- Antonio, ¿qué le dirías ahora a los de VOX que dices que te engañaron?
- No les diría. Lo que me gustaría sería meterle un rompetochos por el culo. Un petardo de esos de San Juan.
Antonio Jiménez Sánchez está muy disgustado. Su enfado es con el partido de Santi Abascal, con el que fue candidato a la alcaldía de Alfarràs (Lleida) en las pasadas elecciones municipales. Antonio, que es gitano y se define abiertamente como independentista, asegura haber sido embaucado para ser alcaldable de VOX en su pueblo, “sin saber yo que están en contra de la inmigración, de los gitanos y de los presos políticos” le explica a EL ESPAÑOL en conversación telefónica.
La historia arranca hace un par de meses. Antonio Jiménez, de 28 años, se dedica a la compra y venta de coches en Alfarràs, un pueblo de Lleida de 3.500 habitantes. “Esos 500 son gitanos”, apunta Antonio. Él también lo es. Gitano y activista. Preside Acción Social Alfarràs, una entidad fundada “para hacer cosas por el pueblo”, apunta.
"Ponte, Antonio, que te votaremos"
Antonio es un tipo carismático entre sus vecinos. Fueron ellos los que empezaron a sugerirle que se metiera en política: “Ponte, Antonio. Ponte que te votaremos”, dice que le aseguraban por Alfarràs. Él nunca había formado en unas listas electorales, pero algo de experiencia política tiene: “He estado 4 años acompañando a Esquerra en los actos que hacían, porque soy indpendentista y hay que mirar por Cataluña”, asegura. Así que hizo caso a sus conciudadanos y aceptó estudiar las propuestas que le llegasen de los partidos interesados en contar con él.
El problema llegó cuando los únicos que se acercaron a él con una propuesta en firme fueron los de VOX: “Yo no me acuerdo ni de cómo se llamaban. Vinieron de VOX Lleida, ocho o diez tíos. Ja, si parecían que me venían a matar”, rememora ahora con amargura.
Pero no venían a matarlo. Venían a proponerle encabezar las listas de su partido. Querían que él fuese el alcaldable. “Me dijeron mira Antonio, que queremos llevar un gitano en la lista, que no llevamos ninguno, que a ver si a ti te interesa...”. Ahora, con la perspectiva que le da el tiempo y la experiencia, Antonio, que vende coches y sabe de eso, reconoce que “vinieron a venderme la moto. Me prometieron el oro y el moro, que me iban a ayudar con la asociación… pero todo mentira”.
"Me pillaron en un día loco"
Fue entonces cuando Antonio empezó a hacerles preguntas acerca del programa electoral: “Les pregunté si era verdad que estaban en contra de la inmigración y ellos me dijeron que no. Les pregunté si estaban en contra del pueblo gitano y me dijeron que no. Les pregunté por los presos políticos y me dijeron Antonio, no es momento ahora de hablar de eso”. Y a Antonio le pareció razonable y decidió aceptar la propuesta. “Me pillaron en un día loco, la verdad. Yo me levanté cruzado esa mañana porque el día de antes teníamos que haber celebrado un evento gitano pero no pudimos por un problema familiar”. Así, entre la estrategia sibilina de VOX Lleida y su momento de debilidad, Antonio Jiménez hacía historia: se había convertido en el primer alcaldable gitano de VOX de la historia.
Ahí empezaron los problemas. Especialmente con aquellos con los que había compartido mítines independentistas hasta entonces: “Cuando se enteraron mis antiguos compañeros de Esquerra de que me presentaba con VOX me dijeron ¿dónde vas, Antonio?”. Entonces Antonio les contestó, bien solemne: “Cada cual puede ir donde quiera”.
"Mi mujer votó a ERC y no a mí"
Peor panorama se encontró en su casa: “Mira, yo estoy casado y tengo dos hijos, de 8 y 2 años. Y si yo soy independentista, mi mujer lo es más que yo. Cuando le dije que era candidato a alcalde me preguntó: “Pero a ver Antonio, para cuentas… ¿con qué partido vas? Yo le dije que con VOX y entonces ella también me preguntó “dónde vas, Antonio”. Y en verdad no nos peleamos, pero ella ya me dijo que no me iba a votar. Que iba a votar a Esquerra. Y no me ha votado; ha votado a Esquerra. Eso, para un hombre, presentarse a alcalde y que su mujer no le vote, es duro”.
Haciendo de tripas corazón, Antonio arrancó los 15 días de campaña. Ahí empezó a sentirse engañado por sus compañeros de VOX. “Dijeron que me iban a acompañar durante toda la campaña, pero de 15 días sólo vinieron uno”, protesta ahora. Sin embargo, Antonio siguió adelante con sus actos y celebró algunos mítines en locales públicos del municipio. Eventos presididos por Antonio y por una gran bandera de España. Fue ahí empezó a sospechar de su propio partido: “Sí, si la gente venía y me aplaudía y todo. Pero no. Yo veía aplaudir a mi pueblo, yo veía aplaudir a Alfarràs... y veía que no me aplaudían con alegría. Yo notaba que me aplaudían falsamente”, reconoce ahora.
Antonio se percató entonces de que muchos de sus conciudadanos no estaban por la labor de darle su voto al partido de Abascal. Se lo dijeron abiertamente. Entonces él tiró de diplomacia: “Yo les dije mirad, yo lo que no puedo es amenazar a nadie. El que quiera, que me vote. Y el que no, pues que no vote a nadie”, les planteó en un encomiable ejercicio de fair play.
72 gitanos votando a VOX
La alcaldía se le estaba complicando a Antonio más de lo esperado. Pero a pesar de la estupefacción de sus vecinos por ver a un gitano liderando a VOX, a pesar del conflicto intrafamiliar que su decisión generó, a pesar la infidelidad política de su mujer que votó a Esquerra, Antonio obtuvo el apoyo de un buen puñado de fieles: “72 gitanos votaron a VOX en Alfarràs”, sentencia tras el recuento. Un número considerable, pero insuficiente para obtener representación en el Ayuntamiento.
Pero la trampa no iba a durar para siempre y a Antonio no le iban a engañar tan fácilmente. Lo subestimaban. Fue después de las elecciones cuando cayó en la cuenta de que aquellos señores tan simpáticos de VOX Lleida no le habían contado toda la verdad: “A mí me gusta informarme. En redes sociales y eso. Sobre todo en Facebook. Ahí empezó la gente a decirme Antonio que son fascistas, Antonio, que están contra el pueblo gitano y contra los presos”.
Antonio cayó del caballo, como San Pablo, vio la luz y tomó una decisión irrevocable: “Dimito. Yo soy independentista como mi mujer y miro por el pueblo gitano. Cuando me enteré de lo que era VOX en realidad, renuncié y ya no quiero saber nada más de ellos”.
Su pena ahora es haber fallado a los presos: “Yo los conozco a casi todos los que están en la cárcel, de verlos cuando yo iba con ERC. Conozco a Raül Romeva, a Junqueras, a Gabriel Rufián (sic), a Carme Forcadell… a todos. Y les quiero pedir perdón de corazón. A ellos y a toda Cataluña. Porque yo amo a Cataluña y a los presos y ahora me siento engañado”.
"Yo, como El Vaquilla"
Antonio decidió pedir disculpas en Emun FM, una emisora de radio local que le dio la posibilidad de arrepentirse públicamente por su desliz. “Yo espero que me perdonen porque lo único que quería era hacer cosas por el pueblo de Alfarràs, por el pueblo gitano y por Cataluña”, repite hasta la saciedad. Está desengañado y alerta. No quiere que le vuelvan a pillar en un día loco. Durante la entrevista pregunta varias veces: “Compañero, ¿esto para que medio es?”. Porque ya no se fía. Ya le tomaron el pelo una vez y no está dispuesto a que vuelva a suceder.
A partir de ahora, asegura, se seguirá dedicando a la acción social desde su asociación. Y de momento descarta otra incursión en la política local, por muchas ganas de hacer cosas por el pueblo que tenga: “Claro que lo descarto. De momento no, con ningún partido”. E ilustra su decisión citando a los filósofos clásicos: “Como dijo El Vaquilla en la película Yo el Vaquilla: “Para mí Francia se ha terminado”. Pues yo digo lo mismo con esto: “Para mí la política se ha terminado”.