"Ha llegado la hora de mi partida. He librado un buen combate. He acabado la carrera. He conservado mi valor y ahora tengo reservada la corona de justicia que aquel día me dará en premio vuestro amor".
Y con eso se acabó. Esa es la frase que figura en la esquela de Eduard Colmena Cebrià, el hombre de 42 años que fue acribillado a balazos el sábado pasado en el barrio de Baró de Viver (Barcelona). Lo mató un miembro de un clan con el que mantuvo numerosos conflictos por cuestiones de convivencia. Eduard ya está incinerado. Su(s) asesino(s) sigue(n) en la calle.
Al menos, la familia ha podido darle el último adiós a Edu. Algo tan elemental ha estado en la cuerda floja durante toda la semana. La familia ha vivido estos días con la incertidumbre de no saber cuándo podrían despedir al finado. Las circunstancias violentas que rodearon su muerte han provocado que el cadáver no haya podido ser velado en su momento, para no entorpecer la investigación. Finalmente, el viernes fue el velatorio y el sábado la ceremonia de despedida. Todo en el Tanatorio de Ronda de Dalt (Barcelona).
Tuvieron que abrir la sala grande
El complejo funerario tuvo que abrir las puertas de la sala más grande que tiene para poder dar cabida a tanta gente. En torno a 300 personas se congregaron en la ceremonia mortuoria. Y muchos que se quedaron fuera. En el barrio de Baró de Viver viven más de 2.000 personas, y Edu se lleva el cariño de la mayor parte de ellos. No cabían todos.
Edu Colmena nació el 7 de julio de 1976 y ha sido asesinado con 42 años. EL enfrentamiento con el clan de los Pistoleros, una familia de etnia gitana dedicada al narcotráfico, se ha saldado con su muerte. Tras haber mantenido varias discusiones y peleas contra ellos (motivadas normalmente por agresiones del clan a mujeres del barrio), el último encontronazo acabó con uno de los miembros del clan presuntamente disparándole 4 tiros a bocajarro.
El adiós de una madre
María José, la madre de Eduard, que se ha mantenido al margen de los focos durante todos estos días, fue la única que subió durante la ceremonia a leer unas palabras para despedir a su hijo. También los amigos escribieron un texto en su honor, que tuvo que ser leído por la persona que oficiaba la ceremonia. Y es que los nudos en la garganta impedían a los miembros de su entorno expresarse con claridad.
Tras el visionado de un vídeo con fotos de Edu, su cuerpo fue incinerado. Sus restos ya reposan en una urna a la espera de ser lanzados en el parque de Baró de Viver. En el mismo sitio donde lo mataron y en el lugar en el que él siempre había manifestado su intención de reposar cuando muriese. "Igual es algo simbólico. Si no pudiésemos lanzar allí las cenizas porque no nos lo permitan, haremos un acto de recuerdo. Perop nos gustaría que al menos se repetase su última voluntad", explicaba el portavoz de la familia.
Los asesinos siguen en la calle
¿Y ahora qué? Ahora a esperar detenciones. El dolor de la familia por el asesinato de Edu se une a la indignación por la ausencia de arrestos. Todavía no hay responsables. En Baró de Viver no entienden que aún no haya resultados: "No es un militar escapando en solitario por el mundo. Es una familia de al menos 10 personas, con niños y con personas mayores. Es imposible que todavía estén desaparecidos", lamentaban los amigos en la sala de vela.
Otra de las preocupaciones que flotan en el entorno de los Colmena es la falta de testigos del suceso. Cuentan en el barrio que había entre 4 y 7 personas en aquel parque en el momento del asesinato, pero que ahora nadie quiere declarar: "Hasta ahí llega el miedo de la gente. Ya han visto cómo se las gastan, se han dado cuenta de que esto iba en serio. Nadie quiere complicarse ni perder la vida".
Por el momento, la familia sigue con la idea de que en el parque del barrio se coloque una placa en memoria de Edu, un héroe que se enfrentó a un clan que atemorizaba el barrio y que ha perdido la vida por dar la cara. No saben qué pasos tienen que dar, qué trámites han de realizar, pero confían en que se la concedan desde el ayuntamiento. Quieren que Dayra, la hija de Edu que se ha quedado huérfana con 2 años, pueda visitar un pequeño monumento que le recuerde que su padre fue un héroe.