Lúbora Madrid, un restaurante de cocina de autor mediterránea impulsado por el chef Raúl Harillo, ha explotado en su cuenta de Instagram tras el desplante de unos clientes que no acudieron a la mesa que habían reservado. "Hoy por desgracia hemos sufrido un no show de 11 personas. Pongo el mail que le he mandado al cliente (por llamarle de forma correcta) y sin poder poner su nombre por la mierda de ley de protección de datos. Para que veáis con la gentuza que debemos lidiar los restauradores y lo complicado que es sacar este negocio adelante", ha comentado, en su alegato.
Al cliente, de forma más educada aunque con la misma 'mala leche', también le ha 'sacudido' en un mensaje reproducido en la mencionada red social: "Buenas tardes. Hoy tenía reservada una mesa de 11 personas a las 15:00 horas y no ha acudido. Ayer mismo le llamamos para confirmarla y así lo hizo. Creo que no es consciente del daño que hace al restaurante, tanto en costes como en tiempo de personas, igualmente impidiendo que disfruten del mismo a otros clientes que querían venir", empieza.
Y sigue: "Es una cuestión de educación y de sentido común, dos características que en su caso creo que son (están) ausentes, ya que vi por la página de El Tenedor, que no es la primera vez que lo hace. No cuesta nada avisar con tiempo o no hacer reserva "por si acaso" y luego no aparecer. Un saludo y felices fiestas", ha finiquitado.
Las muestras de apoyo al restaurante, de momento, han sido unánimes. "Impresentable", han llamado unos a los clientes. "Poco cívico", han utilizado otros. "No son conscientes de lo que provocan", han concluido unos últimos.
Entre las soluciones ofrecidas, que el restaurante Lúbora exija una cantidad mínima de reserva para asegurarse de que el cliente acude -y de que si no lo hace, pierde dinero. A esta posibilidad no ha contestado el restaurante, que no ha vuelto a intervenir tras su alegato a la educación y el civismo de los clientes. Porque, definitivamente, estos no siempre llevan la razón.
Eso es lo que debe pensar Raúl Harillo, dueño del restaurante, que ha sido firme en un local que en su momento se especializó en comida fusión y ahora ofrece menús "sorpresa". El cliente elige el número de platos que quiere (seis, ocho o diez) y espera a ver qué le llega a la mesa -siempre, obviamente, que haya reservado y acudido a la cita.