La lealtad se paga a precio de oro en el mundo del narcotráfico. Quizás por ese motivo aún siga en la calle, y vivo, Baltasar Vilar Durán, el piloto gallego de planeadoras al que apodan Saro. En su día, no hace tanto, fue el número uno, el Hamilton de las narcolanchas. Pero, a finales de 2013, cuando conoció su última condena de prisión, este cambadés nacido en 1956 debió de meter algo de ropa en un petate y abandonar su tierra natal para huir de la Justicia. No quería volver a estar entre rejas. Desde entonces, es un prófugo. Ahora las autoridades policiales españolas lo ubican en Marruecos, oculto en algún lugar entre Ceuta y Tánger, y traficando con hachís por el Estrecho.
Allí, en el país más al norte del continente africano, a 1.000 kilómetros de su Cambados natal, lo protegen y lo mantienen sus antiguos socios colombianos a través de contactos con las mafias locales. Saro nunca se chivó de los narcos del otro lado del Atlántico y jamás los vendió ante un juez. Por eso cuidan de él.
En la actualidad, los clanes del Campo de Gibraltar reclutan de vez en cuando a Baltasar Vilar para transportar sus mercancías. Probablemente él acepte por dos motivos: primero, por dinero, ya que su exmujer lo arruinó y él se gastó la mayor parte de su fortuna en interminables fiestas con cocaína y prostitutas; segundo, por sus ansias de volver a sentir cómo el viento golpea su rostro en mitad de la noche a 40 o 50 nudos de velocidad.
Saro ya no lleva miles de kilos de ‘dama blanca’ a sus espaldas. La ha cambiado por el ‘chocolate’. Pero dicen que en las aguas del Estrecho él sigue siendo el piloto más rápido. Una fuente policial de la lucha contra el narcotráfico ubica a Saro en Marruecos. “Nos apareció su nombre hace unos cuantos meses en un pinchazo telefónico que le estábamos haciendo a un tío de Ceuta”, explican a EL ESPAÑOL.
En aquella conversación telefónica no se decía mucho acerca de él. En ella el investigado hablaba con otro hombre y decía que Saro ya estaba enterado de a qué hora iba a ser la “cena”. Los agentes presumen que se estaba hablando de un próximo envío de hachís a la costa española. Y Saro sería quien pilotaría la lancha en la que se trasladaría la mercancía.
Pese a todo, nadie ubica con certeza a Baltasar Vilar. Nadie dice un pueblo o una calle de un ciudad. Saro, desde hace cinco años, es un fantasma al que hacen en Marruecos bajo el paraguas de algún cártel colombiano, pero al que muy pocos han visto.
En agosto de este año, La Voz de Galicia contaba que la Policía lo situaba en Marruecos desde hacía un año aproximadamente. Narcotraficantes del Campo de Gibraltar reconocen a este periodista que han oído hablar de él, que saben que sigue activo y que quizás se instalara en el reino de Mohamed VI a principios de 2016. Es decir, si se fugó a finales de 2013, tuvo que pasar antes por algún otro país más.
De la generación de Sito Miñanco
Baltasar Vilán Durán tiene 62 años. Procede del mismo pueblo que José Ramón Prado Bugallo, más conocido como Sito Miñanco, el mayor narco gallego, a quien se le detuvo de nuevo en febrero de este año en Algeciras mientras disfrutaba de un permiso penitenciario. Había vuelto a las andadas.
[Más información: Sito Miñanco: de rey de la coca en Galicia a vigilante de parking en Algeciras]
“Gente como ellos llevan el tráfico de drogas en la sangre. Todos empezaron como contrabandistas de tabaco y luego se pasaron a la cocaína. Saro, Sito, Patoco…”, dice una fuente del Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado (Greco) de la Policía Nacional.
Saro, junto a Manuel Abal Feijoo, alias Patoco, y Juan Carlos Fernández Cores, al que apodaban O Parido, aprendieron el oficio de piloto de la mano del mejor conductor de planeadoras que conoció la ría de Arousa, Kubala, muerto en una accidente al chocar contra otra lancha. Todos, a su vez, son de la escuela de Miñanco. Todos están muertos o en prisión. Salvo Saro.
En los años 70 y 80 del siglo pasado Baltasar Vilar se dedicó al contrabando de tabaco. Era “gente de mar”, como se conocían a sí mismos los hombres de aquel negocio ilegal. Saro trabajaba para Patoco y para Kubala. Pero pronto darían el salto a la cocaína. En 1990 se le detuvo por primera vez. Conducía un camión de fruta con 325 kilos de ‘dama blanca’. También fue uno de los nombres que apareció en la 'Operación Nécora', la primera gran redada contra el narcotráfico en Arousa. Se le condenó a 12 años de cárcel.
En 2003 se le volvió a cazar. Esta vez como socio de otros dos narcos en un negocio de 1.500 kilos de coca. Pero cada vez que un juez condenaba a Saro, sus abogados recurrían sentencia tras sentencia, elevaban la causa a órganos judiciales superiores para dilatar el proceso y, a su vez, pedían la puesta en libertad del cambadés a la espera del dictamen definitivo. Los magistrados entendían que no había riesgo de fuga ni de reincidencia y dejaban a Saro en la calle.
Prostitutas y güisqui de etiqueta negra
Amante de las fiestas con cocaína, prostitutas y güisqui Johnnie Walker etiqueta negra, a Baltasar Vilar le pierden las mujeres. Y la Policía lo sabe. En febrero de 2009, en la calle de nuevo, aparece varada en Nigrán la Patoca’ la planeadora más grande y más potente jamás construida.
Manuel Abal Feijoo, Patoco, la había mandado a construir al gusto de Saro en un astillero clandestino. Le costó medio millón de euros. Medía 18 metros de eslora, llevaba siete motores y tenía una potencia de 2.100 caballos. Podía alcanzar los 70 nudos, unos 120 km/hora. Era un monstruo marino. Con ella Saro era capaz de navegar hasta mitad del Atlántico en busca de un barco cargado de cocaína para hacer el trasbordo en alta mar.
Tras abandonar la Patoca, Saro se escondió en un piso de Ames (La Coruña). Huyó corriendo por el monte. La Policía no sabía dónde estaba. Su banda sólo lo sacaba de allí para realizar descargas. Pero Baltasar Vilar se equivocó. Llamó a una amante que tenía pinchado el teléfono. La Policía se puso en contacto con ella y la mujer colaboró con los investigadores. Saro acabó detenido de nuevo, aunque salió en libertad con cargos a los pocos meses.
Pero en 2012, Saro volvió a reincidir. Se le detuvo en la isla de Madeira con una planeadora mientras esperaba el aviso para salir al encuentro del pesquero Ratonero, que transportaba 3.500 kilos de cocaína. Una vez en España ingresó en prisión para, meses después, recuperar otra vez la libertad con una nueva acusación de narcotráfico bajo el brazo que sumar a las anteriores.
A finales de 2013, sabiendo que había sido condenado a 22 años de cárcel por la operación en la que se le detuvo en el piso gracias a la colaboración de una de sus amantes, y a las pocas semanas de ser sentenciado a otros 11 años por el alijo del barco Ratonero, Baltasar Vilar se fugó de España para nunca más volver. Al menos por el momento o que sepa, porque para todos sigue siendo un fantasma sin rostro que vaga por el reino de Marruecos.
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