Faycal Fajr la pone desde el corner, Youssef En-Nesyri remata de cabeza y la coloca en el fondo de la portería de De Gea. En ese momento, los bares de Marruecos gritan gol. Y, por primera vez en la historia, lo hacen con voz femenina. Porque este Mundial ha conseguido algo inédito en este país: que las mujeres bajen a las cafeterías, a los bares y a las terrazas para ver los partidos de fútbol.
Hay quien todavía no se lo cree. Algunos hombres se sorprenden. No lo acaban de ver con buenos ojos. “Es la primera vez que veo tantas hembras en un bar”, asegura Said, un cliente de la cafetería La Brocherie de Fez, con ciertas reservas. No entiende que sea precisamente “algo tan masculino como el fútbol” lo que saque a las mujeres de sus casas para llenar las terrazas. En el fondo no le parece bien, pero se calla porque esta vez, las mujeres acaban siendo mayoría.
El Mundial de Rusia se ha acabado para Marruecos. Mucho antes de lo que todos esperaban. El país entero se había volcado con una cita a la que no asistían desde hacía 20 años. Y uno de los motivos por los que lamentan que esto se haya terminado es porque, contra todo pronóstico, el acontecimiento deportivo se estaba convirtiendo en el mundial de las mujeres.
Decido ver el España-Marruecos en Fez (Marruecos), en un bar atestado de aficionados desatados. Sólo hay una persona en la ciudad que tenga más miedo que yo: mi amigo Rashid, que es marroquí y me va a hacer de traductor. No ve nada claro lo de ver el partido acompañado de un español. "Si es que a mí ni me gusta el fútbol..." confiesa.
"Esto ya parece Europa"
Fez es una de las principales ciudades del país. Su medina (ciudad vieja) es la más antigua del mundo árabe. Dentro viven 300.000 personas. Fuera, en la ciudad nueva, hay una especie de 'ensanche frances'. Casas de arquitectura colonial. Edificios con porches. Allí estan las terrazas de los bares. Lugares, hasta la fecha, reservados a que los hombres tomen té con menta. Y desde luego, lugares no reservados a que las mujeres se pongan a ver partidos de fútbol. Y mucho menos solas.
El Mundial lo ha cambiado todo. Los partidos no se dan en abierto y las mujeres quieren ver a su selección. Por eso bajan al bar y lo hacen solas, sin que un hombre las acompañe. “Esto ya parece Europa”, dice con sorpresa Nasser, un marroquí que vivió 6 años en Marsella. “En Francia sí que era muy normal ver a mujeres en los bares. Pero aquí no. No te voy a decir que Marruecos sea un país radical. Pero sí que somos muy tradicionales”, concluye, reconociendo que no se acostumbra.
No se acostumbra pero es lo que toca, porque las cosas están cambiando en el país. La última vez que el combinado nacional se clasificó para una cita mundialista fue hace 20 años, en Francia 98. Un camarero de la cafetería Le Paris recuerda que “entonces las mujeres no seguían tanto el fútbol. Y las que lo seguían no se atrevían a bajarse al bar. Pero ahora salen solas, tienen móviles, tienen Facebook, conocen a los jugadores de La Liga... y las cosas han cambiado mucho".
Bajar al bar... a escondidas
Han cambiado mucho... hasta cierto punto. Algunas de las mujeres que atestan las terrazas de Fez se tapan cuando les van a sacar una fotografía, "porque una cosa es bajar al bar a ver el fútbol, y otra que se entere tu marido. Él está trabajando", cuenta una chica cuando ve que su compañera oculta su cara cada vez que tiro una foto.
Y es que hay hombres que todavía no se acostumbran. Sentadas en La Brocherie hay tres veinteañeras juntas: Aisha, Samira, que es la única que no lleva hiyab (velo) y una tercera que no quiere decir su nombre. Al principio del Mundial eran cuatro. "Venía con nosotros nuestra amiga Yamila, pero en el partido contra Irán vino su padre, que es muy tradicional. La cogió del brazo y le dijo "vuelve a casa, p**a" y desde entonces no ha bajado más", cuentan con enfado.
Otra señal de que las cosas cambian muy poco a poco en este sentido, es que cuando intento hablar con algunas mujeres, es uno de los camareros el que me llama la atención. En mi segundo intento directamente me lo impide. Me agarra del brazo y me pide que me siente, Como si todavía fuese responsabilidad de los hombres decidir cuándo puede hablar o no una mujer. Seguro que en algún caso todavía es así.
Cajeras vestidas de la selección
En Marruecos lamentan haber caído tan pronto. El país se había volcado con este Mundial. Las calles están llenas de banderas nacionales, las vallas publicitarias están copadas por fotos de futbolistas de la selección y hasta las cajeras del Carrefour van vestidas con la camiseta del combinado nacional desde hace un par de semanas.
"¿Por qué estamos fuera? Porque ha sido una gran vergüenza... arbitral", explica un cliente de la cafetería Youness. Está muy enfadado. Recuerda que en el partido contra Portugal el árbitro les robó. En cuestión de presencia femenina en los bares, él ha dado ejemplo: ha bajado al bar con su hija Kami, de 15 años. Los dos siguen la Liga española, como la mayoría de los marroquíes. A él le gusta el Madrid y Sergio Ramos. A la chica le gusta el Barça y Piqué, "porque es muy guapo", confiesa en voz baja. El padre la escucha y le levanta la mano haciendo ademán de pegarle un guantazo de revés. Es una broma machista, pero aquí todavía es bastante normal.
Gol de Boutaib
Si la cosa va de bromas, yo soy el centro de todas ellas. Al saber que soy español, varios clientes de la cafetería me advierten de que son muchos para pegarme si el partido se les complica. Y por fortuna para mi integridad física, el partido no se les complica. De hecho, empieza ideal para ellos. Khalid Boutaib se aprovecha de la empanada que lleva la selección española y arranca en un sprint eterno. Define perfecto frente a De Gea. Gol y explosión de júbilo. Gritos, cánticos, bailes y gestos dirigidos al único español del bar.
"Pero qué más os da dejaros perder, si ya estáis fuera. Si ya no os queda nada, hostia", les echo en cara. "Nos queda el honor", me responden casi a coro. El honor es plantarle cara a España, el país cuya liga es casi religión en Marruecos. Y es que en realidad, nuestro combinado es el segundo equipo de casi todos. Salvo algún merengue que quiere que gane el Mundial Cristiano Ronaldo (omite incluso el nombre de Portugal), algún culé que prefiere que se lo lleve Messi (ídem con Argentina), o algún descolgado que quiere que gane Colombia (por motivos que no acierta a decirme, entre risas), casi todos quieren que se lo lleve La Roja. "Yo quiero que el Mundial lo gane España pero que pierda hoy" es la frase más repetida.
Sergio Ramos es el jugador favorito de casi todos los (y las) marroquíes. Un par de ellos me preguntan por el mío y yo digo que Isco. Y es precisamente Isco el que marca el gol del empate. Silencio absoluto. Algún insulto a la pantalla. Uno delante de mí se da la vuelta y me mira raro: "Isco, ¿no?", me recuerda. Mi amigo Rashid mira el móvil como un buen avestruz clava la cabeza en la tierra; como el que no quiere estar en la conversación. Si por él fuese, ni siquiera en la ciudad.
Las mujeres acaban siendo mayoría
En la segunda parte llegan más mujeres a la cafetería y varios hombres les ceden el asiento. Al principio del partido estaban en desigualdad, pero acaban siendo mayoría. Y alguna de ellas lidera los cánticos frente a la pantalla cuando entra En-Nesyri al campo. La gente se viene arriba porque el joven delantero ha nacido en Fez. Es vecino e hijo predilecto de la ciudad. Las mujeres son las que más animan. Algún hombre no se lo puede creer. Ni eso, ni que Marruecos marque el segundo gol. Y precisamente lo mete En-Nesyri. Estalla Fez.
Parece que el partido va a acabar así. Éxtasis absoluto. La clientela del bar baila y canta. Y canta, por primera vez en la historia de Marruecos, con voz de mujer. Sólo el tacón de Iago Aspas y el VAR, en los últimos minutos, fastidian ese momento épico. Sabiendo que Irán ha empatado, me sabe mal hasta a mí.
Acaba el partido y la gente sale medio mosqueada de La Brocherie. No hacen más que salir mujeres del interior, y eso me parece fantástico. Y mucho más viendo la reacción airada de algún hombre, que durante el partido ha hecho algún comentario machista sobre mandarlas a fregar (según me traduce mi amigo). Ese es el que estará más enfadado y yo me alegro.
El enfado de este tipo durará tiempo. El de los marroquíes en general sólo diez minutos. El empate y la forma de empatar hace que se sientan victoriosos. Enseguida se ponen a practicar su segundo deporte favorito. El primero es el fútbol, el segundo es pitar con el coche. La avenida Hassan II de Fez es un hervidero de cláxones. De gritos. De gente envuelta en la bandera de Marruecos. Uno de los tipos que ha bromeado conmigo durante el partido me grita "¡Honor!". Y yo asiento y levanto el pulgar.
El honor de ganarle al vecino rico, el país donde viven muchos de sus familiares. El honor de demostrar que Marruecos ha sido robado en este torneo, a pesar del VAR. Y el honor de que las mujeres hayan bajado al bar por primera vez para sentarse en la silla reservada a los hombres. A ver un deporte de hombres. De forma espontánea, sin convocatorias por redes ni nada por el estilo. Justo en los días en los que se hace oficial que la Reina de Marruecos se divorcia del Rey Mohammed VI por decisión de ella, las mujeres se empoderan bajando a los bares. Algo esta cambiando en Marruecos, y el fútbol tiene gran parte de responsabilidad.