Enrique Montero, de primeras, podría pasar por votante de Podemos. No va a los toros (ni lo prevé a corto plazo), es ecologista y tiene sus reservas al hablar de la caza. Defiende, por tanto, ideales que, a menudo, han estado relacionados con la izquierda. Sin embargo, es simpatizante orgulloso de Vox. “A veces, se sorprenden y me dicen: ‘¿Tú eres de derechas?’". Pero así es: antes votaba al PP y ahora he cambiado”, reconoce, sin complejos, en conversación con EL ESPAÑOL. Y, además, es el líder del Batallón Basurista, una organización que, de manera no oficial, cumple cinco años el próximo cuatro de agosto limpiando Sierra Nevada –aunque también otros lugares–. En realidad, allí donde los llaman o los necesitan.
— ¿Cómo justifica esa contradicción?
— Hay cosas que no me gustan, pero creo que Vox es el único partido que puede salvar este país (…) Es difícil que te guste una formación al 100%. No voy a votar a Pedro Sánchez, no me gusta.
— Aunque sea, dice, ecologista, como usted.
— La gente se extraña. A veces, me han dicho: ‘Los pijos estos que tiran la mierda aquí...’. Pues mira, nosotros la recogemos. Y yo puedo ser pijo, de Vox y presidente del Batallón Basurista.
En concreto, lo es desde hace cinco años, cuando decidió crear el colectivo. Enrique Montero, mientras hacía una ruta por Sierra Nevada junto a un amigo, se dio cuenta de que había mucha basura y la empezó a recolectar. Primero llenó una bolsa, luego dos, más tarde tres…. “Conseguimos sacos, guantes de protección y fuimos convenciendo a nuestras familias y a las novias para venirse”, recuerda. Sin una rutina concreta, empezaron a sumar expediciones: salían a hacer una ruta y, de paso, iban recogiendo todo lo que se encontraban por el camino. “Nos dimos cuenta de que era algo bestial. Por ejemplo, en una excursión al Mulhacén, que son cuatro horas, te tenías que ir parando cada poco porque hay muchísimos trozos de plástico”, lamenta.
Aquel 4 de agosto, germinó el Batallón. Desde entonces, lo que empezó siendo un ejercicio intermitente de limpieza se convirtió en una costumbre inalterable. Enrique y los suyos, los fines de semana, salen a las 7:00 horas y empiezan a recoger basura. “Estamos todo el día dando el callo”, esgrime. Pero ahí no termina su función. Después, tienen que organizar los restos. “El otro día, por ejemplo, nos encontramos 1.500 botellas de vidrio. Estas las echas a su contenedor correspondiente, pero cuando son restos mezclados es más complicado. ¡Y no te digo nada de los neumáticos! Los tienes que guardar durante un mes hasta que un organismo público accede a recogerlos”, cuenta.
¿Y cómo lo hacen? Desde luego, no solamente con bolsas. Enrique ha ido perfeccionando el método a medida que ha ido pasando el tiempo. Todos los miembros del Batallón Basurista tienen el mismo conjunto: una camiseta con un logo creado por él y ropa militar. “Parecemos un auténtico comando”, bromea. Siempre, acompañados de un Jeep de 50.000 euros comprado para la ocasión y pintado de camuflaje. Allí, van echando todos los restos durante la jornada de expedición. Después, los organizan y se acabó.
Se han convertido, en cinco años, en unos especialistas. Primero, siendo unos pocos, pero según ha pasado el tiempo, creciendo en grupo y en ideologías…
— ¿Ha tenido problemas por ser de Vox?
— Sí, cuando tienes una empresa (de publicidad), saben que eres de derechas, tienes cierto espíritu militar (de ahí las ropas de camuflaje)… Piensan que los estás pisoteando si pones las normas y creen que eres un dictador. “¡Ya está aquí Franco!”, me han llegado a decir. Si yo fuera de izquierdas, no les importaría.
— ¿Se aceptan otras ideologías en el Batallón?
— Sí, claro que sí. Hay de todos. A veces, he tenido algún problemilla. Hace poco, por ejemplo, tuve que echar a una persona de Podemos porque me estaba machacando con la Guerra Civil y todas esas cosas… Pero aceptamos a todo el mundo. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias deberían aprender de nosotros.
— ¿Han coincidido con algún grupo de ecologistas?
— Hemos contactado con ellos, pero nunca han venido. Son ecologistas de sillón; activistas hay pocos. Mucho salir en televisión, pero realmente hacen muy poco.
Eso es lo que ha llevado a Enrique a no abandonar el Batallón Basurista a pesar de lo que le supone tanto en lo social como en lo económico. Él, al año, con lo que se gasta en cuidados de los dos coches que utilizan y las equipaciones, se gasta entre 4.000 y 5.000 euros. “Más todo el tiempo que consume. Yo soy autónomo y el tiempo libre lo dedico a esto, más allá de pasear a los perros. Tengo la ‘suerte’ de no tener hijos y que no me importe pasar el tiempo recogiendo basura”, explica.
¿Por qué hay tanta basura en Sierra Nevada?
El Batallón basurista no pone el dedo en una sola persona o institución, sino en bastantes, desde las instituciones públicas a la gente. “Es increíble el poco respeto que tienen las personas de la naturaleza aquí en el sur. Eso no pasa en el norte”, lamenta Enrique. Bien lo sabe él después de estos cinco años recogiendo basura, en el campo, pero también en carreras como triatlones y maratones, donde se tiran botes y se deja basura sin que nadie haga nada por recogerlo más tarde.
"Es increíble todas las cosas que te puedes encontrar", lamenta. Al fin y al cabo, quiere como nadie a Sierra Nevada, el macizo montañoso de mayor altitud de toda Europa occidental después de los Alpes, alcanzando su mayor altitud en el pico Mulhacén (3.482). Está declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO y fue declarado Parque Nacional. Por eso, Enrique y el Batallón decidieron actuar: no podían dejar que un lugar así estuviera repleto de basura.
Pero su labor no la circunscriben solamente a Sierra Nevada, donde el próximo día 4 organizaran una quedada para que se acerque todo el mundo a celebrar el quinto aniversario de la formación –y regalando una camiseta– . También lo han hecho en playas y otras montañas. Siempre, buscando que el entorno, dentro de lo posible, esté lo más limpio posible. Y, ya de paso, intentando concienciar de la lacra que suponen estos residuos. “Lo combatimos a través de las redes sociales, es nuestra forma”. Y así seguirán. Cinco años no son nada…