Antes del accidente, Yaiza era una chica normal. Iba al instituto, era máxima goleadora de su equipo de fútbol y ganaba algún certamen de belleza en su Tenerife natal. Tenía 16 años la noche en la que una conductora borracha la arrolló en un paso de peatones. Le destrozó cervicales y vértebras, le inflamó la médula espinal y la dejó postrada en una silla de ruedas. Al salir del hospital pidió a unas amigas que la sacaran una noche de fiesta. Ellas le confesaron que les daba vergüenza ir con ella por la calle.
Aquella humillación fue el acicate que necesitaba para conseguir todo lo que ha logrado en la vida. Se recuperó tras una durísima rehabilitación, se alistó en el ejército el primer año que permitieron a las mujeres ser soldados profesionales. Después decidió meterse a camionera para conducir el camión más grande de Canarias. Aprendió idiomas y empezó a trabajar de azafata de vuelo. Volvió al fútbol, se sacó el carnet de entrenadora y acabó pasando por la Juventus.
Su última experiencia ha sido como manager general del Al Najoon, un club de Dubai en el que entrena al primer equipo y pone rectos a los varones futbolistas. También da charlas y conferencias explicando su experiencia. Ha conseguido imponerse al accidente, a las limitaciones físicas, a la condición de ser mujer en un entorno tan de hombres como el fútbol y en un país tan machista como los Emiratos Árabes Unidos, donde le han propuesto un contrato de renovación de 4 años. Pero se lo piensa, porque a sus 39 años, cree que puede haber llegado el momento de regresar a casa.
El accidente
“Yo era una chica normal, de estudiar, jugar a fútbol, salir… De esas de ‘mama, tráeme un vaso de agua’,. Alguien muy normal”, recuerda Yaiza María Martín González (Santa Cruz de Tenerife, 1980). Toda esa normalidad se fue al traste la noche en la que iba a cruzar un paso de peatones y fue embestida por una conductora borracha y sin documentación. “Me la vi venir haciendo eses, me fui a refugiar entre dos contenedores, pero impactó y se lo llevó todo por delante. A los contenedores y a mí”. Tenía 16 años.
“En aquel tiempo las cosas no eran como ahora, que hay un accidente y no se toca a la víctima hasta que lleguen las asistencias. A mí me agarraron y me sacaron de la carretera por si venían otros coches”, recuerda. Aquello le agravó las lesiones. Se quedó sin sensibilidad en todo el lado izquierdo. De cuello para abajo apenas se podía mover. Recibió el mismo tratamiento que una persona tetrapléjica.
“Nos das vergüenza”
La rehabilitación fue un infierno. Pero más que las corrientes y los ejercicios, le dolió el desprecio de dos amigas suyas. Sucedió cuando salió del hospital en silla de ruedas. Le apetecía salir, tomar el aire. Se lo propuso a dos amigas de toda la vida que le fueron dando largas. Les pidió explicaciones y se lo soltaron: “Yaiza, es que nos da vergüenza salir contigo”.
“Hasta las patadas en el culo son un impulso para tirar adelante”; recuerda ahora. Yaiza tenía claro que no iba a dejarse pudrir en una silla de ruedas. Era la primera en ´plantarse en las sesiones de rehabilitación. Los médicos a menudo tenían que ponerle freno, porque su ansia por recuperarse provocaba que, a menudo, se pasase con los ejercicios.
Con mucho esfuerzo consiguió salir adelante. Caminar, dejar la silla de ruedas, hacer vida más o menos… normal. Pero hay pocas cosas hay normales en la vida de Yaiza y decidió alistarse en el ejército, en la primera promoción de mujeres. “Me presenté sin explicarles ninguna de mis lesiones, porque entonces no paso yo un tribunal médico".
El ejército
A los pocos días telefonearon a su casa. Contestó su madre: "Preguntaron por mí y se pensaba la mujer que iban a darme alguna visita del hospital, pero llamaban del ejército, para decirme que había pasado las pruebas. Ella no sabía nada porque yo ni se lo había dicho, casi le da algo a la pobre”, rememora Yaiza.
En el ejército pasó cinco años, entre las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Era la primera y única mujer, por lo que, además de tener que vivir fuera del cuartel, tuvo que soportar algún episodio machista. “Los típicos comentarios de que si había una mujer allí era porque había ‘mamado pinga’. Y yo les demostré que no, que estaba allí por mi valía”, subraya. Y alguna hostia tuvo que dar. Dani, su compañero de cuartel, recuerda alguna bastante gorda: “Una vez tumbó de un golpe a un tío bastante vacilón, a uno que decía que era maestro de capoeira y se quiso pasar".
Pero Yaiza confiesa: “Yo en realidad no tenía vocación militar. Por eso, a los cinco años, decidí que quería conducir un camión de los grandes. Me saqué el carnet y me lancé a la aventura. Era otro reto, porque yo tenía problemas de sensibilidad en la parte izquierda, la del embrague”. Pero para ser feliz quería un camión. Regresó a Tenerife y postuló para una oferta de trabajo en Repsol. Cuando llegó le preguntaron si venía por el puesto vacante de administrativa. “No, no. Que yo vengo de camionera", tuvo que insistir. Hizo la prueba, la pasó y se quedó con el puesto.
El camión más grande
Otros cinco años estuvo llevando el camión del combustible. !Quería llevar un camión de los grandes y llevé el más grande de Canarias". Durante sus viajes se ponía un CD de alemán. Fue así como se introdujo en el estudio de los idiomas. Ahora habla español, italiano, inglés, alemán y chapurrea el árabe. Un buen día decidió "que no quería pasarme la vida oliendo a gasolina. Yo soy mujer, soy muy femenina y estoy encantada de serlo. Me gusta maquillarme, ponerme guapa, calzarme tacones…”. Decidió que quería ser azafata de vuelo y también lo consiguió.
Pero lo que le gustaba de verdad seguía siendo el fútbol, aquello que amaba desde pequeña. Ya no podía volver a ser la pichichi de ningún equipo, como cuando era adolescente. Pero sí que podía dedicarse dirigiendo. Desde los banquillos. “Ya no solamente por el fútbol. Es que necesitaba enseñar y aprender”. Empezó llevando a niños de varios equipos de Tenerife y la cosa fue funcionando. “Tuve que imponerme muchas veces. Empecé con los más pequeñitos, pero luego me fueron dando chicos adolescentes, en cadetes, en juveniles, todos con las hormonas por las nubes. Yo tengo el cuerpo que tengo, que parece que a mi madre se le pasó un poco la levadura por delante”, ríe, bromeando con el tamaño de su pecho. “Y eso hacía que a veces tuviera que pegarles cuatro voces a los niños durante las charlas, preguntándoles si me estaban escuchando o mirándome las tetas”.
De ahí, a sacarse el carnet oficial de entrenadora. Sin complejos, en un mundo de hombres y con sus antecedentes físicos. “Todo eso compaginándolo con los sucesivos trabajos. Siempre buscando cuadrar turnos por las mañanas para poder entrenar a los chiquillos por la tarde”.
El fútbol
Fue en un torneo de fútbol base celebrado en Canarias, la Danone Cup, cuando se pusieron en contacto con ella para ficharla. “Yo sabía que había ojeadores, pero pensaba que seguían a los niños”. Unos scouts italianos explicaron que llevaban tiempo siguiéndola. “No me lo creía mucho, hasta que me enseñaron el dossier con el seguimiento que tenían de mí”. Y de ahí al calcio. Allí estuvo dos años, pasando por el Juventus Primavera y el Frosinone
Tras su experiencia en Italia volvió a Canarias y se enroló en las filas del Marino, un histórico insular. Fue allí cuando entró en un proyecto de intercambio de Dubai: por un lado, pretendían traerse a jugadores dubaitíes a España para que entrenasen aquí. A cambio, allí buscaban a profesionales del entrenamiento para que aplicasen allí la metodología española de trabajo. Y, a pesar de las particularidades del proyecto, de lo lejos que estaba Dubai de su casa y de lo difícil que es para una mujer, ya no trabajar, sino simplemente vivir en los Emiratos Árabes Unidos, Yaiza volvió a lanzarse a la piscina. “Me piro para Dubai yo sola”.
Dubai
“En Dubai, las mujeres no hacen deporte. Ni siquiera entran a los recintos deportivos. Y allí me presenté yo para hacerme cargo de un equipo de hombres. Que ya no eran críos, como antes”. El cargo que desempeñó en el club, el Al Najoon Emirates, ha abordado desde la organización del fútbol base hasta el primer equipo.
Los principios en Dubai no fueron sencillos. “Las instalaciones son superiores. Pero te pones en 50 grados, que no se puede ni salir a la calle. Y luego mi vida, que yo no podía salir sola por ahí. Si yo tenía que ir a comprar al centro comercial, me acompañaba el chófer, previas explicaciones por todo. Dónde vas, por qué vas, qué necesitas… Que un día me mosqueé y le solté que iba a por tampones. Que se llamaba menstruación y que venía todos los meses”. ¿Cómo se tomaron los jugadores que llegase una mujer a mandar? "Pues en general bien, pero alguna suspensión de empleo y sueldo tuvimos que aplicar. Tengo un carácter bastante fuerte y, sobre todo, adoro mi trabajo y adoro ser mujer".
El futuro
Yaiza acaba de finalizar contrato con el Al Najoon Emirates, pero le acaban de poner sobre la mesa una renovación por cuatro años. Yaiza está muy agradecida, pero duda y se piensa lo de volver. “Dubai ha sido una gran experiencia, pero vivir sola allí es difícil; yo cumpliré 40 años el año que viene y me da la sensación de que me estoy perdiendo muchas cosas en mi tierra. Echo mucho de menos a mi familia y tengo unos sobrinos a los que no estoy viendo crecer”. También le ronda por la cabeza la maternidad: “Tengo una edad. Si firmo cuatro años más en Dubai, yo sola… ¿cuándo me voy a poner a procrear?”.
Ahora ha acabado la temporada y ha vuelto a Arona, el pueblo tinerfeño en el que se crió. Da conferencias, tanto hablando de su experiencia de superación como charlas tácticas relacionadas única y exclusivamente de fútbol. “Me da un poco de pena que haya tenido que salir fuera de mi tierra a buscarme la vida. Que en España no valoren lo que hay. Me encantaría quedarme aquí, porque es mi sitio y porque creo que tengo mucho que aportar”. Yaiza, la chica que se iba a quedar postrada en su silla de ruedas, la misma que provocó vergüenza en sus amigas por su estado de salud, ha hecho lo que ha querido en un mundo de hombres: el ejército, los camiones, el fútbol, un país árabe. “Aquel accidente parecía que iba a acabar conmigo, pero en realidad fue el empujón que necesité”.
Su próximo reto es demostrarlo también en el fútbol nacional. En ese en el que el papel de la mujer cada vez tiene más relevancia. ¿Será Yaiza Martín la primera entrenadora de un equipo profesional de fútbol en España? Todo es proponérselo.