Los jóvenes de este siglo XXI cantan el himno de los partisanos italianos Bella Ciao, resucitado por la serie La casa de papel. Asumen consignas como El violador eres tú, performance de un colectivo feminista chileno convertido en himno del #MeToo. En España, adoptamos los himnos que nos llegan de fuera, mientras, de cuando en cuando, resucitamos la polémica sobre si debe poner letra a la Marcha granadera que nos sirve de himno oficial. No hace mucho, el himno por excelencia de toda revuelta de lo que se conoce genéricamente como “movimiento progresista” tenía como banda sonora “El himno de Riego”.
Su letra más popular –seguro que al leerla evoca la música- comienza así; “Si los curas y monjas supieran/ la paliza que les vamos a dar/ subirían a coro gritando:/ libertad, libertad, libertad…” Se cantó en la transición, estuvo prohibido por el franquismo, fue el himno oficioso de la Segunda República, y también de la primera. Había nacido como himno de los liberales en el siglo XIX. Si hay una melodía que marca la historia contemporánea de España, es esa. Y, además, con el añadido de haber sido coreada con igual entusiasmo por republicanos y por liberales monárquicos.
Todo empezó hace justo ahora doscientos años, el 1 de enero de 1820, en el municipio sevillano de Las Cabezas de San Juan. El general Riego se convertía en referencia histórica de la lucha por la libertad al sublevarse contra Fernando VII, arengando a sus tropas al grito de “Sí, sí, soldados; la Constitución. ¡Viva la Constitución!” Se trataba del primer pronunciamiento de la era moderna, el primero de los 25 que marcarían la historia de España hasta el día de hoy.
Militar, liberal y masón
¿Quién era Rafael del Riego? Pues un asturiano inquieto, que estudió leyes en Oviedo y se mudó a Madrid para enrolarse en un cuerpo de élite, la Guardia de Corps de Carlos IV. Luchó en la Guerra de la Independencia, pero poco. A los seis meses de iniciada la contienda, fue hecho prisionero, Encerrado primero en El Escorial, huyó a Asturias donde volvió a ser detenido. Esta vez, fue trasladado a Francia. Aprovechó el castigo como una oportunidad para formarse. Se empapó de liberalismo radical, contactó con la masonería y viajó con los ojos bien abiertos por Inglaterra y Alemania.
Volvió a España en 1814 transformado en un ilustrado modélico Se reincorporó al ejército, juró la flamante Constitución de Cádiz y se lanzó a su feroz lucha contra el absolutismo encarnado por Fernando VII. En 1819, mandaba en Cádiz uno de los batallones destinados a sofocar las revueltas independentistas en Sudamérica. En la espera para embarcar, decidió, junto a otros oficiales, proclamar la Constitución de 1812. Riego lo hizo desde Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el día de año nuevo de 1820: “El Rey, que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia –arengó a sus tropas-, no ha jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda nación moderna”.
“La senda constitucional”
El rey –conocido como “El felón” por su deslealtad- tardó tres meses en reaccionar. Fue necesario que una gran multitud rodeara el Palacio Real de Madrid para que atendiera a regañadientes las exigencias de Riego. Lo hizo con un manifiesto que incluía la histórica proclamación: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional». Comenzaba el Trienio Liberal.
Riego fue ganando prestigio y ascensos en la carrera militar. Ocupó puestos en Galicia y Aragón. El 18 de julio de 1821 se casó en Zaragoza por poderes con su sobrina, María Teresa del Riego y Bustillos, lo que dio lugar a numerosas habladurías.
El caso es que su popularidad iba en aumento y eran frecuentes las manifestaciones por las calles de Madrid exhibiendo su retrato. Incluso llegó a ser elegido diputado por Asturias, y más tarde presidente de las Cortes, bajo un gobierno dominado por los liberales exaltados. Sus enemigos, partidarios del Antiguo Régimen, le acusaban de republicano, de endiosado, de haber aprovechado su puesto para enriquecerse. El mensaje absolutista prendió en la calle, donde pronto estallaron revueltas contra el gobierno liberal, y en parte de la milicia, que persiguió sin descanso a los partidarios de Riego.
Contra los Cien Mil Hijos
Por si faltaba algo, el 7 de abril de 1823, las tropas francesas conocidas como los Cien Mil Hijos de San Luis, entraron en España en ayuda del “Felón”, poniendo fin a la lo que ya era la Guerra Realista y, de paso, al Trienio Liberal. Riego puso rumbo a Cádiz, se sumó a la mayoría liberal de las Cortes para votar la incapacidad del monarca. Al mando de sus tropas, hizo frente a los franceses, pero fue derrotado y herido. Sus hombres le abandonaron y los absolutistas le hicieron prisionero.
Pidió perdón y clemencia al rey por lo que llamó sus “crímenes liberales”. No sirvió de nada. Fue declarado culpable de alta traición y condenado a muerte, por haber votado por la incapacitación del rey. Le esperaba una especialmente cruel ejecución Fue arrastrado por las calles de Madrid en un serón hasta el patíbulo en la plaza de la Cebada. No sólo fue ahorcado, sino también decapitado, atendiendo a la pena por traición que también incluía el descuartizamiento. La ceremonia macabra fue coreada por insultos, burlas y todo tipo de vejaciones de sus enemigos,
Galdós, en su episodio «El terror de 1824», narra la ejecución de forma espeluznante: «Pereció como la pobre alimaña que expira chillando entre los dientes de gato. El día 7, a las 10 de la mañana, le condujeron al suplicio. De seguro, no ha brillado en toda nuestra historia día más ignominioso». Por su parte, la escritora asturiana Eugenia Astur cuenta en su biografía de 1933 que Fernando VII, al ser avisado de la ejecución, se frotó las manos, se repantigó, y exclamó entre satisfecho y desafiante: «¡Liberales: gritad ahora viva Riego!».
Icono de la izquierda
Por su parte, Unamuno dejó escrito que «la muerte de Riego contribuyó, más que a otra cosa, a ennegrecer la figura ya tenebrosa, de Fernando VII». Y contribuyó, habría que añadir, a engrandecer la figura de Riego –y el himno que lleva su nombre- hasta convertirla en icono de la izquierda y del liberalismo.
El himno nació de la música que animaba la marcha de Riego con las tropas insurrectas que obligaron al rey a firmar la Constitución en 1820. Pese a llevar su nombre, Riego solo lo utilizó. La letra fue escrita por su amigo Evaristo Fernández de San Miguel, militar, noble e historiador también asturiano, El autor de la música, aunque se barajan múltiples teorías, se desconoce.
San Miguel escribió en Algeciras un poema basado en letrillas de la Guerra de la Independencia. Un testigo del alumbramiento del himno contaría años más tarde en un periódico que el poema «estaba impreso en San Fernando; y San Miguel la llevaba formando paquetes, metidos en las pistoleras, de donde sacaba ejemplares para repartirlos».
Sólo llegó a ser himno oficial durante el Trienio Liberal (1820-1823), En ese periodo convivieron “muchos himnos de Riego”, diferentes músicas con la letra de Evaristo San Miguel, al contrario que más tarde, cuando se utilizaron diferentes letras para la misma música.
“Prefiero vencer a morir”
Esta es la primera de las nueve estrofas de la letra original de Evaristo San Miguel:
Serenos, alegres,/ valientes y osados,/cantemos, soldados,/ el himno a la lid./ De nuestros acentos/ el orbe se admire/ y en nosotros mire/ los hijos del Cid.
Y continúa con el estribillo:
Soldados, la patria, /Nos llama a la lid./ Juremos por ella,/ Prefiero vencer o morir
Aunque se cantó profusamente, no fue himno oficial de la Primera República, período en el que coexistieron varios himnos, entre ellos la “Marcha Granadera”, base del actual himno nacional español.
En la Segunda República, la canción fue tan popular que no son pocos los que la consideran su himno, Oficialmente, nunca la fue, En 1931, poco después de la proclamación de la República, estalló una gran polémica entre políticos e intelectuales sobre su pertinencia como himno nacional. Pío Baroja llegó a escribir un artículo en el que lo calificaba de “demasiado callejero” e “impropio de los ideales” de la República.
Manuel Azaña, desde el Ministerio de la Guerra, primero comunicó a las capitanías generales que el himno oficial era “La Marsellesa”, pero pronto se vio obligado a rectificar en favor del himno de Riego, aunque eso sí, con carácter “provisional”. Tan provisional que la República murió sin himno oficial. Se barajaron muchas posibilidades tan pintorescas como “Canto rural a la República Española”, “Himno Republicano Español” o “14 de Abril”. Incluso se propusieron candidaturas a favor de canciones tan populares como “¡Gloria a España!”, “Suspiros de España” o el himno comunista “La Internacional”.
“Si los Reyes supieran…”
El himno de Riego contó con muchas letras, además de la ya mencionada de “los curas y monjas…”, adaptándose a cada momento. Pero los objetivos más populares siempre han sido el clero y la monarquía. Contra Alfonso XIII, el himno se acompañaba de esta letra: Si los Reyes de España supieran/ lo poco que van a durar,/a la calle saldrían gritando:/ "¡Libertad, libertad, libertad!". En Cataluña, incluso llegaron a ser más específico, cantando contra Isabel I: ¿La reina quiere la corona?/ Corona le daremos/ que venga a Barcelona/ ¡Y el cuello le cortaremos!”
Que el himno ha arraigado lo demuestra fehacientemente la cantidad de veces que en ceremonias internacionales se ha interpretado –por error- en lugar del himno oficial de España. Basten dos ejemplos, En 2003, se pudo oír en Melbourne ante los deportivos españoles durante la inauguración de la Copa Davis. Y, en 2007 en Santiago de Chile volvió a sonar durante una visita oficial del entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.