El tesoro que Indalecio Prieto manejó en México mientras otros republicanos pasaban hambre
El próximo 23 de febrero se cumplirán 80 años del mayor expolio cultural y económico cometido nunca al Estado español.
5 febrero, 2019 03:26Noticias relacionadas
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El próximo 23 de febrero se cumplirán 80 años del mayor expolio cultural y económico cometido nunca al Estado español y, al que la ley de la Memoria Histórica y ese tiempo que todo lo borra, terminará cubriendo con oscuro velo. Quizás, porque quien finalmente lo perpetró en México fue un insigne socialista, Indalecio Prieto, aunque el inicio del verdadero saqueo comenzara a fraguarse a los 58 días de la sublevación militar del general Franco.
El presidente Pedro Sánchez, que en su reciente visita a México olvidaba recordar que en 2019 se cumplen 500 años de la llegada de Hernán Cortés a las costas mexicanas de Veracruz; quizás la mayor gesta militar, cultural y social de nuestra historia, se afanó por el contrario en el recuerdo de los exiliados republicanos: “Hombres y mujeres –dijo Sánchez–que tuvieron que huir de su patria por sus ideas”.
Pero, para ajustarnos a la realidad histórica, no solo se emigró por ideas. Una gran parte de aquellos primeros exiliados llegaron huyendo de una guerra que no era la suya, del miedo y del hambre; otros, ante el temor a las represalias franquistas por sus responsabilidades políticas antes y durante la Guerra Civil española.
En México, meses antes de que acabara la Guerra Civil, ya se encontraban dirigentes republicanos organizando el que podría considerarse el mayor saqueo cultural y económico de la Historia. La gran traición, si consideramos que la estrategia del expolio económico y cultural comenzó a fraguarse a los pocos días del denominado golpe militar de Franco, Mola y Sanjurjo, ante la certidumbre de que perderían la guerra.
El exilio republicano en México comenzó en 1937. Se calcula que entre ese año y 1940 llegaron mas de 22.000 españoles. La oleada más significativa llegó el 23 de junio de 1939 a Veracruz, a bordo del buque Sinaia. Exactamente 1.599 españoles, pertenecientes mayoritariamente al sindicato socialista UGT, que permanecieron esperando su partida en los campos de internamiento franceses de Argelés-sur-mer, Saint Cyprien, Barcarés. También periodistas, abogados, ingenieros, militares, comisarios, fiscales, espías del SIM, altos funcionarios, amas de casa y niños. Todos en busca de un futuro mejor lejos de España y a salvo de represalias.
EL VITA
El 22 de Marzo de 1939, España aún seguía en guerra. Los aviones Savoia italianos bombardeaban Valencia y Denia. Se combatía en Córdoba y en Cartagena y Murcia. Barcelona había caído en febrero y Madrid estaba a punto de rendirse.
Frente a las costas de Veracruz (México), un barco con bandera norteamericana, El Vita, permanece fondeado frente a la dársena del puerto. En el interior hay nerviosismo porque nadie acude a recibirles y la carga no puede pasar por la aduana. No se atreven a desembarcar mientras no reciban órdenes. Viajan en él Enrique Puente, jefe de la sanguinaria “Motorizada”, los guardias de asalto vinculados al ministro Indalecio Prieto, un grupo de carabineros de la máxima confianza que ha prestado “servicios especiales” en la guerra, el capitán vasco José Odoríca, 22 de sus marineros... y algo inesperado que no era de carne y hueso: un inmenso tesoro de oro, brillantes, alhajas, reliquias, incunables y cuadros de gran formato de un valor extraordinario requisados durante la guerra a particulares e instituciones.
Habían partido secretamente del puerto francés de El Havre el 26 de febrero logrando burlarlos. O más probablemente gracias a la colaboración del gobierno francés que a pesar de su neutralidad apoyaba a la república haciendo la vista gorda a cargamentos que iban y venían de un lado al otro de la frontera. En Southampton (Reino Unido) descargaron valijas de documentos y pertenecías personales del entonces presidente de la república, Juan Negrín, y del doctor José Puche, ambos lejos de España y del frente.
El 4 de marzo, al caer la noche, el barco partió con rumbo a México, fijando el capitán una ruta inusual para evitar ser interceptado por submarinos alemanes o por la armada del Reino Unido que, por entonces, había reconocido al gobierno de Franco y alertada por los servicios de inteligencia nacionales del contenido que escondía el barco en las bodegas. Como buen marino, Odoríca fijó un rumbo por debajo de las islas Canarias y desde allí a las Antillas a donde arribó el 13 de marzo sin lograr establecer la comunicación acordada con Negrín, José Puche o Joaquín Lozano para quienes iba consignada la carga.
Mientras en la Ciudad México el que fuera ministro de Hacienda, Obras Públicas, Marina y Aire y Defensa Nacional durante la II República, Indalecio Prieto, preparaba el terreno gracias a la relación de amistad con el entonces presidente mexicano Lázaro Cárdenas, cuyo gobierno envió generosamente fusiles y cartuchos a España.
La presencia en el barco de Enrique Puente, hombre de la máxima confianza de Prieto confirma la teoría de que el ministro era plenamente conocedor de la llegada del barco y de su contenido a pesar de que la historia hable de coincidencias.
Con la connivencia del presidente Cárdenas se permitió que el Vita atracará en un puerto mas alejado de miradas indiscretas, en Tampico, en donde, el 30 de marzo de 1939, en el muelle de Petróleos Mexicanos, se procedió, con nocturnidad a la descarga sin que ésta pasara control aduanero alguno. ¿Qué motivos impulsaron al presidente Cárdenas a apoyar a Prieto y concederle el honor de ser la máxima autoridad española en México? Al parecer, Prieto era un hombre con grandes dotes de persuasión y ambos lograron entenderse y fraguar una larga amistad.
El valioso tesoro que escondía el Vita en sus bodegas se transportó hasta Ciudad de México en un vagón militar bajo la supervisión personal de Indalecio Prieto y de Núñez, un general mexicano de confianza del presidente.
La historia ha querido contarnos que cuando el doctor Puche finalmente llegó a México para hacerse cargo del botín, este se negó a recibirlo al ver –dijo- que las cajas estaban abiertas y todo en un completo desorden. Cajas con lingotes y monedas de oro, plata, brillantes, reliquias sustraídas a la Iglesia entre los que se encontraban relicarios, sagrarios, esmeraldas, miles de perlas del manto de la Virgen del Sagrario de la catedral de Toledo, incunables, reliquias joyas sustraídas a particulares, a lo que habría que sumar los valores bursátiles que los dirigentes republicanos se encargaron de enviar al extranjero, títulos de propiedad de 22 aviones de guerra y motores de aviación que nunca llegaron a España.
Incluso en aquellos baúles llegaron cajas del montepío de Madrid donde muchos españoles guardaban sus dineros y miserias. Hoy pueden verse alguna de esas cajas en el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia de México) ya que hace años fueron encontradas junto a restos de relojes y custodias en una de las lagunas del volcán Nevado de Toluca.
Si nos atenemos al inventario de la carga que cita Amado del Rosal, director de la Caja de Reparaciones, el organismo republicano a donde fueron a parar todos los bienes incautados a Instituciones, o particulares sospechosos de simpatizar con los “nacionales”, los llamados “desafectos”, en el Vita viajaron también cuadros de un gran formato de un “valor extraordinario” de cuyo destino jamás se supo, ya que Prieto fue lo suficientemente hábil para no realizar inventario alguno de los bienes. Ni rastro de aquellas telas de Velázquez, Zurbarán, Murillo, Goya, Zuloaga y Sorolla que cuenta la leyenda siguen formando parte de la colección de altos funcionarios mexicanos, o quizás, como se dice, formen parte de alguna gran colección norteamericana de Nueva York, a donde Prieto viajó con frecuencia.
Durante años, los servicios de inteligencia del régimen franquista hicieron lo imposible por recuperar el tesoro, en algunos casos en operaciones secretas. En marzo de 1940 incautaron en Veracruz (México) de Juan Ignacio Pombo, piloto español, documentos que revelaban un plan para recuperar todos estos bienes. Al parecer el aviador trataba de contactar con el general Gustavo León, muy próximo al entonces candidato a la presidencia Juan Andreu Almazán, para proponerles hacerse con el tesoro a cambio de financiar su campaña electoral. Varias de estas operaciones secretas organizadas desde Madrid terminaron en fracaso.
Los amplios recursos económicos de Prieto en México le permitieron organizar un red de contraespionaje que replicaba el servicio de inteligencia creado en España en 1937. El temido SIM. Pocas cosas escaparon a su control. Nadie como él conocía el modus operandi de los servicios de inteligencia y sobre todo cómo pagar los servicios prestados.
José Gallostra y Coello de Portugal, representante oficioso de la España franquista en México murió asesinado en febrero de 1950 a manos de anarquistas españoles. El gobierno mexicano jamás condenó el crimen ni dio muestras de condolencia, limitándose a una investigación policial.
Sin embargo, lo que Indalecio Prieto no pudo evitar fue el robo permanente de los suyos. Dos de sus personas de confianza, Emilio Palomo, quien participó en el saqueo de joyas, custodias, y riquezas como el manto de la Virgen de las 50.000 de la Virgen del Sagrario de la Catedral de Toledo en 1937 que terminó formando parte del Tesoro del Vita (su firma figura en el acta de aquel expolio), y Luis García Galiano, antiguo concejal del ayuntamiento de Toledo, lograron burlar la vigilancia del taller instalado por Prieto en un anexo a su domicilio en México, donde se fundía oro y plata y desgastaban joyas para no ser reconocidas en el futuro por sus legítimos propietarios. Ambos, reconocieron haberse hecho de un botín compuesto por dos Pulseras de platino y brillantes, broche de platino, cinco brillantes medianos, un brillante suelto antiguo, dos pulseras de oro y platino, un broche de oro para collar, seis pendientes de oro y brillantes, dos anillos de platino, tres broqueles de oro y plata, 12 coronas de platino y brillantes, dos brillantes suelto de color de 5,22 y 5,7 Kt., dos montaduras de oro y brillantitos y un fragmento de pulsera de oro y brillantes. Cuenta la historia que el robo se descubrió gracias a la “generosa” delación del joyero Mijares, que devolvió parte de lo robado.
Los datos que la historia nos ofrece de la contabilidad de aquel expolio son exclusivamente los que Prieto y los suyos quisieron reflejar en las cuentas de la JARE (Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles).
Una primera partida de 1.488 kilos de oro que se vende precipitadamente al Banco de México, con la exención de impuestos otorgada generosament, por el presidente Lázaro Cárdenas nos da cuenta del volumen del tesoro
Una inmensa fortuna estimada entonces en 300 millones de dólares que permitió a Prieto vivir como un gran magnate en la mansión que adquirió en la Avenida Nuevo León de Ciudad de México y convertirse el gran aliado de presidentes y candidatos a la presidencia mexicana, a los que cultivó como deseaban hasta su muerte en 1962.
Oficialmente, los beneficios del expolio estaban dirigidos a mantener al exilio republicano, la llamada JARE; pero si nos atenemos a los hechos, y las cartas enviadas a Prieto por aquellos exiliados, esa ayuda no siempre llegó a buenas manos.
“Los que suscriben, refugiados políticos españoles y como tales titulares del patrimonio que usted como presidente de la JARE tiene en su poder (…) Lejos de cumplir con aquellos deberes, la JARE, así como el Comité Técnico, han prostituido su función, distribuyendo el dinero común de modo ilícito entre los amigos y partidarios de los gestores del mismo, obligando a la masa a vivir en la más paupérrima de las miserias (…) Entre tanto, usted y sus parientes y amigos viven en casas suntuosas como la que usted posee en Nuevo León 103, y dilapidan crapulosamente el dinero colectivo (…) A cuenta del patrimonio de los refugiados, ustedes llevan una conducta en este país que hace honor a los plutócratas y terratenientes españoles contra quienes el pueblo vertió su sangre en la guerra civil", cuentan exiliados republicanos.
Al poderoso lobby creado por Prieto en México se le debe que España no perteneciera a Naciones Unidas hasta 1955 y que México fuera el ultimo país del mundo en reconocer al gobierno español hasta 1977.
La historia del exilio español de lo que nos habla es de la extraordinaria contribución del papel desempeñado por los insignes médicos, profesores, empresarios, obreros e intelectuales como Josep Renau, Ramón Gaya, Kati Horna, Wenceslao Roces José Bergamín (cuyo silencio ante el expolio artístico de la república es significativo), de la fundación del Colegio de México, del Ateneo español de la calle Hamburgo que visitó esta semana al presidente Pedro Sánchez. Pero omite las miserias, el hambre y el olvido que padeció la gran mayoría de exiliados españoles en contraste con la vida de lujo de aquel lobby de republicanos a quienes la historia, incomprensiblemente, continúa tratando como héroes.
Se cumplen 80 años de la llegada a México de una dolorosa diáspora de exiliados que llegaron huyendo de la miseria y del recuerdo, pero también 80 años de un expolio que la Ley de la Memoria histórica pretende que olvidemos.