Uno nunca sabe cuál será la última conversación que mantendrá con un ser querido antes de morir. Resulta de algo imprevisible. Una de las mejores amigas de Javier Ardines -el concejal de IU asesinado hace justo un año- en Llanes (Asturias) se escribió por última vez con él tres días antes de la tragedia acaecida el verano pasado. Necesitaba pedirle el número de teléfono de una tercera persona. “Así, sin más. Luego lo típico: qué tal, ¿todo bien? Todo bien, nos vemos estos días”.
El 16 de agosto, en Llanes, es la Fiesta de San Roque. Se trata quizás del día más grande en el pueblo, acaso el de de mayor jolgorio. Ese día, pese al maratón de comidas regadas con sidra, charangas y gaitas que se le venía encima, el único concejal de Izquierda Unida en el pueblo decidió levantarse pronto para salir al mar, pero con las primeras luces de la mañana los vecinos hallaron su cadáver. Apenas había podido salir a la puerta de casa. El vecindario en shock, todos coincidieron rápidamente que aquel tipo grande y fornido no podía ser tumbado por una sola persona.
Había sido una emboscada. Esa era la sensación generalizada que cundía en el pueblo. Y eso fue, a la postre, lo que se descubrió que había sucedido.
Ha pasado ya un año de aquel crimen que marcará para siempre una localidad idílica, y algo más de seis meses desde la resolución del crimen. EL ESPAÑOL regresa al lugar de la tragedia cuando la localidad se despereza durante su semana grande con ganas de festejar. La sombra del concejal asesinado ya no planea entre las casas como a lo largo de todo el año pasado, pero han quedado secuelas. Por ejemplo, los cuatro divorcios que se han producido en los últimos meses en distintas parroquias del municipio. Separaciones en algunas casas que se produjeron tras revelarse las continuas infidelidades de Ardines.
Las teorías y las hipótesis que manejaron los investigadores, así como las elucubraciones del vecindario, concluyeron muy pronto que aquel hombre se había labrado un buen ramillete de enemigos, dispersados por toda la geografía llanisca: empresarios descontentos, vecinos molestos por sus decisiones como concejal… e incluso maridos despechados.
En ese descenso hacia los infiernos los agentes determinaron muy pronto cuál era la hipótesis real. La que explicaría lo que sucedió aquella mañana y muchas mañanas anteriores. La verdad que resolvería el crimen. La posibilidad del móvil político todavía estaba sobre la mesa, pero al final todo se descubrió como el más puro y duro lío de faldas. Las elucubraciones terminaron cuando la Guardia Civil detuvo a las cuatro personas que orquestaron la emboscada y el asesinato del concejal.
La relación sentimental que Ardines mantenía desde hacía 30 años con su prima política, Katia Blanco, lo desencadenó todo nueve meses antes del crimen, en el otoño de 2017, cuando Pedro Nieva, marido, amigo íntimo del concejal, descubrió lo que estaba sucediendo a sus espaldas.
El proceso judicial del caso se encuentra en stand by. Todo se encuentra parado a la espera de que las autoridades suizas extraditen a uno de los dos sicarios que perpetraron el crimen junto a Pedro Nieva y un amigo suyo de Bilbao. Según fuentes judiciales detallan a EL ESPAÑOL, se encuentra cumpliendo prisión en este país tras haber sido detenido por un delito de robo con fuerza. No se le espera aproximadamente hasta otoño.
Entonces se calcula que será puesto a disposición de la jueza para tomarle declaración y para practicar todas las diligencias que la magistrada considere oportunas. Los otros tres miembros de esta trama se encuentran en la prisión de Villabona, Asturias. En una nueva entrega de la serie Regreso al lugar de la tragedia, EL ESPAÑOL vuelve 12 meses después a Llanes para pisar el terreno de los hechos, hablar con los amigos más cercanos de Ardines, con los vecinos de la parroquia y desentrañando fragmentos del sumario no revelados hasta el momento.
Un camino silencioso y apacible
-Se ha muerto Javier. Tiene un golpe en la cabeza. Parece que le han hecho algo, dice Katia.
-¿Se sabe algo más?
-Pedro, qué has hecho.
-Yo no he hecho nada, te lo juro.
-Tienes que venir, te va a llamar la Guardia Civil.
La mañana en que aparece el cadáver, 16 de agosto, a eso de las diez, alguien cercano llama a Katia para contárselo. Ella se despierta como puede, se pone el pijama y sale de casa con lo puesto. La noticia es devastadora. Su casa de veraneo se encontraba junto a la del concejal. Quería comprobar si era cierta la tragedia. Sus casas están apenas separadas por un centenar de metros. Los periodistas, los agentes de la Guardia Civil y de la policía local saturan las callejuelas y los caminos rurales durante horas, en torno a la escena del crimen. Se encuentra a Nuria, la mujer de Javier, y a los hijos, todos llorando con los vecinos. Un cielo encapotado envuelve la escena a lo largo de la jornada. No parece verano.
Katia piensa inmediatamente en Pedro, y le escribe. Sus contestaciones la ponen en alerta sobre lo que puede haber ocurrido. Pero Pedro no se encuentra en esos momentos en la localidad de veraneo, sino en Bilbao, donde vivía durante el año con su mujer. Y eso la confunde.
El cuerpo apareció en el sendero de Los Nogales, el sendero asfaltado que conduce hacia su casa. La vivienda se encuentra apartada de todo, orillada a las faldas de los Picos de Europa, en el rural más salvaje, en la parroquia de Belmonte de Pría.
Llegar justo allí, expresamente allí, a las puertas de su casa, consiste en andar y andar por entre caminos estrechos y agrestes. El lunes de esta semana, tan solo unos pocos peregrinos transitan por la zona. Son los únicos curiosos que merodean por allí, junto con algunos caminantes que se dirigen hacia el bosque y sus senderos rumbo a los Bufones de Pría, uno de los lugares favoritos del concejal en el pueblo. Por eso, por estar alejado de todo, pronto se supo que quien lo había planeado tenía que conocer bien la zona.
Visitas a la cárcel
El cuerpo presentaba graves lesiones en el cráneo. Había sido brutalmente golpeado con un bate de béisbol. La muerte tuvo como causa inmediata un shock mixto de origen cardiogénico, hemorrágico y neurógeno. El shock que experimentó Ardines, según determinó la autopsia, vino provocado por un intento de estrangulamiento y por un traumatismo craneoencefálico. Todo eso provocado por el ataque de dos personas. Los sicarios contratados por Pedro Nieva semanas antes de los hechos.
No se atisba un murmullo entre las viviendas que se ocultan por los senderos de la zona de Belmonte de Pría. Llanes es un municipio extenso, alargado y compuesto por una decena de núcleos de población. Uno de ellos, donde ya nadie habla de lo que pasó, es este, y menos en el estrecho camino de Los Nogales. Dicen los vecinos que Katia Blanco no ha vuelto al pueblo desde entonces. No se perdía un verano en Llanes. Incluso viajaba sola hasta allí en distintas ocasiones durante el año. Pero ahora permanece alejada de la calle en la que apareció muerto su amante, primo y amigo Ardines.
Según ha podido saber EL ESPAÑOL, los viajes de Katia este año a Asturias se circunscriben a las visitas a Pedro en el centro penitenciario de Asturias, la prisión de Villabona. Acusado como inductor del crimen, Nieva permanece encerrado en esta prisión. Katia a veces va sola hasta allí. En otras ocasiones la visita la realiza junto con los dos hijos que tiene en común este matrimonio. No llegaron a divorciarse.
Un crimen pasional
El análisis del teléfono del concejal fue clave. También los interrogatorios en los ambientes que solía frecuentar el edil. Llanes posee 28 parroquias, pero Ardines y su grupo de amistades veraniegas (ese formado por Katia, Pedro y otros cercanos colegas) se dejaban caer sobre todo por la zona de Nueva.
Fue allí donde no tardó en aflorar la verdad. Había sido un crimen pasional, pero ¿quién había encargado el asesinato? Los investigadores tuvieron que ir casa por casa tras registrar el móvil de Ardines e interrogar a algunas personas para poder encontrar al marido cabreado que podía haber trazado el plan para acabar con la vida de aquel individuo. Esa entrada de los agentes en distintas casas de la zona para hablar con las distintas mujeres que les interesaban hizo fruncir el ceño a algunos maridos. Y ha provocado, que se sepa, hasta cuatro divorcios a día de hoy.
Uno de los sicarios preguntó qué era exactamente lo que tenían que hacerle al concejal. Pedro le dijo que no se cebaran. Que le repartiera "unas hostias" y que le dieran "bajo, que no le diera por arriba".
Los sicarios regresan varios días al pueblo e incluso ensayan el crimen. Varias noches permanecen agazapados en la espesura del camino que conduce a la casa del concejal. Y colocan unas vallas en mitad del sendero para obligarle a bajarse del coche. El día escogido repitieron la operación. Eran las 6 y cuarto de la madrugada cuando escucharon arrancar el coche de Ardines en el interior de la casa. Le vieron después salir con los faros encendidos y detenerse ante las dos vallas amarillas que le cortaban el paso. Al apartarlas, el concejal fue rociado con un espray de pimienta en los ojos. Y luego llovieron los golpes.
Katia y Ardines lograron ocultar durante muchos años su aventura. Ambos eran muy discretos. Y por eso nadie más que ellos conocieron hasta ahora el secreto de su amor furtivo.
El 13-14 de septiembre del año anterior al crimen, Katia llegó desde Bilbao para las fiestas del Cristo de Nueva de Llanes. Es la última vez que se acuestan juntos. Meses después, en la grabación que Pedro consigue arrancarles cuando ya sospechaba de que algo había entre su mujer y su mejor amigo en el pueblo, ambos comentan el modo en que llevan años jugando al límite y bailando sobre el filo de la navaja sin que nadie les descubriese.
En la grabación se les oye a Katia y a Ardines hablando cuando Pedro se levanta de la mesa para ir al baño, dejando el móvil con la grabadora encendida:
-Yo, a calentar la casa, le dije -empieza Katia, cambiando de conversación cuando su marido se va al baño-. Pues ir calentando la casa para cuando llegues... Menos mal que no sabe cómo la caliento... (se ríe)... si no, agárrate que vienen curvas.
-Llevamos años librando, responde Ardines.
-Sí, madre mía... Hay que tener cuidao.
‘Dolce far niente’ a la asturiana
Esta conversación que reproducimos a continuación se produce un día antes de los hechos entre Katia -la amante de Ardines- y su marido Pedro -inductor del crimen-, en medio del ajetreo estival que inunda Llanes cada verano. El pueblo está espléndido en su semana más importante del año. El crimen, ya urdido entre Pedro y sus compinches, estaba a horas de cometerse.
- “De verdad, hasta los cojones estoy. Ya que están hablando de mí, y ahora esto. De qué ostias vas!!! Ya está claro. Pon mejor que viniste a casa para follar y así se enteran también de eso. ¡Que eres un bocas! ¡Yo no he follado con nadie! Que se te meta en la puta cabeza.
-¡¡¡Te ríes de quien te dé la gana, de mí no!!! Ya tú te has reído de mí muchos, muchos años, dice Pedro.
-¿Para qué vienes aquí y haces todo el papel? ¿Para follar?
-Me has dejado claro lo que piensas de mí.
-¡¡¡Lo mismo que piensas tú!!! En poner esas cosas y poniéndome a mí como una puta mierda.
Llanes es un pueblo de 14.000 habitantes, pero en verano se multiplica por tres. Se trata de una de las perlas del oriente asturiano. Su atractivo son esos edificios nobles, las casas de indianos retornados de América, el olor de los cachopos en las calles que surgen del puerto y del Sablón y las innumerables playas escarpadas: el paisaje, claro. Un destino de veraneo privilegiado gestionado durante décadas por el PSOE. En el año 2015, una coalición que ha conseguido revalidar ahora su estancia en el sillón consistorial, logró descabalgar al partido hegemónico. El que siempre había ostentado el poder.
Fue entonces cuando entró en escena Javier Ardines. Hombre fuerte, de mar, de carácter firme pero honesto y honrado, bravo como él solo, nunca había desempeñado ningún cargo político. Pero dio el paso y fue designado como edil de Pesca, Medio Rural, Playas y Personal del Ayuntamiento de Llanes. Su partido, Izquierda Unida, se alió con Vecinos por Llanes, Foro y el Partido Popular para formar un gobierno cuatripartito, que terminó desalojando a los socialistas tras 28 años en el poder. Una combinación que se repite ahora y que mantiene a Enrique Riestra, amigo personal de Ardines, al frente del Consistorio.
Permaneció tres años al frente de la gestión de esas áreas. Renunció al sueldo desde el principio (solo aceptó el pago del kilometraje), y continuó subsistiendo de su trabajo como pescador, de faenar cada mañana y de vender el pescado en la lonja del puerto. Era por la tarde, al desembarcar de la Bramadoria, cuando echaba las horas en el ayuntamiento gestionando toda clase de proyectos.
Las sospechas hacia el móvil político surgieron pronto. Ardines se había labrado un largo reguero de enemigos debido a su gestión. Llanes es una villa relajada, en la que esparcirse con la única intención de no hacer nada, de un verano entregado al dolce far niente. Esa capacidad de atraer turistas debido a sus paisajes hizo años atrás que surgieran proyectos urbanísticos en distintas zonas del municipio. Ardines cortó con todo eso. Paralizó proyectos urbanísticos de dudosa legalidad y regularizó, por ejemplo, la entrada de coches a parajes idílicos como el de los Bufones, que anteriormente contaba con un enorme aparcamiento. Quería, de algún modo, limitar la afluencia turística, con el fin de preservar el paisaje y el ecosistema del lugar. Eran medidas que mantenían disgustados a muchos sectores del pueblo.
Pero su verdadero calvario fue el iniciar un conflictivo proceso para regularizar la contratación de los funcionarios municipales. Firme en sus convicciones de honradez y transparencia, obligó a los interinos a presentarse a concursos para conseguir una plaza. Algo que muchos que llevaban décadas trabajando en el consistorio no estaban dispuestos a asumir.
Por eso, los investigadores de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil fijaron su punto de mira en esta hipótesis desde el principio. Interrogaron a todos los empleados del ayuntamiento, a todos sus adversarios políticos. Les pidieron incluso una muestra de ADN a todos, y accedieron con gusto, y lo hicieron de forma voluntaria. No tardaron mucho en percatarse que esa vía no era la correcta y que, pese a la ingente cantidad de personas que podía tenerle ganas a Ardines, los tiros no iban por ahí.
La serie 'Regreso al lugar de la tragedia'
(I) Laura Luelmo: la mártir de El Campillo, el pueblo donde los niños no salen solos a la calle
(II) La paella que terminó con la muerte de Julen en el pozo y dio comienzo a una guerra entre familias
(III) Verónica lleva dos meses muerta y no hay detenidos en Iveco por propagar sus vídeos sexuales