No fue una pelea entre clanes rivales. No fue un ajuste de cuentas por temas de narcotráfico. No hubo un móvil económico. El asesinato de un hombre el sábado por la noche en Baró de Viver (Sant Andreu, Barcelona) es la historia de un clan gitano que tenía atemorizado a un barrio entero. Les llaman ‘Los Pistoleros’, por su facilidad para sacar armas de fuego. Una familia dedicada al narcotráfico que, además de haber amdedrentado y golpeado a medio vecindario durante años, tenía una especial querencia por agredir a las mujeres. Pero había un vecino que no nunca agachó la cabeza: Eduardo Colmena Cebrià, un exluchador de grecorromana que salió en defensa de las víctimas cada vez que vio algún abuso. "El clan no pudo soportar que un payo les plantase cara; por eso le decían 'El Payo Loco", cuentan desde el entorno del fallecido. Por eso han ido detrás de Edu durante 4 años. Por eso lo mataron a sangre fría antes de Navidad.
Eduard Colmena Cebrià, de 42 años y padre de una niña de 2, recibió cuatro tiros la tarde del sábado mientras paseaba a sus perros en el parque de su barrio. Los del ‘Clan de los Pistoleros’ llevaban todo el día buscándolo para matarlo. De hecho, cuentan los vecinos que la mitad del clan, los niños y los mayores, ya huyeron la noche de antes del barrio porque sabían que el sábado la iban a liar fuerte.
El desencadenante del suceso fue una pelea el viernes por la tarde. Uno de los miembros de Los Pistoleros había agredido a una mujer del barrio. No era la primera vez que lo hacían. Y no era la primera vez que Eduard Colmena se enfrentaba con los agresores por ese motivo. “Edu pilló al agresor dentro de un bar, lo agarró del cuello, lo tumbó y le dijo que no volviese a pegarle”, cuenta Ángel, padre del asesinado. Esa tarde le pusieron la cruz definitiva a Edu.
Historia de un desencuentro
Ese fue el último enfrentamiento directo entre Edu y un miembro del clan. Pero la historia de desencuentros arranca mucho antes, poco después de que las gruas tirasen el asentamiento chabolista de Can Tunis. El auténtico supermercado de la droga de Barcelona hasta 2004. Fue ese año cuando lo desmantelaron y las familias fueron realojadas en distintos puntos de Barcelona.
Una de las más conflictivas, tras dar varios bandazos por la ciudad, acabó realojada hace cinco años en un piso del barrio de Baró de Viver. Tal y como llegaron empezaron a amedrentar a los vecinos. “Vendían heroína y cocaína. Son muy peligrosos. Les decíamos el 'Clan de los Pistoleros' porque siempre iban armados. Siempre buscando pelea. Se ponían a disparar por la calle en mitad de la noche, gritando “Ha llegado el Patriarca” o “Aquí mandamos nosotros” y les daba igual quién hubiese cerca. Pero claro, como este barrio está abandonado por la policía, podían campar a sus anchas”, cuenta un amigo íntimo del fallecido.
Los demonios que llegaron desde Can Tunis
Los Pistoleros sembraron el pánico desde su llegada. Se emborrachaban en los bares y los destrozaban. Atracaban a los propios vecinos, amenazaban hasta a sus conocidos y agredían sin venir a cuento. “Una vez, uno de los miembros del clan le pegó una patada a un par de perros. El dueño de los animales se enzarzó con él y le devolvió las patadas. El Pistolero contestó marchándose a casa y agarrando la su arma. Volvió al parque y obligó al chaval, a punta de pistola, a arrodillarse para pedir perdón. Todo eso delante de los niños que salían del colegio”; cuenta otro vecino de la calle Clariana.
Ante un barrio amenazado, una enorme figura emergía para plantar cara: Edu Colmena fue deportista de élite. Campeón de Cataluña de lucha, había sido entrenador deportivo y había trabajado en la construcción. Un portento físico que no bebía, no se drogaba y, sobre todo, no se achantaba.
El incidente del garrote
El primer conflicto entre Edu y el clan tuvo lugar hace cuatro años. Todo vino porque “El Patriarca”, el mayor de los miembros de esa conflictiva familia, le había pegado con el bastón a una mujer que iba con sus dos niñas por la calle. “Lo hacía mucho. Es un ‘mala follá’. Siempre va con malos modales por la vida. Se enganchó con aquella mujer y le pegó bastonazos a ella y a las crías. A ellos les da igual pegarle a las mujeres”, cuenta un familiar del asesinado.
Edu se enteró, se fue para el Patriarca, lo derribó y lo sometió con una llave. Luego agarró el bastón y lo rompió en su rodilla. “Ese fue el principio de todo. El incidente del garrote”, recuerda Ángel, padre del fallecido.
Desde entonces han sido varios los intentos de asesinato que ha evitado Edu: “No soportaban que un payo les plantase cara. Le llamaban ‘El Payo Loco’ porque era el único del barrio que no bajaba la cabeza. Le pusieron la cruz y fueron a por él. Una vez incluso le vinieron a buscar con una katana, pero como mi hermano era más fuerte y sabía moverse, lo acabó desarmando”, cuenta Xenia, hermana del difunto.
Edu se acabó convirtiendo en el protector de los vecinos. “Cuando había tenido alguna movida con ellos por defender a alguien, los Mossos venían después a felicitarle, a darle palmaditas en la espalda y a decirle “Bien, Edu, bien”. Pero no tenían cojones ellos de entrar y cortar el problema. Los cojones los tenía que echar mi primo”, cuenta Jordi, familiar del fallecido.
Pedro sale de la cárcel
Pero la violencia del clan era tal, que Edu acabó denunciando. Un juez impuso a los miembros de la familia una orden de alejamiento. “La orden caducó hace poco, casi coincidiendo con la salida de la cárcel de Pedro, uno de los miembros del clan que estaba dentro pagando otro crimen”, cuentan desde el entorno de Eduard.
Se refieren a Pedro Santiago Muñoz, de 40 años. Es uno de los miembros más peligrosos del clan. “Un tío al que ya le da igual todo porque se ha pasado un montón de tiempo en la cárcel y ha salido con una enfermedad terminal. Cualquier día se muere”, explican vecinos de Baró de Viver. La salida de Pedro de la cárcel y la expiración de la orden de alejamiento hizo que en el clan se envalentonasen y volviesen a por el ‘Payo Loco’, al que tenían cruzado desde hace tanto tiempo. Sabían exactamente dónde atacarle.
Los Pistoleros agreden a otra mujer
Así llegamos al episodio del viernes por la tarde. La última agresión del clan en el barrio. Fue a otra mujer llamada Lidia y conocida del fallecido. Edu montó en cólera cuando se enteró de que le habían pegado a su amiga y se fue a por el presunto agresor. Lo encontró en un bar. Como siempre, lo marcó. Aunque podría haberlo destrozado, se limitó a agarrarlo del cuello y someterlo en el suelo. Y advertirle de que no lo hiciese más.
Esta fue la afrenta definitiva. El viernes por la noche huyó medio clan de Los Pistoleros del barrio, porque sabían que al día siguiente se iban a buscar problemas. La otra mitad se quedó buscando a Edu, que se lo olió. Recibió llamadas de algunos familiares, que le advirtieron de que iban a por él. Por ese motivo, Edu no salió en todo el sábado de casa. Los miembros del clan estaban apostados en diferentes partes de la calle. Las mujeres ‘dando el agua’ (avisando si lo veían). Los hombres, preparados para atacar.
Edu llamó a los Mossos. “Vino una patrulla por la mañana, se quedaron un rato y luego se largaron. Sabían la que se podía liar, pero se largaron como hacen siempre. Entre que ahora sólo están disponibles para los temas del Procés, y que no quieren meterse en follones con los gitanos, nos dejaron solos. Si hubiesen mantenido a una patrulla dando vueltas por el barrio, con ánimo disuasorio, no se hubieran atrevido a hacer lo que hicieron”, cree la familia de Edu.
Ya por la noche, Eduard tuvo que salir a la calle para pasear a las los perros. Y allí, en el parque de Baró de Viver, en el mismo sitio donde él decía que quería que echasen sus cenizas cuando muriese, le pegaron dos tiros. Dos disparos que no fueron suficientes para tumbarlo. “Con sus dos tiros pegados, Edu se revolvió y consiguió agarrar el arma. Durante el forcejeo, el asesino consiguió pegar un tercer tiro que fue el que derribó a Edu. Cuando lo tuvo en el suelo, lo remató de otro disparo y huyó”.
Venganza popular
Tras matar a Edu, el resto del clan huyó del barrio. Todavía no hay detenidos. En Baró de Viver sostienen que el autor de los disparos fue Pedro. Y la indignación por el crimen fue tal, que una turba de vecinos se plantó en la casa de los Pistoleros y le pegó fuego. Sucedió el domingo por la mañana y volvió a pasar el lunes a mediodía. El barrio clama venganza. Han estado demasiados años atemorizados y han pagado ese silencio con una muerte.
La familia de Eduard está destrozada. “Tiene una niña de 2 años que pregunta por él”, lamenta Xenia, su hermana, que también se queja “de que todavía no hemos podido enterrar a mi hermano. Ni siquiera hemos podido ver el cuerpo, No sabemos cómo va a acabar esto” lamenta.
El barrio sigue ciego de ira, pero ya se ha perdido el miedo. Dos incendios y varias pintadas lo atestiguan. Protestan por la falta de vigilancia policial: "Hay gente que ha tenido que cerrar sus negocios porque esta gentuza campa por aquí a sus anchas. Aquí no viene la policía. Tenemos una comisaría de Mossos a dos kilómetros y tardaron 40 minutos en venir. No hay derecho". Y todos piensan en el día en que algún miembro de ese violento clan, con el tiempo, se vuelva a dejar caer por Baró de Viver: “La gente ya se ha hartado. Son muchos años de abusos. Si vuelven, esto va a ser una guerra”.
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