La 'sargenta' Valerio, la ministra hija de un guardia civil que pone a fichar a toda España
En su pueblo, Torremocha, la adoran y la recuerdan como una niña obediente que siempre llegaba a la hora que le decía su tía Ignacia. "La inspección también será flexible", dice a EL ESPAÑOL.
19 mayo, 2019 02:36Alfonso Barroso, el alcalde de Torremocha, una pequeña localidad a media hora en coche de Cáceres, está sentado en su despacho con aires de que ha habido un día flojo en la política local y medio a oscuras, para que no se cuele el calor que ya va amenazando lo que vendrá en verano. Con esa ciencia no escrita que funciona sólo en los pueblos, sin mirar el reloj dice: “Yo creo que es la hora. Si vas, seguro que te encuentras a Juan. Siempre va al campo con su quad por las mañanas y vuelve a la hora de comer”. Y lo clava. Cinco minutos después, pasa Juan con su vehículo frente a su casa y pita para que su mujer Claudia, que está preparando la comida, sepa que ha llegado.
-Buenas. Soy periodista y vengo por su hija. Todo el mundo habla de ella esta semana.
-Es que como padre es un orgullo, y yo la verdad es que soy muy sensible y a veces, con todo lo de ella, me emociono y se me caen las lágrimas.
Juan es el padre de Magdalenita, una niña que nació en Torremocha, en 1959, y que siempre volvía al pueblo en verano. Regresaba a casa después de estar dando tumbos por la geografía española a causa del trabajo de Guardia Civil de su progenitor, que ahora vive en una calle que lleva el nombre de su hija. Magdalenita, esa niña, ahora ha crecido y es Magdalena Valerio, la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social.
Su nombre lleva toda la semana en los medios de comunicación. Su última medida parece que ha pillado a empresas y trabajadores con el pie cambiado. Desde el pasado 12 de mayo ha entrado en vigor el Real Decreto que sacó el Gobierno de Sánchez, a través del Ministerio de Valerio, para que los trabajadores tengan que fichar cuando entran y cuando salen de su puesto de trabajo.
Ella es sin duda el personaje del ahora en las empresas. Por eso, EL ESPAÑOL ha regresado a las raíces de Magdalena Valerio, a su parte más desconocida, para relatar de dónde viene una niña que durante su juventud fue ya apuntando maneras y construyendo la que hoy día es una de las ministras más particulares del Ejecutivo, por su forma de expresarse y por su medida estrella en el tramo final de la legislatura.
Ignacia, la tía que hacía fichar a la ministra Valerio
En Torremocha todos adoran a la ministra. No es una hipérbole. Todos con los que este diario ha hablado se han deshecho en elogios y la admiración se nota en el ambiente. El pueblo, como todos los municipios del país, está en campaña para las elecciones del próximo día 26 y sus calles están adornadas con carteles electorales con los rostros de los candidatos a la alcaldía, a Extremadura y con la cara de Josep Borrel para las europeas. Sin embargo, fuera de la propaganda oficial, muchas calles tienen la cara de Valerio pegadas en sus paredes. Son papeles de la impresora, de andar por casa, imágenes de mala calidad pero que demuestran el calado de la devoción hacia su figura.
Aunque nació ahí, con dos años Valerio se mudó con sus padres a otra ciudad y se continuó mudando prácticamente el resto de su vida. Sin embargo, siempre volvía a su pueblo, en verano, a la casa propiedad de la familia donde vivía su tía Ignacia y en la que ahora residen sus padres. Ahí fue curtiendo amistades de verano con niñas de su quinta y pasaba los días de estío sin más preocupación que estudiar y pasarlo bien.
“Ella siempre venía aquí en verano y lo único que hacíamos, en realidad, era andar por la calle divirtiéndonos como se nos ocurriera”, cuenta Toñi Márquez, de la misma edad y amiga de Valerio. Toñi está sentada en la única terraza que hay en el pueblo, con otras amigas de la ministra, haciendo tiempo para la hora de comer y no tiene problema en contar todo lo que recuerda de ella.
“Durante el día dábamos vueltas a caballo o en burro y nos tirábamos cubos de agua para refrescarnos, luego por la noche paseábamos por el pueblo. Nada más. Entre que hablabas, que si algún chico te empuja ‘sin querer’, lo típico. Caminábamos por la ermita, hasta el final del pueblo, donde está la carretera, y luego los enamorados se iban a la carretera de Botijas, ya sabes, para estar a solas”, relata Toñi, como si el tiempo no pasara. “Además, íbamos mucho a misa y participábamos en el coro de la iglesia, íbamos todas a cantar al coro de la novena del Cristo. Ella cantaba bien, pero yo mejor, que para algo era la solista”, remata.
-¿Y Valerio se fue alguna vez a la carretera de los enamorados?
-No -y se ríe-, ella siempre fue muy seria y muy formal. Nunca tuvo novio. Era muy recatada, seria y obediente.
Lo de obediente, Toñi lo cuenta por su tía Ignacia. La tía todavía vive y lo hace en una residencia en Almoharín, una localidad cercana. Ella era la responsable de Magdalena y su hermano, Martín Valerio, cuando los padres los mandaban al pueblo. “Por las noches, el resto siempre salíamos más que Magdalena, porque su tía Ignacia le hacía estar a las 23:00 en casa”, recuerda Lali, otra amiga, diminutivo de Eulalia.
Y Valerio nunca fallaba. El estricto control horario nunca fue un problema para ella y lo cumplía religiosamente, sin que ello propiciara roces entre la tía y ella, algo tan común a ciertas edades. Jugando un poco con las casualidades, se podría decir que Magdalena Valerio ya tenía que fichar cuando era pequeña y que cumplía en ello, igual que ahora desde su Ministerio se exige que los trabajadores hagan lo mismo, que, como ella de niña, estén en casa a la hora que tienen que estar.
El revuelo que se ha generado en torno a la noticia de esta semana, además, ha sido apuntalado con la contundencia con la que Valerio acostumbra a expresarse. Siempre sin ocultar su enfado y mostrándose firme ante sus posiciones. “Nadie se lo ha tomado en serio”, criticaba la ministra, con rotundidad, el pasado lunes. Su medida no había sido tan cumplida como imaginaba y lo hacía notar. “La Inspección de Trabajo va a actuar”, dijo, a modo de advertencia.
Y esa parece ser su firma, ese tipo de declaraciones ya son comunes en ella. Todavía resuena cuando mostró su “sorpresa”, cuando vio que el BOE había publicado la legalización de la Organización de Trabajadoras Sexuales y dijo que le habían “colado un gol por la escuadra” y cuando abroncó al secretario de Estado de Seguridad Social, Octavio Granado, que dijo que el Gobierno planeaba limitar el pago de las prestaciones de viudedad según la renta. “Va a conferencias y charlas y él opina pero no se da cuenta de que forma parte de un Gobierno. Sabe mucho y es un buen técnico pero de vez en cuando tengo que ir aclarando algunas cuestiones”, dijo en marzo.
“Es cierto que la cuestión de fichar ha causado revuelo”, reconoce la ministra Magdalena Valerio, en conversación con EL ESPAÑOL. “Pero todo se ha debatido en la mesa de diálogo social y, además, éramos conscientes de que estaba siendo debatido en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea”, añade. “Yo creo que el resultado va a ser bueno para los trabajadores y trabajadoras y también para las empresas, porque la que no lo cumpla estará haciendo competencia desleal. Por otro lado, al pagar esas horas se va a cotizar a la Seguridad Social y va a ser bueno para la Tesorería”, añade.
“Ahora nos están criticando incluso que lo hemos dejado muy abierto”, asegura Valerio, en referencia a que no se ha establecido cómo se debe fichar. “Pero yo he trabajado con gente en Fomento que estaba en el tajo, en las cunetas, y sé que el fichar en el trabajo es una realidad muy compleja. Por eso, el ejercicio de las tareas de inspección se hace con sentido común”, asegura, refiriéndose a que la Inspección también será flexible con aquellas empresas en las que se vea que hay voluntad de interiorizar la medida de la forma correcta.
De nuevo en Torremocha, Lali, diminutivo de Eulalia, sigue hablando sobre la impronta de Ignacia en Valerio. “Es que como no venían los padres, Ignacia sentía que la seguridad de Magdalena era su responsabilidad, ella era la que la tenía que cuidar. Por eso también era más restrictiva”, añade Lali. Pero la relación entre ambas, cuenta, siempre fue buena. Ignacia animaba a Magdalena a salir con sus amigas y cuando iba a venir le decía a todas “que viene mi Magdalenita, que va a venir”, derrochando felicidad.
En cuanto a su forma de expresarse, tan directa y transparente, las amigas relatan que ella siempre ha sido así. Les hace gracia, incluso. No saben explicar, en concreto, de dónde le viene esa seña de identidad, pero dicen que la Magdalena ministra es la misma Magdalenita que corría por las calles de Torremocha, la misma seriedad aunque, por supuesto, con más responsabilidades ahora.
Familia de Guardia Civil, errante por España y que casi emigra a Alemania
Después de guardar su quad en una cochera cercana a su vivienda, Juan Valerio relata que, por su trabajo como Guardia Civil, su hija Magdalena y su hermano se tuvieron que andar moviendo por todo el país. Él creció en la profesión de pastor, pero a los 28 años tuvo que sacrificar a todos sus cerdos por la gripe porcina y se vio sin trabajo y, casi sin futuro. “Ahí entré a la Guardia Civil, si no lo hubiera conseguido había pensado en emigrar a Alemania”, cuenta. Es difícil moverse en el pantanoso terreno de los supuestos, pero tiene casi seguro que si eso hubiera pasado Valerio nunca habría llegado a donde está ahora.
“Como Guardia Civil nos fuimos primero a Úbeda, en Jaén, y luego a Alicante. Ahí tuve dos destinos, uno en la costa y otro en interior”, cuenta Juan. A los 11 años, la joven Valerio ya había vivido en siete lugares distintos. “Luego nos fuimos a la sierra de Madrid. Tenía solicitadas las comandancias de Cáceres y Badajoz, pero también la de Madrid, la 111, que se dedicaba a la vigilancia de fincas. Y esa última fue la que nos tocó. Eso motivó los estudios de Magdalena y de su hermano, Martín”, cuenta su padre.
En Madrid, Valerio ya empezó a desarrollar su conciencia política. Ella lo sitúa en torno a los 12 o 13 años. “En Alcalá vivíamos en la Plaza del Barro, que se llama así porque era un barrizal. Mi padre había pedido plaza en la casa cuartel de la Guardia Civil, pero no se lo dieron, y en ese barrio, que era reivindicativo y obrero empecé a tener inquietudes políticas”, relata la ministra para EL ESPAÑOL, y cuenta que siempre que ha podido ha sido delegada de clase.
Pero el culmen de sus inquietudes le llegó en la Universidad Complutense de Madrid, donde estudió Derecho. “Participaba en la Coalición Democrática Universitaria y tenía unos profesores muy políticos que luego, cuando se legalizaron, vi que eran del Partido Comunista y del PSOE”, cuenta con añoranza. “Además, en esa época me encontré con gente como Gustavo Suárez Pertierra- ministro de Defensa con González- y José Enrique Serrano -director de Gabinete de Zapatero-”.
“Pero estuve así hasta los 23 años. Me di cuenta que la política estaba muy bien, pero me quedaban ocho asignaturas en la carrera y había perdido el ritmo de mi promoción”, recuerda. “Me dije: chica, te tienes que centrar en los estudios. Que, además mis padres no me podían estar atendiendo tanto tiempo”, añade. Y, ahí, como en un cajón esperando, dejó la política hasta que cumplió los 40 años.
Del “voluntariado político” hasta el Ministerio
Todo lo que vino después es más conocido. Valerio se licenció en 1985, y pronto opositó para entrar en el INEM, donde llegó a finales de los 80. Desde entonces, ha seguido una vida de funcionaria de la que, quizás por eso, también le ha quedado la impronta de la rigidez en el horario de trabajo.
“Cuando estaba opositando, también ayudaba a otros estudiantes a prepararse las oposiciones. Lo hizo en la academia Adams, pero también en su propia casa, donde iban los estudiantes”, cuenta su padre. La ministra, además de por el INEM, también ha pasado por el IMSERSO y por el Instituto Nacional de Salud.
Pero en 1999 pudo volver a su verdadera vocación, la política. Valerio llegó a Guadalajara por el trabajo del padre de sus dos hijos -aunque ahora está en una relación con el periodista Lorenzo Díaz- y el candidato a la alcaldía de la ciudad le pidió que formara parte de la lista. “Inicialmente le dije que no, pero me insistió y le acabé diciendo que sí. Y aquí estamos ahora”, relata la ministra riéndose.
Desde ese año fue compaginando su vida laboral con sus aspiraciones políticas. Su primer cargo fue como concejala y ascendió por numerosos puestos hasta que cayó en la Junta de Castilla-La Mancha de la mano del entonces presidente José María Barreda. Menos en la primera línea, como presidenta, Valerio ha ocupado la mayoría de los cargos posibles en la política.
“Ella es una persona estrictamente dedicada al trabajo”, reconoce una miembro de su equipo en el Ministerio. “Tanto toda su formación como sus destinos políticos han hecho que sea una persona muy sensible con los derechos de los trabajadores”, añade. “Ella siempre ha sido una persona muy trabajadora, está estrictamente dedicada a ello, pero los trabajadores del Ministerio, cuando cumplen su jornada, se van todos a casa”, comenta.
El salto a la primera división lo dio en 2011, cuando fue elegida como diputada al Congreso por Guadalajara. Ahí conoció a un incipiente Pedro Sánchez, con el que empezó a forjar una relación que le duró. Cuando él llegó a secretario general del PSOE, ella era uno de los pocos apoyos que tenía en Castilla-La Mancha. El ahora presidente de la autonomía y líder del PSOE regional, Emiliano García Page, siempre fue más afín a Susana Díaz.
Sin embargo, dio un nuevo parón, tras 2016. Dos años antes el cáncer llamó a sus puertas y cuando tuvo que renovar su escaño no lo hizo, alentada también porque el PSOE se había limpiado, temporalmente, a su aliado Pedro Sánchez. En ese tiempo volvió a Castilla-La Mancha, pero cuando Sánchez resucitó, políticamente hablando, ella volvió al equipo como responsable de la Seguridad Social del partido. Con esa lealtad a Sánchez y con ese control técnico sobre las pensiones y el trabajo, era fácil adivinar que le caería un ministerio y cuál.
Valerio, profeta en su tierra, Torremocha
“Aunque en política nunca hay que dar nada por sentado, por su trayectoria ya imaginábamos que acabaría siendo ministra”, relata el alcalde Alfonso Barroso. Parece que habla de una hija predilecta. Pero ese no es el título que le ha caído. En cambio, a Valerio le han dedicado una calle. La misma en la que viven sus padres. Aunque ella no se sentía muy cómoda con la idea al principio.
“Siempre me decía, ¿y si mañana dejo de ser ministra?”, reconoce Barroso. Quizás Valerio tenía en mente a su precoz compañero, Màxim -que ahora es Máximo- Huerta. “Pero si tenemos una calle a un cura y a un general, ¿por qué no a una ministra del Gobierno de España? Creo que los reconocimientos se deben hacer en vida”, añade. Pero le costó convencerla, y lo intentó hasta en tres o cuatro ocasiones.
“Me decía siempre que ‘a mí, estas cosas de los letreritos no me van’, y que en Guadalajara le habían puesto una calle a uno y que cuando entraron los del otro partido se la quitaron”, asegura Barroso, que también es socialista. “Pero al final me dijo que me daba la aprobación si se aprobaba por mayoría en el pleno”, y lo consiguieron, aunque se abstuvo la concejala del Partido Popular, “no sé por qué si ella también estaba de acuerdo”.
Aunque la calle parece que no se va a cambiar, ahora no se sabe si Magdalena Valerio seguirá en el Gobierno. El Ejecutivo todavía tiene que formarse, aunque del Congreso no se moverá porque ha revalidado su escaño en las últimas elecciones.
Y le preguntamos al padre:
-¿Usted quiere que su hija siga de ministra?
-La cosa está muy fea en la política. Yo no le digo ni sí, ni no. Como a ella le guste. Nosotros queremos que la cosa siga bien y que ella haga lo que tenga valor para hacer.
Y le preguntamos a la hija:
-¿Quiere que Sánchez cuente con usted para el nuevo Gobierno?
-Pedro Sánchez me conoce desde hace bastantes años y sabe que no tiene ningún compromiso conmigo sino con España. Siempre le he apoyado de manera incondicional porque es bueno para el país. Si quiere contar conmigo, yo encantada, es muy grande y y es un honor. Y si considera que debo ser diputada por Guadalajara, lo que considere bien considerado está. Yo he procurado hacerlo lo mejor que he sabido y lo mejor que he podido.
La hija del guardia civil que ahora es ministra comenta esto firmando con la transparencia y la incisión que la caracterizan. “A mí me apasiona la política con mayúsculas y le debo mucho a este país”, dice, lista para que pasen revista, la sargenta Valerio.