La única preocupación de A. D. (1949, Madrid) desde que se jubiló ha sido el impuesto de sucesiones que tendrán que pagar sus herederos. Y no le falta razón. Este septuagenario, licenciado en Economía, es hijo único, soltero y no tiene descendencia, tan solo primos y aquellos que aunque no sean familia, ha elegido como si lo fueran, sus amigos. Y ese es, precisamente, su castigo fiscal y el de los que este madrileño ha escogido para que un día reciban su patrimonio, valorado en 1.800.000 euros. Cuando tributen el impuesto, la Comunidad de Madrid se quedará exactamente con el 60,42% de todo lo que A. ha construido trabajando durante toda su vida, una cifra que superará el millón de euros. "¿Acaso es esto justo solo por el hecho de no tener hijos?", lamenta este futuro afectado a EL ESPAÑOL.
¿No era esta región española la más idónea a la hora de recibir una herencia y tributarla?, se preguntarán. La respuesta es afirmativa, pero no para todos. La diferencia se basa en el grado de parentesco. Si este economista tuviese hermanos, hijos o nietos —herederos de los grupos I y II—, estos pagarían 5.400 euros (0,30%) por recibir su herencia en Madrid. Los herederos de A., en cambio, son del grupo IV —primos y extraños— y eso significa no tener ningún tipo de bonificación en el impuesto y tributar el 30% de la herencia, multiplicada por dos (coeficientes multiplicadores): en total 1.080.000 euros.
La diferencia es abismal, solo por el hecho de no tener descendientes directos. "Mis herederos tendrán que pagar 262 veces más que los de una persona que tuviese hijos. Es un castigo y completamente confiscatorio", crítica A. a este periódico. Este madrileño no se engaña, mientras va cumpliendo años sabe que llegará un día en el que tendrán que cuidar de él sus seres queridos y por eso quiere que después, ellos no tengan ningún problema cuando hereden. Es su lucha incansable y en lo único que piensa.
"Conforme la vida nos va expulsando de ir a discotecas, a bares, de tener vida social y solo nos queda la jubilación, las preocupaciones cambian. Ya no me preocupa la unidad de España o las condiciones de trabajo, mi vida está resuelta. Mi problema es que voy a necesitar ayuda dentro de nada y tengo que procurar que mis seres queridos, esos a los que quiero tanto como otros quieren a sus hijos, estén lo mejor tratados posible y con justicia fiscal", cuenta este madrileño.
La situación de sus herederos tampoco es la más idónea, pues muchos de ellos están en paro y les sería imposible pagar un millón de euros por la herencia, compuesta por dos viviendas en Madrid y el dinero que tiene en sus cuentas. "Si yo faltase ahora, mis casas se irían a la basura porque no podrían afrontar el pago de un millón de euros por el impuesto", crítica.
Cuando partidos políticos como el Partido Popular, Ciudadanos o Vox anunciaron antes de las Elecciones Generales que suprimirían el impuesto de sucesiones si ganaban los comicios, A. D. se llevó "la alegría de su vida". Había perdido la ilusión por votar a alguna formación y cuando escuchó esa medida entre una de las cinco que anunció Pablo Casado cuando ganó las primarias de su partido pensó: "¡Ay, por fin tengo alguien a quien votar, alguien que luchará por lo que necesito¡". Poco después lo anunció Ciudadanos y también la formación de Santiago Abascal.
De no tener ninguna opción para votar, tenía tres. Desde hacía tiempo, según reconoce este economista, lo único en lo que se fijaba cuando leía los programas electorales era lo que proponían sobre legislación acerca del impuesto de sucesiones y donaciones, y sobre residencias públicas de ancianos, pues son sus máximas preocupaciones. En el caso del primero, parecía que en esta ocasión los políticos hablaban en serio. Iban a eliminarlo.
También lo anunció el candidato del PP Juan Manuel Moreno Bonilla cuando se presentó a las elecciones andaluzas. La esperanza de este economista iba en aumento. Tenía las maletas preparadas. "Me iba a ir a vivir a esa hermosa tierra, yo aquí no tenía ataduras. En Andalucía podía vivir tranquilo y tener todo arreglado con el impuesto de sucesiones", cuenta. Pero la alegría no le duró mucho.
Poco después, estos tres partidos, todavía hablando de la eliminación del impuesto, matizaron que solo se bonificaría el 99% del impuesto para herederos directos (I y II grupo), es decir, para aquellos que heredasen de sus padres, de sus abuelos, o de sus hermanos. "¿Dónde quedaba la promesa de eliminar el impuesto para todos? ¿Y para los que son del III y IV grupo?", denuncia A.
"¡Me habían mentido y no les iba a votar nunca!", prosigue este abogado. La venganza de A. fue enviar una carta y la papeletas electorales que había recibido en su buzón de estos tres partidos a sus sedes dejando bien claro "que estaban mintiendo". La eliminación del impuesto de sucesiones se ha convertido en una de las principales banderas de los partidos políticos, pero en realidad no es una eliminación como tal. Sino una bonificación del 99% —como en el caso de Andalucía o Madrid— para aquellos hijos o nietos que heredasen. El impuesto sigue igual para el resto de herederos, como le ocurre a A. con los suyos. No les queda otra que pagar.
Para colmo de este madrileño, el candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, anunció que iba a "recuperar" el impuesto de sucesiones en la región para aquellos que heredasen más de 1,5 millones de euros. Es decir, eliminar la bonificación. "Gabilondo tiene muchas virtudes, pero no conocimientos fiscales. Pide perdón antes de llevar a cabo cualquier medida y reclama solidaridad. No sé si es peor mentir o pedir perdón antes de que lo haga", critica este economista.
Póngase en el caso de que no existiese el impuesto de sucesiones en España. Y que, de repente, los políticos anunciasen un nuevo tributo. "Un impuesto de hasta el 34% para los que no tuviesen hijos. ¿Cómo lo llamarían? ¿impuesto para solteros? ¿No sería vergonzoso? Pues esa es mi situación", denuncia este septuagenario.
El tiempo corre y, ahora que los partidos parecen haberle dado la espalda, A. D. baraja múltiples opciones para evitar que Hacienda desangre a sus herederos y sobre todo para que la Comunidad de Madrid "no vea un duro de su herencia" —aún menos cuando sus padres enfermaron hace 20 años y la región les negó una plaza en una residencia pública, tras lo que tuvo que llevarlos a otra comunidad autónoma—.
La primera opción que contempló fue marcharse a Portugal, donde este impuesto es más bajo. Pero para ello necesitaría vivir diez años allí y no sabe "si va a vivirlos" como para conseguir la nacionalidad portuguesa.
Así que pensando en las opciones reales, dentro de España. La mejor solución sería mudarse a Álava (País Vasco). Allí sus herederos pagarían un 30,97% del tributo, unos 557.400 euros aproximadamente. La mitad de lo que tendrían que abonar a la Hacienda de la Comunidad de Madrid.
Y, en el caso de que no pudiese irse de Madrid, la última opción que tendría sería nombrar a más de una persona heredera en su testamento; de este modo, tendrían que pagar entre todos un 33,34% del impuesto, es decir, 600.120 euros —los herederos hijos pagarían menos de 5.000 euros—. De nada valdría hacer donaciones en vida o vender sus propiedades y dejarles el dinero. En cualquier caso, los herederos de A. siempre tendrán que pagar por 200 un impuesto que para otros es prácticamente inexistente. Así es el castigo de ser soltero y no tener descendencia.
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