El teléfono sonó temprano mientras todos dormían. Serían las siete de la mañana y ese zumbido agudo, reiterado y nada habitual a esa hora se coló por todas las habitaciones. Sobresaltado, Charlie agarró el auricular y se lo llevó al oído bajo la atenta mirada de su esposa, Paola.
La conversación fue rápida, enigmática por la cara de él y acabó con un mandato tajante: “Nadie puede saberlo”. Al colgar, intrigada, ella preguntó sin obtener respuesta. “No puedo contártelo, es un secreto”, advirtió Charlie. “Oh, eso es que va a venir uno de los Beatles a Gibraltar, si es eso pídele un autógrafo”, conjeturó de broma Paola. Ambos rieron.
La conversación quedó ahí. Ninguno de ellos insistió en esa misteriosa llamada en el desayuno. Él se marchó al trabajo, en el registro civil de Gibraltar, y ella, matrona, hizo lo propio yéndose al hospital. Charlie no dijo nada a nadie, solo él sabía que dos días después sería testigo de la boda entre John Lennon y Yoko Ono.
Charlie Galliano (Gibraltar, 1939) recibe 50 años después a los reporteros de EL ESPAÑOL en su casa natal. A punto ha estado de suspender la entrevista por un problema de salud que lo tiene encamado gran parte del día. No habla, situación que le genera mucha frustración. Hace dos años le diagnosticaron un cáncer de garganta que le impide articular palabra, pero sus ojos se encienden cada vez que narra, por señas y ayudándose de una libreta, una historia que su familia conoce de memoria.
Junto a él están su mujer y dos de sus cuatro hijos, Simon y Polly, el mayor y la pequeña. También algunos nietos, que acaban de conocer el papel que jugó su abuelo en una de las bodas más sonadas de la historia reciente de la música. “La hemos escuchado ya tantas veces que…”, explica su hija.
La historia empieza así...
El 20 de marzo de 1969 amaneció un poco antes en la casa de los Galliano, apellido habitual en Gibraltar, de donde procede John, el famoso y difunto diseñador de firmas como Givenchy o Dior. Como cada día, Charlie se enfundó su traje, se anudó la corbata y se abotonó el chalequillo. Ese día tocaba uno gris claro y muy entallado.
Ironías del destino, arrancó su Volkswagen Beatle de color gris y matrícula G21501, y se apresuró para ir al aeropuerto a esperar a que aterrizara el Pegasus I con bandera británica en el que volaban desde París los futuros contrayentes: John Lennon y su todavía novia Yoko Ono.
Lennon y Ono, “unos tipos raros”
Le acompañaban dos personas más, el manager de The Beatles, Peter Brown, y el fotógrafo David Nutter. A las ocho y media de la mañana y sin más preámbulos ni presentaciones, Charlie los llevó hasta el registro civil de Gibraltar, un edificio situado entonces donde hoy se encuentra el Parlamento gibraltareño, en la Main Street.
Junto a Charlie, de copiloto, estaba el fotógrafo; detrás, sin saber precisar bien el orden —“¡han pasado 50 años!”, justifica el gibraltareño—, iban sentados los novios y el manager. “Apenas hablaban, parecían ser unos tipos raros”, explica el ahora anciano, de 80 años y ayudante hace medio siglo del ya fallecido registrador, Cecil Wheeler, que ofició la ceremonia.
La pareja eligió Gibraltar después de intentar casarse infructuosamente en París, al tener ambos la nacionalidad británica. En el Peñón la boda sería cómoda, rápida y secreta. Aunque Lennon dotó de más misticismo a los porqués de su enlace en suelo gibraltareño.
"Tranquilo, británico y amistoso"
“Elegimos Gibraltar porque es tranquilo, británico y amistoso”, llegó a asegurar el cantante de Liverpool. “Son las columnas de Hércules y también lo llamaron simbólicamente en el pasado 'el fin del mundo' porque era un misterio lo que había más allá… Así que nos gustó en el sentido simbólico y también como el fundamento 'rocoso' de nuestra relación”, esgrimió Lennon.
Entre las opciones contempladas estaba la de casarse en el ferry a Francia, pero la idea de Gibraltar ganó enteros por la rapidez con la que se podía conseguir una licencia de matrimonio, casi en horas. También era un lugar apartado de las cámaras.
De hecho, en la orden que le habían transmitido por teléfono se incluía tajantemente el compromiso de guardar el secreto de la fugaz visita de Lennon y Ono y el motivo por el que recalarían en Gibraltar. Y así fue. Charlie, un tipo jocoso y hablador, pero cumplidor de su palabra, mantuvo el secreto, aunque no pudo reprimir las ganas de que sus conciudadanos llanitos —el gentilicio cariñoso por el que se conocen a los gibraltareños— lo viesen codeándose con una de las estrellas más famosas del mundo de la música.
—¿Estaba nervioso por llevar a Lennon en su coche?
—Para nada, ya tenía experiencia llevando a gente famosa antes.
El viaje desde el aeropuerto al registro fue rápido, no tardaron más de diez minutos en completar los apenas 900 metros que separan ambos puntos. “Antes no había tantos coches”, explica Simon, funcionario del Gobierno de Gibraltar como su padre.
A las nueve de la mañana, hora a la que abría el registro, ellos ya estaban allí. De lo ocurrido dentro apenas se conocen datos. Solo se sabe que la ceremonia duró apenas diez minutos y que tras la rúbrica del matrimonio Yoko empezó a dar saltos de alegría. “Soy la señora Lennon, ¡soy la señora Lennon!”, repetía ella.
Boda y canción censurada en España
Del acto, Charlie conserva una copia del certificado matrimonial de John Winston Lennon, de 28 años, divorciado, hijo del marinero retirado Alfred Lennon y de profesión compositor musical, con Yoko Ono Cox, de 36 años, también divorciada, hija del empleado de banca jubilado Eisuke Ono y de profesión artista. Ambos residentes en Londres. Actuando de testigos estaban el manager y el fotógrafo. Y así consta en la entrada 308 del volumen XVI del registro civil gibraltareño.
El propio Lennon escribió la crónica de su boda en la canción ‘The Ballad of John and Yoko’, que se grabó durante las grabaciones del disco ‘Abbey Road’. A Lennon le vino la inspiración para la canción y le pidió ayuda a McCartney para grabarla sin esperar a los otros miembros. El tema se censuró en España porque en la letra se decía que ambos se casaron “cerca de España” en vez que considerar al Peñón como parte de su territorio nacional.
Ya casados, el matrimonio regresó al aeropuerto, desde donde despegaron en su jet privado apenas 70 minutos después de haber aterrizado con rumbo a París. El matrimonio Lennon celebró su luna de miel en el hotel Plaza Athénée. Días después viajaron a Ámsterdam, al hotel Hilton. Y en la suite 902 recibieron a varios periodistas invitados, que inmortalizaron a la pareja en mitad de la cama con pijamas blancos, flores y dos letreros: ‘Hair peace’ y ‘Bed peace’. En mitad de la guerra de Vietnam ellos quisieron lanzar un mensaje de paz y amor. Permanecieron una semana, del 25 al 31 de marzo, sin salir de la habitación.
“Eran dos tipos raros”, insiste Charlie en su discurso. “Allí no hablaba nadie, estaban callados —sigue—; muy normales para ser el día de su boda”.
—Y no como una pareja de novios a punto de casarse.
—Era extraño, porque no parecían estar muy enamorados.
Charlie compara la boda del líder de The Beatles con la suya con Paola, la hija de un ingeniero del sur de Inglaterra que vivía recorriendo el mundo con su padre: la India, Irak, Ghana, Irán… y Gibraltar, donde ambos se conocieron. “Es la típica inglesa”, afirma él dando la sensación de estar completamente enamorado.
En ella pensó nada más despegar el avión, Charlie fue a su casa para contarle a Paola el secreto que había estado guardando desde dos días atrás. Y, como ella le había pedido, le entregó un autógrafo, la primera firma de Yoko Ono como Yoko Lennon, un recuerdo de la boda que ella regaló a una compañera de trabajo. “¡Hoy valdría una barbaridad! Pero no tenía ella la sensación de que eso podría ser muy valioso”, asegura en inglés Paola, con el pelo cardado y cano y modales exquisitamente británicos.
—Paola, ¿le preguntó detalles a su marido?
—Sí, lo primero que le pregunté, bastante excitada por el acontecimiento que me estaba narrando, fue que cómo era el vestido de la novia. Recuerdo que él solo me dijo una cosa: “Llevaba zapatillas de deporte”. Solo eso. Era algo increíble. Por Dios, ¡los hombres no se dan cuenta de nada!
Cuando pudo revelar el secreto, Charlie lo contó a todo el mundo. “Todas nuestras amistades estaban muy muy excitadas por el asunto y esperaban que Charlie les contara todos los detalles. Pero mi esposo solo dijo lo mismo que a mí: ‘Yoko llevaba zapatillas de deporte’. Y todos se reían sin dar crédito”. Poco a poco se fueron asimilando que no sabrían nada más de ese momento íntimo.
Los recuerdos de una boda
Al escueto relato de Charlie no pudieron sumarse ni las fotografías que éste hizo con su propia cámara. El carrete se corrió y se perdieron todas las instantáneas. Por fortuna, días después del enlace, la familia Galliano recibió un sobre con una breve nota bajo el membrete de la oficina de The Beatles. La firmaba Peter Brown, el manager. “He encontrado cuatro imágenes que podrían ser de su interés. Mis mejores deseos”.
Cuatro fotografías de las 118 instantáneas que disparó Nutter en su corta estancia en Gibraltar acompañaban el sucinto texto. En ellas se puede ver a Charlie sonreír junto a Lennon y Ono, ambos completamente de blanco. Yoko con un sobrero que le cubría toda la cabeza, un vestido a modo de minifalda plisada a juego con el remate de las mangas, calcetines largos y las ya mencionadas zapatillas de deporte; él con sus gafas redondas con las que quedaría inmortalizado en el imaginario colectivo, jersey de cuello alto, chaqueta larga, pantalones de pana y también deportivas.
Junto a las fotografías, Brown también añadió una foto de promoción de The Beatles autografiada al dorso por todos los componentes de la banda de rock de Liverpool. Hoy ese documento está de vuelta a Londres, lo conserva Katherine, la segunda de las hijas de Charlie y Paola. Los pocos recuerdos que se conservan en la casa de los Galliano caben en un sobre marrón.
Ninguna de las fotografías que recibió está enmarcadas. No hay rastro de ellas entre los retratos distribuidos por el salón principal. Se podría contar la historia de los Galliano con solo observar esa colección de fotos expuestas. Desde las bodas de los hijos, las fotos escolares de los nietos a los viajes familiares, pero nada de las fotos de la histórica boda de John Lennon y Yoko Ono. No hay en aquel muestrario gráfico huella de ese evento, presente casi de soslayo en la memoria de la familia.
Tampoco se conserva el Volkswagen Beatle de color gris en el que Charlie recogió a John Lennon y que vendió apenas un año después de la boda. “La familia empezó a crecer y necesitábamos un coche más grande”, explica su mujer.
—¿Y qué hicieron con él?
—Se tiró a la mar. Ahora el coche debe estar en el océano, lo arrojamos desde el Europa Point [una de las zonas más altas del Peñón]. Era la costumbre de la época.
“Nunca vinieron a casa aficionados a los Beatles, curioso”, narra Charlie a EL ESPAÑOL. Está bastante débil y cansado. Sentado en su sillón, con su pijama rojo de cuadros y una bata de color azul, sigue con atención el relato hilado por sus hijos y su esposa. A veces sonríe, y su risa estalla en un sonido sordo.
Más de zarzuela que de Beatles
La relación accidental del gibraltareño con el cantante tampoco aumentó su afición a este tipo de música. Él siempre fue más aficionado a la zarzuela que al rock. En su familia aprendió a tocar el piano y el acordeón, aunque ni él ni su esposa esconden que en su juventud bailaron las canciones de los de Liverpool. “En la boda no sonaron, mi padre se habría horrorizado”, confiesa la inglesa que, pese a llevar décadas viviendo en Gibraltar, no habla español como Charlie y sus hijos.
—¿Cuentan mucho la anécdota de la boda?
—[Polly]. Hemos escuchado hablar de los Beatles, siempre hemos sabido el papel que tuvo mi padre en esta historia, pero no solemos hablar mucho de ella. Quizá ahora, pero casi nada cuando éramos pequeños. La historia ha sido más interesante para nosotros cuando hemos ido creciendo. La gente se sorprende mucho cuando contamos la anécdota fuera de casa, a las amistades…
En el salón de los Galliano no hay televisión. Una enorme botella de whisky acapara todo el protagonismo, incluso por encima de la colección de porcelana en miniatura. También las hay de ron, de ginebra y cualquier otro tipo de bebida imaginable. Charlie colecciona botellitas de espirituoso en su ‘Bar de Charlie’, una zona separada por una pequeña barra del resto de la estancia y donde eran frecuentes las fiestas con amistades.
Parroquianos habituales ya acostumbrados a oír la anécdota de boca de Charlie, el último testigo de la boda de John Lennon y Yoko Ono hace 50 años en Gibraltar.
—¿Qué sintió cuando se enteró de que habían matado a Lennon?
—Nada. Nada. Absolutamente nada.
—¿No empatizó con ellos después de su experiencia juntos?
—No, apenas estuvieron una hora conmigo. No sentí nada. Tampoco es que hablara mucho con él. Eran dos tipos muy raros.