Lorenzo, de dos meses, fue maltratado hasta que murió; un hospital diagnosticó un cólico
Su padre Nico, un uruguayo de 20 años, llevaba pocos meses en Cataluña y declaró haber zarandeado a su hijo recién nacido y haberle provocado lesiones mortales
28 enero, 2019 01:33Noticias relacionadas
A Nico le molestaba que su hijo Lorenzo llorase. Padre primerizo de sólo 20 años, recién llegado a España y habitual consumidor de estupefacientes, a Nico le estresaba el llanto del bebé. En los berrinches, Nico Vidal perdía los estribos y maltrataba al crío, tal y como acabó confesando ante el juez. Lo zarandeaba y lo volteaba sin darse cuenta de que lo estaba matando. Al final, el pequeño Lorenzo no resistió. Las lesiones eran demasiado graves. Tras un infructífero periplo por varios hospitales catalanes donde sólo a última hora se percataron de los malos tratos, el corazón del niño dejó de latir. Tenía sólo 2 meses de vida.
Andrés Nicolás Tucceli Vidal, ‘Nico Vidal’, es el hombre que ha reconocido haber maltratado a su hijo de dos meses, infligiéndole las lesiones que le han provocado la muerte. Tiene sólo 20 años y apenas llevaba 3 meses en Pineda de Mar, una localidad situada entre Barcelona y la Costa Brava. Aquí llegó en verano junto a su mujer Luli (Lucía, también de 20 años) y su suegro, desde el departamento de Canelones (Uruguay).
En Uruguay se quedó embarazada Luli, con la que Nico lleva algo más de un año de relación. Emprendieron el viaje a España al poco de saber que iban a ser padres. Tenían la certeza de que las cosas les serían más sencillas si el niño nacía en Europa. Así, abandonaron Ciudad de la Costa (a media hora de Montevideo) y pusieron rumbo a Cataluña. En sus redes sociales, entretanto, Nico celebraba la próxima llegada de su hijo. Fotos de la ecografía, muchos corazones y frases de amor para un crío al que acabaría matando.
Soñaba con su hijo jugando en el Barça
Nico, que firma con su segundo nombre y su segundo apellido, es hincha de Nacional de Montevideo, el equipo en el que debutó su ídolo, Luis Suárez, y en cuyas categroías inferiors aseguraba Nico haber jugado. Aquí en España era hincha del Barça, el equipo en el que juega Suárez. Puesto a soñar, Nico veía a su pequeño Lorenzo jugando en el Barça, igual que Luisito.
Pero las ilusiones se truncaron pronto. Sin oficio conocido, la vida de los tres uruguayos en Cataluña no resultó fácil. Los ubicaron en un piso de la calle Jaume I, tal vez la zona más deprimida de Pineda de Mar. Un lugar tan olvidado por la administración que todavía mantiene la placa de la calle en castellano, una auténtica rareza en la Cataluña actual.
Viviendo en un bloque de okupas
Los alojaron en el número 69, un bloque ocupado casi en su totalidad. “Más del 80% son okupas”, asegura uno de los pocos vecinos que reside ahí de forma legal. Cuentan que Nico y Luli fueron allí emplazados de forma legal por una asistenta social, y que el padre de Lucía ocupó un piso vacío en la planta de arriba para que el matrimonio tuviese intimidad. En ese entorno vino Lorenzo al mundo.
En esa intimidad perdía los papeles Nico. La paternidad se le hizo muy cuesta arriba. Además, había vuelto a consumir drogas tras varios años limpio. Entre los nervios y el colocón, pagaba sus frustraciones zarandeando al pequeño. Así le provocó lesiones graves que Lucía, asegura, tardó en descubrir.
Ella sostiene que no percibió malos tratos. Ni a ella ni a Lorenzo. Que era un padre que daba biberones y cambiaba pañales. Pero sí que reconoce que Nico “se estresaba” cuando el crío lloraba y se le iba la mano. Que ella ya le había llamado la atención en algún momento por ese motivo, porque él no se daba cuenta.
Así, Nico era un padre ejemplar de puertas hacia afuera. Fotos con el niño en brazos, alimentándolo o sonriendo. Le ponía al crío un gorro con el escudo del Barça y lo subía a sus redes, obteniendo así una imagen de padrazo. Pero de puertas para adentro le sobrepasaba la situación y reaccionaba agrediendo al bebé.
"El niño tiene cólicos; cambie la leche"
A Lorenzo lo llevaron al Hospital de Calella el 23 de diciembre, al detectarle un derrame gris encima del labio.Ese fue el único momento en el que una enfermera desconfió de la situación familiar en la que estaba creciendo el crío. APuntó que lña familia tenía graves carencias de educación sanitaria. Pero nadie le hizo caso.
Tres días más tarde, Nico y Luli acudieron con el bebé al CAP de Pineda de Mar por el mismo motivo. El diagnóstico médico, curioso cuanto menos: el niño tenía cólicos de lactante y estaba estreñido. Le recomendaron que cambiase de leche infantil. A casa.
El día 28 de diciembre, día de los inocentes, llevaron a Lorenzo al Hospital de Mataró porque tenía fiebre y falta de apetito. Asegura Lucía que el niño no tenía una sola marca de malos tratos. Los médicos los volvieron a mandar a casa, pero el pequeño cada vez estaba peor. El 2 y el 3 de enero volvieron a acudir al CAP de Pineda de Mar, con idéntico diagnóstico: “son cólicos, cambie usted de leche”. Al volver a casa, el niño colapsó. Empezó a convulsionar, consecuencia de la falta de tratamiento. Lo llevaron al Hospital de Mataró, desde donde fue trasladado de urgencia a la Vall d’Hebrón.
Un derrame cerebral
Fue en ese último hospital donde identificaron las posibles causas del estado crítico de un niño tan pequeño. Tenía lesiones en las costillas y, sobre todo, un derrame cerebral. Era producto de una sacudida de esas que Nico, cuando iba muy puesto, le pegaba al crío para que dejase de llorar.
El pequeño Lorenzo ha estado medio mes en coma inducido. Las lesiones eran irreversibles. Tas pelear contra la vida y la muerte, los médicos certificaron su muerte el 21 de enero a las 2 de la tarde en el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona.
El caso ya se había hecho público antes del fallecimiento, por lo que los propios vecinos de Pineda de Mar convocaron concentraciones de repulsa en la puerta del bloque 69. Nico fue el primero en largarse. Sabía que le estaban buscando. Tras declarar ante el juez, que lo dejó en libertad con cargos, Nico Vidal abandonó su hogar antes del deceso.
Un par de días después lo harían Luli y su padre. Se quejaban de que los vecinos les querían agredir. Que les habían arrancado la puerta del buzón y les habían amenazado. También se largaron del pueblo, en dirección contraria a Nico. En el bloque ya no queda nadie de aquella familia que vino en Uruguay. El resto de vecinos no quieren hablar. La mayoría vive allí de forma ilegal. No los conocían. “Se escuchaba llorar, pero es lo normal cuando hay un bebé, ¿no?”, se pregunta un vecino senegalés, sin querer añadir más a la historia.
La Generalitat dice que se actuó correctamente
Y mientras, en el Departament de Salut de la Generalitat de Cataluña siguen defendiendo la buena praxis de los médicos en el caso Lorenzo. Nadie detectó los malos tratos, y cuando lo hicieron, primero no le dieron importancia y luego fue demasiado tarde. Pero la investigación del gobierno concluye que “la actuación fue correcta (…) y el comportamiento de los padres con su bebéen el hospital no difería del del resto de padres”. Además, apuntan que la voz de alarma que dio la enfermera de Calella fue respondida activando el protocolo que “corresponde a la detección de factores de riesgo leve”.
Ahora, Lorenzo está muerto, su madre y su abuelo han huido por un lado y su padre, el que lo mató, por otro. Todavía existe la posibilidad de que Nico sea imputado por el homicidio del bebé, pero de lo que no hay posibilidades es de recuperar la vida de un crío de dos meses que no sabía que su padre lo iba a acabar matando para que dejase de llorar.