La familia Fernández Fernández no ha tenido una vida fácil. El primer varapalo lo recibieron con la muerte de hija María, de tan solo 17 años, cuando murió calcinada en un accidente de tráfico. 17 años más tarde, el pasado 1 de julio, tuvieron que hacer frente a otra triste noticia: su otro hijo, Héctor, había caído del caballo y se había dado un fuerte golpe a la cabeza, del que no se ha recuperado. La familia no encuentra consuelo. En menos de 20 años han perdido a sus dos únicos hijos, a sus pilares.
Héctor, de 36 años, era un apasionado de la equitación y el pasado lunes 1 de julio decidió ir, junto a unos amigos, a las fiestas de San Pedro en La Candaosa. El recorrido, que los tres hombres hicieron a caballo, Héctor cayó al suelo. Con muy mala fortuna se golpeó la cabeza, aunque esta iba protegida por un casco, y falleció. No pudieron hacer nada para salvarle.
Su hermana murió calcinada
Los Fernández viven en Tapia de Casariego, un pequeño pueblo de menos de 4.000 habitantes al oeste de Gijón, casi colindando con Galicia. Allí crecieron sus dos hijos, María y Héctor, entre el aire fresco del mar, la paz del bosque y la cercanía de su gente. Los dos jóvenes tuvieron una adolescencia tranquila, estudiaron en el IES Marqués de Casariego. En casa. Pero cuando María tenía 17 años les sobrevino la tragedia.
La joven viajaba junto a tres amigos en un coche y volvían a casa. El camino que recorrieron con el BMW no era muy accesible; estaba sin asfaltar y era un trayecto por tierra. En su momento, el alcalde del municipio explicó que se trataba de una zona "no muy propia" para ser utilizada como una carretera. En un momento dado, uno de los muchachos perdió el control del coche y los cinco cayeron por el acantilado de La Torbas. Solo sobrevivió uno, Luis Alberto. El joven, que tenía heridas graves y fue trasladado al hospital, explicó a los agentes que habían ido ahí "a dar una vuelta". Este se salvó su vida al salir despedido del automóvil y fue quien avisó a los servicios de emergencia.
El vehículo donde viajaban se incendió al chocar contra unas rocas, tras caer de una altura de 30 metros. Los otros tres ocupantes murieron calcinados. Entre ellos, María. Los padres de las dos jóvenes que se encontraban en el coche se alarmaron cuando, a primera hora de la mañana, se enteraron que sus hijas no habían llegado a casa. Ahí se enteraron de la fatal noticia. Horas más tarde sacaron los cadáveres del acantilado.
Héctor se golpeó fuertemente la cabeza
La familia ya había aprendido a convivir con la muerte de su hija, cuando se han tenido que enfrentar a otra tragedia. Su hijo Héctor perdió la vida practicando una de sus aficiones: la equitación. El joven se encontraba junto a otros amigos montando a caballo, para dirigirse a las fiestas de San Pedro en La Candaosa, situadas en Tapia de Casariego. Su pueblo. Cuando pasaban por la localidad de La Veguina, el caballo del joven se resbaló y Héctor cayó al suelo. Sufrió un fuerte golpe en la cabeza, del que no consiguió recuperarse.
Las personas que presenciaron el accidente confirmaron que el casco se había quedado "intacto", como publica El Comercio. Además, muchos de ellos todavía no se lo creen. Héctor era muy buena persona, querido por todos en Tapia. Fue trasladado al Hospital Universitario Central de Asturias, donde murió. Allí todos le lloraban.
Héctor estaba casado con Loreto y tenían dos hijos pequeños. Trabajaba como ganadero y su tiempo libre lo dedicaba a los caballos. Más concretamente, a las tradicionales carreras de cintas, que él mismo organizaba. Junto a sus compañeros. También, estaba muy concienciado con los problemas que surgían en su pueblo y luchó por la reparación de la carretera TC-5, llegándose a reunir con el Principado. Siempre dando la cara por sus vecinos e intentando ayudar. Todo por su pueblo. Su preocupación por la gente le llevó a donar sus órganos, como una de sus últimas voluntades. Su funeral está previsto para el 3 de julio a las 16 horas en la iglesia de Valle de San Agustín. Donde también rezaron a su hermana.