Los Abuín, la otra familia rota por 'El Chicle': así ha rehecho su vida su exmujer con otro novio
"Por mí que se muera, lo único que me da es pena todo esto por la hija", dice a EL ESPAÑOL uno de los miembros de la familia.
30 noviembre, 2019 15:01Noticias relacionadas
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Abuín es un apellido que se repite con cierta frecuencia en las aldeas que componen el disperso paisaje de Rianxo (A Coruña). Raro es allí el vecino que no tenga un pariente cercano con ese distintivo. Hace casi dos años, sin embargo, que una de esas humildes familias quedó marcada por ello, y ya no hay otro Abuín, por desgracia, más conocido que ése, José Enrique Abuín, alias 'El Chicle', el asesino confeso de Diana Quer. "Por mí que se muera, lo único que me da es pena todo esto por la hija", dice a EL ESPAÑOL uno de los miembros de la familia. Estos dos años, han tenido que soportar de todo.
Diana nació prematura, el 12 de abril del año 1998. Muchos pensaron, tras las primeras horas, que no sobreviviría. Su fisionomía y su musculatura apenas sumaban un kilo de peso. Era un esqueleto, un diminuto esqueleto, que con el tiempo cogió fuerza y vigor, y que comenzó a crecer cobijada en la pequeña cápsula del hospital. Para aquel entonces, José Enrique Abuín Gey tenía ya 22 años y ninguna carrera universitaria empezada. Nada de provecho en su pasado, nada de provecho por hacer.
Apenas había ido al colegio. La mayor parte de los habitantes de la parroquia de Asados ya sabía que el hijo de Margarita era un prenda. Un mexeriqueiro, un llorón, un consentido, el niño bonito de la casa. El hijo predilecto que mataba el tiempo en toda clase de fechorías. Un "bala perdida" al que nunca se le tuvieron en cuenta sus trapicheos con el marisco ilegal, el coqueteo con la droga, el menudeo y el contrabando. Tampoco que siempre anduviera metido en toda clase de líos.
Incluso ahora que ya toda España le conoce como 'El Chicle', declarado culpable del rapto, agresión sexual -no de la violación- y asesinato de Diana Quer, después de estas tres semanas que ha durado el juicio por el asesinato de aquella joven que lo único que hizo fue volver sola a casa, la madrugada del 22 de agosto de 2016, incluso ahora, una parte de su familia continúa preocupándose por el asesino. La otra mitad ya intenta desterrarle para siempre de sus vidas.
Los padres de Abuín aparecieron tiempo atrás a verle en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) para llevarle ropa y dinero, para entablar conversación con él y saber por qué lo hizo. 'El Chicle' tuvo siempre problemas con todos, con su mujer y con su hija, con su cuñado, con su cuñada, con la hermana gemela de su mujer... Su historia, narrada en las páginas del sumario del caso, a las que ha accedido este diario a lo largo de los últimos años, es la de las amenazas, y también la de las agresiones. La de un continuo quebradero de cabeza para su familia.
En el juicio apareció una nueva Rosario. La mujer está viviendo una nueva vida, totalmente divorciada de quien fuera su marido durante más de 15 años. Alta, delgada con el pelo liso, una media melena arreglada, mechas castañas, Rosario Rodríguez Fraga entró en el salón de bodas de los juzgados de Santiago de Compostela con la cabeza elevada, el cuello recto, la ropa elegante, y sin girar ni una sola vez la cara hacia el lugar que ocupaba José Enrique. Lo que allí contó resultó clave porque desmontaba, una vez más, el relato que él había dibujado la jornada anterior, el primer día del juicio.
Una familia marcada para siempre con un sambenito manchado de sangre se debate ahora sobre si ir a ver a quien fue durante mucho tiempo el hombre de la casa. Quizás no se ha percatado de que, tras él, queda todo dividido y roto, un erial, con la hija en el medio de todo ello. "La pobre no tiene la culpa, pero a él que le den bien por el culo. La niña está bien, pero de él no se va a olvidar", asegura otro de los miembros de la familia. Es su padre, al fin y al cabo. Ambos habían compartido múltiples momentos familiares, sobre todo en los últimos años a raíz de pertenecer al mismo equipo de atletismo local.
Rosario ha rehecho ya su vida.
La pequeña continúa viviendo con Rosario, su madre, la que fuera mujer de 'El Chicle' y a la que él mismo intentó ensuciarle las manos. La casa en la que vivían ya no le pertenece, y no soporta ni volver por ese lugar. Así que decidió regresar a su Catoira natal, al fondo de la zona norte de la ría de Arousa, para rehacer su vida. Exigió el divorcio y tiene una nueva pareja. Allí vive con su única hija. Aún así le resulta imposible desconectar. Nadie en la familia, como en la casa de los Quer, ha vuelto a ser el mismo; los primeros criaron a un asesino, los segundos perdieron a la mayor de sus dos hijas.
Un hijo repudiado por su familia
Pocos en su núcleo más cercano quieren saber ya nada de él. Ya son muchos años aguantando al eslabón perdido de la familia: repartidor ilegal de marisco y gasóleo a domicilio, adicto al running, traficante de cocaína, en ocasiones trabajador, un tipo agresivo que, tras el crimen, siguió con su vida como si tal cosa, con el footing, con un nuevo trabajo, en un taller de la zona como mecánico de coches. Le duró poco: uno de los vehículos desapareció y terminaron despidiéndole. Encadenó ese trabajo con otros, también de baja remuneración; uno de ellos, un puesto en la misma conservera en la que trabajaba su mujer.
Aquel fue, precisamente el empleo que ejerció durante aquel verano en el que asesinó a Diana. Todo resulta inquietante y sórdido en torno a este personaje. Sin mencionar las dos violaciones a su cuñada que pesan sobre sus espaldas. Entre sus diversas detenciones, su etapa en prisión y el extenso historial delictivo, su familia nunca ganó para disgustos. Ahora ya prácticamente todos le dan la espalda. El episodio, narrado en el juicio por Vanessa, la hermana gemela de su mujer, rememorando esa oscura página, hizo que un escalofrío recorriese la espalda de todos los espectadores de la sala. La mujer tuvo que explicar allí lo que le había ocurrido 15 años atrás, un comportamiento que entroncaba con el modus operandi ejercido en sus siguientes crímenes.
Quizá sus cuñados sean de las personas que mejor conozcan el carácter y las costumbres de 'El Chicle', por las complicaciones en las que les metió, por la larga relación en el tiempo y por la breve época en la que compartieron techo. Vivieron en su casa precisamente en agosto de 2016; apenas un mes les bastó para percatarse de sus métodos. Son algunos de los testigos clave que declararán en el juicio de la semana que viene. El martes hablará él, y también los padres de Diana. El miércoles, algunos de los familiares del asesino confeso.
Los cuñados -una de las hermanas de Rosario y su pareja- vivían con sus padres. En el sumario al que ha tenido acceso este diario surgen varias versiones sobre por qué se tuvieron que mudar aquel mes a vivir con el criminal. Una de ellas habla de un mal momento económico; la otra, de una fuerte discusión con los padres que desembocó en que ellos se marchaban de casa durante unas semanas. Apenas aguantaron un mes, lo que tardaron en advertir que la convivencia con 'El Chicle' resultaba desagradable, extremadamente tensa y nada placentera.
Todos los encuentros con él en la casa lo eran, y raro era el día que no se producía un enfrentamiento o una situación comprometida entre él y el resto de las personas de la casa. Mentiroso compulsivo hasta el punto de modificar los tiempos y los recorridos de las carreras de atletismo en las que ambos participaban para adjudicarse un tiempo mejor. Pero eso era lo de menos. El historial delictivo del individuo le apuntaba desde el primer minuto, y su perfil encajaba en el autor del asesinato de Diana. Solo faltaba que diese un paso en falso para que se delatase.
Abuín está ya en el punto de mira de los agentes unos pocos meses después de la desaparición de Diana. Entre noviembre y diciembre de 2016 llaman a declarar a distintos miembros de la familia. De camino a prestar declaración, su cuñado recibe una llamada suya. Abuín le dice que si le preguntan por aquella noche concreta, tiene que decir que él y Rosario, su mujer, habían salido juntos de casa a robar gasoil. Esa versión, en el juicio, se fue derrumbando por el peso de las pruebas. Todo lo que 'El Chicle' dijo era mentira.
El cuñado duda al colgar el teléfono, pero finalmente accede a ofrecer esa versión por miedo a posibles represalias. No quería sufrir, como en ocasiones anteriores, amenazas por parte de José Enrique. Su agresividad era conocida en el seno de la familia. Los agentes le preguntan también por uno de los antecedentes del hombre al que iban a seguir durante todavía otro año: le hablaron de dos violaciones de 'El Chicle' a la hermana gemela de su mujer, perpetradas en los años 2004 y 2005. El cuñado se acordaba a la perfección. Aquella mujer nunca había logrado superar aquel episodio. Durante mucho tiempo tuvo que recibir intensa atención psicológica. Nunca cambió su versión de los hechos.
Los agentes interrogan también a la otra hermana de la mujer de 'El Chicle', que vivió también en su casa el mes fatídico de aquel verano. Su declaración y la de su marido coincidían en el encubrimiento. Esos testimonios, junto con el de su mujer, fueron su principal coartada porque le encubrían a la perfección. Al año siguiente, diciembre de 2017, con el asesino confeso detenido, ambos acudieron a prestar declaración de forma voluntaria para retractarse de lo que habían dicho 12 meses atrás.
La noche del crimen
No fue tan pulcro el crimen, ni tan precavido 'El Chicle' a la hora de encubrirse. Sus actividades dejaron rastro. Las sospechas en torno a su figura comenzaron a surgir cuando se le exigió que entregase el teléfono y proporcionó uno con un número falso a los agentes. Cuando se percataron volvieron a llamarle, y le exigieron que entregase el que verdaderamente utilizaba, y el que aquella noche del 21 de agosto había sido identificado junto al de Diana.
No le quedó más remedio que cedérselo a los investigadores de la UCO (Unidad Central Operativa), pero cuando lo registraron ya lo había formateado. Más sospechas sobre él surgieron cuando llamó personalmente al capitán jefe del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de A Coruña. Tenía la intención de quedar en algún sitio con él para saber si había algún agente siguiéndole.
La mañana de los hechos, Abuín se pone las mallas y las zapatillas de correr, se sube en el coche con su cuñado y se marchan ambos a una carrera en la que participan en Cuntis. Es domingo. Más tarde llegan sus respectivas mujeres, las dos hermanas, con las niñas, y se van todos a comer a la casa de los abuelos. Regresan a la casa sobre las nueve de la noche. Cenan de picoteo, y después permanecen alrededor de veinte minutos charlando los dos matrimonios en la mesa. Dice el cuñado que, algo más tarde, aparece, como un augurio, un fuego en el monte Leiro.
Se trata de un promontorio cubierto por el boscaje, cercano a la parroquia, hasta el que se puede llegar haciendo senderismo. Él y 'El Chicle' lo ven en por la ventana, y deciden subirse al Alfa Romeo gris de Abuín para ir a comprobarlo. Regresan 15 minutos después y el cuñado se va para la cama. Abuín se queda un rato en el sofá. Después entra en su cuarto y se cambia de ropa. Sale con camiseta de pico, color gris marengo, comprada en el Decathlon. También pantalón corto, y sandalias marrones con sujeción en el talón. Rosario está en el salón, y le dice que se va a por gasoil. Desde el interior de la habitación de invitados, los cuñados, todavía en duermevela, le escuchan decir "chao", y escuchan el estruendo de la puerta al cerrarse de golpe.
Al regresar, a las cuatro de la madrugada, colocó las zapatillas en el cuarto de la lavadora. Se quitó la ropa que llevaba puesta y se acostó. Al día siguiente era festivo en el pueblo. No había que ir a trabajar.
Así lo vivió todo el círculo más cercano del asesino confeso, y así recuerdan las horas en las que ocurrió el crimen. Al día siguiente de asesinar a Diana, Abuín y su mujer se fueron a la playa. Rosario dijo en el juicio que no le notó nada, que estaba como siempre. Como si nada hubiera pasado. Y por eso ni su mujer, ni sus cuñados, ni su hija sospecharon que nada raro hubiera pasado. Y lo que había pasado estaba ya en todas las televisiones.