No parece nada fácil ser Quim Torra (56 años), vivir en la constante dicotomía. No debe de ser sencillo apoyar las manifestaciones que han estado incendiando Cataluña y al mismo tiempo ser el jefe de aquellos Mossos que las reprimen. Ni eso de ser antisistema, creer en según qué autoridades, y encarnar al sistema en sí. Tampoco parece sencillo ser presidente de la Generalitat, de todos los catalanes, y desempeñar el cargo con los nudos atados ya de antemano en Waterloo. Es la soledad del corredor de fondo. Pero, por suerte, no está del todo solo. Tiene a otros Torra que le aguantan la espalda y dan pasos junto a él, ya sea en el lodo o en el mármol.
A su lado figuran siempre su mujer, Carola (53 años), y los tres hijos que tiene con ella, Carola (27 años), Guillem (25 años) y Helena (23 años). Todos son, mínimo, tan independentistas como él. Algunos parece que incluso más. Miembros confesos de los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR), mientras el patriarca hace la revolución en las instituciones, ellos la hacen en la calle. Así, Carola -madre- participa en la toma del aeropuerto de El Prat, Carola -hija- intenta cortar las vías del AVE, Guillem participa activamente en las actuaciones del CDR de Santa Coloma de Farnés y Helena se afilia a la CUP. Por ahí, asoma de vez en cuando otro Torra, Ernest, sobrino del president, que llegó a ser detenido por su participación en los cortes del AVE en Girona el primer aniversario del 1-O.
El pasado 17 de mayo de 2018 Torra tomaba posesión como presidente de la Generalitat. Era un perfil atípico el suyo. Sin experiencia en política más allá del activismo y prácticamente un desconocido para muchos, era nombrado en la misma legislatura en la que se estrenaba como diputado autonómico. También fue atípico el acto, no se puso la medalla que sus predecesores sí, no había bandera española y tampoco acudió ningún miembro del Gobierno.
Y tras prometer cumplir sus funciones “con fidelidad al pueblo de Cataluña”, se enfiló a la escueta comitiva que le acompañaba. Cuando uno se espera un saludo institucional, un apretón de manos que estrenase el Molt Honorable President, esa mujer de chaqueta blanca y pantalón negro le plantaba un beso en la boca. Era su Carola Miró, la mujer de la que se enamoró cuando la conoció en 1987.
Otra escena político-familiar similar tuvo lugar el pasado lunes 18 de este mes, cuando el presidente estaba en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ante el juicio que se celebraba contra él por haberse negado a retirar los lazos amarillos del palacio de la Generalitat. Justo detrás del banquillo donde se sentaba estaban, de nuevo, los suyos. “Hombre cómo no van a estar apoyándole, con todo lo que está viviendo ahora...”, dice a EL ESPAÑOL un antiguo conocido de Torra.
Carola, la ‘primera dama’
Es lunes 14 de octubre de 2019, Día D que decían algunos. Por la mañana se conoce la sentencia a los juzgados por el procés. Entre todos acumulan 89 años de cárcel. Los ánimos ya estaban caldeados en los días previos pero nadie esperaba que la violencia fuera a escalar tanto y con tanta crudeza. En el transcurso de la mañana comparece Quim Torra para valorar -criticar- la sentencia y, a las 13.00 horas, hace su primer comunicado Tsunami Democràtic: hay que tomar el aeropuerto de El Prat, paralizar Barcelona, golpear donde duele y que lo vean los de fuera.
Y hasta ahí se dirige Carola Miró, convertida en primera dama del independentismo desde aquel 17 de mayo de 2018. Se fotografía, sonríe, está con amigas. La policía autonómica que dirige su marido acabará cargando para despejar. Las imágenes son duras pero sólo son el principio, a lo largo de la semana todo irá a peor.
Carola Miró no es independentista convencida desde pequeña, como sí que lo es Quim Torra. Católica, sin embargo, a medida que han ido pasando los años se ha ido convenciendo más en la ideología secesionista. Su breve aparición en política tuvo lugar de manera simbólica cuando en 2010 acudió a las elecciones autonómicas figurando en las listas por Barcelona de la formación Reagrupament Independentista.
Lo hizo siguiendo la estela de su marido, que un año antes había entrado en la misma formación política. Aunque no llegaría a ocupar ningún puesto de relevancia, Quim Torra siempre orbitó en torno a Rut Carandell, su cuñada, mujer de su hermano Pere, y fundadora de Reagrupament tras su escisión de Esquerra Republicana. De manera paralela, Carola también entró en el CDR de su barrio Sant Gervasi de Barcelona, aunque abandonó sus filas el mismo mes que su marido se convirtió en presidente de la Generalitat.
Más allá de la política, la mujer de Torra es una profesora en excedencia por el cáncer de colon que sufre. Ambos estudiaron juntos en el colegio jesuita de Sarriá pero no se conocieron formalmente hasta que en 1987 un amigo en común les presentó. Carola ha desempeñado siempre su labor docente en el colegio Thau de Barcelona.
De fuertes creencias independentistas, la escuela en la que trabaja Carola ha estado numerosas veces en el punto de mira ante críticas de que ahí se produce adoctrinamiento. Fundada en Pedralbes por Joan Triadú -referente intelectual de Jordi Pujol y Artur Mas-, en ella estudió Jordi Pujol Ferrusola, hijo del expresidente de la Generalitat. No en vano algunos de los comentarios que hay en la página del colegio, privado, dicen que “hace país”.
Pero en febrero de 2015 le detectaron un tumor en el colon que, lejos de superarlo, llevó a que en 2017 tuvieran que extirparle el bazo y los ovarios. Desde entonces vive en excedencia, dedicando su tiempo a ir como voluntaria dos veces por semana a la Fundació d’Oncología Infantil Enriqueta Villavecchia, a coser, hacer manualidades… y a la revolución independentista, claro.
La otra Carola, la heredera
Casi un mes después de que su madre participase en la toma de El Prat, Carola Torra, la mayor de los hijos del matrimonio, hacía lo propio en el municipio de Báscara (Girona), el pasado 13 de noviembre. Los Mossos d’Esquadra recibieron un aviso de que un grupo de radicales convocados por Segona Onada (Segunda Ola) iban a intentar cortar el paso del AVE por el municipio y, por seguridad, el servicio se cortó durante una hora y media.
En el furor del momento, las autoridades pudieron fichar el coche de Carola Torra, un Chevrolet Captiva de color negro. Aunque no lograron identificar a las dos personas que lo ocupaban, las autoridades comentaron que la hija del presidente de la Generalitat era una habitual en este tipo de protestas.
El grupo Segona Onada es, en esencia, un canal de Telegram que ha sido difundido entre muchos miembros de los CDR y que busca movilizar más allá de las convocatorias de Tsunami Democràtic. Apareció por primera vez ese 13 de noviembre y desde él se comunican los siguientes pasos a seguir.
“El pueblo se organiza y se sigue movilizando. Seguiremos presionando sobre la AP-7, mantenemos viva la convocatoria. Esta tarde, todas bien fuertes y bien visibles en las comarcas gerundenses”, escribieron por la mañana en el canal de Telegram, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. Tras la jornada, después de los incidentes con los Mossos en los que se identificó el coche de Carola, Segunda Onada tranquilizaba a los suyos: “Tots estem bé”, todos estamos bien. Actualmente, el canal tiene cerca de 32.000 miembros.
La idea freudiana de que los hijos buscan con sus actos “matar al padre” empujaría a defender que, si Quim Torra es independentista, sus descendientes, como acto de rebeldía propio de su juventud, deberían defender la unidad de España. Pero nada de eso. Como mucho, la mayor rebeldía que han llevado a cabo contra su padre es no votarle a él y votar a la CUP.
De todos ellos, Carola Torra es la más visible. Es la que aparece cerca de su padre más a menudo. Más allá de tomar las calles -"serán siempre nuestras", recuerden-, Carola estudió en la privada y católica Universidad Ramón Llul y desde febrero de 2017 trabaja como contable en una fundación que se define como una “entidad de acción social que trabaja para hacer efectivos los derechos económicos, sociales y culturales de las mujeres y para erradicar las discriminaciones por razón de sexo, con la vista puesta en lograr una sociedad con equidad de género efectiva”.
Los CDR y la CUP
Pero Carola Torra no acapara para sí toda la herencia independentista de su padre. Guillem y Helena también juegan su rol. Cuentan entre la familia de Torra que, si bien sus hijos ya eran indepes, se politizaron a raíz de ver las cargas policiales que se produjeron mientras tenía lugar el intento de referéndum del 1 de octubre de 2017.
El único varón de los tres hijos, Guillem, parece el más combativo de los tres. Tiene la mayoría de sus redes sociales cerradas y se sabe relativamente poco de él. Sus fotos de perfil son siempre un icono antifascista conocido en el que sale Adolf Hitler pegándose un tiro en la cabeza con la leyenda “Follow your lider” (Sigue los pasos de tu líder). En ellas, comparte continuamente contenido de corte político, independentista -bulos informativos o información tendenciosa incluídos- y de corte antifascista.
Estudió educación social y está estrechamente vinculado al CDR de Santa Coloma de Farnés, municipio de Girona de donde proviene el clan de los Torra. A veces sale junto a su padre, como cuando el pasado lunes 18 de noviembre se le pudo ver cercano a él en el juicio por los lazos amarillos.
La más tranquila, al menos de cara al público, es sin duda la pequeña, Helena. Siempre ha celebrado los movimientos independentistas y los goles del Fútbol Club Barcelona. Especializada en política tras estudiar el grado en Filosofía, Políticas y Economía de la Pompeu Fabra, carrera que acabó este año, desde octubre trabaja en el Centre Unesco de Cataluña como técnico de proyectos. Helena estudió en la misma escuela Thau en la que dio clase su madre y, durante los estíos de la carrera, ha sido monitora de campamentos de la Thau y de otro colegio, coordinando actividades para menores de entre cuatro y ocho años.
Sin embargo, no todo se queda exclusivamente en la casa de los Torra, también está en la de sus familiares. El mismo día 13 de noviembre en el que los Mossos identificaban el coche de Carola en Báscara, a 30 kilómetros, en el municipio gerundense de Salt, estaba el sobrino de Quim Torra, Ernest Morell Torra.
Aunque Tsunami Democràtic ya había dado por finalizados los cortes de la AP-7, la convocatoria seguía viva por parte de Segona Onada y, a la altura de Salt, continuaban con los cortes. Las autoridades, en esta ocasión la Policía Nacional, actuaron e identificaron a Ernest entre aquéllos que estaban produciendo los incidentes. A esas actuaciones es a lo que se referían los de Segona Onada cuando en Telegram publicaban “Tots estem bé”.
Pero no era la primera vez que Ernest tenía problema con las autoridades. En todo caso, en esta ocasión fueron hasta leves. En enero de este año la Policía Nacional le detenía, junto a otros 15 miembros de los CDR, por haber participado en los cortes del AVE en Girona en el aniversario del 1-O. Se le imputó un delito de desórdenes públicos y quedó en libertad con cargos.
Sociólogo de formación, tras sacarse el grado en la Autónoma de Barcelona, Ernest fue número cinco de las listas de la CUP en las elecciones municipales de 2015, en Santa Coloma de Farnés, el feudo de los Torra. Actualmente es uno de los tres miembros que dirigen la cooperativa La Sobirana, que elabora la bebida tradicional catalana de la ratafia, un licor dulce elaborado a raíz de aguardiente macerado con frutos. Su tío, Quim, en ocasiones ha utilizado su Twitter e Instagram para hacer promoción de la cooperativa.
A medida que van pasando los días, a Quim Torra se le siguen acumulando los problemas encima de la mesa. Está pendiente de la resolución del juicio del pasado lunes y con la posibilidad de que se le abra uno nuevo por no retirar la pancarta del Palau de la Generalitat. Tiene que presionar a Esquerra para que haya una respuesta conjunta del independentismo ante la investidura de Pedro Sánchez. Quiere que el Parlament apruebe la independencia y quiere agotar la legislatura, hasta 2021, aunque no está del todo claro que pueda llegar. Eso, la soledad del corredor de fondo. Por suerte, tiene a los suyos en la calle, a su familia, no solo a los Mossos d’Esquadra.