Cuando Martín Zamora se presentó en el cuartel de la Guardia Civil en Barbate con sus gafas de sol oscuras y su traje de chaqueta negro, el sargento sólo empezó a confiar en aquel hombre alto y canoso al observar que unos marroquíes que habían llegado poco antes lo reconocieron y se acercaron a hablar con él. Hasta ese momento, el agente de la Benemérita se había mostrado receloso con ese señor que aseguraba que podía ayudar en las tareas de identificación de los inmigrantes que en las últimas horas estaban apareciendo ahogados en las idílicas playas de Cádiz. No en vano, Zamora se dedica a ello desde hace más de dos décadas.
“Aquel pequeño grupo de marroquíes, tres o cuatro, sabían quién era yo, mi pasado, y conocían a algunos de los chicos que estaba escupiendo el mar. Querían ayudar a sus familias a identificarlos para su posterior repatriación y entierro en un cementerio musulmán”, explica este murciano de 59 años, alto y con perilla cuidada al milímetro.
Zamora fuma pitillos rubios sin parar. De la marca Chesterfield. Enciende uno tras otro mientras los aprieta entre sus labios. “En ese momento, el sargento se dio cuenta de que le podía ser útil”, dice. “La Guardia Civil se activó de inmediato. Gracias a su labor y a la del juzgado, la mayoría de los muertos ya han sido enterrados en su país de origen”.
Una semana antes de que Martín se presentase en aquel cuartel había naufragado una patera con 25 inmigrantes a bordo. 24 procedían de Marruecos. Uno era de Pakistán. Las nacionalidades se conocieron después, tras un arduo trabajo. Aquel drama humano, que abrió informativos de televisión y llenó páginas de periódicos, sucedió el 5 de noviembre de 2018.
Las aguas del Estrecho los engullieron durante un temporal. Viajaban en una embarcación de madera que había partido horas antes desde una playa de Kenitra, a 220 kilómetros más al sur, al noroeste de África.
No hubo mafias de por medio a las que pagar. Los propios chicos -todos varones, todos jóvenes- se organizaron durante las semanas previas para costearse el viaje y lanzarse a las aguas que separan el continente más rico del mundo, Europa, del más pobre.
Mohamed, Adid, Mourad... : había dos chicos de 16 años
Con el paso de los días ese mismo mar fue escupiendo cadáveres. Un día, uno. Al siguiente, dos o tres más. 21 muertos aparecieron en las playas de Barbate. Los otros, entre Chiclana y Chipiona. Por entonces eran simples finados sin nombre ni edad.
Un mes después, en diciembre, Martín Zamora ya había ayudado a identificar a la mayoría de ellos. Se llamaban Abderrahim, Mohamed, Younnes, Abdelilah, Adid, Mourad, Ayoub... Dos de ellos tenían 16 años. Ninguno superaba los 40.
Luego, en coordinación con el Consulado de Marruecos en Algeciras, viajó hasta el país vecino para entregar 20 de los 25 cadáveres a sus respectivas familias. Cinco eran de Kenitra, cuatro de Mequinez (ciudad del interior marroquí) y 11 de Salé, urbe de la periferia de Rabat.
La magistrada del Juzgado de Instrucción número 2 de Barbate permitió a Martín que colabora con la Guardia Civil en la identificación. Un periodista marroquí afincado en Madrid le ayudó a contactar con las familias de los chicos poniendo un anuncio en Facebook.
A Zamora le enviaron fotos, le describieron cómo iban vestidos cuando partieron y le explicaron si llevaban anillos o tenían alguna cicatriz en la piel. Así pudo aportar un informe detallado de cada uno de ellos a la Guardia Civil, que cotejó esa información con los cadáveres y los objetos personales que les encontraron.
“Cuando la jueza aprobó la repatriación hice varios viajes a Marruecos. Fui llevando a los chicos poco a poco. Coincidió que los repatriamos durante las Navidades. Lloré mucho al entregarlos a sus seres queridos. Tuve la sensación de que era un rey mago que les devolvía algo muy valioso”, cuenta Martín Zamora este viernes desde la oficina de su funeraria, Southern Funeral Assistance, ubicada en Los Barrios, una localidad gaditana de la comarca del Campo de Gibraltar, muy cerca del Estrecho.
777 ahogados en 2018
En 2018, según la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDH-A), 64.120 inmigrantes llegaron a España a través de lo que se considera la 'frontera sur' del país (Ceuta, Melilla y la costa andaluza). La citada ONG estima que 57.537 de ellos lo hicieron por vía marítima, y que 51.711 llegaron hasta Andalucía.
La Agencia de Refugiados de la ONU (ACNUR) eleva la cifra hasta las 65.400 personas. En su último informe de balance migratorio, titulado Viajes desesperados, Naciones Unidas cifra en 777 los muertos en el mar durante 2018. El año anterior fueron 202, un 74,1% menos. El Ministerio del Interior da una cifra casi idéntica: 769 ahogados.
La APDH-A asegura que “al menos 1.064 personas” -contando los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla- perdieron la vida intentando alcanzar territorio español. “Una cifra horrible”, aseguran, sólo superada en 30 años de inmigración en 2006, cuando se produjo la ‘crisis de los cayucos’.
La ropa y otros objetos personales
Martín Zamora aterrizó por casualidad en Los Barrios. Medio arruinado, unos amigos suizos de su exmujer que se afincaron en la localidad campogibraltareña lo acogieron en su casa. Como siempre se había dedicado a los seguros de decesos, en 1997 montó su propia funeraria y empezó a trabajar con aseguradoras.
Al poco de llegar a la zona, Martín se topó con la realidad de la inmigración irregular. Un día, al poco de montar su empresa, la Guardia Civil lo llamó porque había que acudir a levantar los cadáveres de 17 inmigrantes marroquíes que habían muerto intentando llegar a Tarifa en patera.
Durante semanas fue imposible identificarlos. Pero Martín había encontrado un papel con un número de teléfono escrito dentro del bolsillo del pantalón de uno de los chicos muertos. Llamó, pero no hubo suerte. A los pocos días se pusieron en contacto con él desde ese mismo teléfono. Era el primo de uno de los muertos. Vivía en España.
Al final, la Guardia Civil entregó a Martín la ropa de todos los cadáveres y los objetos personales que les encontraron. Él lavó y secó aquellas prendas, las metió en cajas y se las llevó a las aldeas de Marruecos de donde aquel chico le dijo que habían partido los muertos.
Una vez allí, las fue mostrando a sus vecinos. “Las colgaba como en tenderetes de mercadillo. Las familias fueron identificando los pantalones o los zapatos que llevaban cada uno. Así repatrié a los primeros ahogados en el Estrecho. Hoy llevaré unos 500”.
Cinco cadáveres por repatriar del último naufragio
Por el momento, a Martín le restan cinco cadáveres que repatriar de la última patera que se fue a pique. Pero el proceso aún puede tardar. Al llegar los cuerpos a otras playas de Cádiz, un juzgado de Chiclana de la Frontera y otro de Sanlúcar de Barrameda se hicieron cargo de los finados.
Se está a la espera de que la Guardia Civil obtenga muestras de ADN de las familias para cotejarlas con la de los ahogados. Los jueces, en esos casos, han tomado otras vías de identificación. Mientras, los restos se encuentran enterrados en camposantos gaditanos.
Cuando la Justicia confirme que son quienes reclaman sus allegados, Martín Zamora los subirá a su furgoneta funeraria, cruzará con ellos en ferry desde Algeciras hasta Tánger y los llevará después por carretera hasta sus lugares de origen.
Una vez en Marruecos, los entregará a sus familias para que los entierren en un cementerio musulmán. Los gastos de repatriación se los pagará el Consulado de Marruecos en Algeciras.
“Más allá de que me dedique a esto como negocio profesional, me convertí al Islamismo hace 21 años y sé que para todo musulmán es muy importante que te entierren en un cementerio de la religión que profesas”, explica Martín. “Cuando una madre recibe el cuerpo de su hijo llora mucho pero también siente consuelo. Eso gratifica más que el dinero”.
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