El empresario sevillano Manuel Cala tiene cuatro gasolineras y una “gran preocupación”: la reciente liberalización de la autopista entre Sevilla y Cádiz ha dejado tres de sus surtidores “aislados” en mitad de la carretera Nacional IV, donde los tiene distribuidos en un tramo de 21 kilómetros.
Desde el pasado miércoles 1 de enero, cuando se dejó de abonar el peaje -una medida esperada y aplaudida mayoritariamente- la mayor parte de los alrededor de 20.000 vehículos diarios que antes pasaban por delante de las estaciones de servicio de Manuel toman ahora la ya antigua AP-4, reconvertida en autovía con la llegada de 2020 y la cual ya no supone un gasto añadido para el conductor.
“Quiero ser optimista, pero reconozco que el panorama que se nos viene encima no es el idóneo”, admite el empresario. “De mis diez empleados, siete son familia, lo que me añade aún más incertidumbre. Es fácil adivinar que estoy preocupado. Pese a todo, vamos a dejar pasar unos meses para evaluar la situación. No quiero ser catastrofista”.
Manuel, con varios hijos y alguna nuera trabajando para él, no es el único empresario intranquilo en la N-IV. Durante 46 años, tiempo que ha durado el peaje entre ambas provincias, la citada carretera nacional ha asumido la mayor parte del tráfico rodado que circulaba entre Sevilla y Cádiz. Esa circunstancia ha beneficiado a los numerosos negocios que la salpicaban: restaurantes de carretera, áreas de servicio, talleres mecánicos, supermercados…
“Si mis ventas descienden más de un 20%, tendré que tomar medidas, lo reconozco”, afirma Manuel. “No sé si reduciré plantilla, si pondré autoservicio durante algunas horas… Tengo un margen con el que jugar. Por eso voy a esperar. Creo que el verano va a ser un buen momento para hacer balance. Es la época de mayor paso de los coches que van hacia las playas de Cádiz. Por aquí pasa gente que viene de media España. Si la gran mayoría toma la nueva autovía y no pasa por aquí, será muy malo para mí”.
Pero no sólo los negocios de la N-IV han sido los grandes beneficiados durante las más de cuatro décadas que ha durado el peaje. Muchos de los alrededor de 8.600 vecinos de El Cuervo, la última población de Sevilla en dirección a la provincia de Cádiz, suelen decir que el pueblo ‘vive’ de la N-IV por el continuo flujo de circulación que ha asumido hasta la fecha.
El Cuervo es la única localidad por la que sigue cruzando esta carretera, que antaño unía Madrid con La Línea de la Concepción (Cádiz) a través de sus 680 kilómetros. De ellos, sólo restan 78 por desdoblar, los que comprenden entre la localidad sevillana de Dos Hermanas y la gaditana de Jerez.
Precisamente, El Cuervo se encuentra enclavado entre ambas poblaciones. La N-IV lo atraviesa, dividiéndolo en dos mitades. En ambos márgenes de la carretera se concentran la mayoría de bares, hostales, restaurantes, supermercados, gestorías, bufetes de abogados, oficinas bancarias, panaderías o tiendas de ropa de la localidad.
Tras la supresión del peaje y el inmediato cambio en los hábitos del conductor, el futuro de la localidad es incierto: de ser un lugar estratégico de paso puede convertirse en un pueblo con serios problemas de aislamiento.
Hay un detalle que tiene importancia capital y que nadie entiende en El Cuervo. Si uno circula hacia Cádiz por la nueva autovía puede salirse en dirección a El Cuervo en el kilómetro 53. Pero que no espere encontrar el nombre del pueblo porque no hay señal que lo indique. El conductor sólo se encuentra un carril de desaceleración que enlaza con la N-IV y conduce hasta la población.
Sin embargo, y ahí radica el problema, la localidad no tiene un acceso a la A-4 en ese mismo punto, que está a seis kilómetros al noreste de la población. Sus vecinos, si, por ejemplo, quieren ir a Sevilla por dicha autovía, tienen que recorrer 28 kilómetros y dar un rodeo hasta llegar a Las Cabezas de San Juan.
“Es imprescindible que nos doten de esa infraestructura, que tampoco sería muy costosa”, asegura el alcalde de El Cuervo, Francisco Martínez (PSOE). El regidor atiende al reportero de EL ESPAÑOL en su despacho este pasado jueves. Cuando salimos a la calle para retratarlo, se da cuenta de que la circulación ha descendido "muchísimo". El escaso tráfico permite al fotógrafo trabajar en mitad de la vía, algo impensable cualquier mañana de hace unas semanas.
“Necesitamos ese nudo de acceso a la autovía. No tiene sentido que el que vaya circulando por ella en dirección Cádiz pueda llegar hasta aquí en unos pocos minutos, y no el que lo haga en sentido hacia Sevilla. Tampoco entendemos que nosotros, para incorporarnos a ella, tengamos que recorrer casi 30 kilómetros por una carretera comarcal cuando la autovía pasa por nuestro lado”.
“Voy a confiar en su palabra”
El pasado 30 de diciembre de 2019, el ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, visitó el peaje de Las Cabezas y de Jerez de la Frontera. Dijo que su supresión era una reivindicación histórica que ahora va a facilitar una mejor conexión entre las provincias de Sevilla y Cádiz.
Al día siguiente viajó hasta el Levante español, donde también se ha liberalizado la autopista AP-7 en el tramo entre Tarragona y Alicante. Entre ambas, 468 kilómetros más de vías sin peajes “por los que los usuarios han pagado más de 7.380 millones de euros”. Abertis, la concesionaria de ambas, ha realizado un ERE que afecta a 136 personas.
El día que Ábalos pisó tierras andaluzas, el alcalde cuerveño se acercó a él para transmitirle su preocupación. Ábalos, tras escucharlo, le remitió a un miembro de su equipo, según explica el propio regidor.
“Me prometieron que ese nudo de acceso y salida en ambos sentidos a la autovía se contemplará en los presupuestos de 2020 -explica Martínez-. Pero que antes debe formarse Gobierno. Voy a confiar en su palabra. Una vez haya Ejecutivo, voy a pedir una reunión en el ministerio y viajaré a Madrid para abordar el asunto”.
Francisco Martínez quiere que se proyecte también un segundo acceso a la localidad que gobierna. Dice que no renuncia a tener dos salidas y entradas a El Cuervo a través de la autovía. Ese segundo punto, a su juicio, debería ir a tres kilómetros al sureste de la población, muy cerca del paraje natural Laguna de los Tollos. Allí podrían confluir a través de un puente que ya está construido la autovía A-4 con una carretera rural que parte del centro de la población.
“Nos conectaría a nosotros y a la propia autovía con la sierra de Cádiz. Es una oportunidad tanto para el pueblo como para ambas provincias”, explica el alcalde de El Cuervo. “Se nos puede condenar a vivir aislados o hacer que mi pueblo sea un lugar de oportunidades”.
Inaugurada por Franco
Entre 18.000 y 20.000 vehículos diarios, según los datos de la Dirección General de Tráfico (DGT) que maneja el Ayuntamiento de El Cuervo, preferían hasta el pasado 31 de diciembre circular por una vía sobrecargada de camiones de gran tonelaje a tener que pagar un peaje que, en función del kilómetro al que uno se saliera de la autopista, costaba 1,25 euros (salida de Los Palacios, Sevilla), 3,80 euros (Las Cabezas de San Juan, Sevilla) y 7,45 euros (Jerez de la Frontera, Cádiz).
Esos precios se duplicaban en el caso de los camiones pesados, que rara vez usaban la autopista. En cambio, desde que se ha liberado la AP-4, apenas se dejan ver ahora por la N-IV.
El Ministerio de Fomento se compromete a destinar “anualmente 5,4 millones de euros adicionales en Andalucía para la conservación de esta vía sin cargo a los usuarios”. Dicha cifra se suma a los 85 millones destinados para el mantenimiento de las carreteras andaluzas en los Presupuestos Generales del Estado (PGE).
La AP-4 fue la segunda autopista construida en España tras la catalana del Maresme. Su concesión, entonces a Bética de Autopistas, se firmó por decreto hasta 1993. Hace un cuarto de siglo que debería haberse liberalizado. Su construcción costó 6.525 millones de las antiguas pesetas. En un sólo año la concesionaria ganaba el doble.
"Si muere la N-IV, muere mi negocio"
Un negocio que nació al calor de la ‘damnificada’ N-IV es la Cafetería-Pastelería Curro, a la entrada de El Cuervo desde la provincia de Cádiz. Está a pie de carretera. Manuel Gómez es su actual propietario, aunque ya lo gestiona uno de sus hijos. Por él han pasado cuatro generaciones puesto que lo inauguró su abuelo en 1931. Manuel teme que con la apertura de la vecina autovía no haya una quinta.
“El 50% de mis clientes son de fuera, aunque muchos proceden de pueblos vecinos que vienen solo por el reclamo de nuestros dulces. A esos espero no perderlos”, explica Manuel. “Pero de esa mitad de mi clientela, un 30% es gente de paso. Y eso es mucho. Por eso digo que si la carretera muere, también muere mi negocio. Mi preocupación es grande. Aunque quiero ser optimista, la realidad no me deja serlo”.
Manuel Gómez se queja de la falta de diligencia de los políticos locales. No entiende que, sabiendo desde hace un año que el peaje se iba a suprimir, el Ayuntamiento de El Cuervo no haya solicitado antes las obras de acceso a la autovía en coordinación con el pueblo de Lebrija, de quien dependen los terrenos en los que ya existe su única salida.
“Este pasado 1 de enero en la autovía ya debía aparecer ‘El Cuervo, salida 53’. Y señalética indicando que hay gasolineras, restaurantes y lugares en los que hospedarse a sólo seis kilómetros. Ahora ya vamos con retraso”, dice Manuel Gómez.
Coincide con él Manuel Cala, el dueño de tres de las gasolineras que hay repartidas a lo largo de este tramo de la N-IV. Una de ellas está dentro del propio casco urbano de El Cuervo. En ella trabajan dos personas de su familia: una sobrina y el hijo de un sobrino.
“A mí no me gusta que la gente se tenga que repostar ella misma. Me gusta el trato de tú a tú. Yo no quiero despedir a nadie. Por eso creo que nos podemos convertir en una gran área de servicio. De la necesidad podemos hacer virtud. Pero hace falta echarle ganas y apretarle a las administraciones que hay por encima”, asegura Cala. “Nuestro ayuntamiento debe ser insistente y no dejar pasar los meses”.
“No debemos echarnos a temblar”
Uno de los negocios con más solera de la N-IV es la Venta El Paisano. Se encuentra en el kilómetro 588 de dicha carretera. El restaurante, que además dispone de un hostal con 24 habitaciones, tiene más de 60 años de historia. Da empleo a 23 personas. “Vivimos de la carretera, no hay duda”, explica Juan Luis Cadena, encargado, sobrino del actual dueño y nieto del fundador del negocio.
Cada día, de media, en El Paisano venden 700 cafés, muchos de ellos con tostadas, y dan entre 80 y 90 menús. “Nuestros clientes son los camioneros que hacen la ruta entre el puerto de Algeciras y muchos sitios de España, comerciales, gente que lleva furgonetas de reparto… También paran muchos autobuses del Imserso o gente que va a las playas de Cádiz. Este negocio no se entiende sin la nacional cuarta”, explica.
“Bajar la faena tiene que bajar. Es pura lógica. Hoy -jueves 2 de enero- no es un día para calibrar nada. Todavía hay gente de vacaciones y hay otro ritmo en el ambiente. Hacen falta meses para saber cómo nos va a afectar y hasta dónde estaríamos dispuestos a aguantar”, añade Juan Luis.
Para adaptarse a los nuevos tiempos, El Paisano ha ampliado el aparcamiento para autobuses y camiones después de comprar unos terrenos colindantes en los que hasta hace unos meses había un club de alterne.
También han habilitado una pequeña área de servicio para autocaravanas y tienen aprobada la instalación de varios puntos de recarga de coches eléctricos. "Queremos generar atractivo para el viajero. No debemos echarnos a temblar antes de tiempo”, dice su encargado.
Uno de los negocios que cerró días antes de la supresión del peaje es la Venta Murube, que está unos kilómetros más arriba que El Paisano, en dirección Cádiz. Su arrendador vio que el negocio se le iba definitivamente a pique con la liberalización.
Mientras, otros empresarios aguardan con temor los próximos meses. Saben que muchas familias dependen de los negocios que un día florecieron al calor del tránsito de la N-IV. Ahora que ya no hay una autopista de pago, su futuro es una incógnita que todavía hay que despejar.