Los nervios a flor de piel en la última sesión del juicio por el asesinato de Diana Quer. Su padre, Juan Carlos, ocupaba el asiento en el que ha venido colocándose estas dos semanas mientras se procedía al visionado de la reconstrucción del crimen cometido por 'El Chicle'. Comedido todos estos días, no se pudo aguantar más.
Sobre las once de la mañana, en las pantallas del jurado y de las partes podían observarse los movimientos de José Enrique Abuín, 'El Chicle', durante esa jornada con los agentes de la Guardia Civil en la que fue recomponiendo el recorrido de la noche del asesinato, 22 de agosto de 2016.
Se encontraban visionando el momento en que arrojaba al pozo el maniquí que representaba a Diana. Se le veía atar los cables a los lastres, mientras los agentes de la investigación grababan sus movimientos, cuando Juan Carlos, sereno y sosegado todos estos días, miró para él en la sala y le dijo:
-"¡Podría ser tu hija!".
No lo gritó, pero el tono de voz en que lo dijo, según fuentes próximas a la familia presentes en la sala relatan a EL ESPAÑOL, hizo sobresaltarse a los cronistas situados en la primera fila.
No se alteró, pero al juez Ángel Pantín, magistral en el dominio de los tiempos, de las formas y de las situaciones complicadas del juicio en estas dos semanas, no le quedó más remedio que intervenir para hacerle abandonar la sala. Juan Carlos se levantó y se fue. Es el primer incidente de estas características que protagoniza en estas dos semanas en las que se ha prolongado la vista oral ante el tribunal del jurado.
Nervios tras la jornada clave
Los nervios se encuentran a flor de piel en la sala después de la jornada de este jueves, la más crucial de todas, la más intensa, la de mayor importancia. Todo el caso confluyó hacia un mismo punto, como un cauce, hacia el intenso debate científico entre los dos grupos forenses que analizaron el cadáver. Fue donde más chocaron las partes. Sobre la mesa estaba, como lo está desde el primer día del juicio, la presunta agresión sexual de Abuín que le llevaría a la prisión permanente revisable. Y todos quisieron apretar al máximo para llevarse a los nueve miembros del jurado, que incluso tuvieron que preguntar por primera vez en todas las sesiones, a su terreno.
Estuvo más afilada y con más mordiente que nunca María Fernanda Álvarez, la letrada del acusado. El más alargado de los debates se produjo en torno a las diferencias entre los estudios del primer y el segundo grupo de forenses, y en torno una sorpresa desconocida hasta el momento: que el segundo equipo de forenses, liderado por el forense José Ángel Blanco Pampín, había detectado un edema en la vulva del cadáver compatible con una agresión sexual.
Por un lado, los tres médicos de la autopsia realizada en el Imelga (Instituto de Medicina Legal de Galicia), entre ellos Fernando Serrulla, uno de los mejores antropólogos forenses de España. Por otro, tres especialistas y un matemático gobernados por José Blanco Pampín, jefe de Patología Forense del Imelga. Suyas fueron las autopsias de la niña Asunta Basterra y de Ramón Sampedro.
El día que se tenía que realizar la autopsia de Diana, Pampín se encontraba de baja, así que no pudo analizar el cadáver en primera instancia. Sí que realizó un segundo estudio a través de las pormenorizadas y numerosas fotografías de todas y cada una de las partes del cuerpo de la víctima. Y los resultados de ambos estudios pudieron comprobarse en plena sala este jueves.
Ambos grupos coincidieron en sus análisis en que Diana fue asesinada con una brida, instrumento para el cual resulta preciso apretar durante por lo menos cuatro o cinco minutos, tal y como ellos dijeron. Y no apenas treinta segundos, como aseguró Abuín el primer día en su declaración; según él, casi apenas al tocarla la joven estaba ya muerta.
La tensión y el debate más prolongado, el engranaje central del juicio, fue al final ese edema que Pampín dijo que su equipo había encontrado en la vulva. Nadie conocía ese dato hasta este pasado jueves. El juez le reprendió por no haber comunicado antes ("Esto merece una explicación, señor Pampín"), durante la instrucción, un dato tan relevante, y él dijo que cuando se le interrogó no le preguntaron por ese aspecto.
Serrulla y su equipo atribuyeron esa hinchazón a la enorme cantidad de agua absorbida a lo largo de 497 días. No lo interpretaron así. Pampín, en su turno, dijo que ese edema estaba producido claramente en vida, "fijado en el tiempo", y que se podía haber producido por "un acto sexual con maniobras intempestivas". Ante la última jornada de declaración de testigos, previa a los alegatos finales, prácticamente la suerte está ya echada.