“Me han sobado todos (...) Qué voy a hacer si son mis jefes. Me he sentido como un cacho de carne”. La soldado de 36 años Noemí M. presentó una denuncia ante la Policía Nacional el 12 de diciembre de 2017. Contó que, tras una noche de copas con varios compañeros del cuartel de Bobadilla, en Antequera (Málaga), había sufrido una violación en grupo. En ella, dijo, habrían participado algunos de sus superiores.
“Es que no veas cómo vienes. Un día de estos te voy a drogar”. Esas fueron algunas de las palabras que dijo haber escuchado en un pub horas antes de volver al acuartelamiento, donde se habrían producido los hechos.
Noemí M. contó a los agentes policiales que pensaba que le habían echado algún tipo de estupefaciente en la bebida para después aprovecharse de ella. Añadió que, tres meses antes, otro compañero de cuartel también la había agredido sexualmente pero que no había denunciado en su momento por vergüenza.
Aquella denuncia, adelantada por EL ESPAÑOL, derivó en dos casos judiciales distintos. Pero ahora la justicia castrense ha archivado el primero de ellos, el de la violación grupal, y ha absuelto al soldado investigado por un “delito de abuso sexual sobre otro militar en lugares afectos a las fuerzas armadas”, recogido en el código penal militar.
En ambos casos, los jueces castrenses no encuentran probado ninguno de los hechos denunciados por la soldado, perteneciente al grupo de Policía del Ejército del Aire. Las dos resoluciones judiciales, a las que ha tenido acceso este periódico, no otorgan credibilidad ni verosimilitud en las pruebas a la narración de los hechos dada por Noemí M.
En el fallo de la absolución de su compañero se explica que el encuentro sexual de septiembre de 2017 entre ambos fue voluntario y que ella accede al sexo anal porque se encuentra con la menstruación. También se subraya que, según reconoció la propia soldado, ella amenazó al militar con contarle el encuentro a su novia si éste le explicaba a alguien del cuartel que ella había manchado las sábanas de sangre.
Por otro lado, en el auto de archivo de la causa por la presunta violación grupal el Tribunal Togado Militar número 2 de Sevilla señala, en base a un análisis de cabello de la soldado realizado por el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid, que Noemí M. es una consumidora habitual de éxtasis -una peligros droga recreativa- y que en dicho estudio no se pudo “apreciar ninguna sustancia que produzca los efectos descritos por la denunciante”.
“Desde los seis meses anteriores a la toma de muestra, los análisis son compatibles con la exposición repetida a MDMA (éxtasis)”, añade el fallo. Éste, además, recoge que en el dictamen del perito forense “no se objetivan hallazgos de interés en genitales externos ni internos, ni en el resto de superficie corporal".
En el fallo del tribunal se afirma también que, en base a un estudio genético de dos restos de semen aparecidos en las medias de la denunciante, “se obtiene el perfil genético de un varón desconocido, no siendo coincidente con ninguno de los perfiles genéticos obtenidos” de los compañeros a los que ella acusó.
La denuncia
La militar Noemí M., nacida en Málaga en julio de 1982, presentó una denuncia a las 14.02 horas del 12 de diciembre de 2017. Aseguró que fue violada en grupo durante la madrugada del 10 al 11 de dicho mes en el cuartel de Bobadilla. En un principio no dio una cifra concreta de cuántas personas podrían haber participado en la agresión sexual. Semanas más tarde dijo recordar que eran dos.
Noemí M. contó que, con motivo de la patrona del Ejército del Aire, la Virgen Loreto, estuvo de celebración en el cuartel durante las primeras horas del día y que sobre las 16 horas de la tarde del 10 de diciembre ella y un grupo de entre 10 y 15 compañeros se trasladaron al pub Gabana de Bobadilla para tapear algo. La mujer contó que habló con casi todos ellos, que consumió dos copas y cerveza en botellín, y que hubo un momento en que ausentó para ir al baño.
En ese instante, dejó su botellín en la barra junto a dos compañeros, un cabo mayor y un sargento primero. Al volver del retrete notó en la cerveza un sabor amargo. En el pub Gabanna se sintió acosada por esos dos superiores. La víctima de la supuesta violación contó que el cabo mostró un “especial interés” por ella y su vida, “acercándose más de lo debido” -le acarició la pierna-.
Según su relato de la denuncia, ella notó otra mano que le tocaba el muslo por la parte trasera. Reaccionó dando un manotazo. Al poco, otros dos militares, no recordaba quiénes, se acercaron y le dijeron al oído: “Es que no veas cómo vienes”.
La mujer, dijo, creía que en esos momentos ya debía de estar drogada porque no lograba recordar sus rostros. “Me sentí muy incómoda, con ganas de llorar por su comportamiento, tocándome y diciéndome groserías”.
Durante la noche, la mujer salió a la puerta del local a fumar. Le contó lo ocurrido a un compañero. “Me han sobado todos (...) Qué voy a hacer si son mis jefes (...) Me he sentido como un cacho de carne”.
Noemí M. explicó también a la Policía que esa noche tenía planeado dormir en la habitación de una compañera que se marchó a su domicilio familiar, aunque se fue sin darle las llaves. Dijo que a la una de la madrugada del 11 de diciembre un compañero que la vio aturdida la acompañó hasta el cuartel y la ayudó a ponerse el pijama en el vestuario. Ella era incapaz. La dejó durmiendo en una habitación que suelen ocupar los cocineros cuando se quedan a dormir en el recinto.
Aquella noche la habitación estaba vacía. La llave estaba puesta en el pomo. Durante los días siguientes, según iba recordando más detalles de lo sucedido, la mujer amplió en dos ocasiones su denuncia, y otras cinco más a posteriori. Contó que se había notado doloridos sus genitales, el labio superior de la boca y el costado izquierdo a la altura del pecho.
Olor a preservativo
La denunciante dijo ante los policías que aquel día no bebió mucho, que nunca se había sentido así tras una noche de borrachera y que recordaba dentro de su habitación al menos a dos hombres entre luces y sombras: uno de tez morena y otro junto a ella, muy cerca de su rostro, que le lamía el pecho izquierdo. Añadió otro detalle: recordaba haber olido a preservativo.
Durante la instrucción del caso se aportó el informe presentado por la soldado al superior del acuartelamiento. La militar dio algunos detalles más. Contó que tras ir al baño de aquel pub volvió, leyó algunos mensajes y no pudo contestarlos.
“No me encontraba en mis plenas facultades. A partir de las 00.00 horas no recuerdo absolutamente nada”, le explicó a su jefe. “En medio de la noche, mientras dormía, me desperté con ganas de ir al baño, sintiéndome desubicada y desorientada, necesitando largo tiempo para salir de la habitación. No recuerdo como volví a la habitación”.
La mujer aportó a los investigadores toda la ropa que vistió aquella noche y también la que llevaba puesta al despertarse a la mañana siguiente: un vestido, un saco de dormir, el pijama, su sujetador, las bragas, unas medias… La Brigada Provincial de la Policía Científica de Málaga confirmó la existencia de dos restos de semen en las medias de la presunta víctima.
La Policía Nacional llamó a declarar a 13 personas, todas militares destacados en el citado cuartel malagueño. Nueve de esas 13 personas, todos varones, aceptaron someterse a una prueba de ADN. Todos negaron las acusaciones. Ahora saben que el caso se ha sobreseído, aunque cabe recurso de apelación.
"Busco a tu novia y se lo cuento"
En esa denuncia Noemí M. también contó que no era la primera vez que un compañero de cuartel la violaba. Relató que la noche del 5 de septiembre de 2017 él y otro soldado comenzaron a besarse y a tocarse en uno de los cuartos del recinto militar. En ese momento un cabo abrió la puerta de la habitación. Al verlos tumbados en la cama besándose, pidió perdón, cerró la puerta y se marchó a otra habitación situada a unos 12 metros de distancia.
Según la sentencia que ha absuelto al imputado, Noemí M. vio llegar a aquel cabo. En cambio no se percató el militar encamado con ella. La soldado Noemí apartó al hombre con el que se encontraba, salió de la habitación, llegó hasta la que ocupaba su otro compañero y le pidió que se marchara de allí. Quería dormir, le contó.
Pero el cabo se negó. Le dijo a Noemí M. que quería hablar con otra soldado que estaba en esa dependencia. En ese instante se acercó el militar con el que se había besado Noemí M. Le pidió charlar. Ella accedió y la pareja se fue junta a la habitación de él. Una vez dentro comenzaron a besarse con la luz apagada. A continuación se tumbaron en la cama del soldado.
Él se desnudó por completo. Ella, de cintura hacia abajo. Cuando el soldado introdujo un dedo en la vagina de su compañera ella accedió a que la penatrara analmente. Lo hizo sin preservativo y eyaculó dentro de ella, recoge el fallo. Cuando de nuevo encendieron la luz, el militar vio que su cama estaba manchada de sangre, lo cual reprochó a Noemí.
El militar contó ante la Policía y luego ante el juez que su compañera le dijo: “De esto no cuentes nada a nadie y si lo haces busco a tu novia y se lo cuento". Poco antes de las 07.30 horas de la mañana, momento del cambio de turno, Noemí M. se fue a la habitación de su compañera, a quien le contó que aquel soldado había intentado mantener relaciones sexuales con ella, pero que no había podido porque tenía el período. Dijo también que la situación “fue desagradable”.
"50 veces que no"
Ante el juez, Noemí M. aseguró que le dijo al soldado “50 veces que no", pero el magistrado da por acreditado, en base al testimonio de varios testigos, que nadie oyó nada a pesar de que en el cuartel “se oía todo”, “incluso las conversaciones telefónicas de una habitación a otra".
En la sentencia se subraya además que, a pesar de haberle dicho “50 veces que no", la soldado continuó en la habitación del compañero, que no gritó porque no quería que los demás se enterasen. Sin embargo, manifiesta en su declaración judicial del 30 de mayo de 2018 que le dijo a su acompañante que “la dejase porque si no gritaría y se iba a enterar todo el mundo".
Ese tipo de contradicciones, más otras que recoge el fallo como que le gustaron los besos y que luego dijera que no, restan credibilidad a la denunciante, según se lee en la sentencia, que da por acreditada la ausencia de violencia o intimidación por parte del varón y por las propias “manifestaciones de la víctima”. “Su libertad de acción y voluntad eran completamente libres”, añade sobre Noemí M, la militar a la que la justicia castrense ha desarmado en dos ocasiones.