Era un método sencillo, a priori. Si moría uno de los canes herederos de la fortuna de Angela, la millonaria de Torremolinos, los empleados que los cuidaban lo reponían por otro cánido cualquiera de la perrera de la ciudad. Todos ganaban: los trabajadores a cargo de la herencia seguirían trabajando -y por ello, cobrando- y el chiringuito continuaría en el tiempo.
Las sospechas pronto saltaron en el refugio animal de la ciudad costasoleña. Allí, en mitad de la parcela, los voluntarios animalistas podían escuchar cómo iban pidiendo perros, tal y como relatan ellos mismos. Qué más da que no fueran los animales que Angela tanto mimó: ella ya no estaba para supervisarlo.
Ahora, y a raíz de la denuncia de EL ESPAÑOL, los ánimos están caldeados en los alrededores de la protectora. Nadie quiere hablar. Mientras, los perros que un día fueron millonarios continúan a la interperie.
Calefacción perruna en pequeños bungalós
Angela llegó a tener 125 perros de manera simultánea. No vivían apelotonados, ni mucho menos. En su finca de más de cuatro mil metros cuadrados, en las colinas de Torremolinos, la adinerada americana los tenía distribuidos en pequeñas casitas bajas, como bungalós de ladrillo y cemento, en los que los animales disfrutaban de todo tipo de comodidades, incluida calefacción y aire acondicionado para guarecerlos de las temperaturas que se viven en la costa malagueña.
Pero, según relatan fuentes municipales a este periódico, todo apunta a que los canes de Angela no son los mismos que ahora viven en la parcela que sus trabajadores alquilaron para alojar a los perros. “Ella tenía principalmente cockers, que habían compartido años de su vida con la mujer. Si fueran los mismos, la mayoría de la cincuentena de animales que quedan vivos a su nombre tendrían en torno a 25 años”, manifiestan las fuentes. Y eso sería, prácticamente, un milagro. Los cockers, además, muy rara vez alcanzan los 20 años de vida.
La asociación Resistencia Animal mantiene, además, que los animales que están hacinados tras la verja metálica en los terrenos de la perrera municipal son “perros de todo tipo, más mayores, más pequeños, algunos sin microchipar ni vacunar”. Es una imagen radicalmente contrataria a la camada heredera de Angela.
Denuncia en la Guardia Civil
Según los propios animalistas, en conversación con este diario, la Guardia Civil tiene una investigación abierta al respecto, por una denuncia puesta a principios de año. Utilizaron una triquiñuela legal, puesto que se podría estar incurriendo en una falta de asistencia veterinaria, de obligado cumplimiento por la Ley de Bienestar Animal, “al tener animales no identificados en las instalaciones”.
Los cuidadores de los perros herederos viven de mantener a las mascotas. Así lo estipulaba el testamento. Según ha podido saber este periódico, la finca en la que residían las mascotas continúa habitada, pero ya sin perros. Algunos trabajadores salen y entran, pero se niegan a contestar a ninguna pregunta.