La zona cero tras el rescate de Julen: arrasada como un cráter con dos pozos tapados
Cuatro días después del desenlace, no queda rastro del operativo de rescate de Julen en el Cerro de la Corona. Solo los dos pozos sellados, sillas de plástico y botellas de agua en medio de un paisaje desértico.
29 enero, 2019 03:38La imagen más bien recuerda a un paisaje volcánico. Una suerte de cráter, miles de años después de haber erupcionado. No queda nada, ni nadie. Tan solo dos orificios encamisados y sellados que se sitúan en el centro de esa nada. Resulta difícil pensar que cuatro días atrás, este lugar, ahora inhóspito, con esas dos aberturas en el suelo, fue el centro de atención de todo el país. 200 metros cuadrados de miles de toneladas de tierra removida que conformaron la zona cero del rescate de Julen, en el Dolmen del Cerro de la Corona, la sierra del malagueño Totalán.
EL ESPAÑOL accede a la zona en la que un operativo de 300 personas trabajaron sin descanso para rescatar a Julen, el niño de dos años que se precipitó a un pozo, en la finca de su tío, el 13 de enero, y que a las 01.25 horas del pasado sábado, 13 días después de que todo comenzase, fue hallado sin vida en el metro 71.
En ese instante, cámaras de cientos de medios de comunicación españoles y extranjeros apuntaban sus objetivos de largo alcance hacia ese lugar de la sierra. El punto al que muy pocos podían acceder, pero que todos querían ver. Allí, ocho mineros de la Brigada de Salvamento de Asturias, repartidos en turnos de dos en dos, finalizaban, después de varios imprevistos con la dureza de la tierra, el túnel horizontal, a 60 metros bajo tierra, para dar con el pozo en el que estaba el cuerpo del niño. Una vez dieron con él, fue Nicolás Ranco, uno de los agentes del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM), el encargado de sacar a Julen sin vida del pozo.
La mayor obra de ingeniería en España
Encima de ellos, en la superficie, un operativo que días atrás había sido un ir y venir de excavadoras, perforadoras, decenas de vehículos, helicópteros, carpas de descanso para agentes y mineros, y un sinfín de profesionales, entre ellos bomberos, sanitarios, ingenieros de carreteras, caminos, geólogos, topógrafos y espeleólogos, que habían colaborado de día y de noche para localizar al niño. Una operación de rescate que se había convertido en la mayor obra de ingeniería civil humanitaria hasta el momento en España en una superficie de 200 metros, y que, en condiciones normales, habría tardado meses en finalizarse por todas las dificultades que se fue encontrando por el camino.
Ahora, días después, cuando este periodista llega al punto de la carretera que da acceso a Totalán, una vez todo ha terminado, apenas hay movimiento, ni siquiera se ven vecinos. Lo mismo ocurre cuando sigue avanzando por la vía que lleva hacia el pueblo vecino, Olías, y que en uno de sus puntos, a mano derecha, da entrada a la finca que mantuvo en vilo a toda España durante 13 días.
Hasta aquel entonces, la Guardia Civil prohibía el acceso a ese camino. En esta ocasión, sin embargo, está abierto y apenas quedan un par de coches aparcados en frente, y media decena de operarios, que intentan recoger la última de las máquinas que quedan del operativo. Una de las perforadoras que ayudó a hacer el túnel horizontal, en paralelo al pozo donde se encontraba Julen. Mientras los trabajadores se esfuerzan en darse gritos para intentar reducirla para que finalmente pueda abandonar la zona, a su lado derecho, pueden verse dos brocas de larga dimensión, elementos de dicha máquina que también se utilizaron para perforar la tierra.
Ambos elementos son el único resquicio que queda del operativo en esa zona. Ante la incertidumbre de si se puede acceder al camino y con él, a la zona cero del rescate, este periodista le pregunta a los operarios si efectivamente se puede visitar el lugar. "¡Sí, claro, el camino es todo tuyo!", responden entre gritos.
Por delante, un camino de unos 200 metros de tierra en cuesta prolongada, por los que días antes han transcurrido un sinfín de vehículos y máquinas de extraordinarias dimensiones. Motivo por el cual, también se tuvo que ensanchar dicha travesía para que pudiesen transitar sin inconvenientes. Este periodista continúa su andadura, dejando a ambos lados del camino zonas donde se pueden advertir grandes fincas de campo verde, arboles y varias casas, pero cuando llega al final del mismo, el paisaje se antoja bien distinto.
La tierra que crea el camino se extiende por todas partes. Hay montones de ella, a diferentes niveles y a varios metros a la redonda, acompañada también de grandes masas de roca. Se ha manipulado un total de 85.000 toneladas de tierra, a cuyo trabajo se dedicaron más de 60 empresas distintas. "Se ha movido tierra como para parar siete aviones", aseguraba este lunes el guardia civil que rescató a Julen. La zona es completamente desértica. Si no se advierten los alrededores, poblados de verde, entre los que se distinguen las casas de Totalán, y en los que si se mira hacia el horizonte, puede observarse la costa malagueña, este espacio más bien recuerda a un paisaje volcánico o una cantera de tierra y roca, una especie de abismo.
Ni rastro de máquinas
No hay vida por ninguna parte. Ni rastro de ninguna de las máquinas que trabajaron en el operativo. Si se avanza por la tierra, solo se advierten algunas botellas de agua tiradas entre la tierra, sillas de plástico -donde seguramente más de un operario pasaría horas y horas de tensión ante la incertidumbre de cuándo sería el final- y tres bombonas de oxigeno tiradas y seguramente empleadas por los brigadistas asturianos cuando bajaban al interior del pozo.
Y al final, pasando entre dos grandes masas de tierra, el epicentro de la tragedia. La zona, ahora rebajada 30 metros, en la que se puede advertir al fondo el fatídico pozo, de 25 metros de diámetro y 103 de profundidad, al que Julen se precipitó el 13 de enero, cuando estaba en la finca de su tío, ahora encamisado y sellado, y dónde figura una cruz roja en señal de duelo.
En paralelo al mismo, el túnel vertical de 60 metros, por el que los rescatadores bajaron y pudieron dar con el pequeño. Ese lugar, al que todos los medios enfocaban, donde trabajaban dos excavadoras, y se podía ver la carpa de los mineros, y una furgoneta de la Guardia Civil con toldos, y que hoy, no parece haber sido siquiera algo parecido. Un total de 288 horas de entrega y profesionalidad por Julen, y que ahora han quedado arrasadas por la tierra.
La finca
Resulta difícil imaginar que tan solo hace quince días, este terreno, ahora desértico, fuera una finca en la que los padres de Julen, junto a su prima y su novio, David -el dueño de la finca-, se dispusiesen a hacer una paella, hasta que poco después Julen se precipitase por el agujero del pozo y comenzase una pesadilla que duraría 13 días.
Todavía quedan muchas dudas por resolver en relación a cómo murió Julen y por qué ese pozo estaba destapado. Según ha revelado El Mundo, la Guardia Civil ha hecho una reconstrucción del camino que cree que hizo Julen hasta el pozo ilegal a través del cual se precipitó en Totalán (Málaga). El niño de dos años se encontraba sentado en una zanja en forma de L comiendo un paquete de gusanitos que se encontró dentro de la prospección. Su madre le había dejado al cargo de su padre que se encontraba haciendo una paella.
Cuando el progenitor se fue un momento a por unos troncos para hacer un pequeño fuego que calentase el arroz y alzó la mirada, vio cómo su hijo se precipitaba a través del pozo y se acercó rápidamente a socorrerle. Incluso le escuchó llorar. En su primera versión no había reconocido haberlo visto caer.
El pozo ilegal, según fuentes de la investigación, se había abierto el 18 de diciembre y en los días previos al suceso se habían hecho una serie de obras ilegales en la misma zona. Se rebajó la montaña ganándole terreno y se hizo una zanja donde se preveía la construcción de un muro de contención que evitase posibles desprendimientos de tierra sobre una vivienda que se quería hacer allí el dueño de la finca y novio de la prima del padre de Julen. La maquinaria que se usó movió la gran piedra que había usado el pocero para tapar el agujero y éste quedó en la parte más corta de la zanja en forma de L.
Pero lo cierto es que el pocero, que hizo el agujero por el que se precipitó Julen, niega que se construyese ninguna zanja en forma de L. ¿Quién dice la verdad y quién miente? Será la magistrada del Juzgado de Instrucción número 9 de Málaga -que investiga el caso Julen- quien responda esa pregunta.