525 es el número de butacas que posee el imponente auditorio de Valga (Pontevedra). Una cifra casi siempre es solo una cifra, pero en este caso se tradujo en un número que resultó insuficiente. El recinto se quedó pequeño cuando los vecinos de este humilde concello gallego quisieron rendir homenaje y presentar sus respetos ante los tres ataúdes de tres de sus más queridas vecinas. Algunos familiares se desahogaban a las puertas y lloraban juntos, desconsolados, bajo el cielo cubierto de nubes grises. El tiempo nunca acompaña. Dentro velarán toda la noche los cuerpos de las tres mujeres que les han arrebatado, tres vidas, las de de Sandra, Alba y María Elena, segadas a tiros, en cinco minutos, por un hombre con la frialdad propia de un robot.
En la boca de los habitantes de este humilde pueblo está el dolor y la rabia ante la pérdida -tres vecinas "buenas, buenísimas, amables"- y ante el vil crimen perpetrado por un hombre al que nadie aguantaba en la aldea y al que todos evitaban por precaución. Un tipo, José Luis Abet Lafuente, "paranoico" e instransigente, visceral y agresivo, malo como un perro rabioso. Era decirle algo uno y parecía que se le iba a tirar al cuello a morder.
Carlos, quien cuidó a los dos niños, de 4 y 7 años, a lo largo de toda la mañana tras el asesinato, le conocía bien. Habían vivido 13 años puerta con puerta. "Ese hombre ya te digo yo que es un demonio". Nadie imaginó que llegaría a ese punto.
Fernando, el padre de Sandra, trabaja en el colegio de Valga como encargado de tareas de mantenimiento. Se derrumbó allí mismo al enterarse de que las habían asesinado. Los niños salieron corriendo al ver caer a su madre. Sandra Boquete Jamardo abrió la puerta de casa para llevar a los niños del colegio y allí estaba esperándola el hombre del que había conseguido divorciarse el pasado mes de enero. Se coló para dentro, se puso a discutir con ella y, acto seguido, le disparó hasta cuatro veces.
Luego fue directo hacia su suegra empuñando el revólver. María Elena Jamardo, 58 años, recibió cuatro disparos. Entre víctima y víctima, la vecina que escuchó el tiroteo percibió dos silencios, dos pausas relativamente prolongadas. Era José Luis recargando el revólver. Luego abrió fuego contra su cuñada. Acabó con la vida de Alba Boquete Jamardo, 27 años, de otros cuatro balazos. Cuatro proyectiles más fueron hallados en la alargada finca de la vivienda. Según explica La Voz de Galicia, el asesino habría realizado hasta un total de 15 disparos.
Sandra Boquete Jamardo
"Esa chica era muy buena, muy muy buena", dice Ramón Eiras Eiras, 75 años de edad, que vive a poca distancia del lugar de los hechos. Fue el primero en socorrer a los niños. Conocía a Sandra porque era de toda la vida de Valga, y más desde que se había ido a vivir a Cordeiro cuando empezó con José Luis.
Sandra trabajaba ahora como técnico administrativo en STAC, una empresa afincada en Padrón dedicada a la fabricación de productos del sector del aluminio. No había nadie en toda la empresa este martes. Solo el contestador del teléfono con un mensaje grabado de sus compañeros, devastados ante la muerte de esta nueva víctima de la violencia de género.
Los dos hijos menores de Sandra eran su vida y su energía. Vivía para ellos. Acudían juntos a toda clase de eventos en la localidad, y además se encargaba, si podía, de llevarlos por las mañanas al colegio. El barrio estaba mucho más tranquilo desde hacía un par de años, cuando decidió que tenía que alejar a su marido de allí y que quería separarse de él. "Él solo daba problemas -dice Carlos, otro de los vecinos- pero desde que se marchó estábamos todos muy bien. Habían sido años complicados con él. Y ahora volvió para esto".
La parcela de la vivienda tiene forma alargada y rectangular. Está dividida en tres partes bien diferenciadas, como tres zonas distintas en las que hacer tres tipos de actividades: en la parte delantera, una explanada para aparcar el coche y para el juego de los pequeños. Luego la casa; después, en la parte trasera, una porción de tierra con una decena de árboles frutales, y después una verja que separa el recinto de las gallinas. A todo eso se dedicaba en paz y felicidad Sandra, sus hijos y el resto de su familia. Vivía discretamente y apaciblemente allí tras la separación dos años antes, y tras el traumático y complicado divorcio.
Alba Boquete Jamardo
El dolor está presente desde ayer en otras dos ciudades de la provincia: Pontecesures y Pontevedra. Allí conocían bien a Alba Boquete Jamardo, 27 años. Era en estas dos ciudades en las que repartía mayormente su jornada laboral. Había encauzado brillantemente su carrera hacia sus objetivos. Emprendedora, Alba participaba de innumerables iniciativas de forma simultánea, tanto en su tiempo libre como a nivel laboral.
Había abierto años atrás un gabinete de Logopedia en la localidad de Pontecesures. Aún lo mantenía abierto, con enorme éxito en sus métodos. Muchas de esas herramientas para mejorar la dicción de los pequeños las subía a las páginas de las redes sociales para que cualquier interesado pudiera emplearlas.
Alba era, en este sentido, una persona de fuertes convicciones, pues supo desde que abandonó el instituto en Valga que era aquello a lo que se iba a dedicar. Así que se fue a la Universidad de A Coruña a estudiar el Grado en Logopedia. Luego completó un máster para especializarse en esta misma materia, y ahora era a lo que se dedicaba.
Mantenía, incluso, un segundo empleo cultivando ese área como terapeuta del lenguaje en la asociación Amencer-Aspace, en Pontevedra. Se trata de una asociación dedicada al cuidado de personas con parálisis cerebral, absolutamente necesitadas, chiquillos en situaciones, algunos de ellos, extraordinariamente complicadas.
María Elena Jamardo
La tercera de las víctimas, María Elena Jamardo, superó hace pocos años un cáncer de pecho. Era una lucha más de las que había tenido que encarar. A todas había logrado sobreponerse. Emigró de joven con la maleta al hombro en busca de prosperidad y oportunidades. Escogió Suiza, como muchas otras gallegas que salían a buscar en el extranjero un futuro mejor. Fue la primera vez que se separó de Sandra y de Alba. Ambas se quedaron al cuidado de los abuelos en Galicia. Y era ella este lunes, junto a su hija pequeña, la que atendía a sus pequeños nietos cuando les sobrevino a todos la tragedia.
La foto que abre este reportaje es de este pasado verano. Una de las más recientes de la familia y una de las pocas en las que aparecen las tres juntas. Sonreían felices. Nada valoraban más que pasar todo el tiempo juntas, era lo que les hacía más fuertes.
Unas semanas después la violencia machista, a través de este frío, violento y desalmado asesino, golpeó de nuevo y todo volvió a saltar por los aires.
Sandra, 39 años, Alba, 27, y María Elena, 58, son, respectivamente, la cuadragésimo primera, cuadragésimo segunda y cuadragésimo tercera mujer asesinada este año por su pareja o expareja. En España, en 2019, también han sido asesinadas Dolores, 73 años; Gema, de 22 años;Nicole, de 21 años; Eva, de 47 años; Riet, 54 años; María del Carmen, de 45 años; Elena, de 54 años; Mónica Borrás; Monika Asenova, de 29 años; Piedad, de 51 años; Juana Ureña, de 47 años; Irene López; Nelea, de 22 años; María Soledad Bobet;Gloria Tornay Naranjo, de 58 años; María José Aboy Guimarey, 43 años; Estrella Domínguez, 63 años; Sheila Chazarro Moyano, 29 años;Daría Oliva Luna, 20 años; Rosa María Concepción Hernández, 60 años; Rosa Romero Rueda, 69 años;Rebeca Santamalia, de 47 años; Romina Celeste, de 28 años; Leonor Múñoz González, de 47 años; Rebeca Alexandra Cadete,de 26 años, Manuela B.B., de 61 años, Maisu, de 47, Maruchi de 52 y Pilar de 49 años..La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 47 mujeres asesinadas en 2018 y 53 mujeres en 2017.