Almería

- No me imagino la casa sin el alboroto y los trastos de mis niños.

Hace ya unos días que Joana Curac y el menor de sus tres hijos, Andrei, instalaron el árbol de Navidad en el salón de su casa, en Roquetas de Mar (Almería). El niño, de cuatro años, habla castellano y también rumano, el idioma de sus padres. Está ansioso por la llegada de los regalos de los reyes magos. Mientras espera con resignada paciencia, pasa sus ratos libres con juguetes de otros años, como una pizarra en la que dibuja con tizas y unos muñecos que guarda en su habitación. 

“Los hijos dan mucho trabajo, es cierto, pero es mayor la recompensa”, explica Joana. “No creo que se trate de renunciar, sino más bien de ver lo que ellos te dan. Los españoles parece que le han cogido fobia a traer pequeños al mundo. No pienso que sea algo cultural o de una sociedad en concreto, sino más bien de la forma en que vivimos ahora: necesitamos demasiadas cosas para sentirnos llenos. Antes se tenían hijos para ayudar a las familias y ahora no se tienen porque ponemos mil excusas como que no nos da el sueldo, que sale muy cara la ropa o que no tenemos tiempo para atenderlos”.

En la España que cada vez tiene menos hijos, Joana y los otros 140.000 inmigrantes que residen en Almería han convertido la provincia en la guardería del país. Este hecho está provocado, principalmente, por la capacidad para atraer a población inmigrante joven y en edad fértil a trabajar en sus invernaderos, en sus almacenes de frutas y hortalizas y en su sector del transporte. Empleos que, en infinidad de ocasiones, los españoles rechazan por su dureza y sus bajos salarios. Aquí, en la actualidad, uno de cada cuatro menores de cinco años es de padres extranjeros. 

En ninguna otra provincia de España ocurre algo similar. Y es gracias a la inmigración, que está sosteniendo la natalidad en una tierra que, como en el resto del país, cada año también sufre un descenso del número de nacimientos. El Instituto Nacional de Estadística (INE) señala que de las 709.340 personas que residen en la provincia almeriense, 38.666 son niños de entre cero y cuatro años. De ellos, 9.501 son de padre y madre procedentes de otro país (un 26,6%).

Si el próximo 25 de diciembre, día de la Navidad, el niño Jesús naciera en cualquier punto de Almería, nadie vería extraño que sus padres procedieran de Marruecos, Senegal o Rusia. Sólo en Roquetas, donde viven Joana y su familia, hay censadas personas de 117 nacionalidades distintas. Pocos pueblos de la provincia reflejan mejor la diversidad de gentes que aglutina una zona conocida como el mar de plástico por sus casi infinitos campos de invernaderos.

Una mujer musulmana recoge a su hijo de una guardería en Vícar (Almería). Carlos Barba

Según el INE, Almería registró en 2018 la mayor cifra de niños con menos de cinco años de toda España. Son 5,45 por cada 100 habitantes. La media en el país es de 4,45, uno menos. Pese a todo, la situación de la natalidad es preocupante. La provincia ‘más infantil’ hoy en día tiene menos hijos que Soria (5,66) en 1979, la ‘menos infantil’ de hace justo cuatro décadas.

"Se trata de priorizar"

Joana tiene 42 años. Procede de un pueblo de la región de Transilvania. Vino a España en enero de 1999. En sólo unos días podrá decir que lleva media vida residiendo aquí. “Ya creo que me siento más española que rumana”, confiesa. 

Al llegar a España, se instaló en Roquetas para trabajar en los invernaderos de la zona y limpiando casas. Vino soltera, empujada por un hermano que había emigrado dos años antes. Ahora está casada con un compatriota suyo que se dedica al transporte internacional por carretera. Cuando EL ESPAÑOL visita su casa, el miércoles de esta semana, Nicolae Yuga se encuentra en ruta por Francia con el camión. 

La pareja tiene tres hijos: Andrei, el pequeño, y dos chicas, Paula, de 15 años, y Yulia, de 16. La familia Yuga Curac forma parte de la nutrida comunidad rumana que reside en esta población del Poniente almeriense. De sus 85.000 habitantes, algo más de 29.000 son extranjeros. Casi 11.000 de ellos, una octava parte, proceden de Rumanía, el principal país emisor. 

“Se trata de priorizar”, cuenta Joana, que tiene dos hermanos que también residen en España. Ambos tienen dos hijos. “En mi situación o en la de mi familiares no podemos comprar cada mes un móvil nuevo, como les gustaría a mis hijas. Pero desde que llegamos no nos ha faltado el trabajo, ahora salimos adelante con el sueldo de mi marido y lo que yo pueda sacar limpiando algunas casas, aunque en estos momentos apenas menos. Tener hijos no es sencillo, pero no sólo consiste en tener unos ingresos suficientes. Es más importante tener ganas, y no sé si los españoles las tienen”.

Los últimos datos acerca de la natalidad en España no son nada halagüeños. Los nacimientos continúan a la baja año tras año. Alcanzan mínimos históricos. En 2018, nacieron 372.777 niños, la cifra más baja de las dos últimas décadas, según un estudio publicado el 11 de diciembre por el INE. Una década antes, en 2008, vinieron al mundo 520.000 bebés, casi un tercio más.  2018 ha sido el cuarto año seguido con saldo vegetativo negativo: hubo 54.944 muertes más que nacimientos. 

Joana Curac, en segundo plano, llegó a España en 1999. Sus tres hijos nacieron en este país. Carlos Barba

En 2018, las mujeres en España tiene de media 1,26 hijos, la cifra más baja desde 2002. Aunque más del 70% confiesa querer ser madre al menos en dos ocasiones, menos del 30% llegan a vivir dos partos. Ese desplome de la natalidad se ha acentuado en los primeros seis meses de 2019: los 170.074 nacimientos suponen la cifra más baja de la serie histórica, que arranca en 1941. 

Sin embargo, en Almería todavía las cifras no son tan alarmantes. La mayor parte de la comunidad extranjera tiene hijos a un ritmo que entre españoles no se ve desde hace más de 40 años. Ahora la edad media de las españolas para el primer parto es los 31 años. En 1975 era los 25. La incorporación de la mujer al mundo laboral y su acceso a la formación universitaria son dos de las principales razones, argumentan los expertos. Joana tuvo su primera hija a los 26 años. La segunda, con 27. El pequeño, con 38, llegó porque Paula y Yulia querían tener un hermano.

“Tres está bien. Ni uno o ninguno como ahora, ni los seis, siete u ocho de antes. Los tengo porque he podido criarlos y sacarlos adelante”, explica la mujer, que confiesa que le gustaría ser abuela. “Mis hijas no tienen ninguna prisa en ser madres ni yo se la voy a transmitir. Pero cuando hayan estudiado, no me importaría. Cuando ellas tengan 27 o 28 ya querré tener nietos”.

La familia Yuga Curac reside en un patio de vecinos en el que conviven con familias españolas y con otras siete de origen rumano que han comprado o alquilado casas en este coqueto residencial. Si incluye a sus hijos, hay una veintena de menores. “Unos de aquí al lado tienen cuatro. Otra tuvo el segundo anoche… Y nadie es rico: trabajan echando plásticos, de camioneros, limpiando casas. Lo que no podemos es despilfarrar, pero sí criarlos. Yo prefiero no salir a cenar y que mi hijo esté saltando en el sofá”.

- ¿Qué le dicen sus amistades españolas que saben que tiene tres hijos?- pregunta el reportero.

- Me he encontrado con españoles que me han dicho: ‘Por favor, no tengas más hijos’. 

- ¿Y usted qué respondía?

- Que nadie me los va a criar salvo mi marido y yo. No he tenido más por decisión propia.

Los colegios, la asamblea de la ONU

Dar un paseo por localidades como Roquetas, El Ejido o Adra sirve para constatar en la calle lo que dicen los datos. Se observa a mujeres veinteañeras de origen africano empujando un carro y llevando a uno o dos niños a su lado. Las aulas y los patios de recreo de los colegios se convierten en mini asambleas de la ONU.

En Roquetas de Mar, en el Poniente almeriense, hay censadas personas de 117 nacionalidades distintas. Carlos Barba

Un reciente estudio de UGT con motivo del Día Internacional del Migrante, celebrado este pasado miércoles, desmonta falsedades vertidas sobre la población extranjera por partidos como VOX, cuyo dirigentes, en ocasiones, relacionan la inmigración con “robo de empleo a nacionales” o delincuencia.

Parte de ese argumentario de tintes xenófobos ha llevado a la formación de extrema derecha a crecer con inusitada fuerza en localidades como El Ejido, donde en las últimas elecciones generales fue el partido más votado. En esta provincia irrumpió el 'fenómeno VOX' hace ahora un año, cuando las autonómicas andaluzas que propiciaron la salida del PSOE de la Junta.

Pero, en realidad, los inmigrantes ocupan puestos de trabajo que los españoles no quieren, están peor pagados y pierden antes sus empleos en períodos de crisis económicas. 

Dicho estudio del citado sindicato señala que la población inmigrante cobra un salario bruto 675 euros inferior al percibido por la población de nacionalidad española, la temporalidad les afecta nueve puntos más que a los nacionales y el 66,5% se emplea en sectores como la hostelería, la venta ambulante o la agricultura. Cuando durante la crisis en España se alcanzaron cotas de paro del 25%, entre los extranjeros llegó al 35.

Pese al empuje de la natalidad entre la población extranjera en Almería, la provincia no es ajena al descenso de nacimientos que vive España. En 1975, la edad media de las madres almerienses era de 28,41 años, y la media de hijos era de casi tres. En la actualidad, la edad media para tener el primer vástago se ha situado muy cerca de los 31 años. Las almerienses tienen 1,6 hijos de media. Tan sólo Ceuta y Melilla registran datos más elevados en este sentido, con 2,15 y 2,35 hijos de media por madre, respectivamente. 

"Mis hijos no van a tener tantos críos"

Kadhija Elhhatibi es marroquí. Tiene 37 años. Como Joana, sus tres hijos nacieron aquí y tienen la nacionalidad española. Ella y sus niños, Adam (15), Sara (11) y Noah (14) residen en un primer piso de un modesto edificio de dos plantas en La Gangosa, una pedanía de Vícar, a 10 minutos en coche de Roquetas de Mar. El padre de los menores vive en Marruecos, donde tiene un negocio.

Khadija Elhhatibi (con velo) junto a sus tres hijos, Adam (izquierda), Sara y Noah (d). Carlos Barba

Kadhija se instaló en España a los 15 años, aunque desde los cinco ya venía durante los veranos porque sus padres emigraron antes que ella, que se quedó estudiando en su país natal. La mujer trabaja como traductora de árabe para una asociación que ayuda a los inmigrantes. Cuatro de sus cinco hermanas, que también viven en España, tienen tres hijos, salvo una que tiene dos. Su hermano no tiene pareja ni descendencia. 

Esta madre y sus tres hijos viven en una casa que alquilan a un familiar que reside en Marruecos. Por el lazo sentimental sólo les cobra 150 euros. Khadija cuenta cómo se las apañó -y sigue haciéndolo- para sacar adelante tres niños y trabajar a la vez, sobre todo cuando estos eran más pequeños. “Por las mañanas los llevaba a la guardería. Por la tarde, si tenía que seguir trabajando, se los dejaba a mi madre”, explica.

Khadija, cuya cultura musulmana, según explica ella misma, “empuja a que la mujer tenga críos”, cree que sus tres hijos tendrán menos descendencia que ella. “Yo sí pienso que todo está muy caro, la ropa, la comida… Es muy complicado darle una buena vida. Estoy segura de que ninguno de mis hijos va a tener tantos o más niños que yo. Si estudian, si tardan en encontrar un trabajo estable, todo eso provocará que sean padres más tarde y que tengan menos ganas de serlo más veces. Es lo que les pasa ahora a los españoles”.

Adam y Noah, los dos hijos adolescentes de Khadija, juegan a fútbol en el Vícar. Los chavales cuentan que en sus respectivos equipos hay compañeros de Marruecos, Cuba, Rumanía o República Dominicana, entre otras nacionalidades. Cuentan que, la mayoría, también tienen varios hermanos. 

- ¿Y a vosotros os gustaría ser padres algún día?

Adam y Noah lanzan una sonrisa que es una duda. Sus padres sí han ayudado a sostener la natalidad en Almería pero ellos no lo tienen tan claro. 

Una mujer musulmana a la salida de un colegio almeriense junto a dos niñas, este pasado miércoles. Carlos Barba

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