En un extremo de la calle de l’Aiguader (Manresa, Barcelona) hicieron una pintada el día de la huelga feminista: “Sola, borracha, quiero llegar a casa”. También varias con el símbolo femenino y otra, más ilustrativa todavía, que proclamaba el lugar calle libre de agresiones machistas. A pocos metros, el sábado por la noche, un grupo de magrebíes violaron a una menor de edad.
Fue en el tercer piso del número 15, un cuchitril inmundo al que sólo se puede acceder con mascarilla por la cantidad de basura que había almacenada. Allí, un marroquí conocido como Moha, subió el sábado por la noche a una manresana que regresaba a casa. La convenció para subir al piso ocupado en el que pernocta él y sus amigos. Para acabar allí la fiesta. Una vez arriba, y cuando se cercioraron de que la chica iba muy perjudicada por el alcohol y los porros a los que la habían invitado, la agredió sexualmente. Después de él, sus tres amigos.
El resto de habitantes del edificio siguen en shock. Una familia de senegaleses en el primero y tres jóvenes argelinos en el segundo. Sufrían cada día los problemas derivados de ese ático ocupado. Cada día soportaban fiestas, gritos, peleas y botellas rompiéndose. Lo que no imaginaban es que uno de sus vecinos iba a subir a una chica a casa y la iban a violar entre cuatro. “No lo conozco, de esa casa entra y sale mucha gente. Pero si es quien yo creo, es un chico guapo y fuerte que le dicen Moha”, confiesa el vecino del segundo, uno de los tres argelinos que también viven de okupas: “Nosotros llevamos aquí 5 meses, nunca damos problemas. Siempre bien, siempre respeto. El vecino del primero es de Senegal y nosotros bajamos a su casa el otro día a ver el fútbol [la Copa África, que precisamente enfrenta a Senegal y a Argelia el próximo viernes]. Nosotros siempre bien. Pero ellos [refiriéndose a los marroquís del tercer piso] cada noche fiesta, borrachera, droga, gritos, peleas y vecinos enfadados”, resume.
Peleas
De hecho, un par de días antes de la presunta violación, dos grupos de marroquíes se enfrentaron en una multitudinaria reyerta, en la puerta del bloque en cuestión. El tal Moha, el que convenció a la chica para meterla en el piso, el tipo fuerte y guapo que ocupa un rol predominante en la presunta violación, también andaba metido en esa. “Fue por temas de drogas, porque trapichean. Sacaron machetes, palos, se tiraban piedras… Iban a matarse entre moros”, recuerda Pau, un chico de Manresa que vive en la misma calle, también como okupa, pero que está esperando que le apliquen un alquiler social.
La senegalesa del primero ya se ha cansado de ruidos, de fiestas... y de periodistas preguntando. Ya no abre la puerta. Al tercer piso no se puede acceder porque varios operarios de una empresa de limpieza lo están vaciando. Fue el escenario de la violación El hedor llega hasta la puerta de la calle. La manada de Manresa almacenaba allí trastos y mugre como si padeciesen síndrome de Diógenes. “¿Qué si hemos sacado algo fuera de lo normal? Nada. Mierda para 3 días”, contesta cansado uno de los operarios, con la boca cubierta por una mascarilla para resistir el insoportable mal olor.
“Supongo que el piso estará igual que el barrio, hecho polvo”, aventura Asun, una vecina de 70 años del barrio de Les Escodines, “y es una pena porque este era el mejor barrio de Manresa”. Lo dice con conocimiento de causa: ella nació en esta parte del centro histórico de Manresa. Una zona privilegiada, con un paisaje pintoresco, próxima al Ayuntamiento y a las calles comerciales. Históricamente, la zona bien del municipio. Ahora es un polvorín. Las peleas en las calles son constantes, los pisos están ocupados y dentro se vende droga. Y se viola. Les Escodines se ha convertido en el refugio de las manadas de violadores que han actuado en Manresa: primero en 2016 y la última vez el pasado fin de semana.
Barrio muerto
¿Qué sucedió para que la zona se degradase tanto? Que los vecinos se empezaron a morir. A principios de esta década, Les Escodines era ya un barrio muy envejecido. Estaba habitado por los vecinos del casco viejo de los de toda la vida. Fallecían y dejaban el piso en herencia a sus hijos, que se encontraron así con un marrón: ni querían mudarse para vivir en casas tan viejas, ni podían vender la vivienda a un precio razonable, porque les pilló el estallido de la burbuja inmobiliaria.
El escenario que dejó esa circunstancia fue el de centenares de pisos vacíos en el centro histórico. Inmuebles viejos con mala salida para su venta o alquiler. Muchos ya están tapiados, porque el centro de la ciudad se convirtió en un polo de atracción de okupas. Empezó a venir gente extranjera, sobre todo marroquíes, rumanos y senegaleses. "Pero no teníamos tantos problemas como ahora. La mayoría venían a trabajar y muchos se han integrado”, remata Asun.
Pero aquel fue el primer paso para que se estableciese una especie de gueto dentro de Manresa. Muchos de los habitantes originales que permanecían en sus casas decidieron marcharse, dada la transformación que estaba experimentando el barrio. Eso dejó más casas vacías y no hizo más que acrecentar el problema de la ocupación. El pez que se muerde la cola. Actualmente hay casi 7.200 inmuebles vacíos en Manresa, lo que la convierte en la ciudad con mayor tasa de viviendas vacías u ocupadas de Cataluña.
Sólo una tienda
Fue en 2016 cuando empezó a consolidarse en el barrio la presencia de grupos conflictivos. Especialmente menas (menores no acompañados) que procedían de ciudades del cinturón metropolitano de Barcelona y se dedicaron a los tirones, los pequeños hurtos y el trapicheo de hachís desde que aterrizaron. En octubre de ese año se registraron los primeros disturbios entre los legítimos propietarios de los pisos y estos nuevos vecinos clandestinos que se habían adueñado del barrio. A día de hoy, solamente queda un comercio (sin contar bares) en el barrio: una frutería regentada por un marroquí. El resto han cerrado.
A Youssef, un tangerino que lleva 12 años en Manresa, no le duelen prendas al criticar a estos delincuentes que se han hecho fuertes en el barrio. No le importa que sean sus compatriotas. “Estoy harto de esos moros. Me da igual que sean de mi país. Yo vine a trabajar y no he tenido nunca problema. Ahora vienen estos, sin educación, y nos da mala imagen a los otros marroquíes. Los senegaleses y los rumanos no la lían. Tengo un hijo de 6 años que es nacido aquí. Yo estoy harto y soy el primero en quejarme, me da igual que sean de mi país. Son delincuentes. Que los echen. Se drogan y se emborrachan y no nos dejan ni dormir, menos ahora en verano”, protesta.
No obstante, los protagonistas de la primera violación grupal, (ocurrida precisamente en 2016) ni eran marroquíes, ni eran menas. Eran tres españoles, tres cubanos y un argentino que están siendo juzgados estos días por presunta agresión sexual a otra menor de nacionalidad española. Aquel suceso tuvo lugar en una fábrica abandonada a las afueras de la ciudad, pero según cuentan en Les Escodines, “también paraban por aquí”. Una vez consumaron el delito, volvieron al barrio, convertido ya en guarida de delincuentes y manadas. Es el lugar de Manresa en el que más presencia policial debería haber, porque no resulta seguro ni caminar por sus calles, pero donde más brilla por su ausencia.
Racismo
Hay entidades vinculadas al Ayuntamiento, sin embargo, que intentan que no se relacionen las violaciones con la nacionalidad: “Es que decir eso es racista. Mira la Manada de Pamplona, que eran sevillanos”, cuenta una persona vinculada al Consistorio que prefiere omitir su nombre. “El problema de estos pobres chicos es que les revienta la cabeza, porque no tienen nada, ni casa, ni comida, ni trabajo. No justifico lo que han hecho, pero lo que habría que hacer para solucionarlo es dotar de más dinero a las partidas para ayudarlos, porque son ridículas; 50.000 euros el pasado año”, se queja, sin entrar a valorar que comida no, pero alcohol y hachís sí que sean capaces estos chicos de conseguir. Prosigue sosteniendo que no está de acuerdo con que el cambio de fisonomía humana del barrio haya perjudicado a la convivencia vecinal, y concluye el tema de la violación asegurando que “el problema es que son hombres, que somos los que violamos y matamos en el 98% de las veces. Esa debería ser la noticia. A mí cada vez me da más vergüenza ser hombre”.
Consideraciones al margen, la cuestión se ciñe a una presunta violación y el juez ha visto indicios de que se ha producido. Considera coherente el discurso de la denunciante y ha dictado auto de prisión para los cuatro presuntos agresores: Moha, otro chico con el pelo teñido de rubio, un tercero con tupé y otro que entró sin camiseta a violar a la menor en un colchón en el suelo. Ahora el piso está vacío, “pero en ese piso había más de cuatro, yo flipaba con la cantidad de gente que entraba ahí cada día”, resume Pau, su vecino de al lado. Esos otros okupas, los mismos que están sembrando el terror en el barrio por sus constantes peleas y hurtos, no se han marchado. Sólo se han mudado a otro piso vacío, tal vez en el mismo barrio de Les Escodines, ese que antaño fue el barrio bien de Manresa, y ahora ha quedado para guarida de manadas.