Última cena. Sobre la mesa, en mi casa, dos ensaladas (una rusa y otra estándar), ambas a medio acabar. He terminado el ‘reto’. Hace una semana, me propuse pasar siete días alimentándome, a mediodía y por la noche, de comida para llevar y recién hecha en los supermercados. En concreto, de cinco: Dia, Carrefour, Mercadona, El Corte Inglés y Alcampo. Lo hice sin pretensiones, objetivos concretos o intenciones macabras. La idea no era dejar mal a nadie –salvo que lo mereciera– ni bien; y tampoco escribir un Super size me o replicar el formato de 21 días. No, nada de eso. Quería, simplemente, experimentar. Nada más. ¿Con qué resultados? Finalizada la prueba, hay varios datos que pueden sugerir conclusiones a cualquier lector: me he gastado 84 euros, he adelgazado 350 gramos –jamás lo hubiera imaginado– y he llevado una dieta relativamente equilibrada –posiblemente, mucho mejor que en mi época de single–; aunque la doctora Petra Navarro Pascual, directora médica Instimed y médico especialista en nutrición, a la que consulto tras la prueba, me diga que debería haber hecho las cosas de otra manera.
¿Compensa, entonces? Depende. Sí en cuanto a esfuerzo: no he tenido que encender la cocina en toda la semana ni pensar en qué llevar al trabajo. Simplemente, he ido al supermercado, he señalado con el dedo lo que quería y he pagado. Eso ha sido todo. Pero, económicamente, a mí, particularmente, no me ha salido rentable: suelo gastar 50 euros a la semana junto a mi pareja –es decir, bastante menos–; y, no nos engañemos, todo cansa en abundancia. Da igual que haya variedad, como en este caso. No me han quedado ganas de seguir una semana más pese a que la calidad-precio de los productos es, a mí entender, bastante notable.
Dicho esto, toca ir desgranando, detalladamente, lo vivido, comprado, sentido y experimentado durante esta semana. El ‘reto’ lo empiezo el jueves 21 de noviembre y lo termino el miércoles 26 del mismo mes. El primer día, peso 81.450 kg; el último, 81.100 kg. El trato al que llego con el periódico antes de hacer el reportaje es el siguiente: desayuno lo habitual en casa –siempre, un café con leche y dos tostadas con mermelada de melocotón– y como y ceno lo que desee siempre que esté dentro de los servicios de ‘mercaurantes’ (‘restaurantes dentro de los supermercados’) que hay en las grandes, medianas o pequeñas superficies. A partir de ahí, libertad…
Día 1 (Mercadona): esto va a ser un existazo (10€)
Soy consciente de que mi ‘reto’ es el día a día de muchos españoles: seis de cada diez consumidores, según datos de AECOC (Asociación de Fabricantes y Distribuidores), han comprado platos listos para llevar y consumir en el último año. Todos, de hecho, tenemos compañeros de trabajo que, semana sí y semana también, aparecen en la redacción u oficina con precocinados o 'Listos para llevar' de 'mercaurantes'. Los motivos son obvios: son baratos, rápidos de hacer en el microondas y, en buena medida, sabrosos. A priori, una ganga.
Por eso, en agosto de 2018, Mercadona se plantea cubrir esa necesidad e inaugura su primer ‘Listo para comer’ en la localidad de Burjassot (Valencia). “Es la respuesta al mercado. Surgen empresas agregadoras (Glovo o Deliveroo) y la gente deja de cocinar y empieza a pedir comida en casa. ¿Qué significa esto? Que se compran menos alimentos y los supermercados se ven amenazados. En este sentido, Juan Roig, para quedarse con una porción de ese negocio, apuesta por este servicio”, explica Pablo de la Rica, gerente de AECOC retail knowledge.
Mercadona, en ese 2018, invierte cinco millones de euros y abre 11 ‘Listos para llevar’ en toda España; y, en 2019, sube la apuesta y destina otros 120 millones de euros para acabar el año con 250 cocinas en sus supermercados. Toda una revolución para su clientela habitual: su servicio incluye 35 platos –con ensaladas o pizzas que pueden personalizarse– servidos en envases fabricados con materiales naturales como caña de azúcar, cartón y papel.
Sé que Carrefour o El Corte Inglés incluyeron este servicio con anterioridad, pero el primer día decido ir a Mercadona –no me pregunten por qué. Concretamente, acudo al número 39 de la calle General Martínez Campos (Madrid). Salgo de la oficina a las 13:00 horas y llegó al supermercado a las 13:30. Al entrar, me encuentro una salita con varias mesas, microondas, servilletas y cubiertos. ¿Y el restaurante? “Sigue recto, pasa las cajas y lo tienes a tu izquierda. Es bastante sencillo”, me indican. Doy las gracias y paso.
En efecto, no hay pérdida. El ‘mercaurante’, a esta hora, está prácticamente vacío. Cojo número y espero. En cinco minutos, me atienden.
— ¿Qué quiere? —pregunta el 'chef'.
— Uhmmm… ¡Venga, paella para comer; y lasaña y un pincho de tortilla para cenar!
No me da tiempo a pensar. En cinco minutos, tengo en mis manos una bolsa con tres envases, uno para cada comida.
— ¿Y dónde pago? —pregunto.
— En caja.
— Perfecto. Muchas gracias.
Más rápido, imposible. No me ha dado tiempo ni a mirar. Antes de pasar por caja, eso sí, echo un vistazo más pormenorizado a las opciones que ofrece el 'mercaurante'. Desde luego, hay platos de todo tipo: ensaladilla rusa (3 euros), magro con pisto (3,50€), costillas barbacoa (6€), fabada (3,50€), lentejas (3,50€), fideuá (4,50€), sándwiches (3€), hamburguesas con queso (2,50€), ensaladas (4€) o bocadillos (3,50€).
Me cobran 10 euros por el pincho de tortilla (2€), la paella (4€) y la lasaña (4€). Es barato, muy barato. Nunca imaginé que tanto. Comer o cenar en un Burger King o un McDonald cuesta más –y la calidad, teóricamente, es peor. Pero no hay que lanzar las campanas al vuelo. Todavía no he probado el menú. Tengo que llegar a casa al encuentro de un operario del gas y calentar la comida. Después, habrá que probarla.
A mediodía, opto por la paella –hace siglos que no comía una–: abro el envase, lo echo todo en un recipiente y lo caliento. El plato tiene arroz –naturalmente–, pollo, mejillones, guisantes, gambas, pimientos… Muchas cosas. Está bueno y es sabroso. Ha costado cuatro euros. ¿Se puede pedir más por menos? Desde luego, no. Empezamos bien.
Para cenar, guardo la lasaña boloñesa y el pincho de tortilla. De nuevo, repito el proceso: lo echo en un plato y lo caliento todo. Las sensaciones, de nuevo, se repiten: los platos están relativamente buenos. Obviamente, no son los de mi madre o mi abuela, pero son una opción más que factible para repetir cualquier día. Y, sobre todo, son baratos.
La primera jornada, por tanto, ha ido bien, mucho mejor de lo que esperado. Va a ser un exitazo. Puedo equivocarme, pero creo, sin miedo a meter la pata, que su ‘mercaurante’ va a funcionar. De hecho, volveré más pronto que tarde. Se ha ganado un cliente. Las cosas como son.
Pero esto es sólo el principio…
Primer día | |
Comida | Cena |
Paella (4€) | Lasaña (4€) y pincho de tortilla (2€) |
Día 2 (El Corte Inglés): comida gourmet a precios razonables (16,8€)
El segundo día acudo a El Corte Inglés, uno de los pioneros en España: empezó a ofrecer este servicio en 1979 y, a día de hoy, cuenta con 82 córners (espacios donde se pueden adquirir este tipo de platos) y 400 recetas caseras preparadas que “van variando cada día y están cocinadas por un equipo de chefs”, reconocen fuentes de la cadena. Es decir, a priori, no pinta mal. No hay ninguna razón para desconfiar. De hecho, antes de salir de la redacción, en su página web, echo un vistazo a un catálogo bastante amplio de surtido dividido en entrantes, ensaladas y vegetales; fritos y empanados; carnes y asados; pescados y platos de cuchara; arroces y pastas; guarniciones, empanadas y tortillas; y postres.
Como digo, la experiencia no debería ser mala. De hecho, va a ser buena, pero voy a errar en el tiro. Elijo acudir a El Corte Inglés de Nuevos Ministerios por cercanía. Acudo con cierta urgencia: es viernes, tengo que cerrar dos temas para la sección de fin de semana y, aunque he acabado uno antes del mediodía, todavía me queda otro. Es decir, no tengo mucho tiempo. Decido, por tanto, quedarme a comer allí. Hace frío, llueve y el día no está para dar vueltas. Llego a las 15:00 horas…
— Perdone, ¿dónde puedo comer y coger algo para llevar? —pregunto.
— Siga recto, pase el supermercado y se encontrará un cartel en el que pone ‘Gourmet Experience’. Ahí podrá comer algo.
No es el córner del que me habían hablado, pero sigo las indicaciones que me han dado. Realmente, me han dicho que hay platos para llevar. Está, por tanto, en consonancia con mi ‘reto’ y, en cualquier caso, mi tiempo es reducido. Es decir, no cambio el plan. Entro en el ‘Gourmet Experience’ y, de primeras, me choca. No tiene nada que ver con el espacio de Mercadona. Los ‘mercaurantes’ se encuentran en un pasillo enorme que tiene más similitudes con una calle de Candem Town que con cualquier otra cosa.
Al entrar, me encuentro una cafetería y un asador de pollos; al seguir, un bar de tapas llamado Imanol y una pizzería; más adelante, un restaurante de ensaladas y un japonés; y al fondo, un ‘Hamburguesa Nostra’ y alguna cadena más de restauración. El pasillo está repleto de gente. Es viernes y muchos han salido de la oficina para no volver hasta el lunes. Se brinda con cerveza y el ambiente, en general, es festivo. Ni caras serias ni estrés. La gente, en fin, disfruta.
Pero yo tengo que escoger mi menú de viernes. Para comer, pido una Coca-Cola y dos porciones de pizza, el que llaman ‘Menú bici’, pero no me resulta sencillo. No hay porciones barbacoas o carbonaras; cuatro quesos o romanas. No, los sabores son diferentes.
– ¿Hay alguna con carne? —pregunto ante tanta verdura.
– Sí, está lleva salami y está otra jamón de york.
– ¿Y qué más?
Me lo repiten varias veces, pero ni así. Apunto patata, cebolla caramelizada… Pero desisto. Qué vergüenza: van a pensar que soy tonto. Pero, realmente, no es sencillo de recordar. Le digo que me las ponga para comer y, en cinco minutos, me las da. Me cobra 10,50 euros. Es decir, la comida del viernes me ha salido más cara que todo lo que comí el día anterior comprado de Mercadona. Pero es diferente. No hay duda. Las pizzas están buenas, muy buenas. Merecen –mucho– la pena.
Me tomo las dos porciones en mesas comunes. A mi lado, Nacho y Daniel hacen lo propio.
– ¿Por qué venís?
– Bueno, está al lado del trabajo, la comida está buena. No es la primera vez…
– ¿Habéis ido a Mercadona?
– Yo sí –confirma Daniel– y me gustó mucho.
Al lado, otro grupo de amigos, estos reacios a echarse una foto, comen pollo. Hablan, también, del ‘mercaurante’ de Mercadona. “Va a acabar con los bares de la zona”, espeta uno.
Me despido y me voy a la redacción (16:00 horas) con la cena: pastel de patata y una berenjena, todo por 6,30 euros. Sale bastante barato. Me lo ponen en una bolsa y me lo tomo por la noche. Realmente, es un lujo llegar a casa y no tener que hacer nada de cena. ¡Y además está rico!
Segundo día concluido satisfactoriamente. Vamos a por el tercero…
Segundo día | |
Comida | Cena |
Pizza y Coca-Cola (10,50€) | Pastel de patata y berenjena (6,30€) |
Día 3 (Dia): ¿un pollo con salsa de pollo? (6,49€)
Es sábado y cambio nítidamente la rutina de los días anteriores. Acudo al Dia and Go de la Glorieta de Embajadores (Madrid) por una cuestión meramente operativa: me permite comprar la comida y la cena antes de ir a la redacción –sí, me toca trabajar el fin de semana. Lo hago, además, en cuarto de hora. Paso al supermercado, voy al estante donde hacen los pollos y compro medio para llevar (2,99€) –la otras opciones que ofrecen son los costillares (9,49€ entero) y las alitas de pollo (9,99€/kg). Me ofrecen varias salsas, entre ellas, una de limón y otra de ¡pollo! Naturalmente, cojo la segunda, aunque no deja de sorprenderme que se le pueda echar salsa de pollo al propio pollo.
Después, echo un vistazo al resto de la sala: hay un microondas y una mesa para sentarse; una máquina de café y bollería. Los colores (naranja y negro) son vistosos, pero faltan productos ‘frescos’, hechos en el momento. Las opciones que ofrece Dia and Go son reducidas con respecto al resto de sus competidores y son precocinadas, almacenadas en recipientes de plástico en su mayoría: ensaladas, tortillas, sándwiches, fruta envasada, yogures, lasañas, arroz tres delicias, macarrones… Finalmente, opto por unos noodles (3,50 euros).
A mediodía, como he dicho, me hago el pollo y le echo la salsa de pollo, que viene metida en una bolsa de 75 gramos con información sobre los ingredientes: agua, aceite vegetal de girasol, azúcar moreno, almidón modificado, aroma, hidrolizada de SOJA, plantas aromáticas, conservantes… Es decir, demasiada química para tratarse, simplemente, de salsa de pollo. A estas alturas, da igual, ya estoy metido en el berenjenal.
Caliento el pollo con la salsa en el microondas y me lo como. ¿Está bueno? Sí, no nos vamos a engañar. Se puede comer. ¿Es el mejor que he probado? Indudablemente, no. Es más barato que el que ofrecen en la mayoría de asadores de pollos de Madrid pero también, aparentemente, de peor calidad. A partir de ahí, hagan lo que quieran. Yo no lo voy a negar: lo he comprado alguna vez como solución de urgencia.
Para cenar me guardo los noodles y… mismas sensaciones. ¿Han sido los mejores que he probado? No. ¿Los más baratos? Sí. ¿La calidad-precio es la adecuada? Probablemente, sí. ¿Son sanos? Eso no me corresponde a mí decirlo. Son noodles... No vamos a pedirle peras al olmo.
Tercer día superado… Pero ya va cansando. No necesariamente comer, sino ir todos los días al supermercado. “Lo interesante de Dia and Go son los desayunos. Tiene un poco de todo y ha cambiado el concepto. Antes, desayunar fuera de casa parecía de millonarios; este tipo de establecimientos, con estos formatos, lo han democratizado”, apunta Pablo de la Rica.
Tercer día | |
Comida | Cena |
Medio pollo (2,99€) | Noodles (3,50€) |
Cuarto día (Carrefour): ¡menuda variedad! (9,4€)
Cuarto día y cuarto supermercado. Toca Carrefour, que lleva ofertando este tipo de ‘mercaurantes’ desde 2010 en distintos espacios. En total, según detallan a EL ESPAÑOL desde la compañía, cuentan con 175 zonas de este tipo: 155 en hipermercados y 22 en supermercados (Carrefour Market y Express), pero no necesariamente todos cuentan con lo mismo. En función de las dimensiones incluyen zona de restauración, café bar, snack bar en la línea de cajas y punto de consumo en el pasillo central.
Acudo al Carrefour Market de la Glorieta de Cuatro Caminos (Madrid). Salgo de la redacción a las 14:00 horas y llego a las 14:30. El establecimiento está repleto, pero me atienden rápido. ¿El problema? No me ha dado tiempo a pensar. Hay de todo: paella, pimientos de piquillo, albóndigas, ensaladas, empanadas, sándwiches, pizzas, pollos, sushi de todo tipo, fritos… Imposible no encontrar algo. Al final, me decanto por arroz negro (3,25€) y cuatro croquetas de pollo (1,89€) para comer; y lomo relleno de jamón (2,04€) y tempura de verduras (2,22€) para cenar. Pago, lo cojo todo y vuelvo a la redacción. A las 15:15 estoy comiendo.
– ¿Qué pinta, no? —se sorprende alguna compañera de trabajo cuando me ve abrirlos.
– La verdad es que no está mal.
Y, en efecto, así es. El arroz negro responde a las expectativas y las croquetas… Qué decir de las croquetas. ¿Alguna vez han probado algunas que no se puedan tomar? Termino y a trabajar. Para cenar, me espera la tempura y el filete empanado de lomo relleno de jamón. De nuevo, no hay decepción posible. No sé si es sano, pero, desde luego, lo comprado es una opción para cualquier día.
Carrefour nos ha devuelto la fe en el ‘Listo para comer’ después de la no tan satisfactoria experiencia de Dia. “Lo que hacen bien ellos es situar toda la comida preparada a la entrada y que la compra sea muy rápida. Además, tienen mucho surtido”, apunta Pablo de la Rica. En efecto, así es.
Cuarto día | |
Comida | Cena |
Arroz negro (3,25€) y 4 croquetas de pollo (1,89€) | Filete empanado con lomo relleno de jamón (2,04€) y tempura de verduras (2,22€) |
Día 5: ¿Y si repito en Carrefour? (18€)
Es martes, pero no trabajo. No me gustaría, por tanto, ir muy lejos de casa. Valoro, entonces, las opciones: me restan tres días de 'reto', no he ido a Alcampo y tengo que repetir en dos supermercados de los cinco a los que vamos a ir. Así que, por cercanía, vuelvo a elegir Carrefour. Al fin y al cabo, tienen variedad… y es raro que no tengan algo que me guste. O quizás no sea así…
Acudo al de la Plaza de Lavapiés, a un Carrefour Market 24 horas, después de ir al gimnasio –el ‘reto’ no implicaba dejar de hacer ejercicio. Son las 14:00 y me topo con un problema del todo inesperado: al llegar me informan de que están reformando la cocina.
— ¿No tenéis platos listos par llevar? —pregunto en la cafetería contigua.
— No, hasta dentro de 10 días no volvemos a abrir, pero tenemos estos envases (pasta, pollo al curry, judías con jamón, atún con patatas…) y ensaladas que puedes hacer a tu gusto.
No soy el único al que le pasa. Un cliente, minutos después, pregunta lo mismo. ¿Qué hacer, entonces? He ahí la cuestión. ¿Voy a otro sitio o me quedo? Miro el reloj, busco otras opciones en el móvil… y me quedo. Si voy a otro sitio –en pantalones cortos, además– me da la merienda. Por tanto, aunque los platos de los envases me atraen lo justo, me llevo uno de pasta para comer (3,50€). ¿Y para cenar? Sushi (14,50). Este martes, definitivamente, sí me ha salido caro el menú. Pero no me decepciona.
La pasta boloñesa con carne es razonable calidad-precio. Otro debate es si compensa comprarla con lo poco que cuesta hacerla en casa. ¿Y el sushi? El precio, a mí, particularmente, me parece excesivo. Por lo demás, se puede comer y es una buena solución de urgencia.
Quinto día… Ya queda menos.
Quinto día | |
Comida | Cena |
Pasta boloñesa (3,50€) | Sushi (14,50€) |
Día 6 (Alcampo): muy complicado elegir (12,56€)
Es lunes y tampoco trabajo. Mi rutina no cambia: cumplo con el gimnasio y a las 14:30, cojo el coche y voy al hipermercado Alcampo de Moratalaz (Madrid), que lleva dos años ofreciendo este servicio. Es el único en la capital. Los otros dos ‘Listos para comer’ de esta cadena están en San Quirze del Vallés (Sabadell) y Esplugues de Llobregat.
Llego al supermercado a las 15:00 horas. El 'mercaurante' está lleno. Cojo la vez en una máquina que también me ofrece número para la carnicería y la pescadería, entre otras opciones. La responsable de la cocina es Bárbara Buenache, que ha trabajado con Martín Berasategui y Mario Sandoval, entre otros. Ella se ofrece a explicarnos todo. Lleva años dedicada a elaborar menús para catering o especializados para deportistas profesionales. Es la que ‘manda’ en Alcampo. Quién mejor para guiarnos.
— Mira, tenemos una sección con pescados (salmón ahumado, boquerón en vinagre, bacalao, sardina, atún…), otra de ensaladas (de pasta, murciana, asadillo…), otra de postres (tarta de queso, arroz con leche…), otra de verduras (guisantes con jamón o judías con zanahoria…), fritos de todo tipo (croquetas, empanadillas, sanjacobos…), otra de arroces (negros, paella…), pollos, migas lasañas, pokes, bocadillos, pizzas, ensaladas… De todo.
Alcampo es, sin duda, el que ofrece más productos. Es difícil, muy difícil, que algo no te guste. De hecho, yo no sé qué hacer o elegir. La oferta, variada, además, se va renovando según van sacando comida de las cocinas que están situadas detrás de las neveras. Finalmente, tras mucho dudar, opto por migas (2,04€) y tarta de queso para comer (2,39€); y fritos para cenar: siete croquetas (3€), dos sanjacobos (2,81€) y dos flamenquines (2,32€).
¿La experiencia? Más que buena. Las migas, obviamente, no son las que hace mi padre en Villamayor de Calatrava (Ciudad Real) o las que sirven en Puertollano –mi pueblo–, pero la tarta de queso no tiene nada que envidiar a muchas de las que ofrecen muchos restaurantes. Y los fritos… ¿Cuándo han estado malos? Pues eso. Difícil no quedar contento con lo que oferta Alcampo.
Sexto día… Ya no queda nada.
Sexto día | |
Comida | Cena |
Migas (2,04) y tarta de queso (2,39€) | Surtido de croquetas (3€), dos San jacobos (2,81€) y dos flamenquines (2,32€) |
Día 7: tengo que volver a Mercadona (11€)
Último día. He cumplido –sin ser un superhéroe– el ‘reto’. Antes, eso sí, decido volver a Mercadona. De nuevo, acudo al de General Martínez Campos, pero esta vez mi pretensión es comer allí, hablar con la gente y dar por finalizada la experiencia. Los planes, sin embargo, no salen como esperaba. Llego a las 14:30 horas y el ‘mercaurante’ está repleto de gente. Muchos, con corbata; otros tantos, con prisas por volver al trabajo.
Vuelvo a coger número, pero esta vez hay 10 personas por delante. El tiempo de espera lo dedico a coger una ensalada (4€) con atún, tomate, lechuga, jamón york, queso y maíz. Termino y me atienden. Pido albóndigas a la jardinera (3,50) y ensaladilla rusa (3€) con una botella de agua (0,50€).
Pago y vuelvo a la salita habilitada para comer que tiene Mercadona. Quiero comer allí, pero es imposible. ¡Está todo lleno! No me queda otra que volver a la redacción. Llego a las 15:15 horas. Pruebo las albóndigas y… de nuevo, la experiencia es satisfactoria. Para la noche guardo las dos ensaladas (la rusa y la estándar). Definitivamente, me pasé comprando: pruebo las dos pero no me las acabo. He finalizado el reto.
Un día más tarde, me peso… ¡He adelgazado 350 gramos! Es decir, me he mantenido, tampoco vamos a engañarnos.
Séptimo día | |
Comida | Cena |
Albóndigas (3,50€) | Ensalada (4€) y ensaladilla rusa (3€) |
¿He comido equilibrado?
Mi percepción es que he comido equilibrado: he tomado arroz y verduras; algunos lácteos (muchos días acabé las comidas con un yogur) y una ensalada… Pero no. Al terminar, le paso el menú a la doctora Petra Navarro Pascual, directora médica Instimed y médico especialista en nutrición. ¿Y qué hace ella? Devolverme a la realidad. “No has tomado las raciones de verdura y fruta que se recomiendan, no has hecho las cinco comidas al día, no has comido la carne y el pescado adecuado… Has seguido una dieta basada en hidratos de carbono. Has ingerido poca proteína”, explica.
Los peligros de hacer esto, obviamente, eran evidentes: he comprado lo que me gustaba por miedo a equivocarme. La otra crítica de la doctora va dirigida a las cadenas: “La mayoría no incluyen los datos nutricionales del producto”. Y así es. Me atrevería a decir que en los menús podrían incluir algo más de fruta. Pero no nos engañemos: la culpa no ha sido de los ‘mercaurantes’ sino mía, que tiendo a seguir una dieta, ya digo, poco equilibrada –mucho peor de la que he llevado esta semana.
¿Conclusiones?
En estos siete días, uno puede sacar varias conclusiones. La primera y la más obvia: hay menús para todos los gustos, están relativamente buenos y son baratos. Son, además, una buena opción para, de vez en cuando, llevarse al trabajo –mucho mejor, sin duda, que cualquier fast food– y te permiten no engordar –vean, si no, mi ejemplo. Pero no es algo para todos los días. En exceso, como ya dije al principio del artículo, todo cansa.
La otra conclusión se puede percibir por mis palabras o mirando los precios. Dia, en efecto, es el más barato, pero también es el que menos variedad de platos preparados en el acto tiene; Mercadona, Carrefour y Alcampo, cada uno a su estilo, son buenas opciones; y a El Corte Inglés yo iría a sentarme y a disfrutar con una cerveza en la mano.
A partir de ahí, saquen sus conclusiones. O coman y experimenten, no hay mejor forma de saber si una cosa gusta (o no) que la de probar. Yo no morí en el intento...