-Hola. No sé si tendría hora para peinarme. Esta tarde, verá usted… es que tengo un evento especial.
-Lo siento, pero es que hace mucho que cerró esta peluquería.
-Pues me la ha recomendado una vecina. ¿No me podría hacer un hueco?
-No, no. Además, no tengo tiempo, que estoy aquí con mi hermana y mi sobrina.
-Bueno, pero no vamos a tardar mucho.
Y el telefonillo se cuelga. Los vecinos saben de sobra que la peluquería de María del Pilar Cuenca sigue perfectamente abierta, que sigue cogiendo clientes. Pero este martes no quieren atender a nadie. Quizás es por mantener un perfil bajo, tal y como están las cosas... Quizás es simplemente porque este martes es un día de celebración: a la par que se está manteniendo la negociación para ver si hay peinado o no, la hija de María del Pilar, Pilar Llop Cuenca (Madrid, 1973), está en el Senado a punto de ser nombrada presidenta de la Cámara Alta.
La peluquería es de esas de toda la vida, de barrio, y no es nada fácil de encontrar. Cuando uno se baja del coche en la calle y número, en el madrileño barrio de Bellas Vistas, sólo se ve un bloque de pisos, no hay cartel que anuncie la peluquería. El único establecimiento comercial abierto es un bar, y no tiene pinta de que ahí se corten melenas. ¿Será ese local clausurado, justo al lado, y ya no queda peluquería ninguna? Pero, a poco que se pregunte, todos los vecinos del barrio la conocen.
Fracasada la técnica del telefonillo, para acceder a la peluquería hay que acercarse al portal, contarle a la portera que se viene uno a cortar el pelo. Ella deja pasar e indica que es la puerta del fondo, la del bajo A. Desde fuera, descuadra un poco. La puerta es la de un piso cualquiera, justo al lado de la salida al garaje. Cuando se pica y la puerta se abre, se puede ver un pasillo y, en lo que sería el salón de la vivienda, tres o cuatro sillas de peluquería frente a sendos espejos. Luego, uno ya se identifica como periodista y viene el portazo. Abierta sigue, aunque según para quién.
Será lo del perfil bajo, entonces. No quieren atención pero es imposible no llamarla, no en vano la que ahora es presidenta del Senado iba a esa peluquería a barrer pelos cuando aún estaba sacándose las oposiciones, cuando no era su señoría Pilar Llop y simplemente era Piluqui, la hija de un taxista y de Pilar, la peluquera. Para muchos, de todas formas, lo sigue siendo.
Presidenta feminista
La elección de Llop como candidata a la Presidencia del Senado ha sido un claro guiño feminista por parte del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. Y este martes, tras una primera votación en la que no consiguió el suficiente apoyo para apuntalar la mayoría absoluta, Llop se hacía con el cetro de mando en la segunda ronda, venciendo al popular Pío García-Escudero. Se ha convertido así en la segunda mujer en ocupar el puesto tras Esperanza Aguirre.
Magistrada de profesión, Llop se sacó las oposiciones a juez en 1999 y acabó en el Juzgado de Violencia de Género número cinco de Madrid. Por aquel entonces era cuando, después de estudiar, iba a la peluquería semi oculta de su madre y echaba una mano barriendo pelos de los vecinos que por ahí se dejaban caer.
Después, fue letrada del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género -de 2011 a 2015- y secretaria de la Comisión de Igualdad y del Foro Justicia y Discapacidad del Consejo General del Poder Judicial. Además, en lo personal, domina tres idiomas (inglés, francés y alemán) y se defiende en dos (italiano y búlgaro). Este último le vino tras una estancia de un año en Bulgaria como asesora para reforzar el sistema judicial del país.
Aunque sin carné de militante, en 2015 dejó la judicatura para pasarse a las listas del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, encabezadas por Ángel Gabilondo. Ahí se convirtió en su número dos, literal y figuradamente, y en julio de 2018 cuando Sánchez llegó a Moncloa fue nombrada delegada del Gobierno para la Violencia de Género. Este martes ha escalado un poco más y, como presidenta del Senado, se ha convertido en la cuarta autoridad del Estado después del rey, el presidente y la presidenta del Congreso, elegida el mismo día que ella, Meritxell Batet.
La suya es una de esas historias de ascensor social. Crecida en el seno de una familia humilde madrileña, donde un taxista y una peluquera arrimaron el hombro para sacar adelante a sus hijos, Piluqui se decidió a estudiar y a trabajar y poco más se puede escalar. Puede que desde ahí busque tener visibilidad para intentarlo más adelante con una candidatura de alcaldesa de Madrid.
Ahora, de momento, tiene la responsabilidad de presidir un Senado que últimamente se le atraganta al PSOE: porque Esquerra Republicana bloqueó el nombramiento de Miquel Iceta, porque en las últimas elecciones perdieron su mayoría absoluta en la Cámara Alta y, todo hay que decirlo, porque todavía hay muchos ciudadanos que no ven la utilidad del Senado en la política del día a día.
La hija de peluquera
“¿Que la han hecho presidenta del Senado? ¿Qué me dice?”, exclama una vecina anciana, parapetada con un abrigo que le sube hasta la boca y un gorro que le cubre las orejas, y que conoce a Pilar Llop desde pequeña. “Si hace unos meses, creo que siete, tuvo una hija”, añade. “Yo pensaba que estaría de baja”, dice, todavía sorprendida, antes de lanzarse al frío para el que va sobradamente preparada. La niña se llama Soledad y dicen, los que la han visto, que tiene unos ojos azules preciosos.
Y es que por esa zona todos conocen y siguen conociendo a la familia, de la que se hablan maravillas. Justo al lado de la peluquería, en un bloque de pisos que comparte comunidad con el del negocio, viven Pilar Llop y sus padres, en apartamentos distintos. También cuentan los vecinos que creció por ahí un hermano que, siguiendo en parte la tradición familiar, se hizo peluquero, aunque no trabaja en el negocio de la madre.
Los padres, que rondan los 80 años de edad según los vecinos, hace tiempo que se retiraron. Después de ser taxista el padre pasó a ser empleado de banca y ya está jubilado. La madre, en cambio, fue peluquera toda la vida y aunque sigue pasando mucho tiempo ahí, el grueso del trabajo lo llevan otros familiares. “La madre viene a veces, a medio día, pero sólo cuando tiene que peinar o cortar el pelo a alguna amiga, el resto del tiempo lo lleva la familia”, explica la portera del edificio.
“A Pilar (hija), la verdad es que sí que se la ve y conoce mucho”, cuenta otra vecina. “Sobre todo en verano, porque compartimos la piscina. Y siempre que se corta el pelo lo hace aquí”, relata. Claro. No sólo es la peluquería de la familia sino que además es la que más cerca tiene de casa. Quizás fue ahí, en esa peluquería, barriendo pelos mientras se sacaba las oposiciones, donde a Pilar Llop le vino el progresismo.
Pero su actual batalla la tiene clara: el feminismo. “Tenemos la obligación de terminar con la violencia de género, con la violencia machista”, ha dicho Llop este martes nada más tomar el cargo. “Desde que se recogen datos oficiales, 1.028 mujeres y 34 niños y niñas han sido asesinadas en el ámbito de la pareja o ex pareja (...) y esto es intolerable en el siglo XXI. Por eso, quiero pedirles ayuda para reivindicar entre todos, sin excepciones, el consenso del Pacto de Estado contra la Violencia de Género”, y los aplausos de la cámara la han interrumpido.