Desde hacía 15 años, el narcotraficante Manuel Miranda Velasco, nacido en un pueblito asturiano de apenas 250 habitantes, llevaba una doble vida para escapar de las autoridades policiales españolas. Se había convertido en un fantasma. Exfuncionario de prisiones y persona cercana a Sito Miñanco -uno de los mayores narcos gallegos; ahora entre rejas- a Miranda le iba bien haciéndose pasar por un peruano llamado Bruno Michi Travia.
Bajo ese nombre se escondía el hombre alto y de aspecto nórdico que la Policía Nacional detuvo el pasado 29 de enero en un hotel de la compañía Ibis en Getafe (Madrid), donde estaba hospedado. Miranda Velasco estaba muy cambiado: llevaba el pelo largo y rubio gracias a los implantes que se había hecho en la cabeza. Sin embargo, los agentes con más experiencia se acordaban de él. No se les había olvidado sus gestos ni su semblante.
La sorpresa para los especialistas en Cocaína de la sección IV de la UDYCO (Unidad de Drogas y Crimen Organizado) llegó cuando fueron a tomar las huellas dactilares del delincuente. En su afán por dejar atrás su verdadera identidad, en el pasado Miranda se echó líquidos corrosivos y se realizó cortes en las yemas de los dedos.
Los investigadores sospechan que también pudo haberse sometido a microinjertos de piel. En 2009 ya había cambiado las huellas de todos los dedos de su mano derecha. Con el paso de los años acabó modificándose también los de la izquierda.
De trabajar con presos a traficar con coca
Manuel Miranda Velasco nació el 19 de mayo de 1965 en Collanzo de Aller, un diminuto pueblo de Asturias. En el pasaporte que le requisaron, en cambio, decía que se llamaba Bruno y que vino al mundo el 6 de marzo de 1959 en Cajamarca, al norte de Perú.
Cuando se le detiene él confía en que van a tener que volver a ponerle en libertad. Piensa que sus huellas le ayudarán a esquivar a la Justicia. Pero su pasado y sus fichas policiales de antaño le delataron. Salvo en la zona de las yemas, las huellas completas de sus manos y las líneas laterales de sus dedos demostraban que mentía.
Manuel Miranda trabajó como funcionario de prisiones durante años. Ingresó en el cuerpo en 1996. Pasó por la cárcel de Basauri (Vizcaya), la antigua prisión de Villabona (Asturias) o por El Dueso (Cantabria). En la penitenciaría vasca sufrió en sus propias carnes lo complejo que era lidiar con los simpatizantes de la banda terrorista ETA.
Manuel Miranda se dio de baja por depresión en febrero de 1996. Estuvo sin trabajar durante dos años, hasta el 15 de febrero de 1998.Ya no volvió a presentar ningún parte de su médico de cabecera.
El Ministerio del Interior le comunicó que lo apartaba del servicio en 2000. Ocho años después, y pese a que ya era un hombre buscado por las autoridades, el Tribunal Supremo (TS) anuló la decisión de Interior. Es más, obligaba al Estado a pagarle el dinero que no había cobrado durante todo ese tiempo. Finalmente, en 2010 se le echa del cuerpo de funcionarios de prisiones.
Durante un tiempo, Miranda llegó a vivir en una cabaña en Senegal. No se sabe con exactitud cuándo volvió a España. Lo cierto es que, cuando se le detiene a finales de enero, sobre él pesan tres órdenes de detención y tiene prohibido salir del país.
Afincado en la Costa del Sol
La Policía lo vincula con varias operaciones contra el narcotráfico de cocaína. En una de ellas, de 1999, estuvo involucrado Laureano Oubiña. En otra, de 2001, con su hermano Miñanco. Pero la Justicia realmente le busca por su relación con las 3,5 toneladas de cocaína incautadas en el barco mercante Cork (2003).
Pese a que Miranda sabe a la perfección lo que es un cárcel, nunca ha estado entre rejas. En 2014, durante una investigación, la Policía, que por ese entonces aún desconoce que es él, se da cuenta de que ese extraño hombre al que miran con lupa tiene hilo directo con los cárteles colombianos.Sin embargo, vuelve a perderse.
Su figura reaparece hace unos meses. Los agentes de la UDYCO comienzan a seguirle de nuevo el rastro. La Policía comprueba que está afincado en la Costa del Sol (Málaga), entre Fuengirola y Benalmádena. También constatan que suele viajar a Rabat y Marrakech en avión, y a Tánger en ferry desde Algeciras. Poco a poco van despejando sus dudas, entre ellas la principal: Bruno Michi, en realidad, es Manuel Miranda.