Oliver Strümpfel es una especie de superhéroe que sólo trabaja en septiembre y octubre. El resto del año, este padre de familia y funcionario de la Hacienda bávara lleva una vida de lo más discreta. Pero cuando en septiembre comienzan las fiestas populares del sur alemán, Oliver se enfunda el Lederhosen (traje típico bávaro que consiste en unos pantalones cortos de cuero ajustado y una camisa blanca o de cuadros). Con esta vestimenta típica para hombres durante las fiestas populares de su región, el Oktoberfest, es probable que más de uno lo reconozca. En los días de sus proezas va vestido así.
Oliver es un hombre récord, el ser humano que más jarras de litro de cerveza transporta con éxito en una distancia de 40 metros. Esa especialidad es más que una mera prueba de habilidad en Baviera. Constituye una tradición a la que lleva años dedicándose.
El pasado mes de octubre, Oliver batió el récord del mundo en el Gillamoos, un evento del pequeño municipio de Abensberg que goza del particular prestigio al tratarse de la feria más antigua de Baviera. Sus orígenes datan de 1313. Allí, cargó 29 jarras de litro llenas de cerveza en el recorrido estipulado en presencia de un notario, un juez del Instituto para los Récords de Alemania y numeroso público. Unas 1.500 personas había allí para verle en acción.
Tardó algo más de medio minuto en mover aquellos 71 kilos de peso. Sólo una jarra pesa casi un kilo y medio. “Uno siente una gran alegría al lograr el récord, es un sentimiento genial ver que fructifica el trabajo que uno ha puesto en esto”, dice Oliver a EL ESPAÑOL. “En esto no hay dinero, yo lo hago por el reconocimiento”, añade.
Cargado con esas jarras llenas, parecería que trabaja para la cervecería con más clientes sedientos del mundo. Seguro que algún responsable de las innumerables barras montadas estos días en el Oktoberfest de Múnich sueñan con tener un camarero como Oliver, “fuerte como un oso”, según describen los medios de comunicación alemanes a este hombre nacido hace 47 años en Kilheim, una pequeña localidad situada a una hora en coche al norte de la capital bávara.
Oliver se deja ver siempre por la famosa fiesta de la cerveza de Múnich. Es uno de los habituales del Oktoberfest, un evento multitudinario conocido en todo el planeta. El año pasado, 6,2 millones de visitantes bebieron allí ingentes cantidades de litros de cerveza.
“En una sentada larga, normalmente, uno se bebe dos o tres jarras de un litro. Si no, para comer, un litro es suficiente”, afirma Oliver sobre su consumo de cerveza estos días. Su ritmo de ingesta de alcohol no tiene nada que ver, según cuenta, con el de las zonas del Oktoberfest dedicadas a “estar más de fiesta, donde se bebe mucho más y donde ocurren la mayoría de los excesos, que son cosa de gente joven y turistas”.
Récord entre multitud, alcohol y agresiones sexuales
Al igual que en otras fiestas multitudinarias, como los Sanfermines en España, hay excesos y actos delictivos. Las agresiones sexuales a mujeres suelen contarse por decenas cada año en el Oktoberfest. El año pasado se contaron 67 denuncias por delitos sexuales, casi el doble que en 2016 (34). El último se celebraba por primera vez habiendo entrado en vigor la última reforma del Código Penal.
Aprobada hace algo más de un año, esa reforma permite castigar con mayor dureza los crímenes sexuales. El Código Penal alemán reconoce ahora el principio según el cual “'no' significa 'no'”. Esto convierte en agresión sexual aquellos gestos o acciones sexuales destinadas a una persona que ha manifestado verbalmente su oposición a ellos. Así, los tocamientos pueden castigarse en Alemania con penas de entre 6 meses y 5 años de cárcel. Cabe pensar que esos castigos pueden prevenir eventuales agresiones.
Lo que no es probable es que haya disminuido la consumición de cerveza. De ahí que la marca alemana de ropa deportiva Adidas haya incluso presentado un modelo de zapatillas serie limitada para el Oktoberfest. “Prost”, el equivalente germano al “¡Salud!” español para brindar, se puede leer en uno de los laterales del modelo. Su particularidad es que están hechas con cuero y otros materiales que repelen los líquidos. “Protegen tus pies con garantías frente a la lluvia y la cerveza derramada”, dicen en el fabricante alemán sobre unas zapatillas bautizadas con sorna como “Adidas anti-vómitos”.
A Oliver ese calzado no le convence, al menos para sus competiciones. “Es verdad que esas Adidas están hechas contra líquidos y los fluidos corporales, pero no sé si eso me ayudaría. Lo que hace falta es calzado estable”, dice. “Yo el día del récord utilice botas de montaña, un calzado estable, bien agarrado al pie”, cuenta.
Como un deportista de élite
El secreto de su éxito no sólo está en sus pies. Como un deportista de élite, Oliver ha tenido que preparar todo su cuerpo concienzudamente. Se ha sometido a duros entrenamientos. Siete meses antes de hacer historia en el Gillamoos, empezó a entrenar entre tres y cuatro veces por semana dos horas al día. Después del trabajo, se machacaba con un entrenador en el gimnasio que tenía camino de su apartamento.
“Yo soy aficionado a ir al gimnasio, pero andar 40 metros con más de 70 kilos es algo extremo. Hay que preparar muy bien la musculatura de la espalda, con ejercicios específicos, y ganar estabilidad y equilibrio a la vez que se carga el peso”, explica. Oliver conviene en afirmar que lo más parecido a cargar con las jarras es cruzar la puerta de la casa con su mujer en brazos, el típico esfuerzo que hace el novio en una pareja de recién casados. “Pero yo no me he entrenado así, hace mucho que me casé”, bromea.
También habla Oliver de la necesidad de cuidar la dieta y los hábitos, especialmente dos meses antes del día de la prueba. “Ocho semanas antes del día del récord dejé de beber alcohol, y eso que yo soy de beberme normalmente alguna cerveza. Pero para esto lo dejé, no probé en ocho semanas ni una gota de alcohol, ni cerveza, ni vino, ni licores, el alcohol no le va bien a los músculos”, apunta. Eso sí, lo primero que hizo tras batir el récord en Abensberg fue acabar con la abstinencia dando un buen trago a una de las jarras de cerveza.
En el Gillamoos, Oliver batió su propio récord. En 2014, hizo los cuarenta metros cargado con 25 jarras de cerveza. En 2010 ya había hecho historia. Ese año batió el récord por primera vez transportando 21 jarras, o sea, unos 50 kilos.
En todos ellos ha tenido que respetar unas estrictas normas. A saber, las jarras de cerveza tienen que viajar de un punto a otro, separadas por esos 40 metros, sin perder más de un 10% del líquido que contienen. Para batir el récord, uno tiene que disponer las jarras sin ayuda. Dos momentos críticos de la prueba, al levantarlas de la barra de inicio y al dejarlas sobre la mesa de llegada, también han de superarse sin ayuda.
Traer el récord de Australia a Baviera
Para Oliver, el primero de sus récords fue de especial importancia. “En 2009 me planteé que tenía que batir el récord porque me di cuenta de que el récord estaba en Australia”, cuenta. Un alemán que se había mudado a las antípodas era el detentor de la plusmarca. “Me dije que algo tan típicamente bávaro no podía estar en Australia, el récord tenía que volver aquí. Fue entonces cuando me planteé trabajar en conseguir el récord, cosa que hice en 2010”, abunda.
Sus registros le han valido entrar varias veces en el Libro Guinness de los récords. En su casa tiene varios certificados de la editorial que publica ese volumen en el que se reconoce como “oficialmente increíble” la capacidad de transportar cerveza de la que hace gala Oliver.
Aunque reticente, revela que su secreto está en la técnica. “Cada uno tiene su propia técnica. Yo he desarrollado la mía, y esa es la clave del éxito. Estoy tratando de no decir nada al respecto, de conservar esa técnica para mí, pero claro, es difícil, sobre todo con lo que se ha informado sobre mí últimamente”, asegura Oliver. Es muy consciente de que las imágenes de sus 40 metros cargado de cerveza hasta arriba han dado varias veces la vuelta al mundo.
Grosso modo, según accede a explicar, “la cosa está en tomar seis jarras en cada mano, luego hay que posicionar otras tantas apretadas en el pecho con brazos, así se tiene una superficie sobre la que se pueden ir poniendo las otras”.
Oliver no dirá más sobre cómo se ha convertido en el hombre récord de la fiesta de la cerveza. Sabe que hay otros interesados en batir su marca. Otros dos bávaros, Matthias Völkl y Michael Sturm ya han protagonizado varias tentativas para conseguir el récord mundial. Por suerte para Oliver, no han tenido éxito. El récord sigue en su poder.
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