El valle del Tiétar, en la zona sur de Ávila y de difícil acceso en algunos de sus tramos, es el enclave perfecto aprovechado por los traficantes de droga que, hábiles para moverse entre los pequeños pueblos de la comarca, han construido a las faldas de la montaña sus redes ilegales.
Esta semana, la 'Operación Candorosa', llevada a cabo por la Guardia Civil con el apoyo técnico de los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO), se ha saldado con cuatro detenidos acusados de presuntos delitos de trata de seres humanos, abuso sexual y tráfico de drogas.
Las víctimas, un grupo de adolescentes de 13 años naturales de la comarca, se encuadraban en una organización de tráfico de estupefacientes. En la operación se ha detenido a la pareja de la madre de una de las menores, que suministraba drogas a las mismas, probablemente a cambio del transporte de droga, junto a la madre de esa menor como cómplice de dicha actividad.
A estos dos individuos se suman un hombre de 26 años, que supuestamente facilitaba a las jóvenes las sustancias que ellas mismas consumían y otro de 29 años, que fue descubierto por los agentes desnudo y manteniendo relaciones sexuales con una de las niñas en su piso, situado en la localidad de Arenas de San Pedro (Ávila).
Los cuatro detenidos, que mantendrían vínculos entre sí, formarían parte de una red de tráfico de drogas y trata de menores. Todos se encuentran en libertad provisional y a la espera de juicio.
“Es una zona donde hay bastante tráfico de drogas. Se consume mucho”, confiesa a El ESPAÑOL María, vecina de la localidad y residente a escasos metros del Instituto IES Arenas de San Pedro, donde el grupo de jóvenes cursa sus estudios.
Apenas a una manzana del centro de formación, unos pisos abandonados sirven de lugar en encuentro para los chavales que comienzan sus primeros escarceos con la droga. De hecho, desde las ventanas enrejadas del abandonado domicilio, se desprende un fuerte olor a marihuana a pesar de que son las cinco de la tarde de un caluroso día del mes de julio.
“Si quieren encontrar a los culpables de todo esto, vayan a los pisos que hay frente a la Plaza de Toros, allí ocurrió todo”, comenta a EL ESPAÑOL un tendero de la zona. Todo el mundo en este pueblo se conoce, pero son pocos los que se atreven a hablar...
Adicciones, juergas y sexo con menores
Son cerca de las siete de la tarde cuando en un parking público, ubicado frente a un centro sanitario y situado a unos 50 metros de la plaza de toros del pueblo, un Peugeot 306 color granate, algo destartalado y cargado con algunas herramientas de trabajo aparca frente a unos pisos de protección oficial.
- ¿Eres Alberto?
- Sí, soy yo….
Alberto tiene 29 años, es pintor de brocha y consumidor habitual de hachís, como él mismo afirma. Se trata del principal sospechoso de la 'Operación Candorosa'. A él ha tenido acceso en exclusiva EL ESPAÑOL.
Natural de Arenas de San Pedro, su expediente delictivo cuenta con varias detenciones por posesión de drogas, aunque él no le da importancia. Está tranquilo. Realmente no parece consciente de que se enfrenta a una posible condena de prisión. Apoyado sobre la parte trasera de su coche, se enciende un cigarro de liar y comienza a hablar: “A mí todo esto me ha pillado por sorpresa...”.
En su brazo derecho, Alberto luce un gran tatuaje. Es un dragón. Sobre el cuello de su sucia camiseta de trabajo sobresale otro. “Sí, he mantenido relaciones sexuales con la chica -la menor de 13 años con la que fue descubierto por los efectivos de la Guardia Civil- desde el pasado mes de abril, pero era algo esporádico y no era a cambio de droga. Al igual que con ella, las mantengo con otras, ahora con otra de 31 años”, explica.
- Pero sabías que ella era menor de edad…
- Sí, pero no que tenía 13 años...
- Ya, pero sabías que era menor. Estudia en el instituto que hay detrás de tu casa…
- Sí, pero no teníamos relaciones a cambio de drogas…. solo era sexo. Tampoco era una relación estable, fueron...4 ó 5 veces (se excusa).
Sin embargo, de la investigación que durante meses ha llevado a cabo la Guardia Civil se desprende que la menor era consumidora habitual de drogas, que las mismas eran suministradas por este varón y se sospechaba que el pago de dicho suministro se hacía mediante “favores sexuales”.
Estas pesquisas fueron confirmadas por los agentes de la UCO, que verificaron que la niña y sus amigas no tenían una actitud voluntaria sino que podrían verse obligadas ante la necesidad del consumo de drogas.
- Han incautado droga y otros utensilios útiles para su tráfico en tu piso.
- Sí… -prosigue nervioso mientras se toca la cabeza- pero de eso no voy a hablar. No puedo, me lo ha dicho mi abogada.
- Te descubrieron desnudo, en tu piso, manteniendo relaciones sexuales con la niña. ¿Le suministrabas droga?
- (Silencio) No voy a contestar -titubea nervioso- Yo que sé tía, yo me preocupo de lo mío y ‘pillo’ para mí...Todo esto es porque su madre me odia…
El pasado mes de abril, la Guardia Civil recibió una demanda de auxilio de la madre de una menor de 13 años. Sospechaba que su hija consumía drogas y que llevaba una vida irregular ausentándose del instituto constantemente y con actitud violenta.
Ella, explica Alberto, “ya actuaba así antes de conocerme”. Sin embargo, el tiempo en el que la niña comenzó a experimentar estos cambios de carácter coinciden con el inicio de la supuesta ‘relación’ entre ambos.
Para él avilés este no parece ser un caso aislado. “También han dicho que he prostituido a mi hermana durante el tiempo en el que ha estado viviendo en mi piso, ya ves tú…” Lo que parece realmente extraño es que todo su entorno, sus amigos, conocieran la edad de la menor menos él mismo. “No me imaginaba que era tan pequeña”.
Sin embargo, la presión social no parece haber afectado mucho a Alberto, que continúa con su vida. Estuvo un día y medio en el calabozo. Pero ahora, dice, intenta "no pensar en nada de lo que ha ocurrido".
Desde hace años, el pintor practica taekwondo en sus ratos libres, unas tres veces por semana, y es un gran aficionado al fútbol. De hecho es un hincha del St. Pauli, un pequeño equipo de la ciudad de Hamburgo cuya militancia va más allá de lo que ocurre en los estadios.
La afición sankt-paulianer se define como de extrema izquierda y violenta. Alberto, como explica, es un ultra. De hecho, situada a unos 20 metros de distancia del aparcamiento en el que nos encontramos, ondea una bandera negra con una calavera. Es el distintivo de su equipo, que luce de cara a la calle con orgullo. Todo el pueblo sabe quién es él y dónde vive.
Su piso, de unos 80 metros cuadrados, está ubicado a dos manzanas del instituto en el que cursa sus estudios la víctima. En la quinta planta de un edificio de protección oficial construido en 1984 que habría servido de almacén de droga, según la Guardia Civil.
De hecho, en la operación, los agentes incautaron sustancias estupefacientes y objetos que podrían haber sido empleados para el tráfico. “Pregunta a quién quieras sobre mí, te van a decir que soy un buen chaval”, dice en tono desafiante Alberto mientras se compadece de sí mismo y de su familia.
Apenas tiene palabras para la víctima. Al mismo tiempo el joven reconoce tener un problema de adicción a las drogas, concretamente al hachís. Algo que se percibe en su forma de expresarse y en cómo repite siempre las mismas frases. “Sí, fumo desde siempre pero ahora, con todo esto que ha pasado, he recaído un poco más. Estaba intentando dejarlo”, explica mientras se lía otro cigarro.
“Por esta zona se mueve mucha droga”, repite de nuevo un vecino de la calle Pintor Martín Vázquez, donde ocurrieron los hechos. Es la gran preocupación de los padres de esta localidad. Pero lo más llamativo es que a nadie le sorprende realmente que Alberto estuviera en el epicentro de un operativo antidroga. “Que le detuvieran a él no me extraña, lo que no me esperaba es que hubiera más gente ni tampoco lo de la niña. Todos le conocemos, llega todos los días del trabajo como a las seis de la tarde y aparca en este parking”, afirma el dependiente de una frutería próxima a la casa del supuesto delincuente.
“Desde que está en libertad sigue haciendo vida normal. Bebe y fuma junto a sus amigos. Compran alcohol en La Despensa -una tienda de ultramarinos de la zona-. No ha cambiado su rutina. Bueno, desde que le detuvieron está paranoico, piensa que todo el mundo le persigue”, narra a EL ESPAÑOL la propietaria de otro de los negocios cercanos a la vivienda y cuya identidad no revelaremos por motivos de seguridad.
“Yo estoy especialmente preocupada. Nadie quiere hablar en su edificio. La gente tiene miedo pero necesitamos información. Mis hijas aún son pequeñas pero crecerán y situaciones como esta... me ponen los pelos de punta”, asegura la dependienta de otra de las fruterías que se encuentran bajo su domicilio.
De entre el resto de viviendas del bloque donde reside el pintor, nadie quiere hacer comentarios. Algunos han desconectado los telefonillos de sus casas. Este caso ha sobrecogido al pueblo que aplica la ley del silencio en el valle del Tiétar.
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