Francisco Morado, a sus 53 años, ha trabajado de todo, “en lo que iba saliendo”. Siempre, eso sí, lo había hecho bajo el anonimato que pregona. A él nunca le ha gustado ser protagonista. Todo lo contrario. Si puede pasar desapercibido, mucho mejor. Sin embargo, este lunes, en el debate, lo fue. Él no lo sabía, pero su imagen, en pocos minutos, empezó a viajar de móvil en móvil. ¿La razón? Realmente, ninguna. Que un hombre coja la fregona para limpiar no debería ser noticia. Pero lo es. Sobre todo, porque durante la anterior contienda electoral, en el debate de TVE (22 de abril), la imagen más criticada fue la de una mujer pasando la mopa entre los cuatro candidatos –todos hombres– a presidir España. Esta vez, hubo un hombre en imagen (aunque estuvieron dos limpiando).
Él no entiende todo el revuelo que se ha armado. No está acostumbrado a hacer entrevistas ni sabe cómo actuar. No lo ha hecho en su vida. Ni en Cruces (Vizcaya), donde nació; ni en Santiago de Alcántara (Cáceres), donde se crió; ni en Madrid, donde lleva viviendo 32 años. “No pensaba que esto fuera a llegar a tanto”, reconoce, sorprendido, a EL ESPAÑOL. Lleva siete años limpiando en todo tipo de eventos –como, por ejemplo, Madrid fusión– y ha visto, de cerca, a muchos famosos. Lo ha hecho, siempre, entre mujeres, y jamás se ha sentido “discriminado”. Al contrario, “somos como una familia”. Por eso, no entiende nada.
Hace una semana, Samyl, le comunicaron que formaría parte del debate. Y este lunes, cuando se levantó, no intuía (ni de lejos) que fuera a convertirse en noticia. Llegó a las ocho de la mañana al plató y, junto a sus compañeras, ayudó “a ponerlo todo a punto” para el debate. Se llevó su propio táper, se comió una fabada y esperó, pacientemente, a que llegaran los cinco candidatos a la presidencia con representación parlamentaria: Santiago Abascal, los Pablos (Iglesias y Casado), Pedro Sánchez y Albert Rivera.
“Antes de que empezara, nos dijeron que teníamos que limpiar porque había unas pisadas”, cuenta a este periódico. Y, en siete minutos –los que les dieron–, lo dejaron todo como una patena. “No pensábamos que nos fueran a pillar las cámaras. Creíamos que no íbamos a salir ni en directo ni nada. Ha sido una sorpresa”, comenta. Lo cierto es que Francisco salió junto a Raquel con la fregona y, mientras le colocaban el micrófono a Pablo Casado delante de Teodoro García Egea y los técnicos de sonido, tuvieron su momento de ‘oro’ improvisado.
Después, tanto él como sus compañeras desaparecieron. “No podíamos estar cerca de las cámaras y no vimos el debate”, explica. Tampoco se pudo echar una foto con los candidatos ni con los presentadores. Sí lo hizo, antes de la ‘batalla’, en el photocall montado para la ocasión. Al fin y al cabo, no todos los días se está en un evento de tal categoría. Y, sobre todo, con tanta (teórica) trascendencia. Por eso lo inmortalizó.
Para cenar, un bocadillo de chorizo y a terminar. Hasta las dos de la madrugada, no salió del recinto. Tuvo que esperar a que se fueran los candidatos para limpiar lo que quedaba. Se fue tarde y se ha levantado temprano. En concreto, a las 10:00 horas de este martes ya estaba de nuevo en el plató para limpiar lo que quedaba. A mediodía, recibió la llamada de este periódico y se enteró, definitivamente, de que estaba siendo noticia. No lo podía entender, pero tampoco le apenaba: era por un buen motivo. “Nunca me he sentido discriminado. He trabajado siempre con mujeres y somos un equipo muy compacto”, reconoce.
A su lado, Raquel, que estuvo con él en ese minuto de oro de la igualdad. Ella llegó más tarde que Francisco, a eso de las 20:00 horas, y tampoco pudo ver el debate. “Nos llamaron para que saliéramos a quitar las pisadas, fuimos y ya está”, cuenta a EL ESPAÑOL. Después, se marchó a la sala de prensa y se quedó, como Francisco, sin ver el debate. A las dos, se marchó y este martes tampoco entendía que fuera noticia. “Siempre he trabajado con hombres. Las máquinas, por ejemplo, las han llevado ellos normalmente. Pero cada vez menos”, finiquita.