pero que las mujeres hayan roto su silencio seguro que supone cambios en cómo actúan algunos empresarios en las fincas de fresas”, explicaba a mediados de semana Julio Díaz, abogado de cuatro denunciantes.
“Nos pagaron cuando ya estábamos dentro del bus”
Marina es de un pueblo del extrarradio de Rabat. Tiene dos hijos. Su marido la abandonó para casarse con otra. Mientras convivieron juntos, él la maltrataba a diario. En Marruecos, Marino trabajaba en una cafetería por 42 euros semanales. En España esperaba embolsarse entre unos 40 euros brutos al día -unos 36 sin las retenciones-.
Marina llegó a principios de abril a una finca cerca del coto de Doñana. Cuando cobró por primera vez, siempre en mano, hizo cuentas. Debían abonarle 18 jornales, unos 650 euros. Le entregaron 475. "Les dije que se habían equivocado. Por quejarme, los dos siguientes días estuve sin trabajar".
La mujer tiene 37 años. Dejó Huelva este jueves. Hasta llegar a Tarifa, recorrió unos 300 kilómetros en un autobús repleto de otras jornaleras. Era la segunda vez que venía a España a la recogida de la fresa. El año pasado le fue bien. "La empresa cumplió. Me pagó lo justo, vivíamos en unas casas donde cabíamos seis o siete. Quedé contenta".
Pero este año recaló en una finca distinta. El encargado, según cuenta ella, las amenzaba continuamente con dejarlas sin trabajo si no llenaban más deprisa las cajas de fresas.
"Me adeudaban 22 jornales el día que me fui", cuenta por teléfono con la ayuda de un intérprete. "El encargado nos dijo que sólo nos pagarían al subirnos al autobús. Cuando me monté, me entregaron un sobre con 550 euros", explica. En realidad, debieron pagarle cerca de 800. "En el mismo autobús que yo -cuenta Marina- varias mujeres habían sufrido abusos por parte de ese hombre. Pero todas callamos. En España sois ricos. En Marruecos somos pobres".