Joel, detenido por el presunto asesinato de Vianca, su mujer, mintió. Lo hizo cuando su pareja desapareció, al ser encontrada y hasta su detención esta semana en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona). En total, casi un año engañando a todos: familia, agentes, amigos… Nunca dijo nada. No confesó ni el crimen ni el lugar dónde había enterrado a su esposa. “Todos sospechábamos y creíamos que podía ser él, pero no teníamos la certeza. Ha sido mucho tiempo persiguiendo la verdad. Ahora queremos que se haga justicia”, reclamaba Jean Carla, hermana de la fallecida, en conversación con EL ESPAÑOL.
Vianca desapareció el 17 de julio de 2018. La empresa de cosmética donde trabajaba alertó de que algo pasaba, de que no había acudido y no la localizaban. “Mi madre llamó a Joel y le pidió que se pasara por casa. Vino al mediodía y llegó llorando. Dijo que habían tenido una discusión y que, cuando regresó a su vivienda, ni ella ni su maleta estaban”, recuerda su hermana. En aquel momento, obviamente, ellas no pensaron en que la había matado. Es más, lo creyeron.
Confiaban, aunque con sus precauciones, en él. Vianca, antes de desaparecer, le había manado un audio a su familia en el que decía: “Mamá, que me voy lejos, cuida del niño, ya llamaré”. Eso despistó a todos. ¿Se había marchado voluntariamente? Las dudas, en aquel momento, existían, pero con reservas: la relación entre Ivanca y Joel llevaba tiempo en punto muerto.
Ella, natural de Bolivia, había llegado muy pequeña a Barcelona. Y él, de República Dominicana, había hecho lo propio. Se conocieron en la Ciudad condal tres años atrás y habían mantenido una relación marcada por los celos, las acusaciones mutuas y los malos tratos. Pero, a pesar de todo, habían seguido hacia delante y se habían casado. Eso sí, nada había ido a mejor. Todo lo contrario.
En julio del año pasado, cuando se le perdió la pista a Vianca, no pasaban por su mejor momento. Ella, dos meses atrás, se había quedado embarazada y quería tener el niño. Él, sin embargo, pensaba que lo mejor sería que ella abortara. Ese fue el origen del último de los problemas, el que desencadenó en todo lo que vino después: la desaparición y el asesinato de ella.
“Él participó en las labores de búsqueda –como hiciera, por ejemplo, Ana Julia en la desaparición del niño Gabriel–. Dijo que no buscaran donde luego la encontraron porque había avispas y jabalíes”, cuenta su hermana a este periódico. Mintió. Durante todo ese tiempo, junto a los agentes, ocultó el paradero de su pareja.
Su cadáver, en el río Congost
Dos meses después, ya sin su participación, la encontraron. “Él no quiso venir al entierro ni nada. En los últimos tiempos no habíamos sabido nada de Joel”. A Vianca la encontraron el pasado 11 de septiembre. Unas riadas destaparon su cuerpo en el río Congost de Granollers (Barcelona). Al principio, no se pensó en que fuera ella. De hecho, se pensó en que su cuerpo, por su estado de descomposición, era el de Mónica Borrás –aparecida poco después en el jardín de su expareja–.
Finalmente, los restos de ADN confirmaron que se trataba de Vianca. Desde entonces, se le había seguido la pista. “Sabíamos que era él; estábamos seguras”, ratifica su hermana. Y así lo creía también la policía científica, que tras registrar su casa siempre mantuvo de que se trataba de un caso de violencia de género. Es más, que él la había matado y después había escondido su cadáver en el río Congost.
Y, presuntamente, así fue. Esta misma semana, avisaron a la familia de que habían detenido a una persona relacionada con el asesinato de Vianca. Se trataba de Joel. “Lo hemos pasado fatal porque hasta ahora no teníamos nada”, celebra, por fin, su hermana. Ahora, sólo quieren justicia. “No pedimos nada más”.