Estadio Municipal de La Línea de la Concepción. Año 2006. Llovía a mares. El terreno de juego estaba embarrado. Era el penúltimo partido de Liga y el equipo, la Real Balompédica Linensese, se jugaba entrar en la liguilla de ascenso de Tercera División. La noche antes, en el hotel de concentración, viendo el fútbol, los jugadores alucinaban con el gol que Capdevila le marcó de falta directa al Real Madrid. “El entrenador me dijo: ‘¿Has visto el gol? Pues si tienes fe en ti —recuerda Julio—, mañana marcarás un gol como ese. ¡Visualízalo!’. Todavía me acuerdo”. El día del partido, el árbitro señaló una falta al borde del área. Y Julio dijo que esa era suya.
“Le pegué un zapatazo raso y seco al palo del portero, desde el mismo momento que chuté supe que era gol”, detalla Julio Fariñas. “Fue como un orgasmo. Algo inexplicable. Corrí a la grada. Los compañeros corrieron hacia mí. Solté toda la rabia. Me quité la camiseta. No estaba siendo una temporada buena para mí. Ganamos 2-0. Fue el mejor gol de mi vida”.
Hoy, 12 años después, Julio todavía se acuerda de ese gol. Si por él fuera lo vería en bucle, una y otra vez; pero no hay testimonio gráfico de él. Solo se guarda en la memoria de algunos. ¿Dónde está ese y otros tantos goles que nunca se grabaron?
Julio y su socio José Miguel se han propuesto que los goles nunca caigan en el olvido. El primero fue futbolista de campos de Tercera, pese a que llegó a jugar en el Ravenna, un equipo de la Serie B Italiana, y en el Ovarense, en la segunda Liga portuguesa; el segundo echó los dientes detrás de la barra de un bar, aunque entre cerveza y cerveza apuntaba las ideas que se le iban ocurriendo en la libreta de comandas.
Ambos, un gaditano y un sevillano, han creado “el Netflix” del fútbol modesto, una plataforma de retransmisión de partidos en directo en la que se pueden ver, previo pago, los encuentros de la Segunda B, Tercera División, ligas regionales o escalafones inferiores. “El fútbol olvidado, el nunca visto”. Su idea ya vale ocho millones de euros. No hace tanto, solo tres años atrás, los dos estaban cobrando una ayuda familiar por desempleo de 434 euros al mes. “Conocernos —resuelven— nos ha cambiado la vida”.
Fariñas jugaba de lateral izquierdo. Le pegaba bien a las faltas y subía con facilidad al contragolpe. Alcanzó su ficha más alta en el año 2008, 2.500 euros al mes en el Tesorillo, un equipo del Campo de Gibraltar. Una temporada después, a la edad de 29, se retiró para hacerse comercial de una marca de ropa deportiva. Quería salir del fútbol. “Llevar un sueldo a mi casa, nada más”, recuerda.
Cinco hijos, una deuda de 200.000 euros y una orden de desahucio
Como en el fútbol, la vida nunca te sale como la jugada con la que fantaseas. Y Julio, cosas que ocurren, acabó contrayendo una deuda de más de 200.000 euros fruto de “una mala gestión empresarial”. Tenía tres hijos, 35 años, y una mujer embarazada cuando empezó a recibir órdenes de desahucio. Aguantó, explica, “haciendo ingeniería financiera”. “Iba buscando monedas en los bosillos de los abrigos y de los pantalones en el armario, también en los cajones; no tenía ni para el pan”, narra el futbolista.
“Recuerdo ir al parque con mis hijos para cansarlos y que por las noches no se dieran cuenta de que no teníamos luz o agua”. Llegó a estar varios días a oscuras. Nadie le prestó el dinero que necesitaba.
De esa época aciaga conserva la costumbre de llegar a casa y encender la luz y abrir el grifo. “Lo hacía cada día para comprobar que no me habían dejado sin electricidad ni agua —confiesa—; todavía hoy lo hago”.
La orden de desahucio se ejecutó semanas después de que el médico confirmase en una ecografía que en el embarazo venían gemelos. Cinco bocas que alimentar. También, carambolas del destino, un día después de que una empresa de desarrollo de aplicaciones móviles le ofreciera un contrato como comercial. Su salvavidas. Agarró las maletas y se fue. Comenzaba una vida nueva.
Mientras que Julio se asentaba en su nuevo hogar, en Sevilla, José Miguel tiraba cruzcampos en el bar que regentaba su padre. A los 16 años, en su casa le formularon la típica pregunta: ¿estudiar o trabajar? Y acabó tomando la segunda opción. Detrás de la barra, el camarero veía como el resto de clientes y amigos prosperaban en la vida; mientras que él tenía la sensación de estar estancado. “Nunca dejé de pensar en cómo salir de allí”.
Gemelos, una deuda de 45.000 euros y una orden de desalojo
José Miguel Sánchez montó un bar de copas. La ruinosa gestión cayó encima de él como una losa de 45.000 euros. Más pesada fue otra carga: el alzhéimer que le diagnosticaron a su madre. El joven se echó la economía familiar a sus espaldas mientras que a su casa llegaban notificaciones por el impago del alquiler que ocultaba a su esposa. La orden de desalojo no tardó en llegar.
Como pudo, traspasó el bar de copas y solventó la deuda; pero a José Miguel le quedaban más ganas de emprender y montó el primer campo de fútbol indoor federado de España. Grababa los partidos y los difundía en las redes. No ganó nada con él, solo una certeza: “A la gente le gusta verse”.
La idea fue a pique al tiempo que conseguía prorrogar la orden de desalojo. La situación coincidió con el embarazo de su mujer, también de gemelos. Y solo cuando nacieron todo se solventó: “menos mal que me dieron la ayuda familiar de 434 euros al mes”.
Solo hace tres años de eso y Julio y José Miguel hablan ya con la tranquilidad de tener un sueldo de su propia empresa, Footters, que acaba de cerrar una ampliación de capital con un fondo inversor de Londres. De su oficina, un espacio en el que trabaja una veintena de empleados situado en el sevillano barrio de Los Remedios, salen hombres de chaqueta, la mayoría abogados que representan a sus clientes en la junta de accionistas.
Julio y José Miguel se conocieron a finales de 2014. En la cabeza del primero rondaba la idea de hacer una red social para futbolistas, tipo LinkedIn; en la del segundo, la de hacer una televisión en la que dar a conocer la vida de los jugadores del Betis. Un amigo común ató cabos con la firme intuición de que de ese encuentro saldría algo interesante para ambos.
“La primera vez que nos vimos fue en un bar y no teníamos ni para pagar las consumiciones”, recuerdan entre risas. Ahí expusieron las ideas. Mil dudas después, se decidieron a arriesgar. “Lo primero que hicimos era crear una red social en la que los jugadores podían subir sus vídeos, sus currículums”, desvela Julio, de 40 años y nacido en la barriada del Cerro del Moro de Cádiz, una zona conflictiva en sus años de juventud en la que se consumía y vendía droga sin apenas control.
El error que cambió sus vidas
Julio y José Miguel todavía conservan, a modo de reliquia, la presentación de diapositivas con la que empezaron a captar inversores. El primero que apostó por el negocio fue un compañero de trabajo del exfutbolista. Puso 5.000 euros. Gracias a ese dinero consiguieron empezar a desarrollar la idea. En paralelo, siguieron vendiéndose; y se hicieron con un estand en el Mundialito que se celebra en el Algarve portugués, el torneo internacional de fútbol infantil más grande del mundo. “Nos comprometimos a desarrollar una aplicación en la que mostrar el calendario, los resultados y demás a cambio de visibilidad”, recuerda Fariñas.
Faltando dos meses para el inicio de la competición, los organizadores le propusieron hacerse cargo de la grabación de los 800 partidos que se celebrarían para venderles DVD a los padres. Ellos aceptaron.
“Eso fue de traca gorda”, advierte Julio. “El peor momento desde que estamos aquí”, completa José Miguel. Un par de semanas antes de que empezara el Mundialito, la productora que haría la grabación les triplicó el presupuesto. Aún así, y prescindiendo de ese servicio, decidieron tirar para adelante. Dieron con una pequeña productora para grabar 17 partidos por hora de forma simultanea, 800 encuentros en una semana. “Y fueron seis personas”, recuerda Julio. “Aquello fue dramático”.
“Nos vendimos como MediaPro y los chavales de la productora acabaron llorando de madrugada, crisis de ansiedad —apunta el exfutbolista—; la imagen era dantesca”.
De poco sirvió que alquilaran teléfonos móviles o iPad para poder retransmitir los partidos en una plataforma móvil, una web tv, que improvisaron la noche antes del inicio del campeonato. A falta de trípodes, idearon un artilugio a partir de un palo de una fregona y unas pinzas “de los chinos” con un parasol de cartón. “Hoy todavía lo conservo y no me canso de recordarles a todos los que trabajamos aquí que es de ahí —señalando al palo de fregona— de donde venimos”, apunta Julio.
El fracaso del Mundialito fue tal que se borraron discos duros con los partidos de las dos primeras jornadas. Inexplicablemente, en los dvd de la gala de inaugural de los que habían vendido 400 copias a ocho euros, habían grabado el partido Angola-Inter de Milán. “¡Angola-Inter de Milán! Ahora nos reímos, pero ese día no sabía a donde meterme de la vergüenza”, detalla Fariñas.
“Lo pasamos mal”, insiste el exfutbolista. “Pero de ahí salió la idea: los padres están dispuestos a pagar por ver a sus hijos”. Eureka. A las dos de la mañana, cuando le asaltó la idea, Julio llamó a su socio. “Debemos crear una plataforma de vídeo para que los clubes emitan sus partidos”, le dijo. “Lo veo, lo veo”, respondió José Miguel. Esa madrugada surgió Footters tal y como hoy se conoce. Era la Semana Santa de 2016.
Una ‘startup’ con una valoración de ocho millones de euros
Un año después retransmitieron su primer partido. “El del Nervión, un equipo de Sevilla”, apunta José Miguel, director de negocio de Footters a sus 36 años. Hoy ya van más de 1.300 encuentros para una audiencia que supera los 35.000 usuarios registrados. La primera valoración de la empresa fue de 800.000 euros en noviembre de 2016; la segunda, en mayo de 2017, ya se disparó a los tres millones; y la tercera, que se cierra ahora, es ya de ocho millones. Entre los inversores están exfutbolistas como Álvaro Negredo.
“Aquí han invertido a riesgo —defiende Fariñas—; la gente nos cree, cree en nuestro modelo de negocio”. “Eso solo pasa en las ‘startup’; la gente invierte en las personas y Footters tiene un gran equipo de personas”, presume.
La plantilla ha pasado de cinco personas a 25 en apenas dos años. Hay expertos en marketing, en negocio, en audiovisuales, en desarrollo informático o en comunicación. “Nunca hemos tenido miedo de rodearnos de profesionales mucho mejores que nosotros”, asegura Fariñas. “Nosotros tenemos la formación que tenemos. Y no más. Nuestro trabajo, nuestro reto, es transmitirle esa pasión, las ganas y el mensaje de que nada es imposible: sabemos de donde venimos y a donde queremos ir”.
—¿Le gustaría vender y embolsarse esa suma de dinero?
—Queremos crear una empresa en la que trabajar y de la que vivir toda la vida.
El pico de audiencia de Footters fue el pasado 20 de mayo con el partido CD Tropezón-CD Castellón, el partido de ida de la primera eliminatoria de la liguilla de ascenso a Segunda B. El encuentro congregó a 5.503 espectadores, principalmente de Castellón de la Plana, Valencia, Barcelona y Madrid, aunque también de países como México, Francia, Reino Unido, Argentina, Bélgica, Alemania, Grecia, Hong Kong, Hungría, Irlanda, India, Malta, Holanda y Serbia.
La expansión a México y nuevos modelos de ingresos
“Es la hora de los grandes pequeños equipos”, reza el lema de Footters, que a partir de la temporada que viene empezará a trabajar en la venta de publicidad. “Hasta ahora se sostiene solo con el pago por visión —desgrana Julio, su director general—, ya bien sea por partido, con un importe de entre dos y tres euros dependiendo de la categoría, o suscribiéndote a un equipo o una competición”.
Footters ha cerrado un acuerdo para retransmitir la Liga Premier de México, equivalente a la Segunda B española; también con la Federación Española de Fútbol o con otras federaciones regionales para ofrecer sus competiciones. “Aunque también estamos llegando a acuerdos puntuales con algunos equipos”, adelanta el máximo responsable de la compañía.
—¿Qué respuesta se encuentran en los clubes?
—Muy buena, teniendo en cuenta sus limitaciones. Entendemos lo difícil que es para estos equipos la búsqueda de financiación. Los recursos son finitos: el socio, la entrada o las vallas de publicidad. Nada más. Nuestro objetivo es generar contenido para que ellos se puedan beneficiar de la explotación. Que puedan monetizarlo. Footters pone el canal, el almacenamiento, el modelo de negocio, la plataforma, la pasarela de pagos… todo mascado para que ellos emitan con una cámara o un iPad.
“Sin los clubes no hay contenido”, esgrime Julio. “Y los clientes son los padres, los socios del club o los ojeadores de los grandes clubes, que tienen acceso a todos los campos de fútbol para poder hacerle el seguimiento a un jugador sin que lo sepa el propio jugador o el club —razona el director general—; así se evita que se incrementen los precios.
Los equipos modestos también se benefician de los fichajes. “Generan riqueza en el club”, sostiene el exfutbolista. “A los clubes les interesa que sus jugadores tengan visibilidad, así multiplican las opciones de que los fichen los grandes y ellos puedan generar dinero gracias a los derechos de formación”.
“Abrimos el abanico de oportunidades”, insiste Fariñas. “A los ojeadores para tener los partidos al alcance de un clic, a los clubes para generar nuevos modelos de ingreso, a los jugadores para más visibilidad y a los aficionados para acercarle a sus casas el fútbol de su equipo, el que no pueden ver”, resume.
Del fútbol para el fútbol. “Los valores que se aprenden en un vestuario, la cultura del esfuerzo, de la solidaridad con el equipo, de hacer prevalecer el interés general al personal, de hacer crecer al resto de compañeros nos ha puesto en el sitio en el que estamos; a fin de cuentas —resuelve Fariñas—, no hemos hecho más que llevar la filosofía de un banquillo a una empresa”.