A Marta Reina (Badalona, 1970), la vida se lo puso difícil desde el principio. Primero, porque era adoptada. “Mejor dicho, tutelada, porque yo no cambié mis apellidos”, le explica a EL ESPAÑOL. En segundo lugar, porque era zurda y la quisieron hacer diestra a hostias: “En el cole me zumbaban bastante con la regla cuando me veían escribir con la izquierda”, confiesa. Y en tercer lugar, porque Marta no nació Marta, sino Santiago. Y ella se dio cuenta enseguida. Ironías de la vida: en el pupitre del colegio, cada niño tenía una cartulina en la que ponía su nombre. En la de Marta ponía “S. Reina”. Y en la del niño del al lado, “S. Rey”.
Por si fuese poco, Marta eligió la vía difícil en lo laboral: se metió a policía. Un sector en el que todavía quedan muchos reductos de transfobia que ella misma ha sufrido en sus propias carnes, en su propio equipo. A Marta le tocó lidiar siempre con lo suyo y con lo de los demás. Por si fuese poca faena nacer en un cuerpo equivocado, desde pequeña ha tenido que tragar quina con profesores, compañeros y mandos.
Ahora, Marta es Marta. Hace un mes acabó su última operación de reasignación de sexo. Un proceso que inició por su cuenta en 2014 y que ha dado tantas vueltas como su propia vida. Marta Reina Izquiano es la primera mujer transexual de los Mossos d’Esquadra. Está a punto de sacar un libro explicando su experiencia, desde aquellos castigos en la escuela por ser diferente y juntarse con las niñas, hasta la operación en Tailandia que nunca se realizó y se acabó haciendo con tremendo éxito en Bellvitge, un hospital que empieza ahora con las vaginoplastias y va camino de convertirse en un referente internacional.
El tocho de vidrio
Marta Reina está de baja. Espera volver a ponerse el uniforme de los Mossos d’Esquadra en febrero. Actualmente se encuentra en su proceso de rehabilitación de su intervención quirúrgica. “Lo más complicado son las dilataciones”, cuenta. Cinco veces al día tiene que introducir una pieza de 15 centímetros de largo y 3,5 de ancho en su neovagina recién construida. “No pienses que es como un vibrador; es más bien un tocho de vidrio”, bromea. Bromea porque se siente bien: “No hace ni un par de meses y ya empiezo a tener sensibilidad”, confiesa. Pero lo del uniforme, aún no: “Después de las dilataciones hay que hacer la higiene con suero mediante una cánula. No sería práctico trabajar en este estado”.
Se encuentra bien después de un tortuoso camino que le llevó durante su infancia y adolescencia por varios colegios, en los que tuvo problemas por ser diferente. Más con los profesores que con los alumnos, que ya es sintomático. Con 7 u 8 años, en plena Transición, en aquella época de niñas de rosa y niños de azul, ya se dio cuenta de que lo de Santi tendría fecha de caducidad porque ella se sabía mujer. Y aún a sabiendas de cómo iba a acabar esta historia, siguió adelante y acabó en los Mossos d'Esquadra, donde ingresó en seguridad ciudadana. Era el año 2002. Diez años después fue destinada a la Unidad de tráfico de Vic.
Fue una etapa de Tráfico en la policía y ‘tránsito’ en su vida personal, porque se llama así el proceso de una persona transexual hasta que concluye su proceso de reasignación. Tras mucho meditarlo, Marta lo empezó en 2014 y lo hizo por su cuenta. “No es como debe hacerse, pero así empecé yo. Tuve claro lo que era y lo que quería hacer, así que comencé automedicándome. Conocí a una transexual austriaca que me estuvo asesorando desde el principio”. Un tratamiento hormonal que culminaría con una vaginoplastia, que pidió en 2017. Durante ese proceso sufrió el hostigamiento sistemático de tres compañeros. Acabó pidiendo el traslado a su actual unidad, que tampoco viene al caso cuál es.
Rumbo a Tailandia
Entró en listas de espera y ahí le tocó experimentar el infierno burocrático, las colas de la Seguridad Social, la falta de información. No le decían en qué lugar de la lista de espera se encontraba, ni cuánto le quedaba para ser atendida. Tanto le disgustó el panorama, que decidió ir a operarse a Tailandia. Allí nos llevan años de adelanto. Allí, en la ciudad de Phuket, trabaja el que para muchos es el mejor médico del mundo en este tipo de intervenciones, el doctor Sanguan Kunaporn.
Paralelamente se fue encontrando con mujeres trans que habían sido operadas en España. En Cataluña, esta intervención se ha practicado siempre en el Clínic de Barcelona, pero en los últimos tiempos se les ha sumado Germans Trias (Can Ruti) y el Hospital de Bellvitge. Marta habló con mujeres trans que no habían quedado contentas con el resultado de su cirugía en el Clínic: “Invierten hora y media o dos horas, cuando se trata de una operación de casi cinco horas. A mí, entre todo, no me daba seguridad y seguía con mi plan de irme a operar a Tailandia”.
Al final le contestaron en Barcelona y le asignaron el Hospital de Bellvitge, unos recién llegados a esta disciplina. Marta se entrevistó con el equipo médico, con muchas dudas. Ellos se las quitaron todas. “Les pregunté dónde se habían formado. Había quién lo había hecho en Lyon, en Nueva York, en Bruselas… el equipo me convenció. Anulé lo de Phuket y decidí operarme en Bellvitge”. Dice ahora que es la mejor decisión que ha podido tomar, y que su agradecimiento a estos doctores (Anna López, Josep Torremadé, Begoña Etcheverry y la enfermera Meritxell) es infinito. Ella fue la quinta operación de este tipo en Bellvitge (han empezado este año) y los resultados fueron óptimos. Rompe una lanza por la sanidad local porque su operación ha sido un éxito, igual que está siendo su proceso de rehabilitación.
Los ataques
La cuestión médica bien. La normativa, no tanto. Lo mismo que ha sufrido el lado más negativo de la burocracia en lo relativo a su operación, también lo ha hecho en lo concerniente a su intimidad. Y es que Marta no ha podido entrar en el vestuario femenino para cambiarse hasta hace relativamente poco. Hasta que no tuvo su DNI en 2016. Marta empezó su tránsito en 2014 y ya contaba con una sentencia judicial, pero si no hay DNI, no hay vestuario. “Claro que es un problema. Es una mujer cambiándose en un vestuario de hombres. ¿Te lo puedes imaginar?”, explica. “Luego me asignaron una taquilla, pero me pedían que viniera de paisano hasta que me dieran el DNI”. Más problemas: “En el Registro Civil de Vic sufrí dos faltas de respeto. La primera es que me llamaron por mi nombre masculino. La segunda es que el médico forense me dijo que me desnudase, y me hizo preguntas totalmente improcedentes, como que si había tenido relaciones sexuales por el ano”.
Su tránsito ya ha finalizado, Parece que ya se ha acabado todo, pero en la vida de Marta nunca se acaba nada. Sigue trabajando en Mossos d'Esquadra, pero su sueño es marcharse a Asia. Está estudiando chino y contempla la posibilidad de cambiar de aires e irse a Taiwan. Porque, aunque no culpa al cuerpo, “que en el cuerpo hay de todo, buena gente y mala gente, no se puede generalizar”, sí que se sigue encontrando casos diarios de transfobia. Especialmente en agentes de algunas unidades especializadas; las de choque, donde abunda la testosterona. “No soy la única, porque fui la primera pero no la única transexual del cuerpo, Hablo a menudo con otra agente que empezó su tránsito más tarde que yo y también está sufriendo acoso y hostigamiento por parte de algunos compañeros”.
También se sorprende de que en Mossos no prediquen con el ejemplo: “Es habitual que vayan a dar clases a los colegios, formaciones para niños a los que les hablan de diversidad. Pero en ningún momento están recurriendo a nosotras, las mujeres trans. Que cuenten con nosotras, que seguro que tenemos mucho que explicar y aportar en este sentido. Nosotras sabemos todo lo que hay detrás. Yo siempre digo que una persona trans no sale del armario, sino que lo vacía entero”.
Si Lou Reed vivía en el lado más salvaje de la vida, Marta siempre discurrió por el más difícil. El de remar a contracorriente y sortear obstáculos. De todos se ha ido saliendo. La niña tutelada que nació en un cuerpo masculino. Los profes que la castigaban y le zurraban por zurda y rarita. El bullying de los compañeros en sus sucesivos colegios. El tránsito a mujer desde dentro de los Mossos d'Esquadra, el acoso laboral y las trabas de la administración. Marta ha acabado su tránsito y lo va a explicar todo en un libro que está a punto de publicar con la Editorial Columna y que se va a titular 'Viviendo sin ti'. Sus luchas, sus muros derribados y curiosidades que ponen de manifiesto su rebeldía: a pesar de que los profesores obligaron a la niña zurda a escribir con la derecha a base de hostias, Marta sigue siendo zurda para muchas cosas. Como por ejemplo, para disparar.