Jesús, el ferretero de Ciudad Real degollado por su amigo íntimo rumano en un olivar
El asesino confeso se entregó después de matarlo, pero se ha negado a explicar los motivos por los que lo hizo.
13 febrero, 2019 16:51Noticias relacionadas
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En Miguelturra (Ciudad Real), a la hora de la siesta, en los bares, entre el tintineo de las fichas de dominó y el caer de los dados, se filtra, irremediablemente, el nombre de Jesús Mora. “¿Te has enterado? Lo han matado. ¡Qué pena!”. En el pueblo, desde el fin de semana, no se habla de otra cosa. Ni del VAR –siempre tan recurrente en estos días–, ni de la vuelta de la Champions, ni del procés o los presupuestos. Nada apaga el cuchicheo en torno al suceso. “Era una persona muy querida. Su familia es de aquí de toda la vida y no le encontramos ninguna explicación a lo que ha pasado. Ha sido una cosa muy extraña”, lamentan sus conocidos, en conversación con EL ESPAÑOL, tratando de pasar página.
Su vecino, el ferretero, el de toda la vida, a sus 59 años, fue enterrado el sábado. El jueves, un amigo de la víctima, conocido de la familia, de nacionalidad rumana, lo mató en un paraje rural en la carretera que une Herencia y Alcázar de San Juan (Ciudad Real), en un olivar, casi al pie de los molinos. En el corazón de La Mancha, lo degolló. Un día después, se entregó en la Comisaría de la Policía Nacional ¿Los motivos? La investigación baraja dos hipótesis. La primera, la discusión sentimental; la segunda, una posible disputa por dinero.
En la reconstrucción del crimen, el asesino confeso, de 25 años, reconoció que mató a Jesús Mora entre las 18:30 y las 19:00 horas del pasado jueves. Que iba conduciendo el vehículo camino de Quintanar de la Orden y que, en un momento dado, paró el coche en el arcén de la CM-420 y allí, cuando el ferretero estaba seminconsciente, le dio un golpe en la yugular con una herramienta que tenía en el coche. Después, escondió su cadáver y se marchó de la zona –siempre según la versión del acusado–.
Tras dejar el cuerpo, condujo de vuelta a Miguelturra, se aseó y reflexionó. Pensó en huir, pero no lo hizo. Llamó a su hermano, residente en Villarrubia (Ciudad Real), y a su hermana, que vive en Rumanía. Pensó en suicidarse, en dejarlo todo. Pero su hermano llamó a la Policía para confesarles que I.C.M –según sus siglas– había matado a una persona. Y, poco después, el propio autor del crimen fue a la Comisaría de la Policía Nacional de Ciudad Real y se entregó. “He hecho algo muy feo”, les dijo.
Pero, una vez hecha la reconstrucción del crimen, queda por resolver el interrogante de cómo ocurrió. El asesino confeso no ha querido esgrimir los motivos. Ambos, ha reconocido, eran amigos. No eran novios, como se especuló en un principio. Pero era, desde luego, una persona conocida por la familia de Jesús Mora. Y, también, por algunos vecinos del pueblo. “No lo veíamos mucho, pero sí que andaba por aquí con él”, cuentan a este periódico. Aun así, no se descarta que el motivo fuera sentimental, dada la condición del asesinado. “Era público que era homosexual”, confirma un conocido del ferretero.
La otra posibilidad que se baraja es el dinero. Jesús Mora, según sus vecinos, había ayudado a muchos rumanos a asentarse en la provincia. “Venían al pueblo, les dejaba una casa y les daba trabajo”, cuentan. No era la primera vez, por tanto, que se le veía con uno de ellos. “Era muy bueno, le gustaba ayudar. No tenía maldad. Era muy buena persona. No me extraña que se hayan aprovechado de él”, señalan, en su mayoría, sus vecinos.
Por eso, la hipótesis se basa en pensar que su asesino le pudo pedir algo –dinero, quizás– y él se negó. Después, vino la disputa y la muerte de Jesús Mora en Herencia. La noticia, en Miguelturra, llegó rápido. “A las 9, cuando abrí, los vecinos llegaron diciéndolo. No me lo creía, venía mucho por aquí, pero no me lo creía”, relatan en un establecimiento cercano a la plaza. Hasta que vio que la ferretería estaba cerrada. “Estaba claro que había pasado algo”.
Pronto se supo que se trataba de Jesús Mora, al que todos conocen en Miguelturra. Él, junto a su familia, es copropietario de una ferretería situada en la Plaza de la Constitución, en el corazón del pueblo manchego, al lado de la iglesia. Y era, también, el que repartía las botellas de butano por el pueblo. “Siempre te atendía bien en la tienda, era muy majo, muy buena persona”, comentan dos señoras mayores –aunque no se atreven a dar su nombre por el qué dirán– a este periódico.
Casi una semana después, el interrogante no se ha resuelto. La ferretería ha vuelto a abrir, pero la familia prefiere, de momento, mantenerse al margen. El lunes, en conversación con este periódico, no querían comentar nada. “Han decretado el secreto de sumario”, argumentaron. No hay nada más que decir. La investigación sigue su curso con el presunto homicida en prisión provisional.